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BOOK: Título
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Cuando el horizonte apareció bajo la forma de una corona blanca, el ala-X de Wedge levantó el morro y se alejó velozmente de la luna. En Borleias la luna sólo parecía estar medio llena, y los ala-X efectuaron su aproximación utilizando como telón de fondo el lado oscuro de la luna y se sumergieron en el pozo gravitatorio de Borleias. Los pilotos permitieron que el planeta los atrajera, pero antes de que entraran en contacto con las capas periféricas de la atmósfera del planeta, Corran hizo que su ala-X describiese un prolongado viraje hacia estribor y luego invirtió la inclinación del caza para que el lado oscuro de Borleias quedara suspendido encima de él.

El joven corelliano tiró de la palanca de control e introdujo el morro del caza en la atmósfera. La vaina ablativa que Zraii había aplicado a su ala-X empezó a relucir con un potente resplandor rojizo, y un instante después se desintegró en un estallido de chispas que cubrieron la carlinga durante unos momentos. Cuando la nube de fogonazos se hubo disipado, Corran hizo retroceder todavía un poco más la palanca de control e inició un descenso más pronunciado hacia la noche de Borleias.

La vaina ablativa había proporcionado a su nave la apariencia de otro de los meteoros que estaban surcando el cielo nocturno. Corran echó un vistazo a sus sensores y no encontró ninguna indicación de que hubiera sensores hostiles dirigidos contra él. «La entrada está despejada». Con una mirada a sus instrumentos, el corelliano volvió al vector de aproximación y redujo la velocidad para llegar al punto de cita exactamente en el momento fijado.

Accionando un interruptor, Corran conectó la bomba del depósito de combustible auxiliar para que empezara a llenar su depósito de combustible interno. La línea roja de un mensaje de error apareció en su pantalla principal.

—Silbador, la bomba T65-CPA no funciona. ¿Puedes hacer algo al respecto?

Un graznido negativo replicó a su pregunta.

Corran se encogió de hombros. «Tendré que seguir cargando con el depósito durante un rato más… Bueno, no es grave».

La voz de Nawara Ven surgió repentinamente de los auriculares del casco.

—Jefe Rebelde, doce, repito, uno-dos, globos oculares aproximándose desde el oeste, ángeles diez. Se disponen a interceptar el vector, y vuelan en formación de patrulla.

Corran sintió un repentino nudo de tensión en el estómago. «Bastardos afortunados… —Sonrió—. O muy poco afortunados».

—Grupos Dos y Tres, láncense sobre ellos. Nueve, vamos a seguir el vector previsto. ¿Preparado?

—Transmisión de telemetría iniciada y todo listo para seguir las indicaciones. —Corran apretó con más fuerza la palanca de control e hizo que el caza iniciara un veloz picado—. Vamos allá, Silbador… Mantén agachada esa cúpula que tienes por cabeza y disfruta del viaje.

**

Wedge ajustó sus sensores en la modalidad activa e introdujo su ala-X en el extremo más angosto del valle. El ordenador utilizó suaves tonos verdosos para cubrir la carlinga de realces holográficos que se correspondían al terreno exterior. Desplazando la palanca de control hacia babor y estribor, Wedge hizo que su caza fuera avanzando por el silencio del desfiladero. Se elevó sobre su ala de babor para deslizarse por un tramo bastante estrecho, y un instante después se dio cuenta de que Corran había mantenido nivelado su caza detrás de él para recorrer el mismo tramo.

—No hay ninguna necesidad de exhibirse, Nueve.

—Bien, señor —dijo Corran, y después tardó un par de segundos en volver a hablar—. Guía, tengo un par de hostiles que se aproximan por detrás de nosotros.

Wedge accionó un interruptor en su consola.

—Energía a los escudos deflectores traseros.

—Hecho.

—Muestra los datos disponibles sobre el seguimiento, Mynock.

El monitor empezó a ofrecerle imágenes de los dos cazas TIE.

«Maniobrar en la atmósfera debería permitirnos ser más rápidos que ellos, pero aun así preferiría que no estuvieran aquí…».

Wedge activó su comunicador.

—Cuatro, tenemos dos aquí abajo. ¿Puede ayudar?

Bror respondió inmediatamente.

—Negativo, Guía. Tenemos las manos llenas, y los datos de larga distancia indican la presencia de bizcos que se aproximan.

—Recibido, Cuatro.

Wedge frunció el ceño. Que hubiera interceptores y que se dispusieran a intervenir no era una buena noticia. Si los dos escuadrones que habían surgido de la nada al final de la última batalla se enfrentaban al Escuadrón Rebelde, entonces nadie volvería a casa. «Pero ése no es el objetivo de esta misión. Hemos venido aquí a hacer pedazos ese conducto, no a luchar…».

—Aumente la velocidad, Nueve.

—Entendido.

