Saga Vanir - El libro de Jade (18 page)

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—Hay que encontrarla —Caleb se cobijó en la barra americana hasta que el sol dejó de

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alumbrar por la ventana.

nel

No podía dejarla sola. Aquella mujer estaba malherida y no podía mantenerse por sí sola.
Vaa

No, no se iba a apartar de ella.

Len

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CAPÍTULO 06

EILEEN NO sabía cuánto tiempo llevaba corriendo, pero lo hacía sin rumbo, alejándose de esa casa, de esos monstruos, de esa extraña realidad en la que se había vuelto inmiscuida. Arrastraba los pies porque ni fuerzas tenía para levantar las rodillas. La gravedad tiraba de ella. En unas horas, el sol se pondría y ellos vendrían a buscarla, estaba segura. Eran vampiros. Los vampiros tenían colmillos y chupaban sangre. Ellos hacían eso.

No quería pensar mucho, le dolía la cabeza y se sentía débil. Sólo deseaba que todo aquello pasara.

Estaba en Inglaterra, en un lugar llamado Dudley, dentro de Birmingham. Eso sí que lo sabía. Había leído los carteles de las autopistas cuando la trajeron en los coches. Semidesnuda. Malditos bastardos.

Bajó la vista a sus pies. Llevaba zapatillas, téjanos y una camiseta de tirantes. ¿No pensarían que por pedirle perdón y darle ropa ella iba a olvidarlo todo, ¿no?

Resbaló y a punto estuvo de caer. La zona en la que se hallaba era un prado verde bastante extenso. Al horizonte, se erguía una zona industrial. Las chimeneas de las fábricas sacaban humo espeso y negro.

Eileen pensó que había demasiada polución allí. Por suerte, hacía sol, pero era consciente que Inglaterra tenía fama de ser la tierra de las nubes y las lluvias. Si las fábricas soltaban esos humos tan espesos, seguramente, ayudarían a formar una capa oscura sobre toda la zona, al menos, en Dudley.

No conocía nada de aquella tierra. Sólo Londres, por un viaje de siete días que hizo con el instituto. Pero no visitaron ningún pueblo de los alrededores. Al menos, su inglés era perfecto y no tendría ningún problema para comunicarse. Menudo consuelo... Después de todo lo que le había pasado... Le entraron ganas de reír.

Miró al cielo. Bueno, no era un lugar feo. Sólo hacía falta conocer sus puntos fuertes, pensó. Tarareaba canciones para ignorar el estado de nervios en el que se encontraba desde ayer. La habían secuestrado, habían matado a su padre delante de sus narices. Le habían arrancado la ropa, la habían pegado y tocado sin ningún respeto, insultado y, además, atado a una cama con un cinturón como si fuera una actriz porno a la que le gustara el sadomasoquismo. Dejó de cantar. Caleb le había robado la virginidad como una hiena carroñera.

Porque ella no había consentido. Había sido rudo y un auténtico animal al principio, pero luego... Luego algo había cambiado, en el mismo momento en el que se había dado cuenta de que
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ella era virgen todavía.

Ja

Entonces la había tocado para excitarla, para que ella encontrara el placer y, además, empezó a
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moverse de un modo más suave. Profundo, pero suave. Y ella había encontrado placer, sin duda.
rbi

Dos veces (sin contar la del coche) hasta que sintió la boca de Caleb en el cuello. Sabía que tenía
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que sentirse ofendida y humillada. Y una gran parte de ella se sentía así. Sin embargo, la intimidad

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con el vanirio le había dejado huella.

0rin

Se paró en seco y abrió los ojos. Puso su mano izquierda sobre la zona de su garganta que él
Va

había chupado. La había mordido. El muy canalla... Le había clavado los colmillos, lamido y bebido
eire

como si ella fuera la solución a su sed.

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Al recordarlo, el cuello y una zona que estaba mucho más abajo le empezó a palpitar y a ella se
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le erizó el bello de los brazos.

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Va

¿Acaso le había gustado? No, Eileen... ¿Cómo puedes siquiera pensarlo? Se enfado consigo
a

misma.

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Cuando él la mordió, empezó a ver estrellitas blancas que le nublaban la vista. Sentía que flotaba, que volaba sobre la cama, con los brazos de Caleb como fortalezas de hierros candentes, alrededor de su cintura, y con sus manos, apretadas y tensas sobre sus nalgas. Sin rumbo de nuevo, fue consciente de que cada paso le resultaba doloroso. Había partes del cuerpo que le escocían. Zonas íntimas. Las ingles, por ejemplo. No tenía mucha noción del tiempo que llevaba corriendo, pero estaba convencida de que eran más de tres horas.

¿Con quién podría hablar de lo que le estaba pasando? No tenía dinero ni siquiera una libra para llamar a cobro revertido a Barcelona. Si hablaba con los policías, se reirían de ella. ¿Quién iba a creerla? ¿Quién creía en vampiros, por el amor de Dios?

