Trilogía de la Flota Negra 2 Escudo de Mentiras (45 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 2 Escudo de Mentiras
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El general Ábaht dio la espalda a la pantalla que mostraba la orden de bloqueo.

—Por fin —dijo—. Por fin...

—¿Qué ocurre? —preguntó el capitán Morano.

—Vamos a entrar en el Cúmulo de Koornacht —dijo Ábaht—. Vamos a impedir que los yevethanos utilicen Doornik-319 como base avanzada. —Los ojos de Ábaht fueron más allá de Morano y se posaron en el teniente que ocupaba el sillón central del sistema de comunicaciones—. Avise a mi personal táctico. Active las pantallas secundarias, y notifique a todos los mandos que deben empezar a prepararse para un nuevo despliegue.

El resultado final de toda aquella actividad fue que treinta y un navíos del Quinto Grupo de Batalla de la Fuerza de Defensa de la Nueva República acabaron siendo elegidos para entrar en el sistema de seis planetas y una estrella blancoazulada catalogado como Doornik-319. El despliegue estaría encabezado por el transporte de la Flota
Intrépido
, los cruceros de combate
Fortaleza
,
Ilustre
,
Libertad
y
Vigilante
y los transportes de asalto Rechazo y Escudo. La entrada del grupo de bloqueo fue anunciada con tres minutos de antelación por un nuevo mensaje de la princesa Leia a los yevethanos enviado a través de la hiperonda.

—La temeraria decisión de enviar suministros y aprovisionar a las bases y asentamientos situados en territorio conquistado ilegalmente adoptada por el gobierno yevethano supone un claro desafío a nuestra orden de que se retiraran de él —dijo Leia—. En consecuencia, declaro un bloqueo inmediato de tales lugares con los medios que nos parezcan más adecuados en cada momento.

»Este bloqueo tiene como propósito, y así lo declaramos públicamente ahora, impedir el paso a cualquier nave que se dirija hacia el interior del sistema y, sin recurrir a las armas, supervisar la retirada de los ciudadanos yevethanos y el desmantelamiento de las instalaciones yevethanas. Pero sepan que en el caso de que se produzca cualquier acto hostil dirigido contra navíos de la Nueva República que estén tomando parte en el bloqueo, nuestros comandantes están autorizados a responder inmediatamente empleando toda la fuerza necesaria.

»Para evitar un derramamiento de sangre innecesario, pido al virrey Nil Spaar que anuncie lo más pronto posible y con la máxima claridad su intención de obedecer los términos de la orden de retirada, y que sus acciones demuestren de manera categórica y libre de toda ambigüedad la sinceridad de sus palabras.

«Cualquier otro curso de acción que elijan llevará a la guerra.

«Unas palabras muy acertadas. Decididas, enérgicas... —pensó Ábaht, admirándolas a pesar de sí—. Espero que el virrey sea capaz de oír el silbido del acero oculto bajo su voz, y que no nos obligue a sacrificar las vidas de los hijos e hijas de nuestras madres.

—El hurón señalizador efectúa su reentrada... ahora —canturreó el director de salto.

—Confirmen nivel de alerta cero —dijo el capitán Morano.

—¡Confirmando! —anunció el jefe de operaciones ejecutivas—. Todos los sistemas de defensa activados. Escudos preparados para la activación automática al producirse la reentrada. Receptores de alerta en verde. Todos los puestos de combate están ocupados. Todos los sistemas de armamento están activados y listos para entrar en acción. Los interceptores Dos, Cinco y Ocho y los cazas Rojo, Oro y Negro están en las cubiertas y se encuentran preparados para despegar.

—El patrullero de perímetro efectúa su reentrada... ahora —canturreó el encargado de salto.

El capitán Morano tensó nerviosamente las tiras del arnés de seguridad que mantenían unido su cuerpo al sillón de combate.

—¿Cuántos saltos de combate ha hecho, general? —preguntó, volviendo la cabeza hacia Ábaht.

—Demasiados, y no los suficientes —respondió Ábaht.

—Sí, ya entiendo lo que quiere decir —murmuró Morano—. Oiga, general... ¿Qué decía exactamente esa oración de guerra dorneana?

—Ya la he recitado por todos nosotros —dijo Ábaht, asintiendo con la cabeza.

—¡Llamada de atención a todos los puestos y dotaciones! —anunció el director de salto—. Entrada en el espacio real en cinco..., cuatro..., tres..., dos...

—Que todo el mundo recuerde que hay como mínimo un Destructor Estelar muy grande ahí fuera..., ¡así que procuremos localizarlo enseguida! —gritó Morano.

—... uno...

La alarma de salto empezó a sonar, y los visores del puente se llenaron de franjas blancas. Cuando las franjas se colapsaron de repente para convertirse en un resplandeciente panorama estelar, un planeta blanco y marrón, con dos terceras partes de su esfera oscurecidas por la noche, ocupó una considerable porción de la imagen transmitida por los sensores delanteros.

