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Corran se había ganado la amistad que Wedge sentía hacia él, y no meramente gracias a su capacidad como piloto de un ala-X. El joven corelliano se había tomado muy en serio todo lo que Wedge le había dicho sobre llegar a formar parte de la unidad. Era evidente que Corran sabía que seguir a los interceptores que se disponían a atacar a una lanzadera de asalto significaría quedar abandonado, y había hecho esa elección porque en realidad no se trataba de una elección. «El resto de la unidad habría hecho exactamente lo mismo… Y ahora querrán volver allí para rescatar a Corran, naturalmente».
Saltar de Noquivzor a Borleias siguiendo un vector directo sin llevar a cabo un salto lateral previo les permitiría llegar al planeta en poco menos de tres horas. Eso expondría a Noquivzor a un considerable riesgo de ser descubierto por las fuerzas imperiales, pero Wedge esperaba que la gente de Page estuviera dándoles otras cosas en las que pensar. Aun así, un salto a la periferia del sistema de Borleias y luego otro salto de aproximación harían que emergieran del hiperespacio siguiendo una dirección que ocultaría su punto de origen. «O eso espero…».
Un botón verde empezó a parpadear en la consola de mando. Wedge lo presionó, y el hiperespacio desapareció para ser sustituido por el sistema de Noquivzor. El comandante corelliano activó inmediatamente su comunicador.
—Jefe Rebelde a Emetrés.
—Aquí Emetrés, señor. Tengo un mensaje urgente para Bror Jace.
—No es tan urgente como mis órdenes, Emetrés. Que Zraii se prepare para llenar nuestros depósitos, y que haga que unos técnicos empiecen a instalar cañones láser en la
Prohibido
. Volveremos a despegar dentro de una hora como máximo.
—Sí, señor.
—Y contacta con los de inteligencia. Quiero poder disponer de cualquier dato de la red holográfica procedente de Borleias.
—Sí, señor. —El androide parecía un tanto nervioso—. Señor, disponemos de alguna información sobre Borleias.
—¿De veras? —El corazón de Wedge empezó a palpitar frenéticamente dentro de su pecho—. ¿De qué se trata? ¿Tiene algo que ver con Corran?
—Sí, señor.
—Envíamela.
—Es un holograma.
Wedge frunció el ceño.
—Haz que el ordenador lo comprima a dos dimensiones y transmítelo.
—Quizá desee esperar un poco, señor.
—¡Emetrés!
—Iniciando inmediatamente la transmisión tal como ha solicitado, señor.
El monitor pasó a mostrar una imagen de Corran Horn, y Wedge meneó la cabeza. «¿Qué demonios…?».
—Si está viendo esto, comandante Antilles —dijo Corran solemnemente—, eso querrá decir que no he conseguido volver…
Corran disparó un torpedo protónico y vio cómo el primer interceptor se evaporaba. Pasando el control de armamento a la posición de los láseres, empezó a seguir la trayectoria del siguiente TIE. El haz tractor limitaba la libertad de movimientos de su nave, pero un pie dejado caer con fuerza sobre uno de los pedales del timón empezó a volverla hacia la dirección correcta. «Sólo un poquito más…».
Y de repente el interceptor estalló una fracción de segundo después de que una serie de rojos haces láser atravesaran su cabina.
Corran bajó la mirada hacia su mano y se dio cuenta de que no podía recordar haber apretado el gatillo.
Más haces láser transformaron otro TIE en una bola de fuego. «Maldita sea la capa del Sith… ¿Qué demonios está pasando aquí?».
Silbador empezó a emitir una frenética serie de trinos y gemidos.
Corran titubeó, no entendiendo nada, y después volvió a activar su unidad de comunicaciones mientras su caza empezaba a ascender en el interior del volcán e iba adquiriendo velocidad.
ellip; Repito: ¿todavía puedes utilizar el hiperimpulsor?
Corran reconoció la voz.
—¿Mirax?
—Sí. ¿Estás listo para ser sacado de aquí como si fueras una partida de artículos de contrabando?
—El hiperimpulsor está en condiciones de funcionar.
—Ajústalo a mi señal.
—Hazlo, Silbador.
Corran no podía permitirse el lujo de volver la mirada hacia la nave que había atrapado a su caza con aquel rayo tractor, porque el campo de visión delantero contenía entretenimiento más que suficiente para él. La luna de Borleias estaba retrocediendo rápidamente dentro del panorama estelar, al igual que lo hacían los bizcos. Jabalinas de verdoso fuego láser se desplegaban hacia él, pero todas se esparcían inofensivamente sobre sus escudos. Las andanadas con las que Corran replicó al ataque dispersaron a los TIE y un imperial más cayó, presa del artillero del
Patinaje
.
Silbador le lanzó un silbido de advertencia, y un instante después el panorama estelar se estiró en una serie de columnas y entraron en el hiperespacio. Un par de segundos más tarde volvieron al espacio real en un punto que se encontraba bastante por debajo del plano elíptico del sistema de Pyria.