Los ala-X salieron del desfiladero que conducía al valle. A la derecha, grandes llanuras recubiertas de hierba se extendían hacia la lejanía hasta perderse en la oscuridad. A la izquierda, una serie de estribaciones montañosas llenas de estrías se alzaban casi un millar de metros hacia el cielo. La escarpada superficie reflejaba una cantidad de luz lunar lo suficientemente grande para que Wedge pudiera ver el ala-X de Corran como una silueta cuando el caza se colocó casi en paralelo a su estabilizador de babor. El valle volvía a estrecharse a veinticinco kilómetros de aquel punto, y su objetivo se encontraba cinco kilómetros más allá de aquella angostura.

Haces láser de un delicado color verdoso pasaron junto a ellos, hendiendo el espacio que separaba a los cazas rebeldes. Wedge ascendió y se desvió hacia estribor, mientras que la nave de Corran desaparecía en un brusco alejamiento hacia la izquierda. Inclinando su nave y permitiendo que volviera a dirigirse hacia el centro del valle, Wedge vio cómo un TIE bajaba en picado, con sus haces láser arrancando grandes fragmentos del suelo del valle para esparcirlos por delante de la ondulante trayectoria del ala-X de Corran.

Wedge redujo el nivel de impulsión a la mitad y viró a babor. Después volvió a empujar la palanca de control, elevó a la nave sobre su estabilizador-S derecho y la dirigió a través de otro brusco viraje. Nivelándola hacia la izquierda, se introdujo en la estela de popa del TIE que había estado siguiéndole. El dedo de Wedge se tensó sobre el gatillo, y un haz escarlata de fuego láser hizo estallar al caza imperial.

—Nueve, informe.

—Adelante, Guía. Estoy inmediatamente detrás.

—¿Situación?

—Dentro de un segundo podré seguir adelante.

Wedge elevó el ala-X sobre el estabilizador de estribor y lanzó su caza hacia las angosturas del extremo norte del valle. Un potente fogonazo pintó todo un panorama de sombras sobre las rocas blancas, delimitándolas con esquelética claridad. El ala-X se bamboleó cuando fue alcanzado por la onda expansiva de la explosión, pero la firme mano de Wedge consiguió mantenerlo alejado de las paredes del desfiladero.

—¿Qué ha sido eso, Nueve?

—Un depósito de combustible que acaba de estallar.

—Aclaración.

—Los disparos que fallaron el blanco levantaron columnas de partículas de roca y restos que chocaron con mi depósito inferior, y empecé a tener una filtración. Lo he lanzado. El depósito estalló, y el tipo que iba detrás de mí se encontró con la mayor parte de la potencia de la explosión.

Wedge echó un vistazo a sus indicadores de combustible. Su depósito todavía estaba a un cuarto de su capacidad.

—¿Situación de combustible?

—Estoy bien.

—¿Cuánto le queda?

—Tres cuartos de la capacidad. —La ira que había estado impregnando la voz de Corran se transformó en resolución—. Suficiente para hacer el trabajo.

—Recibido. —«Una pasada y después saldrás inmediatamente de aquí, Corran. Estás utilizando tu reserva de combustible». Wedge pasó el control de armamento a la posición de los torpedos protónicos—. Un kilómetro, y armando dos.

—Entendido. Dos armados. ¿Es esa luz que se ve ahí arriba?

Wedge asintió lentamente.

—Abra bien los ojos. Energía a los escudos delanteros.

Virando a estribor, hizo que el caza tomara la última curva antes de iniciar el recorrido final hacia el conducto. Desplazando la palanca de control hacia la izquierda, Wedge niveló bruscamente su ala-X y después, accionando el pedal derecho del timón, inició un rápido deslizamiento hacia la izquierda. Una andanada de haces láser estalló sobre sus escudos delanteros.

Wedge apretó el gatillo y lanzó dos torpedos protónicos que se alejaron con un estridente chirrido, pero en ese mismo instante ya sabía que fallarían el blanco por un considerable margen de altura. Mientras los torpedos estallaban sobre las paredes del desfiladero más allá del túnel de ferrocreto, Wedge activó sus haces repulsores e hizo que el caza saliera despedido del cañón y empezara a ascender. Ajustando el nivel de impulsión a máxima potencia, el comandante corelliano tiró de la palanca de control y salió disparado hacia el cielo.

Mientras se alejaba a toda velocidad de Borleias, Wedge vio cómo los fogonazos de otras dos explosiones se iban desplegando por debajo de él.

—Nueve, informe.

—El mío quedó demasiado bajo. Eso era un vehículo de asalto Juggernaut, y es él quien se ha encargado de proporcionar toda esa iluminación.

—Y además parecía como si estuvieran reforzando el conducto.

—Ya lo he visto. Conseguí destruir una de sus mezcladoras de ferrocreto.

Wedge echó un vistazo a sus sensores.

—Tenemos a todo un escuadrón de interceptores viniendo hacia nosotros.

—¿Qué quiere que haga? Puedo efectuar otra pasada.

—Otra pasada sería un suicidio, Nueve, y no dispone del combustible suficiente para intentarlo.

