Read Saga Vanir - El libro de Jade Online
Authors: Lena Valenti
—No sé, me ha parecido lo correcto —contestó Ruth echándose el pelo hacia atrás.
—¿Nunca antes lo habíais hecho?
—¿Darnos besos? Sí, son piquitos de amigas —contestó Aileen sonriendo.
—No —replicó Daanna. —Lo que habéis hecho aquí y ahora es un juramento antiguo. Lo hacían las sacerdotisas, las vírgenes de los oráculos, cuando se recibía o se nombraba a alguien nuevo en la hermandad. El juramento
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24. El juramento de las hermanas —explicó sorprendida. —¿De dónde lo has aprendido, Ruth?
Ruth frunció el ceño. Tenía razón ¿De dónde le había salido eso?
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—No lo sé —contestó aturdida. —Me salió así.
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Ja
—Ya. Te salió así —repitió Daanna inconforme.
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La vaniria se cruzó de brazos y repasó a Ruth de arriba abajo. Aileen también miró a Ruth con
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curiosidad.
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—Ha sido una coincidencia, eso es todo —dijo la chica quitándole hierro al asunto. —Vamos
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Aileen, tienes algo que contarle a Gabriel antes de que se nos quede vegetal e inservible con
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vuestras artimañas mentalistas.
Va
—¿Que le cuente todo?
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—Sí —Ruth la cogió de la mano y tiró de ella. —O se lo cuentas tú o lo hago yo. Y créeme que
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mi versión no le va a gustar nada. Además, Gabriel hizo un crédito de dioses mitológicos, no sé si
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lo recuerdas —tiró de ella. —Cuando le digas que son reales, le va a dar un pasmo.
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Va
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Piuthar: en celta gaélico significa 'hermana'.
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—¿Y si me rechaza?
—¿Eres tonta? Yo no lo he hecho, porque te quiero. Y él te adora. Con esas palabras, salieron de la habitación guiadas por Daanna. En el salón, sentado en la barra americana y tomándose un cocktail, estaba Gabriel con la mirada un poco perdida.
Aileen se acercó a él y se sentó a su lado. Ruth hizo lo mismo.
—Daanna —dijo Aileen. —Quiero que Gabriel lo recuerde todo —exigió con dulzura mirando a su amigo.
—¿Seguro? —preguntó la vaniria. —Sí. Enséñame.
—Está bien —se colocó detrás de ella. —Es sencillo. Concéntrate en su entrecejo —Aileen obedeció. —La mente adapta formas en su interior. Cuando uno no quiere que se la lean, el que intenta interceder en ella se encuentra con n muro. Cuando uno quiere confundir al intruso, el intruso verá niebla, bruma o incluso un laberinto en el que si se es muy hábil el intruso se acaba perdiendo y no sale de él hasta que tú lo decides, con lo cual se tornan las cosas. En el caso de Gabriel —puso su blanca y elegante mano sobre la nuca del chico, —se le ha hecho un pequeño borrado. En realidad, los recuerdos siguen ahí, en algún lugar, pero están bajo llave. Te encontrarás con una puerta cerrada. Para abrirle los recuerdos tienes que visualizar una llave maestra, una que abra todas las cerraduras. Ahora concéntrate.
Aileen dirigió los ojos lilas al entrecejo de su amigo, que la miraba extrañado. Entró en su mente con mucha facilidad. Al principio, todo era oscuro. Luego se materializó un pasillo donde se reflejaban varias imágenes de su vida, como diapositivas. Algunas en movimiento, otras congeladas. Aileen no podía percibir nada emocional, sólo se limitaba a observar y a vagar por la mente de su mejor amigo. Había imágenes de ella y de Ruth, de la Universidad, de sus padres, del día en que casi se mata en un accidente de moto... y al final del pasillo, de repente, se iluminó
algo. Era una puerta cerrada. Aileen se concentró en la cerradura y visualizó una llave maestra, que entraba en la cerradura y abría la puerta.
