Saga Vanir - El libro de Jade (51 page)

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—No... —dijo Aileen con un sonido ahogado intentando recuperar el aliento. —Mira, yo... te doy la libertad. No te quiero ¿queda claro? Seguro que allí afuera hay alguien que realmente te complemente, pero esa persona no puedo ser yo.

Caleb se echó a reír con fuerza.

ed

—¿Me das la libertad? —preguntó alzando una ceja. —No puedes vivir sin mi sangre. No sabes
Ja

lo que dices.

deo

—Entonces... entonces procuraremos encontrar la manera de tener a nuestra disposición
rbi

botellas con nuestro plasma sanguíneo. Como en Underworld que tenían bancos de sangre a su
LlE

disposición. ¿Se puede hacer, verdad?

-1 0

A Caleb se le fue la risa de repente. Realmente la chica estaba hablando en serio y había visto
rin

demasiadas películas. Se apartó ligeramente de ella apoyándose sobre las manos, liberándola
Va

ligeramente de su peso.

eire

—No sólo es la sangre lo que necesitamos el uno del otro, pequeña tonta.
S -ti

—No me insultes.

nel

—Es esto también —la agarró de la mano y la llevó a su pene que de nuevo estaba erecto y
Va

duro como una piedra. —No podemos ignorarlo.

a

Len

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Aileen tocó su miembro por primera vez. Era suave, terso, sedoso y fuerte. Palpitaba contra sus dedos y estaba caliente. Tragó saliva y apretó la mandíbula apartando la mano.

—Te libero de eso también ¿de acuerdo? —estaba nerviosa. Necesitaba meditar sobre ellos dos, sobre lo que sentía por él. ¿Qué venía del hambre? ¿Qué venía realmente de las necesidades de su corazón?

—¿Que tú me liberas? —repitió perdiendo la paciencia por momentos.

—Sí, yo te libero... —hizo aspavientos con las manos. —Mira, no sé por qué estúpida razón el destino ha querido que tú y yo nos encontráramos en esta situación. Desde luego no somos compatibles. Me he acostado contigo... y no tengo palabras para describirlo, pero tú no eres mi pareja.

—No lo sabes —contestó él cortante.

—Créeme, sé lo suficiente —se esforzó por sonreír. —Quiero darme la oportunidad de conocer a mi verdadera pareja. Quiero que me seduzcan, que...

Caleb frunció el ceño y golpeó la almohada con el puño.

—¿Me estás tomando el pelo, mujer? —su mirada se oscureció. —¿Es que no entiendes lo que has sentido conmigo? Nunca lo vas a sentir con nadie más.

—Tú eso no lo sabes...

—Claro que lo sé... Me he acostado con muchas mujeres, Aileen, y con ninguna he sentido lo que he sentido contigo.

Aileen se calló por un momento. No quería sonreír como una tonta por lo que le había dicho Caleb, y por Dios que no lo haría, no iba a demostrarle lo mucho que le complacía oír eso.

—Al menos tú puedes comparar —en el momento en que pronunció esas palabras se arrepintió. La mirada de Caleb se tornó inexpresiva. El rostro pétreo. —Quiero decir...

—Vaya, vaya con la híbrida. Sé perfectamente lo que quieres decir —Caleb dio un salto y se levantó de la cama con su espléndida erección y un cabreo de campeonato. Se sentía herido en su orgullo. ¿Cómo podía Aileen querer comparar lo que ambos habían tenido? Se quedó de pie, mirándola con frialdad. —¿Entonces qué quieres, bonita?

Aileen se arrodilló sobre la cama y se tapó con la sábana, se sentía desnuda y no sólo físicamente. Ahora la discusión era fría y fea de verdad.

—Quiero mi independencia, Caleb. Vivir en mi casa, volver con mis amigos, y recuperar mi vida. Desde ayer por la noche no sé ni siquiera dónde están, si están bien...

—Por eso no te preocupes, Daanna está con ellos —dijo seco. —Pero me refería a ti y a mí.

¿Qué quieres?

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—Yo...

Ja

de

—Según tus palabras, quieres comparar. No te fías de tus instintos y quieres ver si por ahí está

orb

tu verdadero príncipe azul —se cruzó de brazos, espléndido y maravillosamente sexy en su
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desnudez. —Yo te doy miedo, a mí no me quieres. Eso has dicho.

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Aileen se sentía fatal al oír sus propias palabras de boca de Caleb. Así sonaban crudas, vacías y
0ri

superficiales.

n

—Sólo quiero espacio y tiempo—susurró apretando las sábanas contra su pecho. —Todo esto
Vaeir

me abruma. Tú me abrumas. Tienes que entender que...

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—Lo que entiendo es que quieres probar a otros —siseó con malicia y cortándola— para ver si

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no te sientes tan abrumada —repitió con sorna. —Hace unas horas me dijiste que no querías que
el

me acercara a ninguna hembra.

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—Mujer.

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—¿Qué se supone que debo hacer ahora? ¿Se supone que soy libre de hacer lo que quiera?

