Tu rostro mañana 1.-Fiebre y lanza (15 page)

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Authors: Javier Marías

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BOOK: Tu rostro mañana 1.-Fiebre y lanza
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'Barcelona 17, 4 tarde', indicaba la primera y más breve parte de la noticia. 'La Policía ha realizado algunas detenciones de elementos destacados del POUM, entre los que se encuentran Jorge Arques, David Pérez, Andrade y Ortiz. Nin, que fue detenido ayer, ha sido trasladado a Valencia.' La firmaba
'Febus',
otro alias obviamente. La segunda parte añadía: 'Barcelona 17, 12 noche. Durante el día de hoy, la Policía ha seguido realizando detenciones de elementos destacados del POUM. Como ya se sabe, el dirigente de más prestigio de este partido, Andrés Nin, fue detenido hace unos días, y desde la Delegación del Estado en Cataluña se le trasladó a Valencia y desde esta población ha salido para Madrid. Se realizaron después unas catorce detenciones, entre ellas, la del director del diario
La Batalla,
órgano del POUM, y de algunos redactores de este periódico. Los talleres, Redacción y Administración del mencionado diario fueron incautados por las autoridades. Debido a las declaraciones prestadas por los detenidos, se procedió a nuevas investigaciones, que dieron por resultado la detención de cincuenta personas más. Todos ellos han sido trasladados a la Delegación del Estado en Cataluña.
Figuran entre los detenidos varias mujeres, de singular belleza, de nacionalidad extranjera.
Este servicio lo están llevando a cabo agentes de las brigadas criminal y social ayudados por guardias de Asalto y Seguridad. Se han incautado de todos los locales que esta organización tenía en Barcelona y estudiado minuciosamente la documentación encontrada en los archivos por veinticinco agentes especializados en esta labor. En una torre de San Gervasio, que fue propiedad del Beltrán y Musitu, donde el POUM tenía instalado un cuartel, se está realizando un minucioso registro, y se han encontrado varios millares de equipos completos para soldados, del último modelo'. Volvía a firmar
'Febus'.
El subrayado no era de ese redactor pseudónimo ni tampoco es mío, sino de "Wheeler, de quien había encontrado no pocos en sus muchos libros ya hojeados y aun saqueados, así como anotaciones marginales no muy extensas o es más, por lo general cifradas o abreviadas y así mal comprensibles para mí o para cualquiera que pudiera verlas. En esta ocasión, a la derecha de la media columna reproducida en tinta roja, había escrito verticalmente (apenas le quedaba espacio), a pluma como de costumbre y con su inconfundible letra que yo bien conocía: 'Cf
From Russia with Love,
es decir, 'Conferre
Desde Rusia con amor,
latinajos hasta en los márgenes, por mucho que la abreviatura
'Cf
sea una manera frecuente en inglés de remitir en un texto a otra obra, el equivalente de nuestros
'Vide'
o 'Véase'.
¿Desde Rusia con amor,
la segunda aventura o entrega de James Bond si mal no recordaba, a lo sumo la tercera o cuarta? Y me pregunté en el acto si se referiría a la película, que desde luego yo había visto en su día (aún con el gran Sean Connery, de eso estaba seguro), o a la novela del malogrado Ian Fleming en que se basaba. La curiosidad gratuita o inmotivada (que es la que aqueja a los eruditos) nos convierte en peleles, nos zarandea y arroja de un lado a otro, disminuye nuestra voluntad y lo peor es que nos escinde y dispersa, nos hace querer cuatro ojos y dos cabezas o más bien varias existencias, con cuatro ojos y dos cabezas todas ellas. Aun así logré mantenerme atento un rato más a aquel
Doble Diario,
pero no traía gran cosa sobre los avatares de Nin y el POUM, los cuales, por otra parte —me daba cuenta—, no me interesaban demasiado en sí mismos, o al menos no me habían interesado antes de abrir aquellos volúmenes, Orwell y Thomas en un principio. (Todo culpa de Tupra, él me había enredado, lo hizo desde el primer instante.)

