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Authors: Belinda Alexandra

Tags: #Drama

Secreto de hermanas (29 page)

BOOK: Secreto de hermanas
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Hugh me vio contemplando la muselina.

—Gracias a ella se difumina la luz —me explicó—. En Hollywood emplean focos Klieg. Nosotros utilizamos luz natural.

—¿Produce un efecto diferente? —pregunté.

—Es más barata.

El semblante de Hugh era hosco, pero noté que estaba conteniendo la risa.

—Vas a tener que ceñirte todo lo posible a la programación —me advirtió mientras abría la funda de su cámara y colocaba el trípode. Me quedé hipnotizada por el modo en el que acunaba la cámara con un brazo mientras se mantenía en equilibrio sobre la pierna—. Peter le compró los rollos de película a un director que se ha retirado del negocio, pero solo ha podido conseguir un metraje de unos 2700 metros, y a juzgar por lo que Peter ha hecho en sus otros trabajos, vamos a necesitar prácticamente hasta el último milímetro, cosa que significa que no podemos hacer demasiadas tomas.

—¿Y qué sucede si veo algún problema en una escena?

—Puedes sugerir que se ruede de nuevo —me contestó Hugh fijando la cámara al trípode—. Pero será decisión de Peter hacerlo o no.

Miró por la lente de la cámara y la inclinó hacia arriba.

Daba la sensación de que íbamos a tener que hacer muchas tomas únicas, así que supuse que mi siguiente labor sería asegurarme de que las escenas se rodaran dentro del tiempo establecido.

—No he recibido ninguna copia del guion —comenté—. ¿Tienes alguna de sobra que pueda usar?

Hugh levantó la cabeza.

—Peter no utiliza guion —me respondió—. Él explica sobre la marcha a los actores lo que quiere que hagan.

Hizo una mueca y percibí el tono irónico que vibraba tras su adusta apariencia externa. Estaba captando una imagen diferente de él allí, detrás de su cámara. En el mundo exterior yo no era más que su enemiga: otra persona más que intentaba transmitirle su compasión. Sin embargo, en el set de rodaje éramos compañeros. Así como a veces vislumbraba en Esther a la muchacha despreocupada que solía ser, estaba descubriendo una faceta del carácter de un Hugh del pasado. Además, aquel día había algo más diferente en él.

—¿Dónde está Giallo? —le pregunté—. Pensaba que vosotros dos erais inseparables.

—Normalmente, lo somos —me contestó Hugh mientras examinaba el andamio construido alrededor del decorado—. Pero no puede soportar a Valerie. No para de decirle que se largue.

—¿Tú le has enseñado eso? —le pregunté echándome a reír.

Noté que le estaba cogiendo cariño a Hugh a pesar de sus bruscos modales.

Cuando los actores ya se habían vestido para la toma, Peter me pidió que ayudara a Leslie con el maquillaje. No tenía mucha experiencia con los cosméticos, pero descubrí que me divertía empolvándole el rostro a Leslie y pintándole unos macabros círculos oscuros bajo los ojos. Leslie comprobó el resultado en el espejo.

—Has conseguido que ambos lados de mi cara sean simétricos —comentó—. No mucha gente lo logra.

Al mantener la cara tan cerca de la de Leslie, cada vez que hablaba me chirriaban los huesesillos del oído. Me pregunté si Klára conseguiría soportar su penetrante voz.

Esperamos a Valerie, que se estaba aplicando su propio maquillaje. Se difuminó el colorete en las mejillas y se pintó la sombra en los párpados y cejas antes de añadir otra capa de base de maquillaje. Sonny se aproximó a mí y se sentó a mi lado. Valerie lo siguió con la mirada reflejada en el espejo y frunció el ceño, arrugando la frente.

—¿Así que has venido de Europa? —me preguntó Sonny—. Adéla es un nombre muy bonito.

Valerie se dio una brusca palmada en la cara. Una nube de maquillaje flotó a su alrededor como la arena durante una ventisca. Peter y Hugh, que estaban discutiendo sobre los ángulos de la cámara, la miraron de reojo.

—Gracias por el cumplido —le contesté a Sonny—. A mí también me gusta tu nombre. Es muy adecuado para un australiano. Este país tiene tanta luz del sol...

—¡Ya estoy lista! —anunció Valerie tirando al suelo su banqueta cuando se puso en pie. Dio un salto hasta el decorado—. Será mejor que te des prisa, Sonny —dijo—. El tiempo es oro.

Se me subió el corazón a la garganta cuando Hugh se encaramó al andamio y trepó por él para encontrar las perspectivas que deseaba rodar. Estaba peligrosamente cerca del lateral del edificio. Si se precipitaba al vacío, sería una enorme caída.

Leslie se giró para ver lo que yo estaba mirando y también siguió con la mirada los peligrosos movimientos de Hugh.

—La herida que se hizo en Francia no era grave —me susurró Leslie—. Pero se le gangrenó. Le amputaron la pierna aquí en Sídney, después de languidecer durante meses en el hospital de veteranos. Peter nos contó que, más tarde, Hugh se escapó un par de veces y que lo había encontrado vagando por los alrededores del Hospital de Sídney como si estuviera esperando a que su pierna regresara.