¿Esa es la libertad de la que me hablas? ¿Eso es lo que deseas?

Aileen se quedó en silencio y apartó la mirada. Caleb la observaba como si quisiera arrancarle la sábana y demostrarle quién la iba a abrumar de verdad. Pero para su sorpresa relajó los brazos a ambos lados de su cuerpo.

—Te dije que no te iba a obligar a nada —le recordó él sin ningún tipo de ternura en la voz. —

No lo voy a hacer, Aileen. Cumpliré mi palabra. ¿Quieres espacio? Perfecto, yo te daré espacio.

¿Quieres experimentar? Haz lo que te venga en gana. Tú misma. Pero ¿sabes una cosa? No tienes ni idea de lo que nos vas a hacer, ni idea —se acercó a ella y se inclinó sobre la cama poniendo una mano a cada lado de su cuerpo, arrinconándola. —¿Sabes qué? Yo también voy a probar a ser abrumado por otras —dijo con desprecio, —a lo mejor a ellas no les doy miedo. Si tú tienes derecho, yo también ¿no?

Aileen sintió como un puñal en forma de palabras se le clavaban en el corazón y se retorcían haciéndola sangrar. No le gustaba nada oír eso, unos repentinos celos la aguijonearon en carne viva.

—¿Por qué quieres tomar esa decisión? —preguntó intranquilo al ver que a ella le dolían esas palabras. —No lo hagas tan difícil... Te dije que tú ibas a llevar el ritmo de esta relación, podemos ir poco a poco, tú mandas —su voz implicaba ternura y comprensión.

—Hace un momento me has dicho que no tenía elección y que debía obedecerte —se apartó el pelo de la cara y levantó el mentón. —¿En qué quedamos, Caleb?

Aquella chica lo sacaba de quicio. Él sonrió sin que los ojos llegaran a reír. Retorció las sábanas con sus manos para no tener que zarandearla y besarla hasta quitarle ésa idea absurda de la cabeza. Cerró los ojos, frunció los labios y negó con la cabeza, incorporándose de nuevo y alejándose del cuerpo caliente de Aileen.

—Hablaré con Menw. Él nos ayudará con lo de la sangre.

Aileen tragó saliva y miró el gesto derrotado de Caleb. Por una parte quería rectificar lo dicho sólo para aliviar el dolor del vanirio, pero era su derecho el poder elegir. ¿Por qué no? Ella sería quien eligiera su pareja, no un absurdo juego de sangre y olores. Aun así, se le partía el alma de verlo a él tan triste con la cabeza agachada, caminando de espaldas a ella y dirigiéndose a las escaleras.

—Caleb, escúchame...

—No —se giró hacia ella apoyándose en el reposa manos de la escalera. —Quieres tu espacio, eso me has dicho. Quieres pensar y no lo podrás hacer conmigo dentro de tu mente, así que te lo

digo ya. No hablaré contigo mentalmente. No me busques.

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—Pero...

Ja

de

—Aileen —sus palabras eran bruscas y afiladas, —déjame obedecer tus órdenes. Te lo debo,
orb

me has salvado la vida ¿verdad? Deseas tener tu oportunidad, ser dueña de tus propias elecciones.
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Has elegido alejarte de mí y eso vas a hacer. Tienes que ser consecuente con lo que deseas y yo
E -

quiero que comprendas lo que hay entre tú y yo. Considéralo tu regalo de cumpleaños, la libertad.
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Pero te advierto: luego no me vengas llorando.

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Aileen tensó los hombros. ¿Qué no le fuera llorando? ¿Qué no le fuera llorando? Era un borde
Vaei

presuntuoso...

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—Tranquilo —replicó ella orgullosa y sarcástica. —Intentaré no arrastrarme ante ti, chulo

-ti

arrogante.

nel

—Esto no va a ser agradable, Aileen —sonrió divertido ante el insulto. —Te lo vuelvo a
Vaa

preguntar: ¿estás segura de que quieres que te deje en paz?

Len

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—Sí... segurísima —había dudado ante la respuesta.

Caleb asintió lentamente y salió de la habitación para dirigirse al vestidor y coger ropa nueva. Aileen se quedó mirando la puerta con el corazón y los labios temblando. Tragándose unas inesperadas lágrimas apartó las sábanas y salió de la cama. Se dirigió al baño y abrió la ducha de hidromasaje. El agua estaba calentita, así que se colocó debajo del chorro, echó la cabeza hacia atrás y abrió la boca para que el agua entrara dentro. Se enjabonó rápido intentando no pensar en el modo que tenía Caleb de tocarla, de acariciarla y de contactar con ella tan íntimamente. El jabón olía deliciosamente, a cítricos. Como él.

Salió de la ducha vestida con una toalla que cubría su desnudez y con el pelo negro mojado. Lo desenredó y lo dejó todo peinado hacia atrás. Se sentó en la cama, sintiéndose todavía ligeramente conmocionada ahí abajo. Caleb era realmente grande. El vanirio abrió la puerta con ropa para ella. Se la entregó sin mirarla a los ojos. Había comprado una tienda entera de accesorios y ropa de todo tipo para Aileen y algunas prendas se las había quedado él para días como esos, pensando que tendría muchos con ella, en los que la joven acabaría en su cama sin haberlo tenido planeado.

