Read Punto de ruptura Online

Authors: Matthew Stover

Punto de ruptura (4 page)

BOOK: Punto de ruptura
6.91Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

El agente asintió.

—Pero, ¿por qué querría alguien culparla?

Mace hizo un gesto, desechando la idea.

—En cualquier caso, hay que arrestarla. Y cuanto antes, para que los rumores de esas masacres no se extiendan al resto de la galaxia. Incluso aunque ella no tenga nada que ver, el mero hecho de que se asocie el nombre de una Jedi a esos crímenes bastaría para poner en peligro la confianza que tiene el público en los Jedi. Ella debe responder a las acusaciones antes de que éstas se hagan públicas.

—De acuerdo, debemos arrestarla —aceptó Palpatine—. Pero la pregunta sigue en el aire, ¿por qué por usted?

—Porque quizá no quiera venir.

Palpatine le miró pensativo.

Yoda alzó la cabeza y abrió los ojos para mirar al Canciller Supremo.

—Si rebelde se ha vuelto... encontrarla difícil será. Apresarla... —bajó la voz, como si las palabras le causaran dolor—. Peligroso será.

—Depa fue mi padawan —Mace se apartó del escritorio para mirar por el ventanal hacia el reluciente crepúsculo que oscurecía lentamente el paisaje de la capital—. El lazo que une a Maestro y padawan es... intenso. Nadie la conoce mejor que yo, y ningún Jedi vivo ha pasado más tiempo que yo en esas selvas. Soy el único que puede encontrarla si ella no quiere que la encuentren. Y si hay que...

Tragó saliva y miró al disco de luz lunar que rebotaba en uno de los espejos orbitales.

—Si hay que... detenerla —dijo por fin—, quizá yo también sea el único que pueda hacerlo.

Las cejas de Palpatine se alzaron mostrando educada incomprensión.

Mace respiró hondo, sorprendiéndose una vez más al mirarse las manos, mirando a través de ellas, viendo sólo una imagen en su mente, tan definida corno un sueño: sable láser contra sable láser en las salas de entrenamiento del Templo, el fogonazo verde de la hoja de Depa, que parecía atacar desde todas partes a la vez.

No podía deshacer lo que había hecho.

No había segundas oportunidades.

La voz de ella resonó en su interior:
"No
hay nada más peligroso que un
Jedi
que ha encontrada la cordura"
, pero sólo dijo...

—Es una maestra del vaapad.

En el silencio que siguió, estudió los pliegues y arrugas de sus dedos entrelazados, centrando su atención en su campo visual para mantener a raya los oscuros fantasmas de la hoja de Depa, refulgiendo hacia cuellos Jedi.

—¿Vaapad? —repitió finalmente Palpatine. Puede que se hubiera cansado de esperar a que alguien se explicara—. ¿No es alguna clase de animal?

—Un depredador de Sarapin —aportó Yoda con gravedad—. También es el apodo que a la séptima forma de combate con sable láser los estudiantes dan.

—Eh, tenía entendido que sólo eran seis.

—Seis fueron durante varias generaciones Jedi. La séptima... poco conocida es. Poderosa forma es. De todas la más letal. Pero peligrosa es, tanto para su Maestro como para sus contrincantes. Pocos la han estudiado. Sólo un estudiante su maestría ha alcanzado.

—Pero si ella es la única que domina ese estilo, y si es tan peligrosa. ¿qué le hace pensar...

—No es la única que lo domina, señor —interrumpió Mace, alzando la cabeza para afrontar el ceño de Palpatine—. Es la única de mis estudiantes que se ha convertido en una maestra.

—La única de sus estudiantes —repitió Palpatine.

—Yo no estudié el vaapad —Mace dejó caer las manos a los costados—. Yo lo creé.

Las cejas de Palpatine se juntaron pensativas.

—Sí, ya creo recordarlo. Una referencia en un informe suyo a la traición del Maestro Sora Bulq. ¿Acaso no lo entrenó también a él? ¿No afirmaba él ser también un maestro de este vaapad?

