Read Saga Vanir - El libro de Jade Online
Authors: Lena Valenti
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22 años. Hoy es mi cumpleaños, 18 de junio, 22 —se cruzó de brazos y endureció la mirada. —¿Me dice alguien ahora en qué se supone que me he convertido?
El hombre puso sus manos sobre los finos y suaves hombros de Aileen.
—Me llamo As. Soy el jefe de esta manada de Inglaterra. Los vanirios nos llaman Madadhallaidh, lobos salvajes. Nosotros preferimos berserkers. Mi hija era Jade. Este era su diario —
señaló el libro que Aileen tenía en sus manos. —Y tú eres mi nieta. Aileen lo miró desde el espejo y se giró bruscamente hacia él.
—¿Qué has dicho?
—Soy tu abuelo. Y créeme cuando te juro que lo que digo es cierto.
—Necesito sentarme —le temblaban las rodillas y estaba convencida de que si no se apoyaba, se caería tarde o temprano.
As la ayudó a sentarse de nuevo sobre la cama.
—Quiero mis pantalones —ordenó. No podía hablar sintiéndose casi desnuda. As miró a los dos chicos y les hizo un gesto con la cabeza. El moreno abrió un armario empotrado y sacó los pantalones téjanos lavados y planchados. Se los ofreció.
—Te prefiero sin ellos, bonita —soltó el rubio descarado.
Aileen le arrancó los pantalones de las manos con muy mal humor. Se levantó y se los puso. Luego volvió a sentarse y As se sentó con ella.
—¿Dices que soy una mujer lobo...?
—Creo que eres una mezcla de dos razas ancestrales muy poderosas.
—Berserker y vanirio—resumió el rubio sonriéndole. —Me parece atroz. Aileen sacudió la cabeza y la apoyó sobre sus manos.
—Entonces es verdad. Me he convertido... Esto no puede estar pasando realmente —susurró. As le colocó una mano en la espalda y la masajeó. Alzó la mirada y con un gesto indicó a los chicos que se fueran de la habitación.
—Dejadnos solos —ordenó.
Los dos chicos se fueron en lo que dura un suspiro.
—Debo de estar volviéndome loca —continuó Aileen.
—Aileen, necesito que me expliques todo lo que te ha pasado. No estás loca. Déjame entender.
—¿Desde cuándo? —preguntó sin levantar la mirada hacia él. As se dio cuenta de que las lágrimas se habían juntado en su barbilla y que goteaban sobre sus rodillas.
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—Entiendo que estés asustada, y que...
Ja
—No. No entiendes nada... —gritó mirándolo a los ojos. —Yo... yo creo que he enloquecido,
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que... —No, Aileen.
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—¿Berserker? ¿Vaniria? Yo no creo en estas cosas... esto... me supera.
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—Es sólo la primera impresión. Ven aquí.
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Sin pedirle permiso, la acercó a su pecho y la abrazó. Apoyó la barbilla sobre su cabeza y le
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acarició el pelo. Aileen agradeció el contacto y, por primera vez desde que la habían arrancado de
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su casa, se relajó.
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As la meció y le empezó a cantar una nana y automáticamente su cuerpo se volvió gelatina.
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—Esa nana —susurró Aileen hipando de tanto llorar. —La recuerdo...
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—¿La recuerdas? —preguntó él con sorpresa. —Yo se la cantaba a Jade cuando era pequeña.
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—Pues la recuerdo. Creo que sí. Los recuerdos me vienen poco a poco, desde... anteayer por la noche.
—Aileen, necesito saber qué es lo que te ha sucedido. ¿Por qué no recordabas a tus padres?
Necesito entender por qué tengo una nieta a quien no conozco. Todos estos años creí que a Jade la habían raptado y matado los vanirios. Explícame qué ha pasado... Quiero saberlo todo, desde donde tú recuerdas.
Aileen tomó aire para explicarle todo lo que ella sabía hasta hacía unas horas. Y las últimas revelaciones que había tenido después de que la secuestraran. Cuando acabó de contárselo todo, As seguía abrazándola como si fuera lo más preciado de su vida.
