Saga Vanir - El libro de Jade (28 page)

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—As, suéltame si no quieres que te arranque el corazón aquí mismo —sugirió Caleb.

—Abuelo, por favor... —rogó Aileen.

As le soltó el pelo y volvió a secundar a Aileen.

—Escúchame, monstruo —dijo Aileen enfurecida con Caleb, —mi madre y mi padre, Thor, tuvieron que huir de Inglaterra, porque temían precisamente este tipo de reacciones entre los clanes —dijo ella con desprecio. —No os lleváis nada bien —la pelea lo había demostrado. —

Huyeron a los Balcanes, donde encontraron berserkers y vanirios que ni vivían juntos ni vivían revueltos, pero al menos vivían en paz —añadió encogiendo los hombros. —Jade se quedó

embarazada hace 22 años. De mí.

Se oyeron expresiones de asombro.

—Júramelo —ordenó Caleb dando un paso hacia ella.

—Quisiera dejarte el libro de Jade —reconoció Aileen. Dio un paso hacia atrás. —Pero no puedo hacerlo porque hay cosas demasiado íntimas en él —había cosas demasiado íntimas incluso para ella, pero ya las había leído. —He fotocopiado las partes más importantes, las que demostrarán que soy hija de ellos. Mi madre cuenta todo lo que pasó desde que se conocieron. Sus experiencias en los Balcanes, lo que allí descubrieron, todo... Y creo que os concierne saberlo tanto como a los berserkers.

—¿Por qué? —preguntó Caleb sin quitar la vista de sus ojos y dando un paso hacia delante.

—Porque cuando sepáis todo lo que hay escrito en sus hojas, tendremos que buscar una solución conjunta al problema que se avecina. Y... —dio otro paso hacia atrás, —porque mi padre Thor hablaba demasiado bien de ti y tú no has estado a la altura, monstruo. ¿Qué pensaría mi padre de ti después de todo lo que me has hecho?

Caleb aceptó con humildad el insulto, se lo merecía. Así que se detuvo y alargó la mano para recibir el libro.

—Mikhail, no era mi verdadero padre —continuó hablando y le entregó las copias. —Hace 16

años, Thor y Jade regresaron a Inglaterra para alertar a los clanes de la amenaza que se cernía
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sobre las dos razas. Buscaban un concilio real entre ambos bandos para luchar conjuntamente.
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Una alianza. Pero los cazaron en algún lugar entre Wolverhampton y Dudley. Yo iba con ellos esa
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noche. Me golpearon en la cabeza y creo que... que perdí la memoria. Lo único que sé sobre lo que
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después sucedió es que Mikhail Ernepo era uno de los cazadores que iban tras los pasos de los
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berserkers y los vanirios, y que él me secuestró adoptando la forma de mi padre. Aprovechando

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mi amnesia —apretó la mandíbula inspirando profundamente, intentando controlar el odio que
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sentía hacia ése hombre, —me... me mantuvo engañada todo este tiempo porque yo no podía
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recordar —ahora no podía acongojarse, no podía temblarle la voz de ese modo, pero su voz se
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debilitaba. —Me hizo creer cosas que no eran, diciéndome que mi madre... En fin —endureció la
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voz de nuevo ignorando el recuerdo de las palabras de Mikhail y lo miró. —Me retuvieron...

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porque creo que esperaban mi transformación —miró a su abuelo empezando a entender ella
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misma porque Mikhail la adoptó. —Era hija de dos especies sobrenaturales pero seguía siendo
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humana. Hasta ayer por la noche cuando empezó mi conversión según la tradición berserker. A los 22 años.

Demasiada información para Caleb. Si todo eso era cierto, Eileen era...

—Mi verdadero nombre es Aileen —admitió ella frotándose de nuevo las muñecas. —Significa luz, en gaélico.

—Sé lo que quiere decir —confesó Caleb en tono lo más neutro posible. Apenas reconocía su voz. Dio un paso hacia ella con mucha cautela observándola como un cazador, apreciando a su presa.

—En algún momento su mente tuvo que empezar a recordar —comentó Cahal acercándose a Caleb y tomándolo del brazo. —Podría ser cierto. Seguramente recordó a través de los sueños. Por eso Mikhail le suministró los betabloqueantes mientras estuvo en sus manos. Si Aileen recuperaba la memoria iba a ser muy difícil tratar con ella y Mikhail la querría dócil una vez transformada, por eso la adoptó —concluyó asintiendo con la cabeza y mirando de arriba abajo a Aileen. —Ella no recordaba nada porque Mikhail no quería que lo hiciese.

—Ahora sé que no estaba enferma, pero sé poco más —susurró ella muy confundida. —No recuerdo mucho...

—Leeré esto —Caleb zarandeó malhumorado el montón de páginas encuadernadas delante de la cara de Aileen. —Mañana te veré a ti sola para entregártelo de nuevo. Y entonces tú y yo hablaremos.