—Sora Bulq no fue estudiante mío.

—Su... compañero, ¿tal vez?

—Y él nunca dominó el vaapad —repuso Mace hoscamente—. El vaapad lo dominó a él.

—Ah... Ah, ya veo...

—Con el debido respeto, señor, pero creo que no.

—Lo suficiente como para preocuparme, sólo un poco —la calidez de la sonrisa de Palpatine quitaba insulto a sus palabras—. Decías que la relación entre Maestro y padawan es intensa, y lo creo. Cuando se enfrentó a Dooku en Geonosis...

—Preferiría no hablar de Geonosis, Canciller —dijo Mace en voz queda.

—Depa Billaba fue vuestro padawan. Y quizá sea también su amiga más íntima, ¿no es así? ¿Está usted seguro de que podrá matarla si es necesario?

Mace miró al suelo, a Yoda, al agente secreto, y finalmente tuvo que volver a enfrentarse a los ojos de Palpatine. La pregunta no procedía sólo de Palpatine de Naboo, sino que la formulaba el Canciller Supremo. Su cargo exigía una respuesta.

—Quiera la Fuerza que no tenga que descubrirlo —dijo Mace lentamente.

PRIMERA PARTE
Hombres en la selva
1
Espiral descendente

A
través del transpariacero curvado, Haruun Kal se mostraba ante él como una pared de nubes atravesada por montañas. Parecía lo bastante cercana como para poder tocarla. La órbita de la lanzadera trazó un lento descenso en espiral hacia la superficie. Pronto podría tocarla de verdad.

La lanzadera estaba diseñada para transportar sólo veinte pasajeros: pero, aun así, estaba vacía en sus tres cuartas partes. La compañía de pasajeros la había comprado de segunda mano a una casa de turismo. El fuselaje tubular era por completo de transpariacero, con el exterior marcado y asaeteado por microagujeros, y el interior sin más adorno que las tiras grises antideslizantes colocadas entre los asientos.

Mace Windu era el único humano a bordo. Sus compañeros de viaje eran dos kubaz que silbaban excitados ante las posibilidades culinarias que ofrecían los escarabajos de pinza y los zumbogusanos, y una pareja dispareja, compuesta por un kitonak y un pho ph'eahiano, que parecía formar un dúo cómico de gira, y cuya charla enlatada hizo que Mace deseara unos tapones para los oídos. O estar en el vacío absoluto. O una simple sordera a la antigua. Debían de haber caído muy bajo para tomar una lanzadera turística a Pelek Baw, capital de Haruun Kal y cementerio de cualquier cómico de salón que se precie. Las compañías de pasajeros del Bucle Gevarno sólo paraban en ese lugar porque tenían que hacer alguna escala en el espacio antes de poder dar el salto fuera del sistema.

Mace se sentó todo lo lejos de los demás que le permitía el limitado espacio de la lanzadera.

El Maestro Jedi llevaba la ropa adecuada para su tapadera: un manchado jubón de cuero de pantera de las arenas corelliana sobre una camisa suelta que solía ser blanca, y ajustados pantalones negros con parches grises. Sus botas tenían cieno asomo de brillo, pero sólo por encima del tobillo. El resto estaba gastado hasta casi parecer ante. La única parte de su atuendo que estaba bien cuidada era la liviana cartuchera que llevaba sujeta al muslo derecho, y la brillante Merr-Sonn Energética 5 que llevaba en ella. Guardaba el sable láser en el macuto que tenía bajo el asiento, camuflado como una anticuada barra luminosa.

El datapad de su regazo también era un disfraz. Aunque funcionaba lo bastante bien como para codificar su diario, era en su mayor parte un transmisor subespacial en miniatura sintonizado en la frecuencia de banda que controlaba el crucero
Halleck
, aparcado en el sistema Ventrano.

