Read Una Discriminacion Universal Online
Authors: Javier Ugarte Perez
Una de las estrategias de los grupos estigmatizados es la de apropiarse de la categoría que los clasifica y discrimina. La autodefinición en positivo fue puesta en marcha en los años setenta con eslóganes reivindicativos como el de
Lesbian is beautiful, Gay is good,
al igual que hizo el movimiento pro derechos civiles estadounidense con su
Black is beautiful.
Las lesbianas que componen los colectivos integrados en los grupos libertarios en esa década deciden autodefinirse utilizando el propio término injurioso como forma de cuestionar la estigmatización del mismo. Las militantes del CLB explicaban a este respecto:
Reivindicamos el término LESBIANA porque consideramos que la carga y la significación peyorativa que se le da están en función de unos valores que nosotras revocamos
{219}
.
El autonombramiento tiene un componente estratégico, es decir, se adelanta a la injuria como manera de reivindicar la legitimidad de otras opciones sexuales y de echar abajo los límites a la visibilidad de lesbianas y gays en el espacio social y político
{220}
. Desde los colectivos de lesbianas denuncian la existencia de esas etiquetas orientadas a clasificar y penalizar las opciones sexuales diferentes, al mismo tiempo que las consideran necesarias como estrategias políticas. En 1977 el FAGC, junto con el FAHPV y el grupo de Baleares (FAGI), había presentado un manifiesto político, el
Manijest
{221}
,
el programa ideológico que compartían los
Frentes de Liberación Homosexual.
Uno de los elementos que conformaban el discurso de la liberación homosexual era la reivindicación de la libertad de las minorías sexuales, enmarcada en la demanda de una sexualidad libre en general, que negaba el derecho al Estado, la Iglesia y todo tipo de instituciones a reprimir la sexualidad de las personas
{222}
. Los objetivos y reivindicaciones de los
Frentes
eran, en consonancia con su ideología libertaria, la revolución sexual en el marco de una revolución política, cultural y económica; la supresión de la marginación en general y en especial la sexual; la lucha contra las instituciones sostenedoras de la cultura sexófoba: familia, Iglesia, escuela y Estado burgués, y la liberación personal de los homosexuales mediante la clarificación ideológica. En su defensa de la pluralidad sexual de todo ser humano, había que comenzar por desechar las categorías sociales y sexuales impuestas, ya que su mantenimiento iba unido a la represión de la sexualidad en general y a la de las minorías sexuales en particular. Para hablar de liberación, era necesario que desaparecieran las categorías de homosexualidad y heterosexualidad, activo-pasivo, masculino-femenino, y la sociedad que las había creado con el objetivo de controlar a los disidentes sexuales. Las activistas del
Colectivo de Lesbianas
integrado en el
Frente
de Valencia apuntaban en esta línea:
Nosotras no reivindicamos que se nos diga
'lesbianas' para que luego se nos acepte, sino simplemente la posibilidad de expresarnos con libertad, sin ser marginadas por la sociedad
{223}
.
Desde sus comienzos, los colectivos de lesbianas se encuentran en una encrucijada entre la movilización junto a los varones gays o junto al resto de las mujeres en el movimiento feminista. En 1980, en el I Encuentro de la Mujer Lesbiana en el Estado Español, al que, entre otros grupos, asisten el FLHOC, el GLAL de Barcelona, el MAS-PV de Alicante, el MAG-PV de Valencia y el ESAM vasco, se debaten cuestiones organizativas y se analiza el funcionamiento de los distintos grupos. El análisis de la información recopilada sobre este Encuentro me ha permitido obtener una especie de «foto» de los colectivos de lesbianas activos en ese momento. Las activistas del FLHOC madrileño la resumieron así entonces: «unos [grupos] están integrados en organizaciones homosexuales mixtas, mientras que otros lo están en colectivos exclusivamente de lesbianas. También se constató la presencia de mujeres lesbianas integradas en los colectivos feministas»
{224}
; la tendencia mayoritaria era, como he explicado anteriormente, la de los colectivos integrados en los Frentes mixtos. Hay un acuerdo general, no obstante, sobre la necesidad de una mayor vinculación con el movimiento feminista, junto con la constatación de que las organizaciones de mujeres no recogen con suficiencia, y en algunos casos ni siquiera de manera parcial, las reivindicaciones de las lesbianas. En palabras de las propias activistas, «el movimiento feminista, en este momento, no lucha por una libre expresión sexual, sino por una libre expresión heterosexual»
{225}
.