Necesitaba estar con ella a solas. Si todo eso era verdad, él había metido la pata hasta el fondo. Nunca lo perdonaría y ese pensamiento llevó a otro más inquietante. Él necesitaba que su recién descubierta Aileen le otorgara la redención. Porque ella era su cáraid. Ya no tenía ninguna duda al respecto. Estaba con una erección de caballo y toda su piel clamaba por las caricias de las manos de Aileen. Deseaba hundirle los dientes mientras se hundía en ella de un modo más íntimo. Lento y suave si a ella le gustaba así, o como ella deseara. Quería besarla en la boca, morderle los labios y arrancarle alguna sonrisa juguetona cuando se los acariciara con la lengua. En su interludio sexual, no se habían besado. Eso era horrible, pero, claro, entonces sólo era sexo y él iba directo a lo que quería y no sabía que Aileen era inocente. ¿Tendría excusa?

Aileen, inquieta, alzó las cejas y cruzó los brazos. No sabía en qué estaba pensando Caleb, pero fuese lo que fuese no le gustaba lo que veía en sus ojos. Volvía a sentirse como una presa en manos de un depredador.

—Yo contigo no voy a ir a ningún lado —contestó ella fría como el hielo. —No estás en posición de darme órdenes. Ya no soy tu... —se detuvo cuando iba a decir delante de todos «tu ramera».

Pero era cierto, ya no lo era. Nunca lo había sido y, además, no quería estar cerca de él.
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—¿Ah no? —preguntó él con la misma sensación de superioridad que Aileen ya había conocido.
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—No, claro que no —reconoció meneando la cabeza. —Te vendrás con nosotros entonces. Eres
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una de las nuestras —soltó como si fuera lo más obvio. La agarró del brazo y tiró de ella pero
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Aileen clavó los tacones en el suelo. —Eres la hija de Thor. Thor era uno de los miembros del
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consejo y ése será tu lugar.

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—Mi lugar está donde yo decida —se zafó de su mano y observó cómo Noah y Adam se
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colocaban a su lado. —Me quedo con ellos. Son buenos y me gustan sus valores. Vosotros no me
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gustáis.

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Tendría que haber dicho: tú no me gustas, monstruo.

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Caleb estaba a punto de secuestrarla y llevársela con él. Estaba tan guapa cuando lo desafiaba.
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Pero aunque se muriese de la rabia, entendía el miedo que sentía Aileen hacia los vanirios.
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—Miedo y asco, Caleb. Asco hacia ti.

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Un brillo de sorpresa cruzó los ojos verdes de Caleb. Ésa era Aileen. No había duda y, por primera vez, ella había llevado la iniciativa en una conversación telepática. Se habían vinculado como las auténticas parejas y, a pesar de que él la había mordido y ella a él no, la conexión estaba ahí. Caleb entrecerró los ojos y un rayo de esperanza cruzó su mente.

—Aprendes rápido —comentó medio sonriendo. —Te debo el tiempo que me pides para que te lo pienses, Aileen. Pero, esto no es negociable. Te vendrás conmigo, antes o después.

—Yo decido con quién voy a estar. No tú —cogió el mango del puñal con fuerza. —No tienes poder sobre mí.

—Admite tu derrota, colmillos —susurró regocijándose Noah. —No te la llevas y punto. Aileen lo riñó con la mirada, pero luego le sonrió. Cuando volvió a mirar a Caleb, sus ojos se habían tornado glaciales y, además, notaba cómo le palpitaba un músculo en la mandíbula.

—Eres medio vaniria —las palabras siseaban entre sus colmillos que poco a poco volvían a la posición de no morder. —As, haz entrar en razón a tu nueva nieta. Mañana al atardecer quiero verla en Dudley.

—No —contestó ella con suficiencia. —Las cosas no van a ir así, monstruo. Cuanto más oía esa palabra de los labios de Aileen, peor le sentaba.

—Mañana vendrás tú a Wolverhampton —ordenó ella. —A la casa de mi abuelo. Prepararemos una recepción. Vendrás a disculparte. Por todo —dejó bien claro. —Y luego hablaréis entre los clanes de lo que queda por hacer. ¿Sabes? Verás que la lectura del libro de Jade es muy amena. Y

presta atención a lo que dice sobre Samael... —sugirió dándose media vuelta y dirigiéndose al coche. —Te ocultó cosas.

—Espera un momento —gritó Caleb ignorando lo de Samael. —¿Cómo ha llegado todo esto a tus manos?

—Hace dos noches, cuando tú me dejaste inconsciente, tuve mi primer sueño en quince años. Creo que al dejarme sin sangre —contestó mirándolo acusadoramente, —mi cerebro tuvo un colapso. El sueño que tuve me llevó a los recuerdos de Jade y Thor, hasta la noche en que nos dieron caza. Ellos dejaron un regalo para mí bajo el puente del West Park. Si ellos desaparecían y, puesto que nadie me conocía ni sabía de mí, estos objetos personales revelarían mi verdadera identidad a los clanes. Mi madre Jade escribió el diario que ahora tienes en las manos y mi padre Thor, alias «el mejor amigo traicionado de Caleb», dejó este puñal que por suerte tú has reconocido.