La Tierras Altas de Korunnal apareció ante él como una vasta meseta en todos los tonos concebibles de verde, salpicada de remolinos sin fondo de nubes y entrecruzada a un lado y a otro por cordilleras montañosas. Algunas de las cumbres más altas estaban cubiertas de blanco, y muchas de las más bajas emitían ondeantes nubes de humo y gas. La lanzadera ya dejaba atrás la mitad oriental de la región y se hundía en la sombra del planeta, donde puntos de color anaranjado y rojo oscuro motearon el mundo, como ojos de depredadores al acecho fuera del círculo de la luz de una fogata de campamento. Eran las calderas abiertas de los muchos volcanes activos de las tierras altas.

Era hermoso. Mace apenas se fijó.

Sostenía la varilla del datapad falso y hablaba en voz muy, muy baja.

***

DE LOS DIARIOS PRIVADOS DE MACE WINDU.

[Entrada Inicial a Haruun Kal].

Depa está ahí abajo. En este mismo momento.

No debería pensar en esto. No debería pensar en ella. Todavía no.

Pero...

Está ahí abajo. Lleva meses ahí abajo.

No puedo imaginar lo que ha podido pasarle. No quiero imaginarlo.

Lo descubriré muy pronto.

Enfocar. Tengo que enfocar. Concentrarme en lo que sé con certeza mientras espero a que el cieno se asiente y el agua se aclare...

Es una lección de Yoda. Pero a veces uno no puede esperar.

Y, a veces, el agua nunca se aclara.

Puedo concentrarme en lo que sé de Haruun Kal. Sé mucho. Aquí va una parte.

HARUUN KAL (Al'har I): Único planeta del sistema AL'HAR. Haruun Kal es el nombre que recibe en el idioma de la población indígena, llamada korunnai (mesetarios). Su traducción aproximada en básico es "sobre las nubes". El mundo parece oceánico desde el espacio, con apenas unas islas de verdes cumbres sobresaliendo del revuelto mar multicolor. Pero es un espejismo, ya que el mar que puntúan esas islas no es líquido, sino un océano de gases tóxicos, más pesados que el aire, que ascienden de forma incesante desde los innumerables volcanes activos del planeta. Los respiradores de oxígeno sólo pueden sobrevivir en la cima de las montañas y en las altas mesetas, y no en todas ellas; pues, cuando no se elevan muy por encima del mar de nubes, son vulnerables a los impredecibles vientos de Haruun Kal. Sobre todo durante el breve invierno del planeta, cuando sopla el thakiz baw'kal —la tormenta inferior— y los vientos pueden elevar las espesas nubes a la altura necesaria para barrer en pocas horas a los respiradores de oxigeno que pueda haber en las tierras bajas. Su capital, P
ELEK
B
AW
, está localizada en la única masa terrestre habitada, la meseta conocida como T
IERRAS
A
LTAS
D
E
K
ORUNNAL
, y es el principal asentamiento permanente de este planeta cubierto, sobre todo, de jungla. Los indígenas humanos viven en pequeños grupos tribales seminómadas llamados ghôsh y evitan los asentamientos mantenidos por visitantes de otros mundos pertenecientes a una gran variedad de especies. Los korunnai encuadran a los visitantes de otros mundos y a las personas que viven en esos asentamientos dentro de la denominación un tanto desdeñosa de "balawai" ("gente de abajo"). Hay una larga historia de conflictos locales no organizados...

Esto no me sirve.

No puedo resumir todo lo que sé de Harun Kal haciendo una descripción de guía turística. Tengo demasiados conocimientos matizados por el color de los destellos del sol y el olor del viento que sopla desde detrás de Los Hombros del Abuelo; por la sedosa onda de una primera capa de hierba bajo mis dedos y la fuerte picadura de la Fuerza que produce un perro akk.

Yo nací en Haruun Kal. En lo más profundo de la meseta.

Soy un korun de pura sangre.

Cien generaciones de mis antepasados respiraron ese aire y bebieron esa agua, comieron los frutos de ese suelo y fueron enterados en sus profundidades. Sólo volví una vez, hace treinta y cinco años estándar, pero siempre he llevado conmigo este mundo. La sensación que me produce. La violencia de sus tormentas. El creciente entramado de sus junglas. El tronar de sus junglas.