—Oh, demonios... Fijaos en todas esas estrellas —jadeó alguien, reaccionando ante el espectáculo del Cúmulo de Koornacht contemplado desde dentro—. ¿Cómo se supone que se las van a arreglar los artilleros para localizar sus blancos con semejante telón de fondo?

—Basta de charla —ordenó secamente Ábaht—. Quiero un recuento inmediato.

—Iniciando el recuento de la fuerza expedicionaria, señor.

—¡Jefe de tácticas! —llamó Morano—. ¿Dónde se ha metido?

—Los sensores no han detectado ningún objetivo. Los patrulleros informan que no ha habido contactos. Los merodeadores informan que no ha habido contactos.

—¿Dónde está ese Destructor Estelar?

—No lo sé, señor.

—Tiene que estar al otro lado del planeta —dijo Morano, volviéndose nuevamente hacia Ábaht—. Alguien ha tenido mucha suerte, pero no sé si hemos sido nosotros o ellos.

Los informes seguían llegando desde los puestos de control esparcidos por todo el puente del
Intrépido
.

—El recuento ha sido completado, general, todas las naves informan que se encuentran en las posiciones previstas.

—El jefe de hangares informa que todos los aparatos han despegado, capitán. La pantalla de cazas está avanzando hacia la posición de despliegue.

—Enviemos a esos patrulleros lo más lejos posible y echemos un vistazo al otro lado —dijo Ábaht—. ¿Qué tal van esos sondeos de superficie? ¿Han obtenido alguna información que pueda sernos de utilidad?

Morano se volvió hacia Ábaht.

—Quizá han comprendido que hablábamos en serio y se han ido antes de que llegáramos.

—Esperemos a tener noticias de los patrulleros —dijo Ábaht, rozando su comunicador de combate con un dedo—. Aquí líder de la fuerza expedicionaria a todas las unidades: abran la formación y ocupen las configuraciones de órbita asignadas. Mantengan el nivel de alerta actual.

Durante la media hora siguiente la furiosa, casi frenética actividad de los primeros momentos se fue disipando hasta quedar reducida a un nivel más soportable. Los patrulleros de avanzadilla informaron de que todo estaba despejado, y las naves se dispersaron para formar la pantalla de bloqueo: los grandes navíos de combate avanzaron hacia el norte y el sur a lo largo de órbitas medias, los secundarios fueron hacia el este y el oeste por órbitas de gran altura, y el halo de patrulleros y merodeadores que flotaba a su alrededor se fue expandiendo hacia el exterior.

Y durante todo ese tiempo, el Destructor Estelar yevethano no apareció por parte alguna. Tampoco detectaron la presencia de ningún navío de impulsión por ondas, ni en la superficie ni en órbita. Morano frunció el ceño por debajo de la mano que había apoyado en su frente mientras estudiaba el tablero sensor. Ábaht estaba golpeando suavemente el acolchado del brazo de su sillón con un puño, y se preguntaba si podía permitirse el lujo de creer en su buena fortuna.

—Así que hoy no tendremos dragones, ¿eh? —dijo Morano por fin—. La princesa se sentirá muy complacida.

Ábaht meneó la cabeza.

—Hay algo que no encaja en todo esto.

—Bueno, puede que los yevethanos sean la clase de matones que acaban echándose atrás cuando alguien decide plantarles cara.

—No —dijo Ábaht—. El echarse atrás es un comportamiento que sólo puede darse en un tipo de personalidad completamente distinto. Los yevethanos son mucho más duros..., y mucho más calculadores. ¡Operaciones! Quiero que envíen exploradores a los otros planetas del sistema, y de inmediato. Tengo el presentimiento de que los yevethanos no se han ido muy lejos.

—Sí, señor.

Pero no hubo ocasión de poner en práctica esa orden. Las alarmas de contacto empezaron a sonar, y el oficial táctico tuvo que gritar para poder hacerse oír por encima de ellas.

—¡Capitán! Tengo cinco..., seis, ocho, diez, quince contactos hostiles aproximándose desde todos los vectores a velocidades muy elevadas.... Deben de haber hecho un microsalto justo por detrás de los patrulleros...

Algo estalló sobre los escudos de partículas delanteros del
Intrépido
, bañando el puente con un cegador estallido de claridad antes de que los filtros respondieran. El escudo antisacudidas hizo que el navío temblara ligeramente bajo los pies de sus tripulantes.

—¿De dónde ha salido eso?

—Estamos bajo fuego de superficie, general... Cañones iónicos y misiles de alta velocidad. Disparan desde tres emplazamientos distintos.

—Enséñeme los datos tácticos.

La pantalla central se metamorfoseó en un diagrama táctico de tres dimensiones, que mostraba los navíos de la fuerza expedicionaria desplegados en tres caparazones que orbitaban el planeta. Las naves atacantes ya estaban dentro del caparazón exterior, y se precipitaban sobre los navíos primarios desde todas las direcciones de la brújula.

