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Bror Jace asintió lentamente.

—Es una misión suicida.

—No, y eso es precisamente lo único que no quiero que sea. Todos los hechos disponibles indican que va a ser una misión muy peligrosa. —Wedge entrelazó las manos—. Tenemos seis naves y ocho pilotos. Lo siento, Ooryl pero me temo que hasta que no dispongas de una prótesis adecuada no puedo considerarte lo suficientemente recuperado como para tomar parte en esta misión.

El compañero de ala de Corran se hundió un poco más en su asiento. Los androides médicos habían provisto al gandiano de un extraño artilugio que recubría su muñón con lo que parecía —y olía— como un puchero de bacta hirviendo. Debajo de él, un rudimentario brazo protésico terminaba en unas pinzas que se abrían y cerraban.

—Qrygg presenta disculpas por el fracaso de Qrygg.

—Entendemos tus sentimientos, Ooryl. —Wedge se cruzó de brazos—. Tres de vosotros pueden volar, pero no disponen de nave. El ala-X de Lujayne se encuentra en condiciones de volar. Si todos os ofrecéis voluntarios para esta misión, elegiré a uno de vosotros al azar para que pilote esa nave. Si alguien más no quiere ir, recurriré a vosotros. ¿Todos queréis ir?

Los tres pilotos asintieron.

—Efectúa una elección aleatoria, Emetrés —ordenó Wedge.

El androide emitió un suave zumbido.

—Nawara Ven —dijo después.

Shiel soltó un gruñido, y Erisi le dirigió un encogimiento de hombros a Rhysati.

Wedge sonrió.

—Bienvenido a bordo, señor Ven. Volará con el señor Jace, suponiendo que él se ofrezca como voluntario.

El thyferrano le lanzó una rápida mirada de soslayo a Erisi y después sonrió.

—Será un gran placer para mí contribuir a la gloria del pueblo thyferrano como representante suyo en esta misión.

—En cuanto a usted, señor Darklighter, le recuerdo que esto no es el Cañón del Mendigo…

—Ya lo sé, señor. Es más grande, y no vamos a ir ahí para divertirnos. —Los labios de Gavin se curvaron en una lenta sonrisa—. Quiero tomar parte.

Wedge volvió la cabeza hacia Rhysati.

—Y usted, Ynt…

—Alguien tiene que aportar un poco de variedad al club de los muchachos, ¿no?

Wedge se volvió hacia Corran.

—¿Hace falta que se lo pregunte?

—¿Quiere saber si estoy dispuesto a ir a un planeta dominado por el enemigo en el cual tendré que volar a través de una especie de zanja creada por la erosión para destruir una cañería de alcantarillado mediante un torpedo protónico mientras los interceptores zumban a mi alrededor, debiendo hacer todo eso sin ninguna esperanza de ser rescatado en el caso de que cometa algún error?

—Eso es exactamente lo que quiero saber —replicó Wedge en un tono lleno de gélida calina.

Corran sintió un extraño sabor amargo en la boca, y notó que se le formaba un nudo en el estómago. A pesar de las protestas de Gavin, Nawara Ven estaba en lo cierto: aquella misión era totalmente imposible. Llevar a cabo alguna de las hazañas mencionadas quizá fuera posible, pero ejecutarlas todas obligaría a los pilotos a dar el máximo de sí mismos. El que alguno fracasara era inevitable, y lo único que todavía no estaba claro era cuántos y quiénes fracasarían.

Todos lo sabían. Lo sabían tan bien como él, y aun así todos se habían ofrecido voluntarios sin pensárselo dos veces. La misión tenía que ser llevada a cabo, y la llevarían a cabo. No se trataba de una cuestión de supervivencia, sino de cuál era la mejor forma de asegurar el éxito de la misión. Todos habían decidido que eran capaces de hacer lo que se les pedía, y finalmente le había tocado el turno a Corran de llegar a la misma conclusión.

—Un enemigo abrumadoramente superior en número, un objetivo difícil, escasas probabilidades de supervivencia… La típica misión para el Escuadrón Rebelde, ¿eh? —Corran asintió—. Iré, pero con una condición.

—Tome parte en la misión o quédese aquí, señor Horn, pero no habrá acuerdos especiales.

—Pues entonces véalo como una consideración táctica. —Corran se inclinó hacia adelante y apoyó los codos en las rodillas—. Seré el primero en entrar en el valle.

Wedge meneó la cabeza.

—Esa posición ya se encuentra ocupada.

—Necesita un hombre de ala, comandante. —Corran señaló a los otros pilotos con el pulgar—. Ellos han tenido ocasión de adquirir una cierta práctica en el uso de la telemetría obtenida por otra nave para llevar a cabo una misión, y yo no. Haremos la primera trayectoria juntos.

Wedge apartó la mirada de su rostro durante unos momentos, y después sus ojos volvieron a clavarse en Corran.