La imagen de Hugh de pie en el exterior del lugar donde le habían destrozado la vida me rompió el corazón. Deseé que pudiera recuperar la felicidad de algún modo.

Cuando la cámara estuvo colocada, Peter me pidió que bajara la aguja del gramófono. Hice lo que me dijo y el
Canon
en re mayor de Pachelbel flotó en el aire. Peter les gritó sus instrucciones a Sonny y a Valerie.

—¡Muy bien, Valerie! —exclamó—. ¡Bosteza, estírate y súbete a la cama!

Peter no me proporcionó demasiadas indicaciones sobre mi labor como secretaria de rodaje. Traté de mantenerme atenta a la acción, pero no podía evitar admirar la técnica de rodaje de Hugh. Tenía un pulso extraordinariamente firme para girar la cámara con la estabilidad con la que lo hacía. Tras la primera toma me di cuenta de que mirarlo a él era más interesante que la película que estábamos filmando. La historia trataba sobre una pareja de recién casados que se mudan a una casa en la que un hombre había sido asesinado diez años antes. El fantasma regresa en busca de venganza. Una serie de acontecimientos provocan que se localice al asesino y que acabe en manos de la justicia, y el fantasma se marcha en paz y la joven pareja puede volver a dormir por las noches sin que los molesten. Personalmente, me pareció ridículo no solo por la previsibilidad del argumento, sino por lo absurdo que era. No había justicia para las víctimas de asesinato. Madre era la prueba de ello.

Hacia el final de la primera semana de rodaje estaba tan aburrida que Klára tenía que despertarme por las mañanas silbándome en el oído. Por lo que descubrí, Sonny no era actor, sino mozo de cuadra del hipódromo Royal Randwick, y Peter lo había convencido para que participara en la película por lo apuesto que era. Describir la forma de actuar de Sonny como acartonada hubiera sido quedarse corto. Por la manera que tenía de mover la cabeza y las manos, daba la impresión de que sus articulaciones se movían tres veces menos que las de la gente normal. Habría sido perfecto si hubiéramos estado rodando una película de terror sobre una rígida momia egipcia que llevara encerrada miles de años dentro de su sarcófago. Leslie era todo lo contrario. Adoptaba grotescas muecas y empleaba ampulosos gestos para realizar la más simple de las acciones. Independientemente de si tenía que abrir una puerta o asomarse por una ventana, se ponía de puntillas o caía de rodillas exageradamente. No obstante, Valerie era la peor de todos. Tenía pintada en el rostro la misma expresión avinagrada para cualquier cosa, desde sorpresa hasta éxtasis.

—¡Sonríe, Valerie! —le gritó Peter—. Ríete aliviada y abraza a Sonny.

En respuesta a la indicación de Peter, Valerie hizo todo lo que le pedía, pero desmayadamente. Habría logrado obtener muestras de emoción más sentidas de una muñeca de cartón.

Yo tomé fotografías fijas para la publicidad de la película y me pregunté cómo habría convencido Peter a los inversores para que pusieran dinero en una empresa tan poco artística y desorganizada. Incluso el título era poco original:
El fantasma de la Colina del Miedo
. ¡Y era la tercera película de Peter! ¿Acaso las dos anteriores habían sido mejores?

Por otra parte, el trabajo de cámara de Hugh era extraordinario. Él no podía hacer nada para subsanar la inexistencia de guion y el torpe trabajo de los actores, pero la manera en la que rodaba la película lograba transformarla. Lo filmaba todo con un cierto toque a cámara lenta, cosa que dotaba a la acción de una atmósfera irreal que no existía realmente en el set de rodaje.

—La mayoría de las películas están filmadas a dieciséis fotogramas por segundo —me explicó—. Pero yo manejo la cámara a veintidós para crear una especie de ambiente espectral.

—¿Y eso no gastará más cinta? —le pregunté.

Hugh pareció impresionado con mi pregunta.

—Ya lo había tenido en cuenta. También rodé la última película de Peter de ese modo.

Unos días más tarde, cuando Hugh y yo estábamos esperando a que Peter les diera sus instrucciones a los actores sobre la escena que estábamos a punto de rodar, Hugh me preguntó si quería mirar a través de la cámara.

—¿Qué te parece la composición? —me preguntó.

Peter tenía la costumbre de colocar a sus actores en una línea recta para que estuvieran de cara al frente del decorado en lugar de mirándose entre sí. Por la forma en la que Hugh había compuesto el plano, colocando a los personajes contra la pared del fondo, parecía como si estuvieran en una rueda de reconocimiento policial. En lugar de ser estática, como Peter la habría dejado, la toma adquiría una atmósfera muy especial. Me sorprendió que un cámara con tanto talento como Hugh estuviera trabajando en una película como aquella.

Le dije que me gustaba la toma y por qué.

—No mucha gente se habría dado cuenta de eso, ¿sabes? —comentó—. Tienes buen ojo.