Lo que estaba claro era que habían matado a su padre. Su padre estaba muerto. ¿Por qué no podía soltar una mísera lágrima por él?

No hay nada por lo que llorar
, se respondió a sí misma. Ni un recuerdo ni un gesto cariñoso ni una palabra afectuosa. Nada. Era tan extraño haber visto morir a tu padre y quedarte tan vacía. Vacía de recuerdos amables o de palabras cariñosas. Vacía de gestos cómplices o de abrazos llenos de calor. Le dolía más ese vacío emocional que el hecho de que él hubiera fallecido.

¿Sería verdad? ¿Sería verdad que Newscientists estaba involucrada en la caza de los vanirios?

Pero eso era algo sobrenatural. No podía ser. ¿O sí?

Se estaba volviendo loca. ¿Si hablaba con Gabriel y Ruth, ellos la creerían?

Tenía que encontrar el modo de volver a Barcelona. Los necesitaba. Necesitaba a la gente que la quería, que le daba calor. Ellos estarían preguntándose dónde estaba. Se llamaban cada día por la mañana. Debería extrañarles no saber nada de ella.

¿Y lo de su diabetes, qué? Víctor iría hoy por la noche a su casa y le administraría la insulina. ¿Y

si no era insulina como había dicho Caleb? De todos modos, ella no iba a estar allí cuando él fuese a verla. Ni tampoco su padre.

Mikhail estaba muerto. Madre del amor hermoso... ¿qué iba a hacer?

Una cabina. Una cabina y una buena persona que le prestara dinero para llamar a cualquiera de los tres, eso era lo que necesitaba.

Tendrían que viajar hasta Londres para ir a buscarla, pero ella encontraría el modo de llegar a la capital.

Sin embargo, todavía no se había encontrado con un solo inglés, a excepción de esos monstruos.

Corrió y corrió hasta llegar a aquel lugar industrializado. Tardó media hora más en llegar.
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Era una urbanización. El centro de una ciudad. Había casas a los lados de las calles y un cartel
Ja

que indicaba el nombre de ese recinto en el que se hallaba. Segdley.
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Las casas que había eran del más puro estilo inglés. De ladrillo rojo, apareadas y de ventanas
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blancas. Algunas con brezo en las entradas y los coches aparcados enfrente. Si tocaba el timbre de
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alguna de ellas, seguramente nadie la abriría. No con esas pintas. Así que desestimó la idea.
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Un grupo de chicos jóvenes hablando animadamente y riendo, ajenos a la pesadilla que ella
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estaba viviendo, se cruzaron con Eileen. No debería llamarles la atención, no tendría porque fijarse
Vae

en ellos a excepción de porque necesitaba ayuda y de porque uno de ellos, un chico alto y enorme,
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de mejillas rosadas y pelo rubio, llevaba una camiseta amarilla que ponía en inglés:
S -ti

Conoce a los hombres de Wolverhampton.

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Vaa

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Se le cerraron los pulmones. No podía tomar aire. Había un banco en la calle para sentarse y se sentó para intentar relajarse. Cuando la sangre regó de nuevo su cerebro, empezó a recordar el sueño que había tenido.

Papá y mamá hemos dejado dos regalos para ti. Están enterrados en la piedra mágica bajo el
puente de West Park ¿Te acuerdas de la piedra, cielo mío? ¿Recuerdas Wolverhampton?

Eileen apoyó los codos en las rodillas y la cabeza sobre las manos. Se masajeaba el cuero cabelludo con las yemas de los dedos.

Ese sueño... ¿Era ella la niña a la que hablaban aquellas dos personas? Pero... ¿cómo podía ser?

Ella no recordaba nada de aquello.

Alzó la cabeza y miró hacia todas direcciones. Toda la gente que pasaba la miraba extrañada. Qué pinta de guiri debería de tener... Guiri sudada y magullada. Sin pensarlo dos veces paró a los jóvenes y se dirigió al chico de la camiseta.

—Necesito ayuda, me he perdido —dijo hablando lo más calmada posible.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó el chico seriamente preocupado. Echó un vistazo a las magulladuras de la cara.

—¿Lo dices por esto? —ella se señaló la cara y la muñeca. —Me lo hice anteayer. Me... caí de una moto.

Los chicos se miraron un tanto desconfiados.

—Necesito ir hasta Wolverhampton. Al... al West Park. Vengo con un grupo de amigos de Barcelona. Estábamos visitando Segdley, pero me despisté y los perdí de vista. El autocar que nos trajo hasta aquí, ya se habrá ido. Nuestro lugar de encuentro es Wolverhampton. Debo llegar antes de las siete de la tarde. Pero no puedo llegar porque... porque una de mis amigas lleva mi bolso con el móvil y con mi cartera. Ahora no las puedo localizar ni tengo dinero para ir hacia allí

—¿De dónde le salía tanta habilidad para mentir?