—Acerca tu caza a la nave y entra en la bodega, Corran.
—Será un placer,
Patinaje
.
Corran obedeció la orden y descubrió que los doce metros y medio de longitud del caza podían introducirse en la bodega sin ninguna dificultad. Esperó a que Mirax represurizase el compartimiento después de haber cerrado las compuertas de carga, y a continuación abrió los cierres de su carlinga y salió del ala-X dando un ágil salto. Aterrizó sobre la cubierta con un golpe sordo, y luego sonrió mientras veía abrirse la esclusa de la bodega.
—Permiso para subir a bordo, capitana Terrik.
—¿Me prometes que no se lo dirás a mi padre? —Mirax sonrió y cruzó la cubierta para ir hacia él—. Si pudiera ver un ala-X con insignias de la Fuerza de Seguridad de Corellia en la bodega de mi nave, el pobre se moriría.
—Y si a mi padre no lo hubieran matado hace años, el que mi nave esté aquí también habría acabado con su vida. —Corran envolvió a Mirax en un gran abrazo—. Tu secreto está a salvo conmigo.
—Lo mismo digo, Corran.
Corran no permitió que sus brazos se aflojaran hasta que sintió que Mirax empezaba a romper el abrazo.
—Y te felicito por tu excelente puntería. Destruiste tres interceptores en cuestión de momentos.
Mirax se apartó de él y alzó una mano para señalar la esclusa.
—Fue él quien los destruyó.
La silueta que los había estado observando desde el hueco de la esclusa se encogió de hombros.
—El
Patinaje
te ofrece una plataforma de artillería francamente muy estable, y los pilotos de esos bizcos no eran exactamente los mejores del Imperio.
Corran se sacó el casco, atravesó la cubierta y le ofreció su mano al hombre que acababa de hablar.
—Aun así fueron unos disparos realmente magníficos, capitán Celchu.
«Con ese tipo de habilidades, no consigo entender por qué no está volando con nosotros. El comandante Antilles me dijo que no se lo preguntara, y éste no es el momento más adecuado, pero quiero conocer la respuesta».
Mirax le dio una palmadita en la espalda y permitió que su mano permaneciera sobre ella durante un momento, y Corran descubrió que la sensación le resultaba bastante agradable.
—Subid al puente. Saltaremos al hiperespacio y volveremos a Noquivzor antes de que lo hagan los demás.
—Ah, ¿sí?
Mirax le administró una potente palmada al mamparo más cercano.
—El
Patinaje
puede superar la velocidad de la luz en cero coma seis puntos. No es tan rápido como el
Halcón
, pero no cabe duda de que como nave es mucho más bonito. Con nuestra velocidad, podemos recortar el trayecto de vuelta a Noquivzor y seguir un curso no tan largo. Llegaremos una hora antes que ellos, igual que hicimos al venir aquí.
Corran frunció el ceño.
—Pero ¿cómo han podido llegar aquí si se suponía que nadie debía saber dónde estaba ese «aquí»? El comandante Antilles no informó a los demás hasta nuestro segundo salto.
La contrabandista le dirigió una sonrisa llena de dulzura.
—No tengo la culpa de que hables en sueños, ¿verdad?
Tycho se echó a reír.
—Mirax descubrió una posible filtración de seguridad. Llegamos y descendimos en el lado oscuro de la luna. Sintonizamos las transmisiones del control de tráfico de Borleias y no encontramos ninguna actividad inusual ahí abajo, así que mantuvimos un silencio de comunicaciones absoluto cuando llegó el escuadrón.
Corran se sentó enfrente de él.
—Si nos hubieran dicho dónde estaban, eso podría haber alertado a los imperiales.
—Exactamente. —Tycho siguió a Mirax al interior de la cabina del
Patinaje
y se dejó caer en uno de los asientos de salto—. El escuadrón estaba utilizando unas transmisiones lo más débiles posible, por lo que no podíamos oírlo que había planeado hacer Wedge cuando llegara al lado solar, pero logramos averiguar unas cuantas cosas gracias a los interceptores imperiales: cierto androide verpiniano posee unas habilidades descifradoras tan grandes que no necesitó mucho tiempo para abrirse paso a través de los códigos imperiales. Nos mantuvimos ocultos cuando los bizcos iniciaron su búsqueda, y pensamos que siempre podíamos salir corriendo en cuanto llegaran al volcán.
Mirax volvió la mirada hacia Corran.
—Y entonces apareciste tú con todos esos imperiales pegados a tu cola, así que te recogimos y te sacamos de allí.
Corran soltó una risita mientras se ponía el arnés de seguridad.
—Creía que ya estaba muerto.
—Me imagino que eso es lo que pensará el resto del escuadrón cuando lleguen a Noquivzor. —Tycho le palmeó la rodilla—. Menuda sorpresa se llevarán, ¿eh?
—Sí, supongo que se quedarán muy sorprendidos. —Corran entrecerró los ojos—. Y estoy pensando que eso significa que podemos divertirnos un rato con ellos.