En el mismo
Abc
republicano del día siguiente, 19 de junio de 1937, vi una página entera sobre el Pleno del Comité del Partido Comunista que había empezado a celebrarse en Valencia. En la primera sesión había intervenido con un 'informe' Dolores Ibárruri, sin duda más conocida entonces y ahora y en el futuro por su correspondiente alias, Pasionaria, la cual, 'siempre adicta a Stalin' y quizá en 'un estallido de histeria', como había murmurado Benet poco antes, dedicó cuatro furibundas y despiadadas palabras a los depurados de aquellos días: 'En el acto del Monumental Cinema', dijo, 'levantamos la bandera del Frente Popular. Los enemigos de esta unión son ciertas izquierdas y los trotskistas. Jamás serán excesivas las medidas que se tomen para liquidarlos'. Me dieron ganas de subrayar yo esta última frase, tan invitadora a las liquidaciones que en efecto se siguieron, pero me abstuve, al fin y al cabo eran tomos de Peter y no era previsible que yo volviera a consultarlos nunca más en la vida, tras aquella noche de rara vigilia impremeditada.

Vi que el
Abc
franquista de Sevilla se hacía por su parte casi inaudible eco de las purgas catalanas en una sucinta y desapasionada nota del 25 de junio, cuya indiferencia mal casaba con las acusaciones que situaban al POUM y a sus dirigentes al servicio de Franco, Mussolini, Hitler, su Gestapo y hasta la Guardia Mora: 'El Gobierno Rojo', era su titular, 'a raíz de la pérdida de Bilbao, fusiló a varios dirigentes del POUM. La situación en Cataluña'. La noticia decía: 'Salamanca 24. Noticias de procedencia francesa aseguran que a raíz de la pérdida de Bilbao el Gobierno de Valencia ha tomado la ofensiva contra el POUM y otros partidos poco afines, para evitar sucediera lo contrario'. (Frase casi ininteligible, por cierto, la derecha más bruta siempre que la izquierda.) 'Según estos informes, Andrés Nin, Gorkin y un tercer dirigente cuyo nombre se desconoce, han sido llevados a Valencia y ejecutados. Todos los dirigentes trotskistas han sido detenidos por orden del cónsul de los Soviets, Ossenko, que ha recibido orden de su Gobierno de realizar en Cataluña una represión semejante a la última realizada en Rusia contra Tukachewsky y sus amigos.'

Obviamente los datos eran del todo inexactos y no sólo en lo relativo a Nin, ya que más de un mes más tarde, el 29 de julio de 1937, el
Abe
republicano de Madrid, siempre con la firma de
Febus,
reproducía sin comentarios la nota hecha pública por el Ministerio de Justicia 'sobre los encartados por delitos de Alta Traición'. 'Han sido entregados al Tribunal de Espionaje y Alta Traición' (que de hecho acababa de crearse el 22 de junio al efecto, como lo prueba que el sumario número 1 de ese juzgado Especial fuera el instruido contra el POUM) 'los atestados correspondientes' a once acusados, diez del Partido Obrero de Unificación Marxista y uno de Falange Española, mencionándose entre los primeros a Juan Andrade y 'Julián Gómez Gorkin'. Dichos atestados los formaba 'abundante documentación encontrada en el local del POUM: claves, códigos telegráficos, documentos referentes a tráfico de armas, contrabando de dinero y objetos de valía, diversos periódicos de diversas capitales, principalmente de Barcelona; comunicaciones de elementos extranjeros alusivas a entrevistas habidas dentro y fuera del territorio leal, y participación de elementos extranjeros en los antecedentes de espionaje y movimiento subversivo de mayo último'. El escrito terminaba con una elocuente advertencia a posibles intercesores: 'Son, pues, inútiles, cuantas gestiones se intenten que no se reduzcan a la estricta y leal aplicación de las leyes'. Lo de los 'diversos periódicos de diversas capitales' me pareció lo más indefendible y traicionero de todo; y que encima fueran 'principalmente de Barcelona', hallándose el local del POUM registrado en esa ciudad precisamente, una agravante clamorosa y sin duda condenatoria. Los diez encausados eran varones y tenían nombres españoles, luego las varias mujeres de nacionalidad extranjera y de singular belleza parecían haber salido con bien y escurrido el bulto, como correspondía a sus características.

En cuanto al 'cónsul de los Soviets, Ossenko', según la tinta gris azulada —en realidad Antonov Ovseenko—, si las detenciones habían sido efectivamente ordenadas por él cumpliendo a su vez órdenes de su Gobierno ruso, debió de ser
in extremis
y la obediencia no le sirvió de gran cosa, ya que en junio —es de esperar que muy a finales, para que le diera por lo menos tiempo a cursarlas y a saber a Nin ajusticiado— fue requerido en Moscú para su nombramiento como Comisario de Justicia del Pueblo y su inmediata incorporación allí al nuevo cargo: 'broma típica de Stalin', musitaba ahora Thomas en una nota a pie de página, pues el viejo camarada Antonov Ovseenko nunca llegó a su puesto y desapareció para siempre sin dejar rastro, no se sabe si en un campo de concentración lento y lejano o despachado con prontitud al subsuelo en cuanto pisó suelo patrio. Sin duda su compatriota de Madrid, Orlov, tenía bien aprendida la mortal lección de aquel cónsul —veterano del asalto al Palacio de Invierno de San Petersburgo y antiguo amigo personal de Lenin— cuando a su vez fue llamado, algo más tarde, desde Rusia con amor.