—¿Y bien? —ella se apartó del círculo protector de sus brazos y lo miró a la cara. —¿No dices nada?
Desde que Aileen había empezado su historia, él no perdía el hilo de nada. La joven que cobijaban sus brazos tenía la misma edad que tenía su hija Jade cuando se fue. Era igual de hermosa o más. Le recordaba tanto a su hija perdida.
Su voz, su pelo, ese hoyuelo no muy pronunciado de su barbilla. Sonrió. Era un rasgo de su familia, él también lo tenía.
Lo que le habían hecho no estaba bien. Era injusto que su recién aparecida nieta sufriera de ese modo, pero, gracias a eso, ahora él la conocía. Tenía la fortaleza y el carácter de Jade. As inhaló profundamente, se levantó y le ofreció la mano para que la acompañara.
—Salgamos a dar una vuelta. Quiero que te dé el aire, Aileen. Aileen no supo muy bien cómo lo hizo, pero adivinó lo que As realmente estaba pensando.
—No, no quieres que me dé el aire. Quieres ver cómo responde mi cuerpo a la luz del día. Si mi padre era un vanirio, entonces yo...
As echó los hombros para atrás y la miró con orgullo. Su nieta no era tonta. —¿Te molesta que quiera saberlo?
—No, no me molesta. Pero agradecería que fueras sincero conmigo. Ya he soportado demasiadas mentiras, ¿no te parece? —reprochó. —Soy un bicho raro. Es eso, ¿verdad?
—No, Aileen. Tú, más que nadie, eres un fenómeno de la naturaleza. Perdóname —se agachó y le tomó las manos. —No quería herirte. Es simplemente que el tuyo es el primer caso de hibridación. Tu madre era una berserker que se apareó con un vanirio. No creíamos que fuera posible la fecundación entre las dos razas, pero tú estás aquí —le besó la mano con cariño.
—Explícamelo todo. Necesito entender lo que soy —suplicó apretándole las manos.
—Ven conmigo entonces. Daremos una vuelta por el jardín y el resto de la manada te conocerá.
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Yo te contaré todo lo que sepa. Aileen se levantó y As la siguió.
Ja
—¿Eres mi abuelo, entonces? —le preguntó Aileen temblándole la voz. —¿De verdad?
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—Soy tu abuelo, sí —le dijo él apartándole un mechón de pelo de la cara. —Nos
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acostumbraremos el uno al otro, ya lo verás. Te mudarás aquí a vivir conmigo. No volverás a
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Barcelona.
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Aileen bajó la mirada y asintió nerviosa. Nunca había tenido abuelo. Alzó los ojos de nuevo y
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apretó los labios.
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—Tengo amigos allí. No quiero dejar de verlos.
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—No lo harás. No estarás encarcelada. Podrás viajar siempre que quieras.
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—Te advierto que, en realidad, estoy muy asustada aunque no lo parezca, pero no sé por qué
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tengo esta actitud tan a la defensiva. Yo soy agradable, en realidad.
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As le tomó la cara con las dos manos y encogió los hombros.
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—Los berserkers tenemos esos rasgos. Somos gruñones y precavidos, pero tú eres muy dulce, cariño —dijo él corrigiéndola. —Yo juraría que eres una mezcla perfecta y turbadora de las dos cosas. Una híbrida, Aileen.
Cuando salieron juntos al jardín, los dos chicos los secundaron colocándose detrás de ellos. As tenía un brazo pasado por encima de los hombros de ella y la abrazaba dándole calor. La casa en la que había estado era una mansión hecha toda de madera. Entraba mucha luz por las amplias ventanas que daban a cada una de las habitaciones. Sobre todo en el salón. Al salir al jardín, la claridad del día le molestó. Pero sus ojos se adaptaron al cabo de unos segundos.
—¿Te encuentras bien? —preguntó As preocupado.
—Sí.