Mirax conectó la consola y dirigió una sonrisa a su piloto sullustano.
—Sácanos de aquí, Liat, y deprisa. El
Patinaje del Pulsar
será la primera nave que ha logrado sacar a un hombre de la tumba para devolverlo a la vida, y además quiero que lo hagamos en un tiempo récord.
ellip; de la luna de Borleias —siguió diciendo la imagen de Corran—. Sé que la decisión de dejarme allí no fue fácil.
Wedge entrecerró los ojos.
—«¿La luna de Borleias? ¿Cómo puede haberlo sabido? Un momento, un momento…».
—Quiero que sepa que no le reprocho mi abandono. Para demostrárselo, le he sacado un poco de Reserva de Whyren a Emetrés y un ryshcate debería estar a punto de salir del horno para cuando aterrice.
—¡Wahoooo! —aulló Gavin por el comunicador.
Wedge activó su unidad de comunicaciones.
—Horn, si no estás muerto… Bueno, te juro que pronto lo estarás. La imagen de Corran se echó a reír.
—Yo también me alegro mucho de verle, comandante. Bienvenido a casa.
**
Wedge se recostó en su asiento y alzó el vaso medio lleno delante de él para que la luz del centro de la sala de descanso hiciera brillar el líquido ambarino que contenía. Su calor químico, ayudado y reforzado por el hecho de poder ver a Corran con vida e ileso, había conseguido expulsar los escalofríos de su estómago y había derretido la tensión acumulada en sus hombros y su cuello. Wedge subió los pies hasta dejarlos apoyados en la mesa y empezó a relajarse por primera vez desde hacía mucho tiempo.
Pensándolo bien, el mensaje de Corran había tenido bastante gracia. Wedge contempló cómo su joven teniente de ojos verdes cortaba el ryhscate caliente y lo iba repartiendo entre los otros pilotos del escuadrón. Todos estaban muy emocionados por su supervivencia y por el éxito alcanzado. Wedge sabía que todos se habían sentido tan horrorizados como él en cuanto las pantallas de sus cabinas empezaron a mostrarles el mensaje, pero nadie se había sentido más aliviado que su comandante cuando la verdad les fue finalmente revelada.
«La broma no ha estado nada mal, Corran. La pagarás muy cara, desde luego, pero ha tenido su gracia…».
Wedge le lanzó una rápida mirada de soslayo a Tycho.
—No puedo creer que le permitieras enviar ese mensaje.
El alderaaniano se encogió de hombros.
—La expresión de perplejidad que apareció en tu cara mientras le escuchabas hablar fue todavía más deliciosa de lo que me había imaginado.
—No olvidaré esto, capitán Celchu.
—Y además, ardo en deseos de ver cómo se lo haces pagar a Corran. —Tycho tomó un sorbo de su lum—. Confío en que se te ocurrirá una buena venganza.
—Puedes estar seguro de ello. —Wedge tomó otro sorbo de whisky y permitió que el líquido reposara sobre su lengua durante unos momentos. Tragar aire con los labios ligeramente entreabiertos hizo que el potente aroma a maderas invadiera su cabeza, y después Wedge tragó el whisky y sonrió—. Corran ha vuelto de entre los muertos, y además tengo entendido que tú también has resucitado. ¿Tres bizcos?
Tycho asintió solemnemente.
—Dos de ellos estaban tan cerca que incluso Emetrés hubiese podido destruirlos. El tercero se encontraba a una distancia media, así que no fue un mal tiro.
—El equipo de seguridad de la Alianza no se ha tomado demasiado bien eso de verse confinado en tus alojamientos, naturalmente.
—No, desde luego. Cuando los hicimos prisioneros se pusieron bastante furiosos. —El oficial ejecutivo torció el gesto—. El problema era que teníamos una posible filtración de seguridad, pero explicar todo lo que hubiésemos tenido que explicar nos habría impedido llegar a Borleias a tiempo de advertirte, suponiendo que eso fuera lo que necesitábamos hacer, claro.
—Pedir perdón siempre resulta más fácil que pedir permiso —dijo Wedge, y soltó una risita—. Yo había estado planeando hacer más o menos lo mismo para el viaje de vuelta a Borleias. Bien, espero que ese problema de seguridad ya esté bajo control…
—Creo que sí. Pero acabar de atar los cabos sueltos significará pasar mucho tiempo con Emetrés.
—Haz que Corran se ocupe de ello.
Tycho meneó la cabeza.
—Uuuuf… Ni siquiera yo creía que estuvieras dispuesto a ser tan repugnantemente vengativo.
—Bueno, después de todo dirigir una unidad no es un juego adecuado para jóvenes. —Wedge bajó los pies al suelo y dejó su vaso encima de la mesa al ver que Corran venía hacia ellos con dos trozos de ryshcate—. Huele muy bien.
—Lo ha hecho Mirax. —Corran le alargó el otro trozo a Tycho—. Los corellianos lo utilizan para las celebraciones.