Aquella anotación de Wheeler seguía llamándome a mí, por su parte: 'Cf
From Russia with Love.
¿Qué diablos tendría que ver esa novela o película de espías ya fríos con Nin, o con el POUM, o con sus hermosas mujeres foráneas? Y aunque el
Doble Diario
no cesaba de atraer mi atención por otros mil motivos y no pensaba abandonar aún mis leídas por tarde que se me estuviera haciendo —todo despertaba mi curiosidad gratuita, desde titulares incomprensibles como uno del 18 de julio de 1937 que decía
verbatim:
'El torero Sidney Franklin, natural de Brooklyn, pone de manifiesto los embustes de Franco', hasta algunos artículos, con los que me fui topando, escritos por mi padre cuando era muy joven en el
Abc
madrileño y por tanto reproducidos ahora en tinta roja, bien firmados con su propio nombre, Juan Deza, bien con el pseudónimo que había empleado a veces durante la contienda—, de repente me acordé de una cosa que me hizo dejar los grandes tomos a un lado y levantarme indeciso. En una pequeña habitación contigua a la de invitados que yo había ocupado otras veces y tendría ya preparada para aquella noche, había visto novelas policiacas o de misterio, a las que Wheeler, como toda persona especulativa y más o menos filosófica, era calladamente aficionado (no tanto como secretamente, pero tampoco iba a guardar esa parte de su biblioteca enorme en sus salones o en el estudio, a la vista de cualquier colega fisgón y maledicente que lo visitara). En alguna ocasión me había preguntado, incluso, si no las escribiría con pseudónimo él mismo, como tantos otros
dons
de Oxford y Cambridge que en principio no quieren ver mezcladas esas actividades plebeyas con sus verdaderos nombres de lumbreras o eruditos o sabios, pero que casi siempre acaban por desenmascararse solos, sobre todo si el elogio y las ventas acompañan a esas novelas, obras menores o de diversión para ellos a las que nunca dan importancia, pero mucho más remunerativas que las que consideran valiosas y serias y sin embargo casi nadie lee. Era el caso de muchos: el Catedrático de Poesía en Oxford Cecil Day-Lewis había sido Nicholas Blake para los adictos a los enigmas, el anglicista JIM Stewart, también de Oxford, había sido Michael Innes, y hasta uno de mis antiguos colegas, el irlandés Aidan Kavanagh, experto en el Siglo de Oro y jefe de la SubFacultad de Español a la que yo estuve adscrito, había publicado desenvueltas novelas de horror y éxito bajo el alias exagerado de Goliath Cherubim, nadie pudo llamarse jamás de ese modo.

En alguna noche de insomnio pasada en la casa había curioseado un poco en esa habitación pequeña, recordaba haber visto obras de autores policiacos clásicos, Ellery Queen y Agatha Christie, Van Dine y Van Gulik, Woolrich, Highsmith y Dexter, y por supuesto Conan Doyle, Simenon y Chesterton, conocía los nombres a través de mi padre —mucho más especulativo que yo—, no directamente sus creaciones (Sherlock Holmes y Maigret aparte, que son cultura general básica). Tal vez hubiera suerte —la curiosidad acuciante, cuando nos prende— y estuviera junto a ellos Fleming, aunque no fuera propiamente un autor policiaco, imagino que todos los anteriores lo habrían desdeñado con un rictus, también hay plebeyos para los plebeyos siempre, y parias para los parias, también siempre (misterios de la voracidad, supongo). Me mantuve indeciso durante unos segundos. Si subía ahora los dos pisos corría más riesgo de despertar a Wheeler o a la señora Berry, pero habría de subirlos en todo caso más tarde para acostarme (aunque entonces no bajarlos y subirlos de nuevo), y el ruido de la vieja máquina que había usado con alegría había ya representado un considerable riesgo, caí en la cuenta. Dudé si poner algo de orden, antes, en el desbarajuste del estudio; pero pensaba seguir todavía un rato mirando aquel
Doble Diario
que contenía noticias estrafalarias y textos desconocidos de mi padre joven, muy joven, escritos cuando no sospechaba que los de la tinta roja perderían la Guerra ni que a él lo denunciaría tras la derrota su mejor amigo con la complicidad de otro individuo que ni siquiera lo conocía —quizá alquilado para la faena, quizá dispuesto a echar con gusto una firma y así hacer méritos ante los vencedores franquistas—, ni que se irían por ello al traste sus principales vocaciones o aspiraciones, la docente y la especulativa. Así que abandoné el trastero en que había convertido el despacho sin intentar ponerle aún remedio y ascendí lenta y precavidamente la escalera, como un intruso o un espía o un
burglar
(no hay palabra específica para eso en mi lengua, para el tipo de ladrón que se cuela en las casas), me agarré a la barandilla como había hecho Peter, mi equilibrio no era perfecto, a lo tonto iba bien servido, quiero decir que con las copas solitarias últimas me había deslizado irreflexivamente hacia un principio de emulación de la Frasca.

