Read Saga Vanir - El libro de Jade Online
Authors: Lena Valenti
Aileen sonrió coqueta, y pensó que era un descarado.
—Me vas a ayudar —contestó imperante.
Tras ella Noah y Adam esperaban la información.
—La voy a ayudar —dijo él completamente hipnotizado.
—Han llegado los palés desde Barcelona. ¿Dónde tienen que dejarlos?
—En la segunda planta inferior —el chico tragó saliva mientras quedaba sumergido en los ojos violeta de Aileen. —Allí, el de seguridad introducirá el código para abrir el almacén y así podáis dejar las cajas en su lugar.
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Aileen giró la cabeza y asintió para que Noah y Adam se pusieran manos a la obra. La joven se
Ja
reclinó sobre el mostrador y lo miró por debajo de sus tupidas pestañas.
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—Jude —miró su chapa y pronunció su nombre arrastrando las letras—quiero que grabes en
bi
una tarjeta USB toda la información del disco duro de tu ordenador. Teléfonos de contactos,
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emails, bases de datos, passwords, etc…
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—Inmediatamente —Jude trabajaba como un robot. No pestañeaba, sus movimientos eran
rin
mecánicos y sin emoción. Cogió un USB 5 GB de SONY, lo colocó en la salida correspondiente de su
Va
ordenador y trasladó todos los del disco duro a la tarjeta.
eire
Aileen se sintió mal al descubrir el poder que podría tener sobre la gente. Pero ella era lo que
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era, pensó recordando las palabras de Noah. Por el rabillo del ojo, controló como los dos
tine
berserkers entraban en el ascensor con un palé. Tenían que actuar con discreción para que las
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cámaras no grabaran nada fuera de lo normal. Aileen repiqueteó con las uñas sobre la mesa de
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recepción.
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—Jude —volvió a mirarlo fijamente. ¿Por qué seguían llegando palés desde Barcelona si ella no tramitaba los envíos? —En los últimos cinco días ¿has hablado con alguien de Newscientists de Barcelona?
Jude asintió observando impasible como se trasladaba toda la información.
—¿Con quién, Jude?
—El señor Víctor Sazar. En ausencia de Eileen, él se encarga de todo. Aileen dejó de repiquetear los dedos y todo su cuerpo se puso en tensión. ¿Víctor? ¿Víctor, su doctor?
—Aileen, ¿estás bien?
Cuando oyó la voz de Caleb en su interior, se tranquilizó.
—¿El señor Víctor Sazar dices?
—Sí, señorita.
—¿Víctor Sazar hace mucho que trabaja en Newscientists? —no lo podía creer.
—Hará unos doce años. Es la mano derecha del señor Mikhail.
Cabrón falso y despreciable.
Se sintió tonta e ingenua por haber creído que él, su doctor, era su amigo.
—Dime... ¿Qué ha sucedido con la señorita Eileen y el señor Mikhail? —controló el temblor de su voz.
—La señorita Eileen está aquí en Inglaterra, por trabajo.
Aileen sintió un sudor frío sobre la nuca. Eso era justamente lo que habían hecho creer Menw y Cahal al servicio de su casa de Barcelona.
—¿Y el señor Mikhail? ¿Se sabe algo de él?
—Llegará pasado mañana a Londres, acompañado del señor Víctor —susurró por lo bajo inclinándose hacia Aileen.
Aileen dejó de respirar, se estremeció y sintió que la sangre se iba de su rostro. Mikhail estaba muerto, no podía ser. Jude la seguía mirando sin parpadear, perdido en su mirada violeta.
Aileen, tranquila. Percibo tus pulsaciones. Estoy contigo.
Caleb percibía su ansiedad.
—¿Cuándo... cuándo has hablado con el señor Mikhail? —preguntó ella con voz temblorosa.
—Ésta misma mañana, señorita.
—Oh Dios... Caleb
—tenía muchísimo frío.
—Aileen, recoge los datos y sal de ahí. No quiero sentirte así.
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—¿Viene por algo en especial el señor Mikhail? —inquirió Aileen.
Ja
—Me obligó a que le preparara un reservado para unas diez personas en el The Ivy, un
deo
restaurante muy selecto de Londres.
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—¿Cuál es la dirección y a qué hora esperan el reservado?
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—En el dieciséis de la calle Moor, a las ocho y media.
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—Jude, dame la tarjeta USB, y también tu agenda —le apresuró con un gesto de la mano.
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—Claro, señorita, aquí tiene —le entregó una Blackberry negra y el USB tranquilamente.
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—No vas a recordar nada de lo que hemos hablado —le ordenó en un susurro bajo y sedante.
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—Me voy a ir de aquí y vas a hacer como si nunca me hubieses conocido. Nunca me has visto.
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Jude asentía con la boca entreabierta y los ojos semi-cerrados.
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El ascensor se abrió y aparecieron Noah y Adam, extrañamente pálidos y consternados.
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—Os tienen que sellar —dijo Aileen entredientes preocupada por ellos. ¿Qué habían visto?