Aileen se echó hacia atrás y dejó que las imágenes salieran. —Sal de ahí, Aileen —ordenó
Daanna.
Aileen salió de la cabeza de Gabriel y cuando volvió a focalizar la mirada, Gabriel la observaba con las pupilas dilatadas y la mandíbula pétrea.
El joven miró a Ruth y frunció el ceño. Saltó de la butaca y le levantó la camiseta. Entonces abrió los ojos y su rostro palideció.
—Jesús... Pasó en realidad —murmuró.
—Gabriel —le dijo Ruth poniéndole la mano en la mejilla.
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—¿Te encuentras bien? —preguntó Aileen con inseguridad.
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Ja
—¿Que si me encuentro bien? —repitió furioso. —¿Qué fue lo que sucedió ayer por la noche?
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¿Qué eran esas cosas con colmillos y pelo en la cara?— apartó la mano de Ruth. Zarandeó a Aileen
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y luego la abrazó. —Dios, Aileen... Ruth... —la abrazó a ella también y las apretó a ambas contra él.
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—Estáis bien... me siento raro.
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Aileen asintió.
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—Tengo algo que contarte.
Va
Y procedió como había hecho con Ruth. Gabriel tuvo que sentarse en la silla para no caerse de
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bruces. Después de gritar a Aileen y encararse con Daanna por lo que le había hecho, intentó
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serenarse dando un trago largo de la botella de whisky de la vitrina. Se secó la boca con la manga,
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dejó la botella y tomó a Aileen de la mandíbula.
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—Si esto es una broma, te mato —le dijo rabioso.
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— No es ninguna broma —replicó ella.
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Gabriel le levantó el labio para arriba y vislumbró los colmillos, puntiagudos pero no muy largos.
—Joder, Aileen —los estudió girándole la cabeza de un lado al otro. —Tienes colmillos de verdad.
—Para morderte mejor —bromeó.
—No digas eso —se puso serio y dejó su boca tranquila.
—Nunca te mordería —dijo ella poniéndose seria también. —Como le he dicho a Ruth, sólo me apetece darle un muerdo al insufrible de Caleb. A nadie más. No soy una vampira, ni una mujer lobo. Soy una especie de híbrida, pero sigo siendo la misma de antes, Gabriel. Gabriel entristeció la mirada y un halo de dolor apareció en sus ojos.
—Procura no hablarme de él ahora —graznó Gabriel irritado. —Lo odio por lo que te hizo y cuando lo vea me lo cargaré.
Aileen sintió una punzada de dolor al oír esas palabras. Ella también lo había odiado, pero ahora ese sentimiento estaba un poco borroso por la intromisión del deseo que sentía por él.
—¿Creías que iba a dejarte de hablar por lo que te había pasado? —le dijo él abrazándola.
—Si... —murmuró contra su hombro.
—Eres como una hermana para mí. Te quiero y te querré con todas las consecuencias, y bajo todas las circunstancias.
—Gabriel —se abrazó fuerte a él. —Doy gracias a Dios por teneros conmigo. Daanna miraba la escena y sonreía con complicidad. Sin duda, la amistad que ellos se tenían podría con cualquier cosa.
—Y a ti, morena —le dijo Gabriel frunciendo el ceño y mirando a Daanna. —Puedes parecerte a Megan Fox, pero estoy cabreado contigo. Nunca más entres en mi cabeza. Daanna sonrió conforme y asintió, alzando una ceja.
Mientras Gabriel y Ruth revisaban juntos un libro de los que tenía Daanna en su librería sobre mitología escandinava y él le explicaba a ella cómo iba el árbol familiar de éstos, la vaniria y Aileen hablaban en una esquina.
—Daanna... ¿cómo puedo cerrar voluntariamente mi mente a la intromisión? —preguntó
Aileen decidida.
Daanna la miró de reojo e hizo un mohín.
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—¿Te has enfadado con mi hermano?