—¿No te escuece la piel? ¿No te quema?
Aileen miró sus brazos. Su piel, que era del color de la miel, no parecía reaccionar a la luz del sol. Se sintió aliviada. —No siento ninguna molestia.
—Buenas noticias —comentó el abuelo As. —Por lo visto no has adoptado ese rasgo tan irritante de los vanirios.
Aileen pensó en Caleb y en sus amigos. Le alegraba no ser así.
—No quiero ser como ellos —susurró con voz débil.
—Pero tienes cosas de ellos —aseguró As. —Es inevitable. Tu... padre... Dejémoslo. Te han cambiado los ojos y también se te han desarrollado los incisivos superiores —señaló su boca. —
Eso, al menos, es lo que se ve a simple vista.
—¿Me estás diciendo que a simple vista soy una vampira? No. No quiero serlo...
—Está bien, está bien, tranquila —se detuvieron y la volvió a abrazar sonriendo. —En realidad, Aileen, cualquiera que te vea pensará que eres demasiado bonita para ser real. No sé si tú lo aprecias, pero esos ojos que tienes tendrían de estar censurados. Volverás loco a cualquiera que mires con ellos. Me va a costar mucho trabajo alejar a los machos de ti. Aileen sonrió contra el pecho de su abuelo. Eso estaba mejor. Aunque lo de los machos...
—Y tus colmillos... apenas se notan. Aunque deberemos saber hasta qué punto se te pueden desarrollar. Y en cuanto a lo de la sangre...
Aileen tensó los músculos. No había pensado en eso. En realidad no había pensado en nada de lo que comportaba su transformación.
—Me niego a beber sangre.
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—¿No te apetece? —As la miró a los ojos para asegurarse de ello.
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—No, por Dios —dijo disgustada poniéndose la mano en el estómago. —La sola idea me
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repugna. Tengo hambre y me suenan las tripas, pero en lo último que pienso es en sangre.
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Prefiero un buen plato de pasta y un poco de tarta... no sé si lo podrás solucionar...
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—Por supuesto que sí. Le diré al mayordomo que te prepare un buen manjar —dijo As riendo.
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—Todos estarán más tranquilos al saber eso.
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Siguieron caminando.
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—Hasta hace unos días creí estar enferma. Me dijeron que a los siete años me habían
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diagnosticado diabetes mellitus. Ahora sé que no estoy enferma, lo siento en mi cuerpo. Y me
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apetece tarta, algo dulce con miles de calorías.
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—No estás enferma. Si lo estuvieras no habrías hecho la conversión— explicó As. —Los vanirios
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estaban en lo cierto. Seguramente te drogaron para que olvidaras quien eras y te hicieron creer
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que lo que te pinchaban era insulina.
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—Me siento tan... utilizada y engañada —tenía los ojos tristes y en la voz se denotaba un punto de derrotismo.
—No pienses ahora en eso. Intenta mirar adelante.
—Creo que me retenían hasta que llegase mi mutación. Ellos me querían a mí... —apretó los puños hasta casi hacerse sangre.
—Relájate, Aileen —As apretó el brazo en torno a ella. —Averiguaremos quiénes son y qué
quieren exactamente.
—¿Qué me va a pasar las noches de luna llena? —preguntó ella mientras jugaba con los dedos de la mano. Haría un esfuerzo por conseguir domar la rabia que sentía en ese momento. As puso gesto de sorpresa y luego se echó a reír como un loco. Aileen lo miró un tanto irritada.
—¿Qué? ¿He dicho una estupidez?
—No, cariño—As se calmó. —Eso es parte de las leyendas urbanas. Los berserkers nos transformamos cuando nos apetece o cuando nos irritan de un modo excesivo, pero incluso podemos llegar a controlar eso. Lo que pasa las noches de luna llena... es... —vaya, por Dios, se encontraba un poco incómodo hablando de algo así con su nieta. —Nosotros no somos como los hombres lobo.