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Adam esperó a que un atontado Jude, sellara los papeles sin apartar la mirada enamorada de Aileen.
Adam tomó a Aileen del brazo y la invitó a que saliera de allí. Los tres llegaron hasta Caleb, que inspeccionaba lo que había sacado de las cajas. Todo tipo de probetas congeladas, potes de cristal, vaporizadores, material quirúrgico...
—¿Te encuentras bien? —preguntó Caleb mirando a Aileen. Estaba pálida.
—No —respondió ella con la mirada perdida.
—Larguémonos de aquí, colmillos —dijo Noah bruscamente. —Este sitio es asqueroso. Caleb asintió. Colocó todo lo que había encontrado en una bolsa negra Nike y salió del camión esperando a que los berserkers se cambiaran. Obligó a los transportistas a despertarse, cambiarse de nuevo, revisar el albarán y finalmente irse de allí.
Caleb tomó a Aileen por el brazo y miró a Noah advirtiéndole con la mirada que ni se le ocurriera decirle a Aileen que regresara con ellos. Aileen era suya y se encontraba mal. Él tenía que cuidarla, no ellos. Él.
—Vienes conmigo —le dijo Caleb mirándola con preocupación.
Aileen asintió entre temblores, demasiado consternada como para llevarle la contraria, intentando amarrar con fuerza la agenda contra su pecho.
Una vez dentro del coche y dirigiéndose de nuevo a Wolverhampton, Caleb fue inclemente con ella.
—Dime ahora mismo qué has descubierto.
Aileen miró la noche cerrada que caía sobre ellos. El cielo estaba encapotado. Tragó saliva y lo miró con los ojos húmedos.
—Víctor, mi doctor... trabaja con Mikhail en la empresa. Lleva allí desde hace doce años. Él... lo está tramitando todo desde Barcelona en mi ausencia.
Caleb la miró. Quería averiguar si realmente le molestaba la traición de Víctor. Sólo de pensar que ese rubio podía despertar algún tipo de ternura en Aileen, lo enfurecía.
—Víctor no es ningún inocente. Él sabía lo que se hacía cuando te pinchaba y él sabe muy bien en qué está trabajando. Continúa —gruñó.
—Mi... Mikhail sigue vivo —le tembló la barbilla.
Caleb apretó la mandíbula y tomó el volante con tanta fuerza que los nudillos se le quedaron blancos. ¿Cómo podía ser? Samael lo dejó seco y lo enterró. Estaba muerto. ¿Pero entonces...?
—Dime que no puede ser —suplicó con los ojos asustados. —Yo lo vi caer sin vida con el cuello
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desgarrado. Samael lo mató ante mis ojos...
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—Está bien, pequeña, tranquilízate —le dijo con voz amable. —Cuéntame qué te dijo.
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—Tiene pensado llegar mañana a Londres. Tiene una reunión en el The Ivy, les han reservado
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un privado a las ocho y media para diez personas. Ellos saben que estoy aquí —dijo desesperada y
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sin resuello. —Saben que vosotros me trajisteis aquí —susurró con la voz estrangulada. —¿Cómo
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puede saberlo? ¿Quién demonios se lo ha dicho? —gritó. —¿Por qué sigue vivo?
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—No lo sé, ángel —pero iba a descubrirlo pronto. —En teoría Menw, Cahal y Samael se
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encargaron de enterrar el cuerpo. A no ser que...
eire
—¿Qué? —preguntó Aileen temblorosa.
S -
—Nada —contestó distraído. —Averiguaré todo lo que pueda. Por cierto, le dijiste a Víctor que
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te vendrías a Londres a trabajar. Estoy convencido que vienen hacia aquí para encontrarte. Mikhail
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buscará venganza por haberlo intentado matar y vendrán hacia aquí...
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Aileen lo miró. Caleb había estado en su mente, tenía que acostumbrarse a todos esos detalles. Se puso las manos en la cara y exhaló fuertemente.
—Viene a por mí. A por todos nosotros... —Aileen apoyó los pies en el asiento de piel y se cogió
las rodillas.
—¿Estás asustada? —preguntó él con empatía. —Yo no dejaré que te haga daño, Aileen. Voy a llegar al fondo de este asunto. No temas.
Aileen abrió mucho los ojos y lo miró con sorpresa. Le agradaba tener a Caleb protegiéndola, se sentía extrañamente segura. Entonces, se acordó de donde estaba. Del coche en el que estaba y de lo que le había pasado allí hacía unos días.
—¿Y quién me va a proteger de ti, Caleb? —le dijo abatida mirando al frente con absoluta rendición.
Caleb la miró desolado y un músculo se le tensó en la barbilla.
—Yo te protegeré de mí. Ya te he dicho que no volvería a hacerte daño. Su iPhone sonó. Había llegado el mensaje de la comisión, pero no provenía de los dos de Walsall, sino de los dos de Dudley. Gwyn y Beatha. Caleb frunció el ceño y abrió el mensaje.