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—Tengo que aprender a protegerme, no es sólo porque me haya enfadado con él.
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—Entonces, te has enfadado con él —resumió sonriéndole comprensiva. —Mi hermano no está
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acostumbrado a tratar a las mujeres.
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—¿No me digas? —murmuró sarcástica.
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—Él no es malo ni cruel, Aileen. Creo que está tan asustado como tú. Ahora dependéis el uno
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del otro.
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—No veo porqué —se cruzó de brazos mientras miraba a Ruth y a Gabriel. —La dependencia de
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la sangre no tiene que ir ligada con la entrega del corazón ni del cuerpo —dijo intentando
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convencerse a sí misma.
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Daanna abrió la boca asombrada.
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—¿Le has dicho eso a Caleb? —le preguntó horrorizada.
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—Sí, se lo he dicho —movió los brazos haciendo aspavientos. —¿Qué pasa? ¿Tú también crees que es un «obligado»?
—Es tu alma gemela, tu cáraid. Sólo a él puedes entregarle tu alma y tu corazón completamente. Por Odín, no puedes decirle eso a un vanirio, Aileen.
—¿Por qué? —preguntó furiosa.
—Si rechazas el contacto íntimo con él, morirá de la pena. Si no puede compartirlo todo contigo, tu mente, tu alma, tu corazón y tu cuerpo —enumeró, —lo matarás de la tristeza. Los dioses nos hicieron así de apasionados, así de dependientes, tanto a hombres como a mujeres. No hay remedio para eso. Oh... —resopló poniéndose la mano en la frente, —no quiero imaginarme el dolor que debe estar padeciendo el pobre.
—¿Dolor? —gruñó poniéndose tensa. —Doloroso es ver que un día te despiertas después de que te hayan golpeado y medio violado, y descubres que ya no eres humana. Doloroso es darte cuenta de que tu familia no era tu familia en realidad y que, de repente, te ves privada de tu dependencia, de tu libertad como persona, porque hay un hombre que tiene tanto poder sobre ti que casi no puedes ni respirar si él no está cerca —los ojos se le llenaron de lágrimas. —Doloroso es descubrir que ese hombre no te entiende y... y que además te desprecia y se ríe de ti, te ningunea justo después de haber hecho el amor —se giró para que sus amigos no la vieran llorar.
—Y que encima no te cuenta todo lo que sabe y que puede ocultar información mental importante para mí y además lo hace a propósito —temblaba de la ira.
Daanna se enterneció por ella y la abrazó.
—¿Eso ha hecho mi hermano? —susurró sobre su cabeza. Aileen asintió mientras se tragaba las lágrimas. —Qué bruto es... está asustado, Aileen. No se lo tengas en cuenta.
—Yo... le dije que quería averiguar si él era mi verdadera pareja. Daanna se estremeció. La mayor humillación a la que se podía someter a un guerrero vanirio era al rechazo abierto de su cáraid. Caleb era muy orgulloso y ardía en deseos de Aileen. Ella sabía perfectamente lo mal que lo estaba pasando su hermano. Dejando atrás recuerdos hirientes, se concentró en tranquilizar a la joven cachorra que tenía en brazos.
—Y entonces, me encontré deseándolo nuevamente, con más fuerza que antes... y caí en la cuenta de que a lo mejor tenía miedo de la fuerte energía que sentía entre nosotros y que podía estar confundida y decidí entregarme a él de nuevo, le insinué que sólo estaba confundida... y él... entonces él... él me dijo que a lo mejor yo tenía razón. A lo mejor yo no era su cáraid porque no era suficiente mujer... Y me acusó de...
—¿De qué?
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—Me acusó de... Da igual —exhaló frustrada, —es una palabra asquerosa.
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Ja
—Sí, mejor no me la digas —Daanna podía imaginarse lo que Caleb le había dicho. Cuando su
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hermano se sentía maltratado podía ser muy hiriente. —Aileen... —la apartó para limpiarle la cara.
