Parasanga
(del griego clásico, del persa): Medida de longitud equivalente a 30 estadios. Véase más arriba.
Pous
(griego clásico): Medida de longitud de aproximadamente un pie (33 cm).
Psiloi
(griego clásico): Soldados de infantería ligera, por lo general armados con arcos y hondas, y a veces jabalinas. En las guerras de las ciudades-Estado griegas, los psiloi se reclutaban entre los hombres libres más pobres, aquellos que no podían costearse la carga económica de una armadura de hoplita y el entrenamiento diario en el gimnasio.
Sastar
(avestano): Tiránico. Un tirano.
Taxeis
(griego clásico): Los regimientos de picadores macedonios. Cada taxeis tenía entre mil y dos mil hombres, en función de las bajas y las deserciones. Sinónimo aproximado de «falange».
Xiphos
(griego clásico): Espada de infantería de hoja recta, usada habitualmente por los hoplitas y los psiloi. En el arte clásico griego, sobre todo en la cerámica de arcilla roja, hay muchos hoplitas que las llevan, pero sólo se han recuperado unas cuantas y sigue abierto el debate sobre su forma y uso. Se parece mucho al gladius romano.
¿Alejandro vencido?
¿A qué vienen semejantes disparates revisionistas?
La continua sucesión de victorias de Alejandro ya fue puesta en tela de juicio en su tiempo y, por tanto, no es preciso tildársela de «revisionista» al historiador que decide creer que Alejandro era falible. La mayoría de nuestras fuentes sobre Alejandro datan de mucho después de los acontecimientos de su vida; pero, a semejanza de los evangelios, sospechamos que los autores antiguos (como Diodoro Sículo, Arriano y Plutarco) tuvieron acceso a obras contemporáneas que hemos perdido. Tanto si se acepta esto como si no, merece la pena señalar que Peter Green, el que en mi opinión es el mejor biógrafo de Alejandro, tenía la impresión de que Alejandro fue vencido el primer día en el Gránico y sólo la intervención directa de Parmenio lo salvó el segundo día.
De igual modo, si bien hay historiadores que dan crédito a Arriano cuando sostiene que Alejandro venció en la batalla del Jaxartes, invito al lector a echar un vistazo a las fuentes con la dosis de cinismo de todo lector de periódicos moderno. Algo salió espantosamente mal en la campaña del Jaxartes, y creo que la mayoría de historiadores estará de acuerdo con eso. Se enviaron tropas a casa y se sufrieron derrotas. Y al final Alejandro decidió no conquistar las estepas y ni siquiera se adentró en ellas.
Hay que señalar que Ciro en verdad perdió la vida y a su ejército contra los masagetas, y que Darío tuvo graves problemas contra los escitas occidentales. En cambio, parece poco probable que el ejército de Alejandro pudiera lograr una victoria decisiva contra los nómadas, aun cuando llegara a cruzar el río. Nótese que, aun aceptando que ganara la batalla, no avanzó un paso más allá del campo de batalla. Comparemos esto con sus acciones en otros campos y reflexionemos…
Yo pienso que perdió, o más bien, tal como la novela da a entender, pienso que no logró vencer.
Para los lectores poco versados en esa época, el asesinato de Parmenio por orden de Alejandro y la pérdida de la columna al sur de Maracanda son hechos históricos, igual que la «traición de Filotas» y sus posteriores tortura y homicidio, la masacre de varios miles de prisioneros sogdianos y las riquezas y poder de las ciudades del Euxino y de las tribus escitas del Mar de Hierba. En mi página web,
http://www.hippeis.com
, hay abundante bibliografía. Para quienes conocen bien estos hechos, he creado mi propia cronología basándome en las espléndidas tablas comparativas que figuran en el anexo de History of Alexander the Great and the Ephemerides of Alexander's Expedition (1953), de Robinson, que permiten al lector comparar cada hecho según las versiones de Arriano, Diodoro, Justiniano, Curtio y Plutarco.
