Saga Vanir - El libro de Jade (25 page)

BOOK: Saga Vanir - El libro de Jade
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Aileen notó que se disparaban todas las alarmas en su interior. No debía preocuparle que a Caleb lo pusieran en su lugar. Pero no quería que nadie le pegara. De hecho, no quería que nadie se pegara por su culpa. Sobre todo cuando había cosas más importantes que solucionar. As observaba con satisfacción como su nieta plantaba cara a los dos hombres del clan. Noah y Adam eran sus manos derechas y, cuando él estaba ausente, ellos se hacían cargo de la manada. Aileen podría controlarlos a su antojo si se lo propusiera. Su madre, Jade, también lo hacía. Tenía locos a los machos, pero nunca dejó que nadie confundiera su belleza agitanada con una supuesta vulnerabilidad. Aileen era más bella, sin duda, y todavía más fiera. No se amilanaba por nada.

As se aclaró la garganta y la apartó de ellos volviéndola a arropar como lo había hecho antes. Noah y Adam se miraron el uno al otro, un tanto preocupados por las réplicas de Aileen. Esa chica era muy testaruda.

—No va a ser agradable —le dijo As.

—Ya lo sé —admitió ella relajándose. Su abuelo le provocaba la misma reacción que una tila. —

Pero no quiero ocultarme. Quiero que paguen por cómo me trataron, pero no quiero una guerra.
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En cuanto sepan que soy la hija de Thor, se retractarán. Tengo suficiente con eso y con que me
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muestren el respeto que no me demostraron, no sólo como híbrida que soy ahora, sino como ser
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humano que fui y que todavía siento que soy. Como mujer. Es importante que sepan lo que pasa y
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tú lo sabes. Háblame de ellos, abuelo.

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—¿De los vanirios? —preguntó sorprendido. —Eso sí que no puedo hacerlo. Es un acuerdo

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aesir. Si quieres saber algo de ellos, tendrás que ir a Dudley y preguntarles. Entre clanes no
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hablamos los unos de los otros.

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Va

—¿No está en el protocolo? —le preguntó malhumorada.

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—No te tomes esto a guasa, jovencita. Esta guerra ha durado muchísimo tiempo y va a ser
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difícil que cese tan fácilmente.

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—Perdona, es que... es todo demasiado hermético. No entiendo por qué os lleváis tan mal,
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aunque entiendo que no os caigan bien. Lo poco que sé de ellos me produce jaqueca y unas ganas
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horribles de escupir.

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As sonrió ante el sarcasmo de Aileen.

—Te dejaré el libro de los Edda para que entiendas de dónde vienen las diferencias entre vanir y aesir. Pero no pienso hablarte de los colmillos. A mí, ya me está bien el concepto se que tiene ahora de ellos.

A Aileen no le pareció muy justo el comentario de As, pero tampoco le importó demasiado. Si iba a saber algo de los vanir, ella misma lo averiguaría.

Siguieron caminando, adentrándose más en el interior del bosque. Aquello seguía siendo propiedad privada, por lo visto.

—Todo esto que ves es nuestro —dijo As abriendo los brazos.

Aileen miró los alrededores y fijó la vista en un punto, donde había algo parecido a un tótem. Alrededor del tótem, a medida que se acercaban, vio a un grupo numeroso de personas en círculo. Cuando llegaron ante ellos, Aileen sintió que no le quitaban los ojos de encima. Oía comentarios de asombro y susurros que pretendían ser más sonoros de lo que fingían. Había gente de todas las edades: niños, jóvenes y adultos.

Los niños la miraban con vergüenza, sonriéndole y agachando la cabeza. Aileen creyó que eran adorables. Pero eso lo pensaba de todos los niños. A ella le encantaban. Los jóvenes, sobre todo los chicos, la desnudaban con la mirada, y las chicas, salvajemente preciosas, no le prestaban mucha atención, aunque Aileen sintió que lo hacían más para no violentarla que para ignorarla y hacerla sentir mal.

Los mayores sonreían con aprobación. Muchos agradablemente sorprendidos por verla. Cuando As había dado la noticia de que la hija de Jade había llegado a su casa, nadie pudo creérselo del todo. Así que para comprobarlo, toda la manada de Wolverhampton estaba allí. Aileen alzó la vista para mirar el tótem. Era un lobo de tres metros de altura. Muy propicio, pensó.

En realidad, si lo que tenía enfrente eran berserkers, no parecían muy furiosos. Aunque todavía no había visto a uno enfurecerse. Parecían gente desenfadada, no tan altivos como los vanirios, pero aun así cada uno de ellos tenía un porte de distinción que los diferenciaba del resto. As la cogió por los hombros y la puso enfrente de él, mirando hacia delante. Aileen no sabía cómo actuar, pero ni mucho menos estaba intimidada. Todos se callaron.