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Su hermano no tenía tacto.
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—No, Daanna, tú no lo entiendes —le apartó las manos. —Estoy harta de llorar. Harta. Llevo
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diecisiete años de mi vida, herida y triste porque aquél que creía mi padre no me quería. Viviendo
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bajo su supervisión, sin poderme mover con libertad porque él me seguía a todas partes, como
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una lapa. Mucho tiempo sintiéndome culpable por la muerte de una madre que no existió. Me han
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engañado y no recordaba ni quién era, hasta hace unos días. Y justo cuando empiezo a aceptar
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que soy diferente, Caleb me requiere de una manera igualmente posesiva, o más. ¿Cómo no voy a
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estar aterrada? —abrió los brazos. —Últimamente, me vienen imágenes de mis padres, de cómo
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eran conmigo... —señaló pellizcándose el puente de la nariz.
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—¿Te vienen imágenes de Thor?
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—Sí. Y recuerdo, vuelvo a sentir —especificó, —lo mucho que los quería. De repente, mi mente y mi cuerpo están volviendo a esos sentimientos que han sido aletargados tantos años. Siento el amor de ellos dentro del pecho, como si fuera ayer —susurró, —y cada vez que cierro los ojos y me concentro los vuelvo a ver con claridad. Para mi corazón, para mi mente, es como si todavía estuvieran aquí. Pero no están —maldijo entre dientes. —Los arrancaron de mi vida. Y el único que sabe lo que hicieron con ellos es Caleb —se encogió de hombros. Estaba abatida y muy dolida con él. —Y me ha privado esa información, Daanna. Yo me he abierto a él, sin reservas, y él se permite el lujo de ocultarme cosas.
—Pero Aileen...
—No —la detuvo alzando la mano. —Quiero aprender a protegerme de él. Si él puede hacerlo conmigo, yo también quiero poder hacerlo con él. Quiero dejar de quejarme y para ello necesito el control de mis poderes.
—Me estás pidiendo que os destroce, Aileen. Sois pareja. Es muy doloroso no abrirse el uno al otro ¿sabes? No lo puedes comprender, todavía eres muy joven, como una bebé, como una cachorra. Si él te ha marcado y tú le has correspondido, os vais a necesitar tanto el uno al otro que si no os tenéis, enloqueceréis. No me pidas que te ayude a haceros daño, por favor. No me lo pidas —le rogó.
—Me dijiste que serías mi amiga —le dijo seria. Daanna asintió avergonzada. —Esto es lo que hacen las amigas entre ellas. Y te pido que me ayudes a recuperar las riendas de mi vida, a ser fuerte y no doblegarme ante nada ni nadie. Eres una mujer. Entre mujeres tenemos que apoyarnos.
Daanna apartó la mirada. Ella no tenía amigas, amigas verdaderas. Su hermano, junto con Menw y Cahal, la tenían tan vigilada y era tan preciada entre los machos del clan que la habían privado de muchas cosas, como por ejemplo, de dedicarse a las amistades. Dentro de su clan, Daanna era una vaniria respetada y adorada por todos. Sobre ella, caía una antigua profecía que la nombraba como la esperanza ante el día de la puerta. El día que se abriera la puerta dimensional que conectaría los mundos, ella sería el escudo que no permitiría que el mal entrara. Era la ungida. Desde entonces, era protegida allá donde iba. Nadie sabía a ciencia cierta cuándo iba a llegar ese día. Sólo importaba que ella estuviera a salvo. Sentía afinidad con Aileen. Afinidad con la situación que le había tocado vivir y afinidad con la que le estaba tocando en ese momento. Daanna sabía perfectamente cuál era el dolor de la cáraid. Tragó saliva y se alejó de los recuerdos y de las heridas que todavía supuraban abiertas. Aileen la miraba con sus increíbles ojos llenos de esperanza y algo se removió en su interior, algo parecido a la lealtad. Suspiró y al final cedió a esos ojos lilas suplicantes.
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