Existen numerosas similitudes entre este proceso y los que atravesaron los movimientos de lesbianas en países occidentales como Estados Unidos o el Reino Unido. Los
Frentes
libertarios en el Estado español fueron, como sucedió en estos países, espacios más amigables para las lesbianas, en un momento en el que «el movimiento feminista ha lanzado la consigna de "sexualidad libre", pero no ha teorizado sobre esta liberación sexual y, por tanto, todavía no ha reivindicado específica y abiertamente el lesbianismo»
{226}
. Bajo el franquismo habían surgido los primeros grupos de mujeres y en la segunda década de los años setenta, el feminismo está ya organizado; el movimiento muestra su fuerza movilizadora en la celebración de las
Jornadas de Liberación de la Mujer
, organizadas en 1975, que consiguen reunir a varios miles de mujeres
{227}
. Son los años más movilizadores y creativos de un movimiento feminista que, sin embargo, no ha empezado a trabajar el tema de la sexualidad. Hay mucho miedo en el aire y el lesbianismo es un tema tabú. En la segunda mitad de los años setenta, en los colectivos feministas militaban mujeres lesbianas, pero no tenían una actitud abierta y pública respecto a su opción sexual. Este era el caso del grupo creado en 1976, LAMAR
[Lucha Antipatriarcal de Mujeres Antiautoritariay Revo
lucionaria),
uno de los primeros grupos que se organiza en Barcelona, integrado en la
Coordinadora Feminista
, en el que había un gran número de lesbianas. Las activistas lesbianas que reivindican esa identidad política están, por tanto, integradas en los colectivos organizados de manera autónoma en las estructuras de los
Frentes.
La cuestión identitaria y organizativa genera un debate destacado en el interior de los grupos, que señalan que, como lesbianas, forman parte de los
Frentes,
pero como mujeres su lucha está también en el feminismo. Muchas activistas llevaban a cabo una doble militancia en los colectivos de lesbianas y en el feminismo (e incluso triple cuando las activistas eran miembros de grupos de la izquierda extraparlamentaria o en algún partido político). En el caso del
Grupo de Lesbianas
del FLHOC, éste defiende su unión a las estructuras del
Frente
porque se proponen «la lucha por la liberación sexual en general y particularmente por la homosexual»
{228}
. En su declaración de objetivos de 1978, el FLHOC argumenta que la lucha de las lesbianas debe centrarse tanto en el movimiento gay como en el feminista, y que este último debe incluir las demandas de las lesbianas.
Deben luchar simultáneamente en dos frentes: en los grupos feministas —por cuanto la marginación de las mujeres alcanza por igual a las heteros y a las homosexuales— y en los grupos de liberación homosexual —en íntima unión con los homosexuales masculinos— para superar el esquema machista imperante en nuestra cultura. Las lesbianas —así como los homosexuales masculinos— del FLHOC, exigimos a los movimientos de liberación de la mujer que asuman en su totalidad la problemática de la homosexualidad
{229}
.
Las componentes del
Grupo de Mujeres
del FLHOC finalmente abandonan el colectivo mixto para crear, en enero de 1981, junto con otras lesbianas, un grupo de feministas lesbianas que se integrará en el movimiento feminista, el
Colectivo de Feministas lesbianas de Madrid
(CFLM), un proceso que siguió la mayoría del lesbianismo organizado desde comienzos de la década de los ochenta.
Los
Frentes
defendían, inspirados por ideas de corte marxista, que la liberación de los homosexuales y la de todos los individuos pasaba por la liberación de la clase obrera a través de la lucha de clases. Era necesario, por tanto, el establecimiento de relaciones entre lesbianas y gays, y, desde los
Frentes
mixtos, con otros sectores sociales, entre ellos el movimiento feminista, el movimiento obrero y los partidos de izquierda. En Madrid el FLHOC acude a concentraciones y manifestaciones como la del 1 de mayo, en las que en los primeros años se encuentra, por otra parte, con el rechazo de parte de la izquierda; en 1981 lo hizo junto a un grupo de mujeres feministas bajo un mismo lema: «por la libertad social y sexual»
{230}
.
Durante 1977 y 1978 se organizan en las principales ciudades españolas diferentes actos de protesta y manifestaciones conmemorativas del 28 de junio. Las demandas de los colectivos se centran en la despenalización de los actos homosexuales, la amnistía para los encarcelados por la LPRS y el resto de detenidos, la legalización de las organizaciones homosexuales y el fin de las redadas policiales
{231}
; las activistas lesbianas del
Col.lectiu de Lesbianes,
integrado en el FAGC, reivindicaban además la amnistía inmediata para la mujer, el derecho al propio cuerpo, la libertad sexual y el reconocimiento de la existencia de la lesbiana
{232}
. En 1978 el movimiento feminista consigue la regulación del uso de los anticonceptivos y la derogación del artículo 416 del Código Civil, que condenaba el adulterio de las mujeres. La hostilidad y represión de las minorías sexuales en aquellos años se traducía en frecuentes agresiones y asesinatos de homosexuales, y en un hostigamiento policial creciente contra los locales homosexuales entre 1979 y 1981, que provoca el cierre de un gran número de estos lugares de encuentro
{233}
.