Klára acabó por recurrir a echarme agua fría en la cara la mañana del último día de filmación. Únicamente me quedaban otras ocho horas, pero solo de pensar en tener que dedicarlas a aquel lento y mal realizado proyecto me resultaba insoportable. Incluso parecía que a Peter se le había agotado el entusiasmo durante los últimos días, y se suponía que era él quien tenía que motivarnos. Para colmo, el tiempo era cada vez más frío y quedarme en la cama me resultaba mucho más tentador.

Después de que Klára me soplara en la oreja y bamboleara mi cama, logré despertarme a tiempo para coger el tranvía a Surry Hills. Al llegar al set de rodaje me sorprendió encontrar allí a todo el mundo salvo a Peter.

—Quiere que hoy dirijas tú —me explicó Hugh.

—¿Yo?

Valerie resopló despectivamente y se acarició el cabello.

—Peter está con sarampión y Leslie empieza una nueva obra mañana. Nos faltan tres escenas —respondió Hugh.

Hubiera sido más lógico rodar todas las escenas que correspondían a aquel decorado de una sola vez. Pero por alguna razón —quizá porque carecía de guion—, Peter había filmado todo en orden cronológico. Habíamos rodado escenas dentro de la casa, después habíamos ido al faro de Macquarie para las escenas en el acantilado y a Rose Bay para rodar algunas retrospectivas. Ahora, habíamos vuelto al set de rodaje y el cielo amenazaba lluvia.

—De acuerdo —dije—. Haré lo que pueda.

Valerie resopló desdeñosamente, Sonny se dedicó a andar dando fuertes pisadas de aquí para allá y Leslie hizo una cabriola como si estuviera actuando en una pantomima infantil. Les expliqué con detalle qué debían hacer durante su actuación antes de rodar cada escena. Después hice algo que Peter nunca hacía: los puse a ensayar.

—Eso provocará que la actuación no resulte natural —comentó Valerie despectivamente.

Aquella era la primera frase que me dirigía desde que habíamos empezado a trabajar en la película.

Hubiera querido responderle que ella no sería capaz de actuar de forma natural ni aunque lo intentara, pero necesitaba que cooperara. Así que la convencí, consintiéndola y halagándola. Su actuación seguía siendo igual de mala, pero la de Sonny y Leslie mejoró.

—Muy bien —comentó Hugh al final de la última toma—. Podrías dirigir tu propia película si quisieras.

—Me encantaría —le confesé—. Pero no estoy segura de dónde podría sacar el dinero.

—Conseguir financiación no es que sea mi fuerte —reconoció Hugh mientras empaquetaba su cámara—. Pero si lo logras y necesitas alguien que filme tu película, avísame.

Aunque el carácter de Hugh era brusco, aquel cumplido significó mucho para mí. Sentí un cosquilleo en los dedos de los pies solo de pensar en hacer una película con un cámara de su calibre. Nos imaginé creando algo tan legendario como
La culpa ajena (Lirios rotos)
, de D. W. Griffith.

—Eso no sería una deslealtad hacia Peter, ¿verdad? —comenté.

Hugh negó con la cabeza.

—Creo que esta será la última película de Peter. Conozco sus antecedentes. —Debió de percibir mi confusión, porque añadió—: Peter cambia de idea sobre lo que quiere hacer cada dos o tres años. Primero quiso dedicarse a la pintura, después a criar perros y ahora a dirigir películas. No me sorprendería nada si mañana retoma el piano y decide dedicarse a componer música.

—¿Cómo puede permitírselo?

A Hugh se le dibujó en los ojos una mirada irónica.

—Su familia vive en Roseville. Ellos lo respaldan.

Pensé en el desordenado estudio de la planta de abajo y en la cama plegable en la que dormía Peter. ¿Acaso estaba representando el papel de artista pobre?

Al acabar el día de rodaje, tomamos el té con bizcochos para celebrarlo. Hugh puso un disco de jazz en el gramófono. Sonny estrechó a Valerie entre sus brazos para bailar un
quickstep
. Ella bailaba igual que actuaba: de forma envarada. Pero entonces al menos parecía estar divirtiéndose. Su aguda risa me sobresaltó, me había acostumbrado a su humor avinagrado.

No pude evitar pensar en Philip. Me pregunté qué estaría haciendo. No había tratado de ponerse en contacto conmigo de nuevo. Quizá había comprendido que era una locura.

—Parece que te llevas bien con Hugh —comentó Leslie—. Nunca antes le había visto comportarse de manera amistosa con una mujer. Las odia.

Recordé la mirada hostil que Hugh me había dedicado en el Café Vegetariano y me maravillé al pensar lo mucho que había cambiado su actitud hacia mí.

—¿Por qué? —le pregunté.

Leslie tomó un sorbo de té.

—Antes era campeón de tenis, ya sabes. Él no quería ir a la guerra. Pensaba que se trataba de un conflicto inútil que no tenía nada que ver con su país. Sin embargo, la madre de su prometida lo tachó de cobarde. Después, cuando él terminó perdiendo la pierna, la madre le sugirió a la chica que se casara con otro.

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