—Me alegro de tenerle con nosotros, señor Horn. Shiel, Dlarit: trabajarán con el capitán Celchu, y se encargarán de servirnos de oposición mientras llevamos a cabo las prácticas con el simulador. Tendrán que hacer cuanto puedan para matarnos antes de que partamos. Si no consiguen acabar con nosotros…, bueno, en ese caso quizá consigamos regresar para agradecerles todos sus esfuerzos.

30

Corran se apoyó en el simulador y le dirigió una tenue sonrisa a Wedge Antilles.

—Esta vez lo hemos conseguido, jefe, pero por los pelos.

—Ese último tramo es muy difícil. La única manera de salvarlo es mediante un descenso de frenada, pero luego nivelar la nave para lanzar el torpedo resulta realmente complicado.

El joven teniente corelliano asintió. La única vez que había intentado tomar la última curva hacia el objetivo utilizando el timón y deslizándose alrededor de ella, su ala-X acabó estrellándose contra uno de los muros del desfiladero. Hacer ese viraje y escapar de la colisión requería una manipulación muy delicada de los niveles de impulsión y de la palanca de control. Corran era capaz de llevarla a cabo, pero cuando consiguió salir de la curva y recuperar el control de su nave, ya había dejado atrás el objetivo.

—La idea de subir a la entrada de esa última curva y bajar en una especie de vuelo planeado me gusta bastante, pero eso podría atraer a algunos de los TIE que el chico del bacta está iluminando.

—Estoy de acuerdo en que subir y salir del valle para evitar el tener que pasar por esa última curva probablemente sea la forma más sencilla de enfrentarse al problema, pero si vamos los primeros es precisamente para proporcionar a los demás los datos que necesitarán cuando tengan que hacer sus pasadas. Después el señor Jace y el señor Ven decidirán si quieren subir para evitarse esa última curva o si quieren ir a través del valle.

Bror Jace salió de detrás de la esquina del simulador de vuelo de Corran en compañía de su hombre de ala.

—Creo que prefiero el valle, a menos que nuestras disponibilidades de combustible sean más bajas de lo esperado debido a los combates que hayamos tenido que librar.

Corran le guiñó el ojo.

—No te preocupes. Los mantendremos alejados de ti mientras te introduces en el túnel.

—Haré lo que debo hacer.

El twi'lek puso una mano sobre el hombro de Bror.

—Haremos lo que debemos hacer.

Wedge sonrió.

—Únicamente porque nuestros impactos aproximados se encargarán de debilitar la estructura y les pondrán las cosas un poco más fáciles.

—Por supuesto, comandante. —Bror miró a Corran—. Incluso los disparos que no consigan aproximarse al objetivo deberán ionizar la atmósfera y causar ciertos daños.

El teniente corelliano se apartó del simulador.

—La última vez que miré, descubrí que le había acertado a más blancos que tú.

Gavin y Rhysati se unieron al grupo.

—Si no fuera porque estoy cumpliendo con mi parte del trato, Corran ya estaría ganando vuestra pequeña competición, Bror.

El thyferrano desdeñó ese comentario con un gesto de la mano.

—Corran cuenta con una victoria más que yo. Si esta simulación es mínimamente precisa, eclipsaré su marca por tres victorias.

—¿Y eso quiere decir que la competición va a convenirse en un mano a mano entre tú y yo?

Bror bajó la mirada hacia Corran.

—Sólo tú y yo, el uno contra el otro… Tal como ha sido siempre, ¿verdad?

Wedge se interpuso entre ellos.

—Tengan un poco de calma, caballeros, y permítanme que les recuerde dos cosas. En primer lugar, Gavin cuenta con el mejor nivel de aciertos en lo referente a darle al túnel, lo cual significa que la segunda unidad no lo ha hecho tan bien. Y además, nuestro objetivo es ese túnel y no todos los globos oculares y bizcos que revolotean a su alrededor. —El comandante puso una mano sobre el hombro de cada piloto—. No he intentado poner fin a esta competición porque no hay forma humana de impedir que intenten obtener las mejores puntuaciones posibles. Eso les ha proporcionado un estímulo competitivo que resulta muy beneficioso, ya que ninguno de los dos ha permitido que el otro se dejara llevar por la complacencia o el aburrimiento. Un piloto aburrido termina cayendo en el exceso de confianza y el descuido, y no tarda en acabar muerto. Y, a pesar de que he planificado y promovido esta misión tan enormemente difícil, no quiero ver morir a ninguno de nosotros.

Wedge retrocedió un paso y se cruzó de brazos, y durante una fracción de segundo pareció tener muchos más años de los veintisiete que tenía en realidad. Corran vio ese cansancio como las huellas dactilares dejadas por la muerte. «La muerte nunca ha conseguido alcanzar a Wedge, pero ha llegado a estar lo suficientemente cerca de él para dejarle unas cuantas señales… Estoy seguro de que hay una pesadilla para cada piloto que el Escuadrón Rebelde ha perdido, y apuesto a que nuestro comandante pasa por todas ellas con mucha más regularidad de lo que le gustaría».

El comandante del escuadrón consiguió obligar a sus labios a que formaran una sonrisa.

