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Authors: Frank Thompson

Símbolos de vida (15 page)

BOOK: Símbolos de vida
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—Buenos días, Walt —saludó alegremente.

El niño le devolvió el saludo con la mano y siguió dibujando unos cuantos segundos más, antes de levantarse y acercarse a Jeff. Le tendió el papel y éste lo tomó. Era un retrato de Jeff como superhéroe, sosteniendo a Michael en sus brazos mientras volaba sobre la isla.

—¿Qué es esto? —preguntó, sonriendo.

—Mi padre me ha dicho que le salvaste la vida —explicó Walt—, Aunque dice que no está seguro de qué.

—Francamente, yo tampoco estoy muy seguro —confesó, palmeando el hombro de Walt—: Y créeme, el verdadero héroe es tu padre por venir a buscarme. Si no me hubiera empeñado en visitar las cuevas, ni siquiera se hubiera puesto en peligro.

"Además",
se dijo a sí mismo,
"no fui yo el que salvó a Michael, sino Savanah. Y también me salvó a mí... como dijo en su momento que haría".

—Ya sé que mi papá es un valiente —sonrió Walt—, He hecho otro dibujo en que él te lleva a ti volando.

Jeff estalló en carcajadas.

—¡Muy diplomático por tu parte!

—¿Me contarás lo que pasó en esas cuevas? —preguntó Walt, tras dudar un segundo.

"Ponte a la cola",
pensó Jeff, pero se agachó hasta que sus ojos quedaron a la misma altura que los del niño:

—Te lo contaré... en cuanto lo asimile. Te prometo que te lo contaré todo algún día, ¿vale?

—Vale —aceptó Walt sin problemas. Ya se alejaba, cuando dio media vuelta y gritó—: Si no te molesta, ¿podrías darme unas cuantas lecciones de dibujo?

—¿Lecciones de dibujo? —repitió él, sorprendido.

—Me gustaría darle una sorpresa a mi padre.

—Será un honor —aceptó Jeff, sonriendo—. Solía ser un buen profesor.

—Gracias.

Jeff se quedó mirando el dibujo. Pensó en volver a su estudio y colocarlo entre sus propios trabajos, pero no le pareció correcto. El retrato de Walt rebosaba optimismo, humor y encanto. Sus obras hablaban de los rincones más oscuros del alma y del espíritu. Dobló el papel con cuidado y se lo metió en uno de los bolsillos de su camisa. Más tarde ya encontraría un buen lugar donde exponerlo.

—21—

Jeff caminaba entre las olas, sosteniendo una lanza en su mano y contemplando fijamente las espumosas aguas que se arremolinaban entre sus piernas. La lanza era más corta y ligera que las que habían usado para cazar a la jabalina: estaba pensada para pescar.

Jin se encontraba a pocos metros de él, en condiciones similares a las de Jeff, pero el coreano ya había alanceado tres peces moderadamente grandes, mientras que él ni siquiera había visto ninguno.

Aún así, disfrutaba de la pesca. El sol era brillante y cálido; el agua, fría y refrescante, y la tarea requería suficiente concentración como para mantener su mente alejada de otros asuntos... que es lo que pretendía esos días más que ninguna otra cosa: algo que le impidiera pensar en Savanah, algo que no le dejara obsesionarse con los extraños acontecimientos de la cueva. Intentaba ser pragmático, decirse a sí mismo que fuera lo que fuese lo que hubiera ocurrido, ahora ya había terminado. Fin de la historia.

Pero no lo conseguía. Pensaba en aquello casi todos los malditos minutos.

Por eso, en aquel momento, se alegraba de estar pensando únicamente en encontrar un pez y pescarlo. Contemplar el agua era hasta cierto punto hipnótico y se entretenía tarareando una melancólica melodía que había oído a menudo de niño en la isla de Arran.

 

Anoche soñé

Que mi amor muerto regresaba

Tan suavemente entró

Que sus pies no hicieron ruido

Se acercó hasta mí

Y esto dijo:

Estaré contigo, amor mío

Hasta el día de nuestra boda.

 

Aquella preciosa canción céltica resonaba en su mente casi todos los días. Siempre le había gustado, pero ahora tenía un toque mucho más personal. Su amor muerto había vuelto realmente, y no en un sueño.

Hacía mucho tiempo, toda una vida, que estaba junto a Savanah en su estudio, bajo la manta y hablaban de si podía existir un amor que perdurase más allá de la muerte, más allá del tiempo. ¿Crees que una cosa así puede existir?", había preguntado ella.

"No,
por supuesto que no",
se dijo a sí mismo. Pero lo que respondió realmente fue:
"Sí, por supuesto que sí".

Y ahora lo creía de verdad.

 

Eran más de cuarenta náufragos en la isla debido al accidente del Vuelo 815 de Oceanic. Y eso significó que a Jeff le pidieron más de ochenta veces que contase lo ocurrido en las cuevas. Como Hurley y Charlie se explayaron ampliamente narrando su terrorífica experiencia con el monstruo invisible durante la cacería. Jeff descubrió que podía ser todo lo críptico que quisiera respecto a lo sucedido, y la gente parecía darse por satisfecha.