—Lo que quiere decir As —explicó el de pelo rubio— es que en luna llena la testosterona y la progesterona se nos dispara —arqueó las cejas y le mostró una sonrisa de lo más sensual. —Y a ti, cielo —se acercó a ella y le susurró al oído, —tendrán que encerrarte en un lugar seguro para que no nos echemos encima de ti.
Aileen tragó saliva. Si pretendía avergonzarla, lo había conseguido. Eso no estaba bien.
—¿Qué le has dicho, Noah? —preguntó As.
—Nada, As —contestó con gesto indiferente. —Sólo que no creo que deba preocuparse por eso mientras huela a varón vanirio.
—Te olvidas de mencionar que también me has dicho que tú estarías más que dispuesto a quitarme ese olor —Aileen sonrió con desdén. No iba a ofenderla nadie más. Ya no.
¿De dónde sacaba el valor para hablar de ese modo tan osado y tan seductor a la vez? Ella no era así.
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Touché
—sonrió Noah.
Aileen se acercó a su abuelo pidiéndole con lenguaje corporal que volviese a pasarle el brazo por encima. Él lo hizo.
—Entonces... tienes hambre, no te apetece la sangre y toleras la luz del sol —resumió As con
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alegría. —Es fantástico.
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—Volvamos a lo de transformarme. Tampoco quiero hacerlo.
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—A lo mejor tampoco puedes. No sé cuál ha sido la auténtica mutación que ha experimentado
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tu cuerpo ni si la hibridación te permite desarrollar todas las cualidades de las dos razas. A lo
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mejor, la sangre vaniria te ha anulado parte del potencial berserker, y al revés.
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—¿Por qué me he transformado ahora? ¿Por qué no fui así desde que nací? ¿Y desde cuando
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hay berserkers y vanirios en la tierra? Creía que eran mitos y leyendas surgidos de la imaginación
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de la mente humana.
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—Aileen, todos los mitos y leyendas siempre tienen una parte de verdad —afirmó As mirando
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hacia el frente. —Sentémonos allí.
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Una mesa de mimbre oscuro con sillas alrededor a conjunto les esperaba para que se sentaran.
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Sobre ellas, una carpa muy elegante de madera los cubría del sol. Tomaron asiento y As prosiguió
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la conversación.
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—Nuestra raza procede de los tiempos ancestrales —explicó el hombre. —Mucho se ha dicho sobre los hombres lobo, aquellos que tienen el poder de transformarse en animales sangrientos en luna llena y matan y asesinan a humanos. Ese no es nuestro caso. Somos berserkers.
—Cuéntame qué es un berserker —inquirió Aileen con énfasis.
—Somos guerreros de Odín —esperó a que Aileen le interrumpiera, pero en vez de eso, ella asintió con la cabeza.
—Ya, continúa.
—Odín es un dios nórdico. El padre de todos —aclaró él esperando una réplica.
—Aha, sigue —frunció los labios.
—Está bien. Hace miles de años los dioses recibieron una profecía llamada El ocaso de los dioses, el Ragnarok. La profecía decía que habría una guerra entre los dioses del cielo. La guerra se produciría por la rebelión de una parte de los dioses —As miraba de vez en cuando a Aileen, pero esta no mostraba ningún tipo de reacción así que continuó. —Una parte de los dioses estaría a favor de dar a los humanos el libre albedrío hasta que por sí solos evolucionaran como civilización y se convirtieran en maestros de sus propios maestros. Otra parte minoritaria estaría en contra, ya que veían a estos seres inferiores como para prestarles tanta atención. Así que unos dioses lucharon a favor de la sumisión de los humanos, porque estaban asustados por creer que esa raza inferior que poblaba la tierra llegara a ser más poderosos que ellos y los desbancara en el poder supremo del orden del universo. Otros, sin embargo, se decantaron a favor de entregarles las riendas y la libertad observándoles en su evolución como civilización, sin hacerles dependientes de deidades y sin que supieran de la existencia de los dioses. Sólo evaluándolos y estudiando su propio avance como seres independientes.