—Cuando les di la bienvenida a este escuadrón por primera vez, les dije que la mayoría de pilotos muere durante una de sus primeras cinco misiones. En las primeras tres tuvimos muchísima suerte, pero después todas las deudas pendientes que habíamos contraído con el azar fueron reclamadas de repente en Luna Negra. Si echamos un vistazo a las cifras, enseguida veremos que no hay ninguna razón para suponer que las cosas vayan a irnos mejor esta vez.

Corran asintió e intentó reprimir el escalofrío helado que estaba recorriendo su columna vertebral. En la primera misión habían dispuesto de once cazas para enfrentarse a los cazas de Luna Negra. Pero de repente tuvieron que enfrentarse a dos escuadrones, y probablemente esta vez tendrían que enfrentarse a una oposición igual de poderosa. Los mejores pilotos del Escuadrón Rebelde tomarían parte en la misión, desde luego, pero las consideraciones de combustible limitarían su capacidad para actuar al máximo de su capacidad.

—Quiero que sepan que he volado con los mejores pilotos de los que dispone la Alianza. Luke, Biggs, Porkins, Janson, Tycho… Sí, he volado con todos ellos. No siento su falta. No vamos a enfrentarnos con una Estrella de la Muerte, y esta misión no se halla envuelta por esa aureola de urgencia. Eso se debe a que por aquel entonces estábamos luchando por la mismísima supervivencia de la Rebelión.

»Pero en realidad esta misión es tan importante como lo fueron esos dos ataques contra las Estrellas de la Muerte. —Wedge clavó la mirada en sus manos, y después volvió a levantar los ojos—. Esta vez estamos luchando por el futuro de la Rebelión y el de todas las personas que quieren verse libres del Imperio. Eso constituye una meta mucho menos inmediata que aquella por la que luchábamos en los viejos tiempos, pero en muchos aspectos es una meta enormemente más noble.

Corran no pudo evitar sonreír. La indefinible sensación de duda y catástrofe inminente que había estado royendo su mente no desapareció, pero perdió una gran parte de su intensidad. Las palabras de Wedge habían conseguido robarle mucha fuerza. El miedo y la inseguridad eran problemas centrados en sí mismo, pero su misión giraría alrededor de otros. Corran haría que el futuro fuese un poco más luminoso para gente como Iella Wessiri y su esposo, y Gus Bastra y su familia. «E incluso para tipos como Toberas Terri…».

La repentina comprensión de que aquel golpe asestado al Imperio le facilitaría considerablemente la vida a la clase de criminales a los que él, su padre y su abuelo habían perseguido en el pasado no podía empañar el evidente atractivo de la misión. Corran nunca había creído en el mito del «bandido virtuoso» en el que tanto le gustaba envolverse a la mayoría de los criminales: despojar de sus riquezas a los ricos para repartirlas entre los pobres era una pauta de conducta que solía ser pregonada en voz muy alta, pero el corelliano jamás había visto ni una sola evidencia de que realmente existiera. Aun así, tampoco podía negar la contribución que hombres como Han Solo o Miran Terrik habían hecho a la Rebelión. ¿Y cómo se podía comparar el mal menor de un hutt con el mal gigantesco de un gobierno capaz de concebir, construir y utilizar armas que podían destruir planetas?

«Si logramos taponar el origen del manantial del mal, resultará mucho más fácil secar todos los charcos y las pequeñas lagunas que ha ido dejando tras de si…».

Wedge miró a los pilotos.

—Esta misión no va a ser nada sencilla, pero sé que podemos llevarla a cabo.

—Si fuera sencilla, no sería una misión para el Escuadrón Rebelde —dijo Corran, dirigiéndole una inclinación de cabeza.

—Y si no se la hubieran encomendado al Escuadrón Rebelde —añadió Bror—, no existiría ni una sola posibilidad de que pudiera ser llevada a cabo.

—Si el ego pudiera proporcionar energía a los escudos de un caza, el señor Bror sería realmente invencible. —Wedge meneó la cabeza—. Disponen de doce horas antes de que tengan que subir a sus naves. Nada de beber, y les recomiendo que intenten dormir un rato. Por obvias razones de seguridad no podrán usar la red holográfica, pero si quieren grabar unos cuantos mensajes para sus amigos o su familia y dejárselos a Emetrés, él se ocupará de que sean enviados en el caso de que llegara a ocurrir lo peor. Ya pueden irse, y les veré a las ocho.

—Estaremos allí, comandante —dijo Corran, dirigiéndole un rápido saludo—. Y más nerviosos que un engendro sithiano al ver el resplandor de la espada de luz de un Jedi, pero listos para enfrentarnos a todo lo que el Imperio pueda lanzar contra nosotros…

**

Wedge contempló alejarse a sus pilotos y vio que tanto Shiel como Erisi se unían a ellos. Después se volvió hacia Tycho y le sonrió.

—Lo del simulador ha sido toda una exhibición. Pero si ese depósito inferior no me hubiera frenado durante la subida, jamás habrías conseguido liquidarme.

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