—Sólo fue una de esas cosas misteriosas que pasan aquí —decía—. Algo completamente inexplicable.

Algunas veces, incluso describía las sombrías criaturas y sus horribles gruñidos, detallando morbosamente cómo aquellas cosas provocaron los cortes de Michael y los suyos con lo que pudieron ser uñas afiladas como navajas.

—Pero, ¿qué eran? —terminaba preguntando—. No tengo ni idea. Sólo sé que no quiero acercarme a aquella cueva nunca más y os sugiero que vosotros también permanezcáis alejados de ese lugar maldito.

En resumen, Jeff contaba la verdad... hasta cierto punto. Nunca mencionó a Savanah o al bebé. Y nunca intentó explicar lo que creía que era el verdadero trasfondo de todo: que todo aquello no era un misterio propio de la isla, como el monstruo invisible, sino uno propio, particular, reservado sólo para Jeff.

Pero la experiencia sacó a Jeff de su concha. Ahora se relacionaba con los demás náufragos, trabajaba a su lado, jugaba al golf con ellos y empezaba a sentirse como un miembro de la comunidad y no como el eremita que había elegido ser durante tanto tiempo.

Por otra parte, lo ocurrido en la cueva hizo que Jeff se volviera más introspectivo aún que antes. Pensaba en ello todos los días. Puesto que Michael no recordaba casi nada y Locke no vio nada fuera de lo normal, a veces pensaba que todo había sido una alucinación. Si alguna vez consiguiera creerlo realmente, obtendría una mayor paz mental... Como en la letra de la canción, la gente soñaba con sus "amores muertos" constantemente. Y, en ocasiones, esos sueños eran tan vividos, que incluso cuando el soñador despertaba, le era difícil compartir el sentimiento de que había sido un encuentro real, un encuentro más allá de las fronteras de la muerte.

Pero Jeff sabía que no había vivido ningún sueño. Savanah fue hasta él. Había acudido para salvar su miserable vida como una vez dijo que haría, pero también para transmitirle algo. Y un mes después de concentrarse diariamente, de repetir de forma incesante en su cabeza los acontecimientos, no tenía ni idea de cuál podía ser ese mensaje.

Captó un movimiento plateado cerca de sus pies. Instintivamente, hundió su lanza en el agua y sintió que contactaba con algo. Al levantar el arma, quedó encantado —y más que un poco sorprendido— al ver un enorme pez agitándose en la punta. Lo alzó alegremente hacia el cielo y gritó feliz:

—¡Jin! ¡Jin!

El coreano levantó la vista y vio la presa. Sonrió a Jeff y alzó el pulgar en signo de aprobación antes de volver a su propia pesca.
"Oh, bueno",
pensó,
"eso ha sido todo un elogio para tratarse de Jin".

Caminó hasta la orilla y dejó el pez en la pequeña piscina que Jin había excavado en la arena, llenándola después de agua marina. Eso mantendría la pesca fresca hasta la hora de la comida. Jeff sintió un poco de orgullo al descubrir que su aportación era la más grande del lote.

—Eres un gran pez en un estanque pequeño —le dijo a su presa—. Eso es lo que era yo en Lochheath. Y ahora, míranos a los dos.

—¿Hablando con los peces, colega? —preguntó Hurley, acercándose por la arena.

—Bueno, ¿tiene algo de malo? —contraatacó Jeff, pero sonriendo—. Mientras al pez no se le ocurra contestar...

—Tío, después de todo lo que he visto aquí, no me sorprendería lo más mínimo.

—Ni a mí.

—He estado hablando con Jack —siguió Hurley—. Me ha encargado que te diga que si quieres trasladarte con su grupo a la jungla, por él vale. Hay espacio de sobra.

—De acuerdo.

—Creo que se alegrará. Cree que si estamos juntos en un solo lugar, podremos protegernos mejor.

—Cierto —admitió—, pero no lo haré por eso.

—Entonces, ¿por qué? Ese pequeño refugio tuyo está muy bien, casi parece la cabaña de un hotel.

Jeff lo pensó un momento antes de responder:

—Ya no lo necesito. No he dibujado ni esculpido nada desde... bueno, desde hace casi un mes. Tengo la sensación de que descubrí el estudio por alguna razón, y ahora esa razón ha desaparecido.

Hurley lo miró desconcertado, pero eran muchas las cosas de la isla que lo desconcertaban, así que había aprendido a tener cierto grado de ecuanimidad.

—Walt me ha dicho que le estás dando lecciones de dibujo —comentó el otro, cambiando de tema.

—Sí, es verdad —sonrió Jeff—. Tiene muy buena mano.

Ambos escucharon un grito y dieron media vuelta para descubrir a Jin dando voces y gesticulando. No pudieron entender las palabras, por supuesto, pero sabían que Jin estaba reclamando que el pintor volviera al trabajo.

—La pausa para el café ha terminado —le dijo a Hurley.

—Sí, eso parece. Vuelve con él.