Pese a mis precauciones fui encendiendo luces, peor habría sido tropezar y rodar muchos más escalones abajo que el cenicero, por falta de visión al dar mis beodos y silenciosos pasos. Una buena colección tenía Wheeler, de policiacas, más nutrida de lo que recordaba, era muy aficionado sin duda, también había representación de Stout, Gardner y Dickson, de MacDonald (Philip) y Macdonald (Ross), de Iles y Tey y Buchan y Ambler, los dos últimos eran más del subgénero espías o así me sonaba —todos esos nombres los conocía asimismo a través de mi padre—, luego había esperanzas de encontrar allí a Fleming y se cumplieron en cuanto comprendí que el orden era alfabético y enfoqué mejor: no tardé en divisar entonces los lomos de la colección completa con las famosas misiones del Comandante Bond, incluso una biografía de su creador había. Cogí
From Russia with Love,
tenía pinta de ser primera edición como el resto de los volúmenes, con sus gastadas sobrecubiertas todos, y al buscar la página para comprobarlo vi que el ejemplar estaba dedicado a mano por el autor a Wheeler, luego se habían conocido, las palabras de puño y letra de Fleming no permitían inferir más lejos, es decir, que hubieran llegado a amigos:
'To Peter Wheeler who may know better. Salud! from Ian Fleming 1957',
el año de publicación del libro.
'Who may know better',
con ser tan breve, era frase muy ambigua —en parte lo era por eso—, que podía traducirse y aun entenderse de varias maneras: 'Que puede saber más', 'Que tal vez esté mejor enterado', 'Que acaso está más al tanto', incluso 'Que quizá sea más sabio' (en algo concreto, habría que sobreentender en este caso). Pero además cabía toda una gama de interpretaciones menos literales, según el sentido que con frecuencia tiene la expresión
'to know better' o 'to know better than...',
y en todas esas versiones posibles habría habido algo de advertencia o reproche, no sé cómo decir, 'Para Peter Wheeler, que haría mejor en no...' o 'que puede guardarse de...' lo que fuese a que se refiriera; o 'Que más le valdría'; o 'Que sabrá lo que hace'; o incluso 'Que él sabrá' o 'Que allá él', un matiz o insinuación de esa clase. Miré las demás novelas, desde
Casino Royale,
de 1953, hasta
Octopussy and The Living Daylights,
de 1966, títulos ya póstumos. Las cinco más antiguas llevaban dedicatoria escrita, la de
From Russia with Love
era de hecho la última, y las publicadas después carecían de ella, y ninguna de las cuatro anteriores era más expresiva, al contrario, todas más anodinas o lacónicas directamente,
'To Peter Wheeler from Ian Fleming', 'This is Peter Wheeler's copy from the Author' y
así. Quizá Wheeler y Fleming habían dejado de tratarse hacia 1958. Luego éste —leí en la solapa de su biografía— había muerto, en 1964, con cincuenta y seis años y en plena eclosión de su éxito o más bien del de las películas de Bond con Connery, verdadero impulso del de sus novelas. En cuanto a la palabra en español,
'Salud!',
supuse que habría venido dictada tan sólo por la condición de hispanista del destinatario, sin mayor misterio. Aquella relación o amistad entre la eminencia oxoniense y el inventor de 007 no me casaba en principio, pero casi todo había dejado de casar últimamente. Y al fin y al cabo Wheeler no había sido tan eminente en los años cincuenta —no digamos en los treinta, durante la Guerra de España— como había llegado a ser más tarde (el título de Sir se le había otorgado ya después de que nos conociéramos él y yo, por ejemplo, aún era 'Professor Wheeler' tan sólo cuando me lo había presentado Rylands).

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