—Todos los guerreros vanirios tenemos nuestro puñal distintivo. Lo que hay escrito en la hoja te dice a quién pertenece.

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Aileen tuvo que morderse la lengua para no preguntarle qué quería decir lo que había escrito y
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qué lengua era ésa que ella recordaba a duras penas. Pero no quería sus explicaciones, sólo quería
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huir de ahí.

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—Pertenece al «Hombre del trueno» —le explicó él mirando el puñal con respeto.
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Aileen miró el puñal con otros ojos. A pesar de eso, no le daría las gracias por la información.

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—Hasta mañana en Wolverhampton, monstruo —se dio la vuelta en esta ocasión con
un savoir
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faire
digno de una reina.

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Oh, por favor, se lo estaba pasando en grande. Por primera, vez sintió que ella tenía la sartén
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por el mango y que controlaba la situación. Su abuelo As así se lo confirmó cuando le colocó la
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mano sobre el hombro, asintió con la cabeza y la acompañó hasta el coche. Noah y Adam iban
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detrás, junto con el resto de berserkers que siguieron su ejemplo, adentrándose cada uno en sus
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coches, pero no sin antes volver al aspecto humano que significaba reducir tres tallas en músculos.
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Noah le abrió la puerta del copiloto como un caballero y Aileen lo observó. El pelo le había crecido hasta llegarle por debajo de los omoplatos y perlas de sudor brillaban sobre su nariz y su frente.

—Tengo que volver a afeitarme la cabeza —se señaló el cráneo.

—Ya veo —Aileen sonrió.

—Aileen.

Caleb se había colocado enfrente de la parte delantera del coche con una velocidad extrema y se había inclinando hacia la ventana con las manos sobre el capó, cara a cara con ella. Aileen tragó

saliva y se cogió la muñeca derecha. Caleb observó su movimiento y relajó el rostro. No quería que ella le tuviese miedo.

—¿Qué pasará cuando tengas hambre? —preguntó él mirando su boca. Aileen sintió que el corazón le iba a salir por la garganta. Hasta entonces no había pensado demasiado en eso.

—Tienes sangre vaniria, pequeña. El hambre vendrá a ti tarde o temprano.

—No-me-llames-así —deletreó cada palabra con rabia.

—Algo tienes que tener de nosotros. El hambre te llegará.

—Deseo que no sea así. Pero por ahora, soy berserker de corazón.

—No te puedes transformar, no eres berserker.

—Tampoco soy vaniria. Fíjate, no me apetece morder el cuello de nadie ni maltratar a personas más débiles que yo ni asesinar a...

—Tú no eres débil, Aileen —Caleb la miró sin reservas.

Aileen no supo cómo encajar esas palabras. ¿Justificaba todo lo que él le había hecho porque ella no era débil?

—No justifico nada con lo que acabo de decirte —explicó él leyéndole la mente. —Sólo era una apreciación. Eres fuerte. Más de lo que crees.

—Caleb, lárgate —le dijo Noah sin apartarse de la puerta de Aileen. El vanirio lo miró con cara de pocos amigos y luego la miró a ella que observaba con expectación el comportamiento de los dos hombres. Noah era protector y posesivo y Caleb era posesivo y amenazador en todos los sentidos, aparte de mandón, arrogante y abusón.

—¿Es él tu perro faldero, Aileen? —preguntó celoso. —Rectifico. Sí que tienes algo de berserker

—dijo él con toda la mala intención de la que fue capaz. —Te comportas con los hombres de tu clan como una perra en celo.

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Aileen intentó parecer indiferente ante su insulto, pero no lo logró. ¿Por qué le hacía daño? Se
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agarró al salpicadero del coche y se inclinó hacia delante, roja de la ira y ofendida hasta las cejas.
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Los nudillos blancos de tanto apretar.

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—No sé por qué te molesta tanto, monstruo —su lengua viperina se desató. —Si no supiera
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que, como buen vanirio abusador, te gustan las chicas indefensas, golpeadas, con las muñecas

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rotas, vírgenes y atadas a tu cama y, puesto que yo ya no soy nada de eso, me atrevería a decir
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que estás muerto de celos. Y si tengo algo de berserker es que puedo salir bajo la luz del sol y
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tengo principios y valores muy válidos. No como tú. Si mi padre levantara la cabeza... Él que te
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tenía en tan alta estima —movió los brazos como clamando al cielo, —no daría crédito a lo que
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verían sus ojos. Lo matarías, Caleb, lo volverías a matar de la pena cuando viera el monstruo en el

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