Muy poco sobrevive del idioma escita, y yo soy autor, no lingüista. He decidido representar algunas palabras escitas en avestano, otras en siberiano moderno y otras en osetio, siempre con la intención de mostrar las dificultades que impone una barrera idiomática, incluso cuando muchas palabras comparten raíces comunes. Soy muy poco ducho en griego clásico, y desconozco los demás idiomas mencionados, de modo que cualquier error de traducción sólo debe atribuírseme a mí. He traducido parte de los poemas por mi cuenta, y los demás pasajes proceden de traducciones del siglo XIX y principios del XX, ¡que son excelentes! En particular, el Himno a Deméter de la página 76 procede de la traducción inglesa de Hugh G. Evelyn-White. Los extractos y citas de Lisístrata de Aristófanes de la página 248 son de la traducción inglesa de John Lindsay de 1926. El Himno a Ares de la página 436 también es de la traducción inglesa de Hugh G. Evelyn-White. El poema de las páginas 455-456 procede, por supuesto, de la traducción inglesa de Samuel Butler de uno de los pasajes más famosos de La Ilíada. Y, en la página 523, aparece otro himno homérico; es obra mía (¡con ayuda de Perseo!).
Además, cuando uno escribe sobre una época que adora (y yo estoy enamorado de ésta), no deja de aprender. Y, a medida que aprendo, algunas palabras pueden cambiar o cambiar de uso. A modo de ejemplo: en Tirano usé el Hipárquico de Jenofonte como guía para casi todo. Jenofonte llama machaira al «arma ideal». Estudios posteriores me han revelado que los griegos eran bastante laxos respecto a la nomenclatura de sus espadas (en realidad, todo el mundo lo es, excepto los entusiastas de las artes marciales), de modo que la machaira egipcia de Kineas probablemente fuese llamada kopis. De ahí que en el segundo libro la llame kopis sin ningún reparo. Otras palabras pueden haber cambiado; desde luego, mis ideas sobre la mecánica interna de la falange hoplita lo han hecho. Cuanto más aprendes…
Siempre lamento terminar una novela histórica, porque escribirla es el mejor trabajo del mundo y la investigación que conlleva es lo más divertido que me cabe imaginar. Abordo cada época con una cesta llena de preguntas. ¿Qué comían? ¿Cómo vestían? ¿Cómo funciona esa arma? Esta vez, las preguntas me han llevado a comenzar a recrear el periodo en cuestión. Los «recreadores» del mundo clásico han constituido un recurso muy importante para mí mientras escribía, tanto por los detalles sobre vestimenta, armaduras y comida como por ser una fuente inagotable de inspiración.
A ese respecto, quisiera dar las gracias a Craig Sitch y Cherilyn Fuhlbohm de Manning Imperial, quienes hacen algunas de las mejores reproducciones del mundo de objetos cotidianos de la cultura de la antigüedad clásica
(http://www.manningimperial.com)
. También quisiera dar las gracias a Paul McDonnell-Staff por sus profundos conocimientos y la constante disposición a contestar preguntas, así como a los miembros de la Melbourne and Sidney Ancients por el permiso para utilizar sus fotos, y a muchos recreadores de Grecia, el Reino Unido y otros lugares por su ayuda. Gracias también a Ridgely Davis (¡y a Jack!) que se prestó a enseñarme a lanzar la jabalina a caballo. Y años de gracias a los miembros de mi grupo de hoplitas, los Taxeis Plataea, por hacer de conejillos de indias de buena parte de los experimentos en materia de cultura cotidiana y artes marciales. ¡Adelante con la maratón!
Kineas y su mundo surgieron de mi deseo de escribir un libro que me permitiera abordar en serio asuntos de guerra y política que nos rodean a todos hoy en día. Volvía a estudiar y volvía a mi primer amor: la historia clásica. Y deseaba escribir un libro que mi amiga Christine Szego quisiera tener en su tienda, la librería Bakka-Phoenix de Toronto. La combinación de historia clásica, filosofía de la guerra y cierto elemento chamanístico dio pie al volumen que tiene el lector en sus manos.