Pero no es mi hogar. Mi hogar es Coruscant. Mi hogar es el Templo Jedi.

No tengo recuerdo alguno de mi infancia entre los korunnai. Mi primer
recuerdo es la bondadosa sonrisa de Yoda y sus enormes y amables ojos
cerca de mí, y sigue siendo muy intenso. No sé la edad que tendría yo entonces, pero estoy seguro de que todavía no podía andar. Quizá fuera demasiado pequeño para sostenerme en pie. En el recuerdo puedo ver mis regordetas manos de bebé alargándose para tirar de los blancos mechones de pelo situados sobre las orejas de Yoda.

Me recuerdo chillando —"aullando como un lumimurcielago herido", prefiere describirlo Yoda— cuando un juguete, tal vez un sonajero, se agitaba fuera de mi alcance. Recuerdo que ninguna medida de gritos, chillidos, aullidos o lágrimas podía acercar un solo milímetro más ese sonajero a mi pequeño puño. Y recuerdo el instante en que cogí por primera vez ese juguete sin usar las manos; cuando pude sentir cómo flotaba allí, y cómo lo sostenía la mente de Yoda..., y cómo la Fuerza empezó a susurrarme al oído.

En mi siguiente lección, Yoda vino a llevarse el sonajero; y yo, con mi egoísmo instintivo de bebé, me negué a soltarlo, sujetándolo con las dos manos y con todo lo que podía invocar de la Fuerza. El sonajero se rompió —algo que, para mi mente infantil, fue una tragedia semejante al fin del mundo—, pues ése era el modo que tenían los Jedi de presentarme la ley Jedi del no apegamiento, la forma de decir que aferrarse con demasiada fuerza a lo que amamos acaba por destruirlo.

Y también nos rompe el corazón.

Es una lección en la que ahora mismo no quiero pensar.

Pero no puedo evitarlo. Ahora mismo no.

No mientras estoy aquí arriba, y Depa está ahí abajo.

Depa Billaba entró en mi vida por accidente, por una de esas alegres coincidencias que a veces son el don de la galaxia. La encontré tras enfrentarme y matar a los piratas que habían asesinado a sus padres: esos piratas habían secuestrado a la pequeña hija de sus víctimas. Nunca supe lo que querían hacer con ella. O hacerle. Me niego a especular.

Es una ventaja de la disciplina mental Jedi. Puedo dejar de imaginar esas cosas.

Creció en el Templo hasta alcanzar la adolescencia y se hizo mujer siendo mi padawan. El momento más orgulloso de mi vida fue el día en que me erguí y me dirigí al Consejo Jedi para que diera la bienvenida a su nuevo miembro.

Fue una de las Jedi más jóvenes que se han presentado al Consejo. El día de su ascenso, Yoda sugirió que mis enseñanzas fueron las que la hicieron progresar tanto pese a ser tan joven.

Creo que dijo esto movido más por la cortesía que por la honestidad. Si había llegado tan lejos, pese a ser tan joven, fue por ser ella quien era. Mis enseñanzas tuvieron poco que ver. Nunca he conocido a nadie como ella.

Depa es para mi más que una amiga. Es uno de esos peligrosos apegamientos. Es la hija que nunca tendré.

Ni toda la disciplina Jedi de la galaxia puede dominar por completo al corazón humano.

Oigo su voz una y otra vez...: "nunca debiste enviarme aquí, y yo nunca debí venir...".

No puedo dejar de buscar en la Fuerza, aunque sé que es inútil. Hay un misterioso velo de oscuridad que nubla la Fuerza desde poco antes de que Qui-Gon Jinn y Obi-Wan Kenobi se presentaran ante el Consejo para informar del renacer de los Sith. De cerca —en tiempo y espacio—, la Fuerza es lo que siempre ha sido: guía y aliado, ojos invisibles y manos que no se ven. Pero cuando intento buscar a Depa con la Fuerza, sólo encuentro sombras informes y amenazadoras. La pureza cristalina de la Fuerza se ha convertido en una espesa niebla de amenaza.