Jeff retomó su posición en el agua y empuñó firmemente la lanza dispuesto a conseguir otra pieza. Pero, aunque siguió allí durante una hora, ni siquiera llegó a ver otro pez. Sonrió a Jin disculpándose, mientras éste reunía todas las piezas para asarlas en la hoguera. Pudo ver hasta una docena de peces rodeando al suyo.
"Pero el mío es el más grande",
pensó, intentando salvar su orgullo.

Paseó por la playa hasta llegar a la pequeña cascada que le había servido de guía en su viaje hasta las cuevas. No había nadie cerca, así que se quitó la ropa y se sumergió en el agua fresca y clara. Estaba fría, bastante más fría que la del mar. Nadó unos segundos sintiéndose limpio y refrescado. Entonces, se colocó bajo la cascada y disfrutó sintiendo su efecto relajante.

El sol reverberaba en el agua, haciendo que la superficie de la pequeña piscina brillara como una joya. La luz se filtraba en cada gota como a través de un pequeño prisma, y sutiles, hermosos arcos iris brotaban por todas partes antes de explotar en una armonía de puro color.

Jeff flotó de espaldas un buen rato y terminó chapoteando, feliz como un niño. Recordó lo mucho que disfrutaba sumergiéndose e intentando aguantar la respiración cuanto más tiempo mejor, así que decidió hacer una intentona. Aspirando una profunda bocanada de aire, se hundió bajo la superficie con un golpe de ríñones y llegó al fondo de la piscina, claramente visible gracias a los rayos del sol. Era un mundo fascinante de silencio y tranquilidad, y deseó que hubiera una forma de poder quedarse allí eternamente. Pero sus pulmones empezaron a arder y supo que debía volver a la superficie.

Mientras ascendía, entrevio una figura junto a la piscina.
"Vaya, esto puede ser un poco embarazoso. Estoy tan desnudo como el día en que nací",
pensó.

Emergió, aspiró aire ansiosamente y se frotó los ojos para liberarlos del agua. Se giró en dirección a la figura y dijo:

—Tengo que advertirte que mires hacia otro lado, porque...

La temperatura del agua parecía descender de súbito unos diez grados. O quizás empezó a temblar por otra razón.

Savanah se encontraba en la orilla.

La visión de la chica hizo que Jeff casi resbalase en el fangoso fondo y volviera a sumergirse. Recuperó el equilibrio y, sin preocuparse de su ropa, corrió hacia ella.

—¡Savanah! —gritó.

Pero ya no estaba allí.

Se quedó inmóvil en la orilla, buscando con la mirada cualquier signo, cualquier prueba de que su visión había sido real, pero no encontró nada. Reunió su ropa y se secó con la camiseta. Entonces, se vistió y volvió caminando a su estudio.

 

Anoche soñé.

Que mi amor muerto regresaba...

 

Se detuvo ante la estrecha entrada de su casa natural. Algo le hacía dudar de la conveniencia de penetrar en ella. Como le dijera a Hurley, tenía decidido abandonar aquel lugar. Allí sólo había creado trabajos oscuros y perturbadores, y las pistas que le podían haber proporcionado aquellos trabajos no resolvieron nada, sólo lo condujeron a misterios todavía más profundos y oscuros. Allí no había respuestas. No había respuestas en ninguna parte. Mañana se trasladaría a las cuevas con los demás y su pasado quedaría oficialmente cerrado.

Jeff se agachó para entrar en el estudio. El interior era más oscuro, pero numerosos huecos entre las ramas y las hojas que formaban el techo permitían que el sol se filtrase en forma de pequeños puntos de luz que, como Jeff pensaba a menudo humorísticamente, le daba hasta cierto punto un aspecto de discoteca.

Sólo tardó unos segundos en ajustar su visión a la penumbra de aquel espacio, y entonces lo vio. En el centro del estudio había un disco de madera, con un extraño e intrincado dibujo tallado en él.

Era el talismán.

—22—

Jeff cogió el disco del suelo y le dio vueltas entre los dedos. La última vez que lo vio fue en la cueva, cuando Savanah lo recogió después de que él lo tirara al suelo.

Ahora, estaba allí.

Y Savanah también había vuelto.

La sintió antes de verla. Dándose media vuelta lentamente, tan ansioso como temeroso al mismo tiempo, miró a su izquierda y encontró a Savanah sentada en el suelo con las piernas cruzadas. Era exactamente su forma habitual de sentarse cuando...

Un escalofrío recorrió su columna vertebral,
"...cuando estaba viva".

Jeff empezó a temblar. La primera vez que intentó hablar, su voz sonó como un ronco graznido. Le ofreció el talismán y volvió a intentarlo:

—¿Tú has traído esto?

Savanah exhibió una sonrisa franca, natural.

—Te lo he devuelto —respondió en aquel extraño idioma que oyera en la cueva.

—¿Por qué?

—Porque es tuyo.

—¿Puedo sentarme? —preguntó, acercándose un paso a ella.

—Por supuesto —aceptó la chica—, Pero intenta no tocarme, no es posible.

Se sentó delante de ella y cruzó las piernas imitándola. La contempló maravillado durante un buen rato, mientras ella permanecía muda, sonriendo. Parecía tan sólida, tan real, tan... tan viva.

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