—Puedo efectuar otra pasada, señor.

Wedge meneó la cabeza.

—Lo que va a hacer es volver a casa mientras todavía puede llegar allí de una pieza.

—No.

—Eso era una orden, Nueve, no una invitación a iniciar una discusión. —Wedge pudo percibir con toda claridad la decepción de Corran. «Es exactamente lo mismo que sentí cuando Luke me ordenó que saliera de esa canalización de la primera Estrella de la Muerte…».—. Váyase, Corran. Ya no puede hacer nada más aquí.

Cuando volvió a hablar, el abatimiento casi hizo temblar la voz de Corran.

—Entendido, señor. ¿Qué va a hacer?

—Nuestra misión consiste en volar ese conducto, y los demás no pueden dejar lo que están haciendo para destruirlo. —Los labios de Wedge Antilles dibujaron una lenta sonrisa—. Lo que los imperiales han instalado allí abajo detendría a casi cualquier piloto, ¿no? Bien, pues voy a recordarles que en el Escuadrón Rebelde no nos conformamos con el primer piloto que llama a nuestra puerta…

35

Kirtan Loor estrujó nerviosamente el extremo de su guerrera entre los dedos y tiró de la visera de su gorra para ajustarla sobre su cabeza. Hubiese querido enfrentarse a la orden de volver a Coruscant con firme confianza y sin sentir ningún temor, pero no se atrevía a permitirse ese lujo. Se le había encomendado la misión de destruir al Escuadrón Rebelde. La mitad del escuadrón había muerto en Borleias, pero la otra mitad vivía y Wedge Antilles y Corran Horn todavía estaban en condiciones de volar. De hecho, la unidad había acumulado una considerable lista de presas durante el tiempo en que Kirtan había estado tratando de destruirla, por lo que no podía imaginarse que Ysanne Isard estuviera de muy buen humor.

El agente de inteligencia se dio cuenta de que estaba sonriendo. «De hecho, no puedo imaginármela de buen humor en ninguna circunstancia…».

La puerta del despacho de la directora se abrió ante él, y la sonrisa de Kirtan desapareció. Isard volvía a llevar su uniforme escarlata de almirante, con la tira negra rodeando su brazo izquierdo incluida. Se había peinado hacia atrás y había recogido sus cabellos sobre la nuca mediante un pasador negro. Isard movió la mano en un gesto de invitación, pero la supuesta naturaleza afable y educada de su saludo únicamente estaba presente en la mano. Sus ojos de distinto color profetizaban el desastre, pero Kirtan tuvo la impresión de que la inmediatez de tal destino quizá pudiera ser retrasada.

—Entre, agente Loor. Confío en que el viaje desde Borleias no haya resultado demasiado agotador.

Kirtan meneó la cabeza, haciendo cuanto podía para ocultar cualquier rastro de fatiga.

—Le pido disculpas por no haber podido presentarme antes. Mi planificación original se vio interferida, y de ahí esta semana de retraso en mi llegada.

—Ya lo sé. Otra operación exigió ciertos recursos que había planeado utilizar para su regreso. —Después descartó cualquier motivo de preocupación relacionado con el retraso mediante un gesto de la mano, algo que Kirtan encontró levemente irritante porque ella era la causa directa tanto de éste como de la semana que había pasado en Toprawa—. Confío en que haya sabido aprovechar su estancia en Toprawa.

—¿Aprovecharla?

Toprawa había sido un punto de transferencia rebelde para los datos robados sobre la primera Estrella de la Muerte. Como castigo por su complicidad con la Rebelión, la población vio reducido su mundo a un estado preindustrial en el que los banthas eran el medio de transporte más rápido y el fuego era el nivel de producción de energía más elevado accesible a los nativos. Las fuerzas imperiales vivían en ciudadelas resplandecientes que permanecían iluminadas como faros durante toda la noche, conviniéndose de esa manera en monumentos visibles de lo que los habitantes de Toprawa habían perdido a causa de su perfidia.

—Estudió su sufrimiento, ¿verdad? —Las oscuras cejas de Ysanne Isard se unieron para formar una línea recta a través de su frente—. Vio en qué se han convertido.

Kirtan tragó saliva.

—Los he visto, sí. Eran realmente patéticos y lamentables.

—¿Y presenció una de sus celebraciones?

Kirtan asintió lentamente. La «celebración» había consistido en que una compañía de soldados de las tropas de asalto llevara una carreta llena de sacos de trigo hasta el centro de una aldea. Para recibir el trigo, los aldeanos tenían que arrastrarse sobre el estómago y avanzar hacia él como si fueran gusanos mientras lloraban y gemían estridentes lamentaciones por la muerte del Emperador. El reparto del trigo se basaba en la creencia de sinceridad que algún soldado de las tropas de asalto otorgara a esa exhibición de luto colectivo. Kirtan no dudaba de que muchas de aquellas personas habían acabado creyendo que lamentaban sinceramente la muerte del Emperador.

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