Pero... "lo que se ha hecho no puede deshacerse...".

Puedo menear la cabeza hasta que mi cerebro se agite en mi cráneo, pero seguiré sin poder apartar de mí esas palabras. Debo despejar mi mente. Pelek Baw sigue siendo zona separatista, y tengo que mantenerme alerta. Debo dejar de pensar en ella.

En vez de eso, pienso en la guerra.

Ha pillado completamente desprevenida a la República. Tras mil años de paz, nadie, y menos nosotros, los Jedi, pensábamos que pudiera desatarse una guerra civil. ¿Cómo íbamos a pensarlo? Ni siquiera Yoda podía recordar la última guerra. La paz es algo más que una tradición, es la base misma de la civilización.

Ésa era la gran ventaja de la Confederación: los separatistas no sólo esperaban una guerra, sino que contaban con ella.

Tenían naves preparadas cuando las humeantes Guerras Clon estallaron en las llamas de Geonosis. En las semanas que siguieron, los separatistas se diseminaron por toda la galaxia, sembrando las rutas hiperespaciales con sus fuerzas: mientras los Jedi atendíamos a los heridos y llorábamos a los muertos: mientras el Senado intentaba reunir una flota —cualquier clase de flota— que pudiera equipararse a la potencia de la Confederación de Sistemas Independientes; y mientras el Canciller Supremo Palpatine suplicaba y negociaba, y a veces hasta amenazaba a los senadores inseguros, no sólo para que permanecieran fieles a la República, sino para que respaldaran con créditos y recursos a su ejército de clones. Las principales incursiones en espacio separatista habían sido atacadas por cazas droides respaldados por nuevas naves: acorazados geonosianos construidos en astilleros secretos.

Había sido una obra maestra de la estrategia. Cualquier ataque a los mundos de la Confederación era bloqueado y retrasado lo suficiente como para impedir la intervención de refuerzos; y cualquier ataque con potencia suficiente para repeler con rapidez a los cazas dejaría cientos o miles de mundos de la República indefensos ante una rápida represalia de los separatistas, que podían reagrupar sus fuerzas a voluntad tras su frontera defendida por androides, y atacar después los pequeños sistemas de la República para anexionárselos.

Habíamos perdido, incluso antes de que la República pudiera prepararse para el combate.

Yoda es el maestro estratega del Consejo Jedi. Una vida tan larga como la suya predispone a ver la imagen en su conjunto y a pensar a largo plazo. Fue él quien desarrolló nuestra actual estrategia de enfrentamientos limitados en múltiples frentes. Nuestro objetivo es acosar a los separatistas, agotarlos en una guerra de desgaste, mermados e impedir que consoliden sus posiciones. De este modo esperamos poder ganar tiempo para poder convertir la titánica base industrial de la República en una fábrica de naves, armas y demás material bélico.

Y tiempo para entrenar a nuestras tropas. Las tropas de clones kaminoanos no son sólo los mejores soldados de que disponemos, sino que son prácticamente los únicos. Los empleamos para entrenar en tácticas y armamento a voluntarios civiles y a personal de policía, pero los separatistas se las han arreglado para mantener completamente ocupados al millón doscientos mil soldados que tenemos, haciéndoles ir de un sistema y de un planeta a otro para enfrentarse a los ataques de la desconcertante variedad de androides bélicos que la TecnoUnión fabrica en cantidades aparentemente ilimitadas, y con el respaldo financiero de la Federación de Comercio.

Dado que sólo para defender los sistemas de la República necesitamos todos nuestros clones, nos hemos visto obligados a encontrar formas de atacar sin ellos.