—Ella es la hija de Jade. Mi nieta, Aileen.

Qué directo, pensó Aileen. Ni introducciones, ni nada... ¿Queréis ver a Aileen? Aquí está. Genial.

—Aileen —siguió alzando la voz— ha cumplido hoy veintidós años. Y... —Es diferente —dijo
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una niña pelirroja, de ojos azules y labios gruesos. —¿Por qué?

Ja

—Aileen es...

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—Abuelo —le interrumpió ella pidiendo la palabra. Él la miró con dudas, pero ella lo tranquilizó

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con una sonrisa cándida y relajada. —Está bien, déjame hablar.

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As asintió y la dejó hacer.

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—Necesito hablar de muchas cosas y os pido que mientras yo tenga la palabra, no me
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interrumpáis. ¿Lo haréis por mí? —preguntó con dulzura.

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Todos asintieron embelesados, mujeres, hombres y niños por igual. El encanto de Aileen era
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incontestable.

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—Esto me sorprende tanto como a vosotros. Hasta ayer yo no sabía quién era. La historia que
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os voy a contar se remolca a hace veintitrés años, cuando Jade desapareció de la manada. El
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motivo de su desaparición podría ser sencillo para muchos, porque todos conocéis de personas
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que se fugaron por amor, que lo dejaron todo por amor. Pero el caso de mi madre es especial. Ella se enamoró de Thor, el vanirio.

Y así, ante el asombro de As, Adam y Noah, Aileen procedió a explicarles a todos quién era. Explicó lo que le había sucedido, quiénes la habían secuestrado, qué le habían hecho y lo que posteriormente ella había descubierto sobre su origen y luego sobre su transformación. Caramba, en dos días había vivido más cosas que en los 22 años de vida en Barcelona. Habló con el corazón, como sólo ella sabía hablar, se guió por la intuición, por la honestidad y no les ocultó nada. Su voz adquiría tonos dulces y sedosos que obligaban a prestarle atención. Sus ojos, llenos de expresión y jovialidad, miraron a todos y cada uno de los allí presentes. Ella debía hacerse presente en todos, debía cruzar las miradas con todos los asistentes y creía haber contado a más de cien. Y como buena pedagoga que era, logró que todos le prestaran atención y que la respetaran.

Al acabar de hablar dio un paso hacia atrás y topó con el duro pectoral de su abuelo As. Él se inclinó hacia ella y le susurró al oído:

—Deberías presentarte a las elecciones. Con esa labia, todos te votarían. Aileen giró la cabeza hacia él y le contestó:

—La labia no lo hace todo. Lo que realmente provoca la atención de la gente es que sientas realmente lo que dices.

Los hombres de la manada se reunieron en torno a As y decidieron unánimemente que debían hablar con los vanirios y contarles todo lo que habían descubierto. Intentar llegar a un concilio. Noah y Adam la escoltaban en todo momento, no se apartaban de ella ni un solo instante. Advertían con la mirada a todos aquellos machos que venían a oler a Aileen. Ella les había contado lo que había pasado con Caleb. Él había hablado abiertamente con su clan, no fue ningún secreto lo que iba a hacerle. Ella tampoco iba a guardarse nada. Los detalles innecesarios sí, pero no los hechos. Y Caleb se había acostado con ella. En realidad, la había sodomizado y, aunque odiaba admitirlo, gracias a esa usurpación de su cuerpo, ella había logrado soñar por primera vez con sus padres. Algo positivo, al menos. Bueno, eso y que había tenido dos orgasmos seguidos devastadores.

Cuando la acompañaron a la casa de su abuelo, Noah y Adam no dejaban de repasarla con los ojos. De arriba abajo y de abajo arriba.

—¿No os cansáis nunca? —les preguntó divertida sin mirarlos.

—Nadie se cansa de los buenos espectáculos, bonita —contestó Noah con un brillo seductor en esos ojos del color del oro. —Por cierto, esta noche Aileen, no te separes de nosotros,
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¿entendido?

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Ja

Ese tono denotaba auténtica preocupación por ella. Aileen lo miró con serenidad y asintió.
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—Está bien.

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CAPÍTULO 08

LO QUE depararía la noche no lo sabía. Pero lo que sentiría cuando volviera a ver a esos animales... A lo mejor no estaba preparada. Una larga hilera de Hummers negros se dirigían a Dudley. Ella iba en el primero con su abuelo As, Adam y Noah. Aileen miró hacia atrás y Noah le guiñó uno de sus ojos leonados.

—No estés nerviosa. No se acercarán a ti —le aseguró él.

Ojalá pudiera estar tan segura. Caleb era intimidante y fuerte. No hacía falta tener facultades sobrenaturales para adivinar lo poderoso que él era. Aunque ella no lo temía. No era eso. Él la había hecho sentir sucia y muy vulnerable. Y no quería volver a sentirse así nunca más. Le había hecho daño físicamente, pero el dolor más profundo corría por dentro. Su primera vez... Cerdo. La había obligado con sus caricias a disfrutar con él. Y eso era confuso y enloquecedor para ella.

