Miles no sólo reconoció la misión, sino que podría jurar que ésas eran las palabras exactas que Illyan había empleado para describirla por primera vez. Una conferencia secreta en el cuartel general de SegImp, hacía mucho tiempo…
—Simon. La misión de Dagoola se llevó a cabo hace cinco años. Los marilacanos expulsaron a los últimos cetagandanos del planeta el año pasado. Usted me despidió hace un mes. Ya no trabajo para usted.
—¿Ha perdido la cabeza? —preguntó Illyan, y se detuvo bruscamente. Se quedaron mirándose el uno al otro.
El rostro de Illyan cambió. Petrificado…
—Discúlpeme —murmuró, y cortó la comunicación.
Miles se quedó allí sentado, contemplando la placa vid vacía. Nunca antes había sentido su corazón sonar así mientras permanecía sentado inmóvil en una habitación vacía. El informe de Galeni le había preocupado.
Ahora estaba aterrorizado.
Miles permaneció inmóvil durante diez minutos. Galeni tenía razón. Demonios, Galeni no había imaginado ni la mitad. Illyan no estaba sólo olvidando las cosas que había, estaba recordando cosas que no había. ¿Ramalazo del pasado?
Eh, si el tipo no sabe qué año es, veo una forma en que podrías recuperar tu antiguo trabajo
…
No era muy gracioso.
¿Qué hacer? Miles era seguramente la única persona en Barrayar que no se atrevía a pronunciar una palabra de crítica hacia Illyan. Habría sido atribuida al instante a la animosidad, o aún peor, a los deseos de venganza.
Pero no podía ignorar la situación; no, sabiendo lo que ahora sabía. Las órdenes salían de la oficina de Illyan, y la gente las obedecía. A ciegas. Treinta años de confianza acumulada eran un banco que costaría mucho asaltar. ¿Cuánto daño sería capaz de hacer Illyan mientras tanto? Y ahora, precisamente. Supongamos que Illyan tuviera una regresión a algunos de los momentos más delicados de la Revuelta de Komarr…
¿Y cuánto tiempo llevaba sucediendo aquello, antes de que Galeni se diera cuenta? Parecía repentino, pero tal vez sólo fuera repentinamente visible. ¿Cuántas semanas, meses, de órdenes eran sospechosos de esta falta de seguridad? Alguien iba a tener que repasar cada mensaje procedente de la oficina de Illyan hasta… ¿cuándo?
Alguien. Pero no yo
.
¿Y el defecto se encontraba en el chip, o en el tejido neural propio de Illyan? ¿O era alguna sutil disfunción sinergística? Era una cuestión médica y de bioingeniería, y haría falta un técnico experto para responderla.
Otra vez, yo no
.
Al final, llegó exactamente a la misma solución, si se podía llamar así, a la que había llegado Galeni.
Lanza la información a otro, y espera a que haga algo
. ¿Cuánto tiempo iban a tardar los miembros del comité de preocupados observadores de Illyan en dejar de arrojarse la patata caliente y unirse en una acción efectiva?
No es decisión mía. Ojalá lo fuera
.
Reluctante, pulsó un código en la comuconsola.
—Aquí Lord Vorkosigan. Conécteme con Asuntos Domésticos, por favor —le dijo al cabo de SegImp que le contestó.
El general Haroche no estaba.
—Encárguese de que me llame en cuanto pueda localizarlo —le dijo Miles al encargado de la oficina—. Es urgente.
Volvió a su montón de ropa mientras esperaba. Apenas sabía qué prendas tirar y cuáles guardar. Haroche no llamaba. Miles probó en su oficina dos veces más antes de localizarlo por fin.
Haroche lo miró impaciente, con el ceño fruncido, desde la comuconsola.
—¿Sí? ¿Qué ocurre, Lord Vorkosigan?
Miles inspiró profundamente.
—Simon Illyan me ha llamado hace poco. Creo que debería usted revisar la llamada.
—¿Discúlpeme?
—Vaya a la oficina de Illyan, y que su secretario le reproduzca la llamada. De hecho, los dos deberían verla. Sé que ha sido grabada; es el procedimiento operativo estándar.
—¿Por qué?
Desde luego. ¿Por qué iba Haroche a aceptar la palabra de un paria de seguridad después de haber visto a su respetado superior Illyan no sólo expulsarlo, sino escoltarlo personalmente hasta la puerta del cuartel general?
—General, es realmente importante, es realmente urgente, y de verdad que preferiría que lo juzgara usted mismo.
—Está siendo misterioso de un modo muy teatral, Lord Vorkosigan. —Haroche le miró con desaprobación.
—Lo siento. —Miles mantuvo la voz tranquila y átona—. Lo comprenderá cuando lo vea.
Haroche alzó una ceja.
—¿Sí? Entonces tal vez lo haga.
—Gracias.
Miles cortó la comunicación. No tenía sentido pedir a Haroche que le volviera a llamar una vez visto el vid; entonces, sin duda, el asunto estaría fuera de su alcance.
Ya está. Lo había hecho. Lo más adecuado, dadas las circunstancias.
Se sintió fatal.