Por el camino conocí al profesor Wallace y al profesor Young, ambos muy eruditos y vinculados desde hace años a la Universidad de Toronto. El profesor Wallace contestó a todas las preguntas que le hice, proporcionándome un sinfín de fuentes y dándome a conocer las laberínticas elucubraciones de Diodoro Sículo, para terminar presentándome a T. Cuyler Young. Cuyler tuvo la amabilidad de iniciarme en el estudio del Imperio persa en tiempos de Alejandro y de debatir la posibilidad de que Alejandro no fuera, ni de lejos, infalible. Deseo expresar mi más profundo agradecimiento a estos dos hombres por su inestimable ayuda para recrear el mundo griego del siglo IV a. de C, así como la teoría sobre las campañas de Alejandro que sustenta esta serie de novelas. Toda la erudición es suya y cualquier error que haya es, sin duda, mío. Nunca olvidaré el placer de sentarme en el despacho del profesor Wallace, o en la sala de estar de Young, y comer tarta de chocolate mientras debatíamos el mito de invencible que acompaña a Alejandro.
También quisiera dar las gracias al personal del Departamento de Clásicas de la Universidad de Toronto por su constante apoyo, y por reavivar mi adormecido interés por el griego clásico, así como al personal de la biblioteca Toronto Metro Reference Library por su dedicación y apoyo. ¡Qué importantes son las bibliotecas!
Ahora tengo una página web, fruto de mucho trabajo y creatividad, que le debo a Rebecca Jordan; por favor, visitadla. La dirección aparece más abajo.
Quisiera agradecer a mis viejos amigos Matt Heppe y Robert Sulentic su apoyo al leer la novela y comentarla, ayudándome a evitar anacronismos. Ambos poseen conocimientos enciclopédicos sobre la historia militar clásica y helenística, y, una vez más, asumo cualquier posible error. Además, debo ocho años de agradecimiento a Tim Waller, el mejor corrector del mundo. ¡Y unas cuantas cervezas!
No podría haber abordado tantos textos griegos sin contar con Perseus Project. Este recurso online, patrocinado por la Universidad de Tufts, da acceso en línea a casi todos los textos clásicos en griego y en inglés. Sin él aún estaría bregando con el segundo verso de Medea, por no mencionar la Ilíada o el Himno a Deméter.
Tengo una deuda de gratitud con mi excelente editor, Bill Massey, de Orión, por dar una oportunidad a este libro, por su buen humor ante las sentencias del autor y por su apoyo en todas las etapas. También quisiera dar las gracias a mi agente, Shelley Power, por sus indefectibles esfuerzos en mi nombre.
Por último, me gustaría dar las gracias a las musas del Luna Café, que amén de servir café lo hacen siempre con muy buen humor; sin ellas, desde luego, no habría habido libro. Y todo mi agradecimiento, el de una vida entera, para mi esposa Sarah, a quien dedico este libro.
Si tiene alguna duda o desea ver más o participar (¿quiere ser un hoplita en Marathón?), por favor venga a vernos a
http://www.hippeis.com
. Y quienes tengan interés en leer más aventuras podrán encontrar en la página web una novela breve de 80 páginas (sin coste adicional) sobre los días y semanas posteriores a la muerte de Kineas, titulada Leons Story.
Christian Cameron
Toronto, 2008
CHRISTIAN CAMERON, es escritor e historiador militar. Es veterano de la Armada de Estados Unidos, donde sirvió como aviador y oficial de inteligencia. Reside en Toronto, y actualmente está escribiendo la siguiente novela de la serie TIRANO mientras trabaja en su doctorado en lenguas clásicas.
[1]
Los hetairoi («compañeros») constituían la caballería de élite del ejército de Alejandro Magno.
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[2]
Moira, la fatalidad, y Tiqué, la fortuna, eran la personificación del destino y de la suerte o prosperidad de una comunidad.
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[3]
Guarnición en forma de salsa y frutas fritas o confitadas.
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[4]
Antigua unidad persa de longitud, equivalente a 5,6 km.
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[5]
Animal fantástico con la mitad superior del cuerpo de águila y la inferior de león.
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[6]
Mes del calendario ático que viene a corresponderse con el mes de noviembre.
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[7]
El pancracio era una competición de los Juegos Olímpicos Antiguos. Este deporte era una combinación de boxeo y lucha, que hace pensar hasta cierto punto en las artes marciales mixtas modernas.
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