Los separatistas no disfrutan de una popularidad absoluta, ni siquiera dentro de sus sistemas centrales, y en todas las sociedades hay elementos marginales dispuestos a rebelarse contra la autoridad. Los Jedi se han infiltrado en centenares de mundos con la misma misión: organizar una resistencia leal, entrenar a los partisanos en el sabotaje y la guerra de guerrillas, y hacer todo lo posible para desestabilizar los gobiernos separatistas.

A eso vino Depa Billaba a Haruun Kal.

Yo la envié aquí.

El sistema Al'Har, del que Haruun Kal es el único planeta, está en un cruce de varias rutas hiperespaciales. Es el centro de una rueda llamada el Bucle Gevarno, cuyos radios llevan a los sistemas separatistas de Killisu, Jutrand, Loposi y al cúmulo estelar Gevarno, así como a los sistemas leales a la República de Opari, Ventran y Ch'manss. Debido a las configuraciones estelares locales y a la sensibilidad que tienen los hipermotores modernos ante las masas planetarias, cualquier nave que viaje de uno de esos sistemas a otro puede ganar vanos días estándar de viaje pasando por Al'Har, incluso contando con el día de tránsito en el espacio real que debe pasar en el sistema.

Ninguno de esos sistemas tiene un gran valor estratégico, pero la República ya ha perdido demasiados sistemas por secesión como para arriesgarse a perder alguno más por conquista. El control del cace de Al'Har garantiza el control de toda la región. Se decidió que Haruun Kal merecía la atención del Consejo, y no sólo por su uso militar.

En los archivos del Templo hay informes de antropólogos Jedi que estudiaron las tribus korun. Se ha teorizado que una nave espacial Jedi pudo hacer un aterrizaje forzoso en el planeta quizá mil años atrás, durante el caos de la guerra Sith, cuando tantos Jedi se perdieron. En las selvas de Haruun Kal hay varias especies de hongos nativos que devoran metales y silicatos. Una nave que no pudiera elevarse de inmediato se vería atrapada para siempre, y su equipo de comunicaciones seria igualmente vulnerable a ellos. Los antropólogos creen que esos náufragos Jedi pudieron ser los antepasados de los korunnai.

Ésta es la mejor explicación que tienen para una curiosa realidad genética: todos los korunnai pueden contactar con la Fuerza.

La verdadera explicación puede ser más sencilla: Tienen que hacerlo, pues los que no pueden usar la Fuerza no sobreviven mucho tiempo. Los humanos no pueden vivir en esas selvas; y los korunnai sobreviven siguiendo a las manadas de herbosos. Los herbosos, gigantes de seis patas, se abren paso por la jungla empleando sus antebrazos y sus enormes fauces. Su nombre viene de los prados de hierba que dejan a su paso. Es en esos prados donde los korunnai viven de forma precaria. Los herbosos protegen a los korunnai de la selva, y los korunnai protegen a su vez a los herbosos con la ayuda de los feroces perros akk, compañeros en la Fuerza.

Cuando los antropólogos Jedi se disponían a partir, pidieron a los ancianos del ghôsh Windu que les permitieran llevarse con ellos a un niño al que entrenar en las artes Jedi, para recuperar así el talento de los korunnai en la Fuerza, y para servir a la paz de la galaxia.

Ése fui yo.

Era un bebé, un huérfano, bautizado con el nombre de mi ghôsh, dado que la jungla se había llevado a mis padres antes del día de mi bautizo. Yo tenía seis meses de edad. Tomaron la decisión por mí.

Nunca me ha importado.

Depa vino aquí a entrenar a los korunnai para que fueran partisanos antigubernamentales. El Gobierno Civil de Haruun Kal está compuesto en su totalidad por balawai: emigrantes del exterior y sus descendientes, beneficiarios de los intereses financieros que hay tras el comercio de corteza de thyssel. Es un Gobierno de balawai por balawai y para balawai.

BOOK: Punto de ruptura
6.91Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Out of Turn by Tiffany Snow
The Mysterious Cases of Mr. Pin by Mary Elise Monsell
Fools of Fortune by William Trevor
From Eternity to Here by Sean Carroll