Se suponía que Aileen tendría que estar deseando acostarse con él de nuevo, pero no era así. Ella quería huir. Todas las mujeres que hubo antes que ella, se morían por estar con él después de practicar el sexo y él las repudiaba. Ahora sucedía al revés, él era el rechazado y no le gustaba como se sentía.

—Toma, ponte esto —le dijo.

Aileen cogió la camiseta negra ajustada y los téjanos de chica bajos de cintura. Incluso había un conjunto rojo de ropa interior Victorias Secret. Se levantó de la cama, agarrándose la toalla. Caleb la observó y tuvo que reprimir un suspiro. Dios, era tan hermosa. Se la notaba incómoda e insegura. Lo miró con esos ojos de color violeta y le dijo:

—Gracias.

Caleb se aclaró la garganta.

—Tu abuelo viene hacia aquí. Vístete rápido, está muy mosqueado porque has pasado aquí la noche.

—Ya... bueno —tenía que quitarse la toalla de encima y, ahora después de todo lo dicho, no parecía correcto desnudarse ante él. —¿Podrías...? —con la mano le indicó que se diera la vuelta. No, por supuesto que no —su mirada era fría, pero en sus pupilas dilatadas también había un leve reflejo de dolor. —No hay nada que no haya visto ya. Date prisa, le quedan cinco minutos.

Parado frente a ella, tan alto, tan amenazador y espléndido, tuvo que hacer acopio de fuerzas
ed

para no echarse encima de él y violarlo en el suelo. Él era un adonis moreno y de una belleza tan
Ja

salvaje y cautivadora que no parecía real.

deor

Caleb se estaba comportando como un borde. Quería incomodarla pero Aileen no podía
bi

detener la reacción de sus hormonas ante él. Era perfecto y su gusto por la moda, impecable.
LlE

Ahora llevaba un pantalón negro y una camisa Burberrys ligeramente abierta hasta el pecho, que

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combinaba con el color de ojos de Aileen. Llevaba un Tagheuer enorme en la muñeca y miró la
0rin

hora. Él olía a Allure.

Va

En un impulso Aileen dejó caer la toalla y se quedó desnuda frente a él, mirándolo con
eire

desaprobación porque no se había dado la vuelta, pero con innegable deseo. Oh Dios, lo deseaba
S -

de verdad otra vez.

tine

Caleb la miró de arriba abajo, acariciando con la mirada el espléndido cuerpo desnudo de
l

Aileen. Las piernas duras y ligeramente musculadas, los gráciles huesos de sus caderas, su
Vaa

abdomen liso, su cintura estrecha, los pechos perfectos y aquella cara adorable y bella.
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Ella no supo muy bien como sucedió, pero al instante estaba deseando como loca que él la tocara. ¿Pero estaba enferma o qué? Le había dicho que no se iban a acostar más y al cabo de nada estaba rogándole con lenguaje corporal que la manoseara y la estimulara como antes. Así no la iba a tomar en serio nadie.

Caleb tuvo una erección de caballo, pero sus ojos se mantenían inexpresivos mientras la exploraban como si ella fuera una mercancía. —Caleb, yo... —dio un paso hacia él.

—¿Tú qué? —se acercó amenazador. Ocultó las manos en los bolsillos, para que ella no se diera cuenta de lo apretado que tenía los puños.

Ella tragó saliva, pero no retrocedió. Caleb quería asustarla, estaba enfadado. Y ella sentía de nuevo necesidad de él y no sabía ni disimular ni quería hacerlo. Sólo quería que él volviera a abrazarla y a hacerle el amor.

—Mira, a lo mejor yo... estoy un poco c...

—Cachonda.

—Iba a decir confundida —gruñó ofendida por sus palabras.

—Ahora estás cachonda —le dijo en tono hiriente, —y quieres que te toque ¿verdad? Pero, cariño, es sólo algo físico, como tú bien dices... una reacción que seguro —se burló incrédulo— te puede despertar otro. No seré yo quien te quite esa ilusión.

Sus palabras eran un chorro de agua fría. Aileen bajó la mirada a su cuerpo expuesto y se puso las braguitas lo más rápido que pudo, ante los ojos duros de Caleb. Nunca había sentido vergüenza de su cuerpo. Ahora, sí.

—Necesitas una ducha fría, Aileen.

¿Cómo podía ser tan cruel? Aileen sentía la necesidad de estar con él físicamente, de unirse a su cáraid. Pobrecita, pronto lo estaría deseando tanto que hasta le dolería el cuerpo por ello y ella era una completa novata en esto. Inconscientemente se le había ofrecido en bandeja, pero por esa misma razón la había rechazado. Está bien, también quería devolverle el golpe, pero Aileen tenía que saber que aparte de esa unión sexual había algo más fuerte. Caleb lo sabía y ella también tenía que saberlo.

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