—Aileen, arrancarás el mango de la puerta si sigues apretándolo así —observó As con su ya tranquilidad habitual.

—Oh, perdón —apartó la mano de allí y la puso sobre sus piernas. Había tirado la ropa que le dieron los vanirios. A cambio su abuelo As ordenó a sus asistentes personales que hicieran una visita relámpago a las tiendas más selectas de Londres y compraran un vestidor entero para todo el año para Aileen.

As le había explicado que su familia había tenido un nombre importante dentro de la aristocracia inglesa. Supieron hacer grandes inversiones y acabaron enriqueciéndose más de lo debido, cuando se revalorizaron los terrenos de Inglaterra. Él en particular había heredado propiedades y terrenos de sus predecesores, así que vendió y literalmente se forró. Podía vivir plácidamente de los intereses que le daban al mes los bancos, sólo con lo que tenía a plazo fijo, pero él, que era inquieto, compró una flota de barcos para estudiar el fondo marino y rescatar tesoros perdidos. Había encontrado ya miles de piezas preciosas, vendiéndolas algunas en el mercado negro, otras guardándolas en el sótano de su casa, y las demás donándolas o vendiéndolas al estado.

—¿Qué talla usas, preciosa? —le había preguntado su abuelo mientras hacía esperar a su asistente al teléfono. —Y no me niegues este capricho, Aileen. Tómatelo como un regalo de cumpleaños.

—No es necesario, abuelo. Podríais ir a Barcelona y traerme todo lo que tengo allí. Incluido mi perro —cómo lo echaba de menos. —Necesito a mi perro —musitó.

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—Ya irás, cariño. En cuanto se aclaren las cosas, pero mientras...
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Ja

—De acuerdo —dijo a regañadientes. —Un 39 de pie y una M de todo. De arriba y de abajo.
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Una 90 de sostén y una 38 de cintura. Mido un metro con setenta.
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—¿Noventa-sesenta-noventa? —preguntó divertido. Aileen se sonrojó, pero sonrió afirmando
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con la cabeza. —Como tu madre —había contestado él.

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Más tarde As la llevó por aquella mansión de estilo Victoriano, forrada toda de madera por el
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interior y la guió hasta un salón comedor decorado con muebles caros y exclusivos. Al fondo del
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salón y cobijado por una serie de butacas de la regencia había una chimenea. Y sobre la chimenea
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un retrato de familia. As, su mujer Stephanie y su hija Jade.

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Cuando Aileen paró enfrente del cuadro no pudo reprimir las lágrimas. Supo de quién se
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trataba nada más verla. Su madre debería de tener unos siete años. Llevaba dos coletas recogidas
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con lazos rojos a ambos lados y un vestido rojo y blanco de graciosos volantes bordados en los
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hombros. Estaba sentada sobre la pierna de As y le pasaba un bracito pequeño por encima del cuello del hombre. A su lado su abuela Stephanie cogía la mano pequeña de Jade entre las suyas. Jade tenía los ojos muy grandes y expresivos, de un color verde intenso, labios gruesos, una nariz fina y un hoyuelo en la barbilla.

Aileen se rozó la barbilla con la mano y halló esa marca parecida a la de su madre. Lo sabía, venía de ella. Venía de As. Y los ojos rasgados y azules vendrían por parte de su padre Thor, porque los tres del retrato los tenían fascinantemente verdes. Las pestañas negras y rizadas y los pómulos altos eran herencia de su abuela Stephanie. Pero de la nariz para abajo era de As. Sintió ganas de abrazar el cuadro, pero como no podía hacerlo se giró y apoyó la frente en el pecho de su abuelo As. As enseguida la cubrió con sus brazos y la consoló.

—La abuela era preciosa ¿Qué le pasó? —preguntó con la voz entrecortada.

—Murió en una pelea hace casi cuarenta años de los vuestros. Este retrato nos lo hicieron un mes antes de que falleciera.

—¿Cómo murió? —sintió que As se tensaba. —No importa, abuelo, no hace falta que...

—En una cacería contra los Dona-Madadh. Los vanirios entorpecieron la pelea y lucharon contra nosotros y contra los Dona-Madadh y ella... Cayó por error —apretó la mandíbula. —Uno de los lobeznos la mató.

—¿Habéis tenido muchos enfrentamientos con ellos?

—A menudo. Aparecen mucho en la zona céntrica de Birmingham. Allí hay mucha energía joven y eso les llama la atención, igual que a los Nosferátums.

—¿Fue allí donde murió la abuela?

As asintió observando el rostro hermoso de la que fue su mujer.

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