¿Y ahora debería llamar a Gregor? Era injusto dejar que el Emperador no supiera aquello, pero Dios…
Haroche lo pondría al corriente pronto, supuso. En cuanto comprendiera los hechos y proporcionaran a Illyan la atención médica adecuada, Haroche se convertiría, según le correspondía siguiendo la cadena de mando, en jefe en activo de SegImp, y su siguiente deber inmediato sería notificar a Gregor aquel desagradable giro de los acontecimientos, y determinar la voluntad del Emperador en este asunto. Todo quedaría resuelto antes de que terminara el día.
Tal vez la causa de la confusión de Illyan era algo sencillo, fácil de arreglar; quizá volviera al servicio en cuestión de días. Un cortocircuito en su chip, digamos.
No hay nada sencillo en ese chip
. Pero SegImp se encargaría por su cuenta.
Miles suspiró, y regresó a su lista de pequeñas tareas autoimpuestas, sin apenas prestar atención a lo que hacía. Trató de leer, pero no podía concentrarse. ¿Era posible que Illyan estuviera cubriendo sus huellas? Supongamos que Haroche hubiera ido a comprobar la llamada y ya no estuviera en el archivo. Pero si Illyan tenía ese grado de autoconciencia, se habría puesto él mismo en manos de los médicos.
El día se alargó interminablemente. Por la noche, cuando se hartó y llamó tanto a Gregor como a Haroche, no pudo localizar a ninguno. Mutuamente unidos en esta crisis, tal vez. Dejó mensajes pidiendo llamadas de respuesta, que no se produjeron. Durmió mal.
Odiaba estar fuera del circuito de información. A la noche siguiente, Miles estaba ya dispuesto a ir en persona a aporrear la puerta trasera de SegImp y exigir informes secretos a los que no tenía ningún derecho, cuando Galeni apareció en la Residencia Vorkosigan. Obviamente había ido directo desde el trabajo; aún iba de uniforme, y parecía todavía más sombrío de lo habitual.
—¿Una copa? —dijo Miles tras mirarle la cara, cuando Martin lo condujo al Salón Amarillo, esta vez con un anuncio adecuado—. ¿Te quedas a cenar?
—Una copa. —Galeni se sentó en el sillón más cercano, y echó la cabeza atrás, como si le doliera el cuello hasta el final de la espalda—. Me pensaré lo de la cena. Todavía no tengo hambre.
Esperó a que Martin se hubiera marchado para añadir:
—Se acabó.
—Habla. ¿Qué ha pasado?
—Illyan se desmoronó por completo en mitad de la reunión de todos los departamentos de esta tarde.
—¿Esta tarde? ¿Quieres decir que el general Haroche no lo entregó ayer al departamento médico de SegImp?
—¿Qué?
Miles describió la preocupante llamada que había recibido de Illyan.
—Se lo notifiqué inmediatamente a Haroche. Por favor, no me digas que no hizo lo que le dije.
—No lo sé —dijo Galeni—. Sólo puedo informar de lo que vi.
Como analista entrenado, además de como historiador, Galeni tenía un agudo sentido de la diferencia entre testimonio ocular, rumor y especulación. Siempre sabías en qué categoría encajaba aquello que estuviera contando.
—Illyan tiene ya atención médica, ¿no? —quiso saber Miles, preocupado.
—Oh, Dios, sí —suspiró Galeni—. La reunión empezó casi con normalidad. Los jefes de departamento hicieron sus concisos informes, e indicaron todos los asuntos peligrosos que quieren que vigilen los otros departamentos. Illyan parecía nervioso, más inquieto que de costumbre: Jugueteaba con los objetos que había en la mesa… partió por la mitad una tarjeta de datos, luego murmuró una disculpa. Se levantó para darle a cada uno su lista de tareas, como siempre, y resultó… que una línea nada tenía que ver con la otra. No como si pensara que era el día equivocado, sino como si se refiriera a veinte días equivocados. Cada frase era gramaticalmente correcta y completamente incoherente. Y ni siquiera parecía consciente de ello, hasta que empezó a mirarnos a todos, que le mirábamos con la boca abierta, y se vino abajo.
»Entonces Haroche se levantó… juro que fue la cosa más valiente que jamás haya visto. Y dijo: "Señor, creo que debe someterse a examen médico inmediatamente." Illyan replicó que no estaba enfermo, y le dijo a Haroche que se sentara de una vez… pero la expresión de sus ojos no paraba de oscilar entre la ira y el asombro. Temblaba. ¿Dónde está ese torpe adolescente tuyo con las bebidas?
—Probablemente ha vuelto a equivocarse al doblar el pasillo y se ha perdido en el ala opuesta. Lo resolverá tarde o temprano. Por favor, continúa.
—Ah. —Galeni se frotó el cuello—. Illyan no quería marcharse. Haroche llamó a un médico. Illyan contravino su orden, diciendo que no podía irse en medio de una crisis, aunque la crisis en la que creía que estábamos era la invasión cetagandana de Vervain de hace diez años. Haroche, blanco como la leche, lo cogió por el brazo y trató de sacarlo… Un error, porque Illyan empezó a pelear con él. Haroche gritó: «¡Oh, mierda, que traigan a un médico, y rápido!» Muy inteligente por su parte. Maldición, pero Illyan pelea sucio cuando pelea. Nunca había visto eso.