A las 22:00 h. Reunión en Athens Restaurant, en Birmingham. Ya hemos avisado al clan
Berserker para que se reúna allí con nosotros. Samael se ha escapado, y Dubv y Fynbar han
desaparecido. Los guardias del hoyo han muerto asesinados. Samael está descontrolado y es
peligroso.
—¿Qué pasa?
Caleb endureció el rostro.
—Samael se ha escapado, ha matado a los centinelas del hoyo. —¿Qué? ¿Qué hoyo? —gritó.
—El lugar donde recluimos a Samael, en la habitación del hambre. Está bajo tierra... Los dos del consejo de Walsall han podido estar implicados en su liberación. Han desparecido y nadie sabe nada de ellos. Nos vamos a Birmingham a hablar con los clanes.
—No puede ser verdad —Aileen se hundió en el asiento. —Dime que esto es una pesadilla... Caleb maldijo a todo lo que se meneaba. Aileen necesitaba mucha más protección de la que se imaginaba y él no estaba en condiciones de protegerla. A duras penas estaba disimulando su malestar y su pérdida de poder, pero no quería que fuera la compasión de Aileen lo que le llevara a él, sino la verdadera pasión entre parejas, el reconocimiento humilde de entregar su cuerpo a su
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cáraid.
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Mikhail y todos los que todavía no conocía irían a por ella. Ella era un salto en la evolución, un
de
milagro, la posibilidad de engendrar una auténtica raza casi invencible. Samael la querría muerta
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sólo por vengar a su hermano, eso si era cierto que él desconocía que Aileen era su sobrina.
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Miró a su belleza morena de ojos lilas y por primera vez la vio como una niña frágil y necesitada
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de muchos mimos. Temblaba y estaba impactada por las últimas noticias. Necesitaba calor y
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comprensión. Una ternura insólita en él hasta entonces le oprimió el corazón.
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Ella lo miró fugazmente, quedaba una hora y media para llegar a Birmingham y necesitaba que
Vaeir
alguien la tocara y la abrazara.
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—Dime lo que quieres, y yo te lo daré
—le dijo él suavemente.
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Aileen se envaró como si la hubiesen quemado con un hierro candente. El estaba
el
continuamente en su cabeza, ya no podía salir de ella.
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—Es sólo que...
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—¿Qué, Aileen? Dímelo, porque deseo hacer algo y no quiero cometer más errores contigo. No
quiero asustarte más.
Ella bajó la mirada con gesto derrotado, tragó saliva. Se desabrochó el cinturón con manos inseguras y lo miró pidiéndole permiso con toda la humildad del mundo. Precisaba un cuerpo fuerte al lado, uno que en ese momento la sepultara en un abrazo.
—Ven aquí, Aileen —levantó su brazo izquierdo y la invitó a que se acurrucara en él.
—Espera un momento... es sólo que... Esto no quiere decir nada ¿vale?.. —aclaró ella con voz débil y levantando el dedo índice. Miró su perfil perfecto, su barbilla varonil y su pelo negro. Santo Dios, nada deseaba más que aplastarse contra él. Ni más, ni menos. COLMO. ESTOCOLMO.
—Querrá decir lo que tú quieras —sonrió dócilmente y Aileen pensó que se iba a desmayar de lo dulce que parecía. —Vamos, pequeña. Déjame abrazarte. Lo necesito yo más que tú. Aileen se mordió el labio para no llorar. Caleb quería hacerla sentir bien, se obligó a pensar. Sólo era eso, un gesto amable por parte de él.
Se movió hasta pegarse a él, juntó las manos al pecho para no tener que manosearlo mucho, y apoyó la cabeza sobre el musculoso hombro de Caleb. Inspiró y apretó las rodillas a su cuerpo manteniendo el calor.
El olor a mango cada vez era menos fuerte, pensó extrañada. Le chocaba que estuviera a gusto entre sus brazos, pero aquella era la realidad. Nunca se había sentido tan bien. Caleb sintió el cuerpo dócil y blando de la joven y su corazón se disparó. La rodeó con el brazo y la apretó contra él con posesividad.
Aileen exhaló y acabó relajándose. Necesitaba que alguien la abrazara así, que alguien la cobijara. Inconscientemente frotó su mejilla contra su hombro y cerró los ojos.
—¿Te encuentras mejor? —le preguntó ella con un deje de coquetería y juego en la voz. Él había dicho que necesitaba su abrazo, ¿no?
—Mucho, mucho mejor —sonrió Caleb ignorando lo tenso que tenía el pantalón a la altura de la ingle. Si alargaba un poco el brazo, rodearía la plenitud de uno de los preciosos pechos de Aileen. Reprimiendo la reacción de su cuerpo ante la cercanía de Aileen, se limitó a conducir. El corazón de Aileen saltaba de alegría y de una extraña sensación que nunca antes había sentido. Disfrutando de ese momento, y sintiéndose como una colegiala, hizo esfuerzos por dormirse.