—Aquí líder de la fuerza expedicionaria a todas las naves: devuelvan el fuego a discreción —dijo Ábaht con expresión sombría—. Defiéndanse.

—Que todas las baterías devuelvan el fuego, el protocolo de represalia queda activado y entra en vigor —ordenó Morano—. Jefe de tácticas, informe sobre los efectivos enemigos.

—Cuento tres, repito, tres Destructores Estelares de la clase Imperial; seis, repito, seis navíos como el
Aramadia
y un navío adicional de gran tamaño y configuración y diseño desconocidos.

Todo ocurrió tan deprisa que la sorpresa nunca llegó a disiparse del todo en el puente del
Intrépido
. El Destructor Estelar llegó a toda velocidad, con sus baterías delanteras haciendo fuego incesantemente. Ábaht contempló los navíos esféricos con un interés especial. Con sus enormes siluetas, el aspecto general de aquellas naves de diseño yevethano invitaba a pensar que debían de ser muy vulnerables, pero enseguida demostraron que esa primera impresión no podía estar más equivocada. Sin que pareciesen desconectar sus escudos en ningún instante, los navíos esféricos lanzaron oleadas de torpedos y de un tipo de bomba de gravedad nunca visto anteriormente que parecía estar dotado de impulsores de dirección laterales. Mientras tanto, las baterías láser de gran calibre disparaban una y otra vez desde seis emplazamientos artilleros muy bien disimulados repartidos por el casco de la nave.

Cuatro bombas de gravedad yevethanas escogieron como blanco al transporte ligero
Trinchera
, que estaba avanzando por una órbita de gran altura, y aniquilaron sus escudos de partículas con una explosión coordinada. Unos instantes después un torpedo protónico hizo impacto en el centro del puente, y el navío fue engullido por una enorme bola de fuego.

—Que todas las baterías de defensa centren sus miras en esas bombas lentas —ordenó el oficial táctico de la nave—. General, el
Libertad
informa que ha perdido seis cazas, y sus escudos laterales se encuentran a sólo un cuarto de potencia. El Rechazo ha alterado el curso para ir en su ayuda.

Morano golpeó el brazo de su sillón con el puño.

—Somos muy superiores en número, pero hemos adoptado el peor despliegue posible para rechazar esta clase de ataque —dijo—. Estamos atrapados entre ellos y el planeta, y no disponemos de espacio para maniobrar.

—Paciencia, capitán —dijo Ábaht—. Necesitamos un poco más de tiempo.

El oficial de seguimiento se volvió hacia ellos.

—Los navíos enemigos no mantienen el enfrentamiento, general. Se limitan a hacer una pasada, y luego alteran el curso para seguir trayectorias múltiples. Puede que haya más navíos yevethanos aproximándose por detrás de ellos, señor.

—Guárdese sus especulaciones para usted a menos que yo le pida que me las comunique —dijo secamente Ábaht—. ¿Cómo va el sondeo, coronel Corgan? ¿Han terminado ya?

El oficial táctico de Ábaht contempló su consola con el ceño fruncido.

—Cincuenta segundos más, general —dijo—. Entonces estaré preparado para transmitir.

—De acuerdo. Cincuenta segundos, pero ni uno más —replicó Ábaht—. Aquí líder de la fuerza expedicionaria: que todos los navíos secundarios se preparen para abandonar su órbita y seguir el vector cinco-cinco-dos. Que todos los navíos primarios cubran la retirada.

El jefe de comunicaciones envió una señal a Ábaht a través de su consola.

—Señor, los capitanes del
Ilustre
y el
Libertad
solicitan permiso para iniciar la persecución.

—Permiso denegado —dijo Ábaht—. Líder de la fuerza expedicionaria a todas las naves: envuelvan sus restos con un haz de tracción y llévenselos consigo. Quiero que todos los cuerpos sean recogidos antes de que saltemos.

Esta vez le tocó el turno al oficial táctico de la nave.

—Señor... Podemos acabar con ellos. Bastaría con que nos reagrupáramos y los persiguiéramos...

—¿Con qué pérdidas, bajo estas condiciones? Teniente, no hemos venido aquí para vencer a cualquier precio en una zona de batalla escogida por los yevethanos y luchando en el momento más conveniente para ellos —dijo Ábaht—. Hemos venido aquí para obtener la información que necesitamos si queremos ganar la próxima batalla..., y le aseguro que ese momento llegará antes de lo que ellos piensan.

—Sí, señor.

—Transmitiendo —dijo el coronel Corgan—. Mensaje enviado.

Ábaht asintió.

—Líder de la fuerza expedicionaria: que todos los navíos secundarios abandonen sus órbitas. Ya tenemos lo que habíamos venido a buscar, y ahora los yevethanos recibirán su merecido. —Sintonizó su hipercomunicador en el canal de mando protegido y tecleó el código de transmisión—. Líder de la fuerza expedicionaria a todos los grupos: su autorización es kaphsamekh-nueve-cifra-nueve-adelante-daleth. Denles una buena paliza.

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