—Ni yo —dijo Miles, enfermizamente fascinado.
—Otros dos hombres necesitaron atención sanitaria para cuando llegó el médico. Sedaron a Illyan hasta las cejas y se lo llevaron atado a la clínica del cuartel general de SegImp. Y ése fue el final de la reunión del comité. Pensar que yo solía quejarme de que eran aburridas.
—Ah, Dios. —Miles se llevó las manos a los ojos, y se frotó la cara. La situación difícilmente habría sido peor de haberse preparado adrede para obtener el máximo caos y la más profunda humillación. Y el número de testigos…
—No hace falta decir que Haroche va a quedarse trabajando hasta tarde esta noche —continuó Galeni—. Todo el edificio es un mudo clamor. Haroche nos ha dado órdenes de que no habláramos con nadie, por supuesto.
—¿Excepto conmigo?
—Olvidó exceptuarte, por algún motivo —dijo Galeni secamente—. Así que no te has enterado de esto por mí. No sabes nada, punto.
—Vale. Comprendo. Supongo que ya habrá informado a Gregor a estas alturas.
—Es de esperar.
—¡Maldición, Haroche tendría que haber puesto a Illyan en manos de los médicos anoche, antes de acostarse!
—Parecía bastante asustado. Todos lo estábamos. Arrestar al jefe de la Seguridad Imperial en el mismísimo cuartel general… no es tarea nada fácil.
—No. No… no debería criticar al hombre que está en la línea de fuego, supongo. Necesitaría tiempo para asegurarse. No es el tipo de asunto en el que uno se atreve a cometer un error, si valoras tu carrera. Cosa que Haroche hace.
Derribar a Illyan durante un acto público parecía innecesariamente cruel.
Al menos Illyan me despidió en privado
. Pero por otro lado su estado quedaba absolutamente claro, sin ninguna ambigüedad, sin lugar para la confusión, los rumores o las insinuaciones. Ni para las discusiones.
—Mal momento para esto —continuó Miles—. Aunque supongo que no hay ningún buen momento para tener un colapso biocibernético. Me pregunto… si la tensión de todas estas nuevas, um, demandas imperiales fue la causa. No parece posible. Illyan ha capeado crisis mucho peores que una boda.
—Una tensión no tiene que ser la peor, para ser la última —recalcó Galeni—. Esto podría llevar colgando de un hilo desde quién sabe cuándo —vaciló—. Supongo que no estaría ya en proceso cuando te despidió. Quiero decir… ¿podrías argumentar que su capacidad de juicio estaba ya afectada?
Miles tragó saliva, sin saber si agradecer a Galeni haber dicho en voz alta algo que él apenas se atrevía a pensar.
—Ojalá pudiera decirlo así. Pero no. No había nada malo en su capacidad de juicio entonces. Seguía sus principios con bastante lógica.
—¿Entonces cuándo empezó esto? Es una cuestión crítica.
—Sí. Yo mismo me lo he preguntado. Y todo el mundo se lo preguntará también, estoy seguro. Tendremos que esperar a que nos lo digan los médicos de SegImp, supongo. Por cierto, ¿hay alguna noticia de cuál puede ser la causa?
—Ninguna que yo sepa. Pero apenas habrán empezado a examinar el problema. Supongo que tendrán que traer a expertos en la materia.
Martin apareció por fin con las bebidas, y Galeni decidió quedarse a cenar, una noticia que deprimió un poco a Martin. Ya que Ma Kosti sirvió a los dos hombres de forma elegante y pródiga al poco tiempo, Miles dedujo que Martin se había visto obligado a dar su porción al invitado, y subsistir a base de bocadillos. Pero sabiendo la idea de Ma Kosti de un rápido tentempié, Miles no se sintió demasiado culpable por esto, aunque su habilidad culinaria no fuera muy apreciada aquella noche dada la preocupación que compartía con Galeni.
Con todo… lo peor había acabado, con Illyan, y los peligros mayores se habían evitado. El resto sería sólo cuestión de limpieza.
Las gárgolas que se alzaban sobre el dintel de la puerta lateral del cuartel general de SegImp parecían particularmente ofuscadas esta mañana, pensó Miles, como cargadas de pesar y a punto de estallar por la presión interna de sus siniestros secretos. Y las expresiones de los rostros de algunos de los hombres con los que se iba cruzando tenían un sutil parecido con sus mascotas de granito. El encargado de seguridad del vestíbulo lo miró con un parpadeo molesto.
—¿Puedo ayudarlo, señor?
—Soy Lord Vorkosigan. He venido a ver a Simon Illyan.
El encargado comprobó su comuconsola.
—No está usted en mi lista, mi señor.
—No. Sólo vengo a visitarlo. —No sólo el empleado sino de hecho todo el mundo tenía que saber que Illyan estaba apartado del servicio, aunque sólo fuera porque les habrían informado de que Haroche era ahora su jefe en funciones—. A la clínica. Déme una placa y déjeme entrar, por favor..