El chico sonrió y se miró la camiseta.

—Entonces sabrás que soy un hombre de Wolverhampton, ¿verdad? —señaló las letras y el logotipo en forma de cara lobuna que había dibujado en el pecho.

—Bueno —dijo ella dándole una espléndida sonrisa que lo dejó cautivado a él y a sus amigos, —

eso parece indicar tu camiseta. ¿Me podríais decir cómo llegar hasta allí?

—Podemos acompañarte si quieres —le dijo él. —Yo vivo allí y, además, he traído coche. No pensarías ir andando, ¿verdad?

—Pues... sí.

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—Bueno, no queda muy lejos si vas con cuatro ruedas. Andando tienes como unas cuatro horas
d

y media.

Ja

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—Vaya —miró sus sandalias doradas. No iba a poder caminar mucho más. Todavía le escocían
orb

las heridas de los pies.

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El chico advirtió su calzado y la animó.

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—No te dé vergüenza... —esperó a que le dijera su nombre.

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—Eh... Eileen —le dio la mano y él se la cogió.

Va

—Yo soy Bob. Encantado de conocerte.

eire

—Igualmente.

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—¿Entonces te llevo?

nel

Eileen dudó un segundo.

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—No te preocupes. Si quieres, nosotros también podemos acompañarte —dijo otro del grupillo, más alto y delgado que Bob. Intentaba convencerla. —Bob es muy peligroso con las chicas bonitas como tú.

Ella fingió que no lo había oído. Lo último que necesitaba era más ego masculino. Había tenido una buena dosis con el monstruo de Caleb. Y aun así, no sabía si fiarse de ellos. Pero pensó que no todo el mundo tenía que ser malvado.

—No quiero importunaros —dijo ella mordiéndose el labio. —Tranquila, no te preocupes. Yo ya iba hacia allí —le dijo Bob. No. Ese chico no le haría daño. Parecía estar hecho de buena pasta. —

Llegaremos en veinte minutos, ya verás —insistió. —¿Qué hora es ahora? —le preguntó ella. —

Son las cinco y media.

Había corrido y caminado más de lo que creía. El miedo puede inyectar grandes dosis de adrenalina.

—Está bien, Bob. Me fío de ti.

Una vez sentada en el asiento del copiloto de un New Beatle rojo, se ensimismó recordando el sueño. No entendía por qué había decidido hacerle caso ni por qué le urgía llegar hasta el West Park. Su plan previo había sido localizar una cabina, conseguir dinero, llamar a Barcelona y que la vinieran a buscar. Pero su idea se desvaneció al llegar al pueblo y al cruzarse con esos chicos.

¿Y si era una señal? Bien, ahora lo sabría.

—Debiste ponerte muy nerviosa cuando te encontraste sola sin tus amigos en un país desconocido y sin dinero...

Eileen se aclaró la garganta y miró a Bob. Por fin se había encontrado a alguien bueno. Alguien educado y amable que estaba dispuesto a ayudarla gratuitamente. Era un chico joven, de no más de treinta años.

—Sí, me asusté un poco —contestó algo avergonzada, sin mentir del todo.

—Yo también me asustaría.

Eileen lo miró de arriba abajo. Era un auténtico tanque. Grande, corpulento y con unos brazos de levantador de pesas que intimidarían a muchos. —Sí, seguro —le dijo ella intentando sonreír.

—Claro que no —él se echó a reír.

Cómo estaba cambiando su vida, pensaba mientras miraba por la ventana. Sentada en un coche, con un chico al que no conocía, guiada sólo por su intuición que le decía que Bob no era malo. Yendo de cabeza a perseguir un sueño. El primero que había tenido desde los siete años.

—Yo quiero ir a Barcelona algún día. Tengo conocidos que han visitado tu ciudad y han regresado contando maravillas de ella.

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—Bueno, es una ciudad realmente bonita y llena de cultura —dijo ella obligándose a hablar con
Ja

su salvador. —Casi siempre hace sol, las playas son espectaculares y las noches, cálidas y llenas de
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ambiente jovial. La comida es excelente y tiene el mejor equipo de fútbol del mundo.
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—El Fútbol Club Barcelona —dijo Bob.

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—Así es —confirmó ella.

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—¿Te gusta el deporte, Eileen?

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—Me gusta mucho. Todo tipo de deporte, pero sobre todo me gusta el fútbol y el Barcelona.
Vaeir

—Bueno, no te discutiré que el mejor equipo de fútbol del mundo es el de tu ciudad, pero el
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segundo mejor es el de los Wolves. Así que te daré dos entradas para que vayas a verlos al torneo

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de verano que organizan. ¿Hasta cuándo estarás aquí?

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