En 1977 se celebra en Barcelona, por primera vez, la manifestación del «orgullo gay», convocada por el FAGC, que reúne a más de cuatro mil personas con las consignas de «Libertad sexual, amnistía total» y «Derogación de la Ley de Peligrosidad Social»; la prensa recoge que en la manifestación participan «grupos de sectores lesbianos [que] tomaron una decisiva participación en la marcha»
{234}
. Un año después, el 25 de junio de 1978, una manifestación convocada por el FLHOC reúne en Madrid a más de siete mil personas
{235}
, que salen a la calle para demandar la derogación de la Ley que les convertía en «peligrosos sociales» y exigir el derecho a la libre expresión de la diversidad sexual. El 24 de junio de 1979 se celebran manifestaciones en las principales ciudades españolas, como Bilbao, Valencia, Barcelona y Madrid
{236}
. Los colectivos de gays y lesbianas cuentan en estos actos de protesta con el apoyo de grupos feministas, centrales sindicales, organizaciones juveniles, movimientos ciudadanos y de los partidos de la izquierda parlamentaria —a excepción de UCD— y extraparlamentaria. La mayoría de estos grupos respaldaron desde el comienzo las movilizaciones de los diferentes grupos de liberación de gays y lesbianas, y eran presionados a su vez por los militantes de los
Frentes
que «se esforzaban por influir en ellos, incluso a través de la doble militancia» (Petit, 1983: 60). La izquierda extraparlamentaria (grupos como la
Liga Comunista Revolucionaria
, el
Movimiento Comunista
, los marxistas del
Partido de los Trabajadores de España
o la
Organización Revolucionaria de Trabajadores
, entre otros) brindó un amplio apoyo a los grupos de gays y lesbianas (Llamas y Vila, 1997; Calvo, 2005). La colaboración de los partidos no estuvo, sin embargo, exenta de críticas: fueron acusados en numerosas ocasiones de utilizar las demandas de los colectivos como táctica electoral. Tampoco lo estuvo la doble militancia de los activistas en los
Frentes
y en los partidos, incluso los extraparlamentarios. Ésta fue una cuestión que motivó una de las discrepancias ideológicas más importantes en el interior de los
Frentes
libertarios.
Y el tiempo finalmente les dio la razón a los activistas. Una vez derogada la LPRS, en 1979, los partidos políticos con representación parlamentaria de todo el espectro ideológico no respaldaron las demandas de los colectivos de gays y lesbianas y la legalización de éstos
{237}
. La política de consenso de la Transición va dejando en segundo lugar estas reivindicaciones, al igual que sucedió con las demandas de las mujeres
{238}
. El PSOE ya había defendido, no obstante, la necesidad de reformar —pero no de suprimir— la LPRS (Calvo, 2005). Este rechazo explica la no legalización del FAGC el 20 de enero de 1979, que fue finalmente concedida en 1980; el resto de colectivos tuvo que esperar a 1983. El delito de escándalo público se mantuvo, sin embargo, hasta 1988
{239}
.
La consecución de la principal demanda de los
Frentes,
la derogación de la LPRS, abre un periodo de desmovilización en estos colectivos, que corre paralelo en el tiempo a los inicios del desarrollo de espacios para gays y lesbianas (esta última en menor medida) en las grandes ciudades, el denominado «ambiente». Desde los colectivos se hacen llamamientos a la militancia y al necesario mantenimiento de la lucha colectiva, al tiempo que critican lo que denominan el «gueto» comercializado y la aparente libertad que ofrece el mismo. Hay que escapar de estos espacios, dicen los activistas libertarios, porque son una trampa, una suerte de «jaula dorada» en la que se confina a las minorías sexuales al tiempo que se les niegan los derechos que demandan. La situación de las lesbianas en relación con el «gueto» comercial era, no obstante, distinta. Como ha señalado la activista Empar Pineda:
La mayoría de estos locales eran frecuentados exclusivamente por gais (aunque en algunos había una cierta presencia de lesbianas). Había pocos bares exclusivamente de lesbianas, la mayoría de los cuales cerraban al poco de abrir por falta de clientela. Nosotras frecuentábamos otro tipo de guetto, no comercial, menos expuesto: la red de casas de nuestras amigas lesbianas
{240}
.