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Authors: Javier Ugarte Perez

Una Discriminacion Universal (21 page)

BOOK: Una Discriminacion Universal
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Resumiendo, se podría decir que
las ventajas
de las lesbianas en la vida cotidiana, en relación con los gays, tenían el precio de la negación de su existencia en tanto que lesbianas: «lo que no puede existir —el sexo entre mujeres— no existe». Obviamente, en los pueblos de la España rural o en las pequeñas ciudades provincianas la vida de las lesbianas no era semejante a la de las grandes ciudades como Madrid o Barcelona. El control social era mucho mayor y la permisividad brillaba por su ausencia. Pero en lo que todas estaban hermanadas, lo que todas compartían era la inexistencia de referentes de mujeres lesbianas con los que identificarse. La invisibilidad social de las lesbianas era total.

Se desatan cambios

Ya en plena Transición, que no en la ansiada ruptura democrática
{188}
, los indicios positivos más arriba apuntados se magnifican. Los sectores sociales de las grandes urbes españolas identifican democracia no solamente con el fundamental derecho al voto y con las libertades políticas y sindicales, sino también con otros elementos prohibidos por el franquismo. La derogada censura da paso a un verdadero fenómeno de consumo masivo de pornografía que inundaría los quioscos y ya no los abandonaría nunca más (algo inexistente en ningún otro lugar del mundo). Se trataba del «destape», que ensalza el
striptease
y lleva al primer alcalde de Madrid de la recuperada democracia, el viejo profesor Tierno Galván, a galardonar a una estrella del desnudo como Susana Estrada, nombrada en febrero de 1978 personaje más popular del año por el diario
Pueblo.

En los ámbitos más politizados y menos condescendientes con una pornografía llena de tópicos machistas, las dos ideas clave que circulan son las de democracia y revolución. Entre los sectores juveniles universitarios entran ya las ideas de la revolución sexual, con gran auge entonces en todo el mundo occidental. Se usan términos recurrentes como «comunicarse» y «experimentar», y hasta se dan algunas fallidas experiencias de comunas urbanas y fiestas de libertad sexual entre gente troskista. No está de moda ser virgen y el movimiento feminista arranca con gran fuerza proclamando un eslogan de tanto impacto y evidente sentido común como «derecho al propio cuerpo».

Hoy nos puede parecer obvio proclamar este derecho, pero a finales de los años setenta no lo era en absoluto. De hecho, las feministas tuvieron que hacer una labor de deconstrucción del estereotipo de feminidad socialmente vigente y, a medida que se iban auto-descubriendo individual y colectivamente, comenzaron a exigir el reconocimiento de las mujeres como
seres sexuales,
con derecho a su propio placer sexual y con una sexualidad específica. De la mano de la lectura de las investigaciones de autores como Master y Jonhson y de Kinsey, entre otros, las feministas de la época empiezan a descubrir, por ejemplo, que el órgano sexual femenino por excelencia no era la vagina sino el clítoris; que la frigidez sexual de tantas y tantas mujeres era más bien imputable a la impericia y la arrogancia de muchísimos varones que van a lo suyo, dando por sentado que con la penetración vaginal ellas también gozan.

Las rápidas conclusiones en materia de sexualidad a las que se llega las traducen los nuevos grupos feministas inmediatamente en consignas que se airean en todo tipo de manifestación colectiva feminista:
¡sexualidad no es maternidad! ¡libertad sexual, derecho al propio cuerpo! ¡No a la penetración
! fueron algunas de ellas a las que se fueron uniendo otras como:
¡anticonceptivos libres y gratuitos! ¡Anticonceptivos para mujeres y hombres!
Era una verdadera fiesta colectiva en la que intervenían todas las mujeres a las que llegaba el feminismo. Se tenía la conciencia de que se abría un nuevo mundo, un mundo bastante desconocido para todas y se participaba de una gran y urgente necesidad de socializar y compartir con el resto de mujeres la alegría de cada descubrimiento en materia sexual. Urgía explicar cosas como, por ejemplo, que la vagina era un músculo más bien pobre en terminaciones nerviosas; que, por el contrario, el clítoris contaba con infinidad de ellas y que su estimulación nos permitía llegar al orgasmo como quien circula por una autopista; que, en realidad, no había
orgasmo vaginal
como nos habían hecho creer, sino
clitoridiano
y que cuando una mujer sentía placer con la penetración era porque, sin hacerlo conscientemente, se había producido el frote, la estimulación del clítoris. Casi sin darnos cuenta convertimos nuestros
descubrimientos
en normas y ¡ay de la pobre a la que se le ocurriera decir que disfrutaba con la penetración, como pasó en uno de los debates de las II Jornadas Por la Liberación de la Mujer, celebradas en Granada, en diciembre de 1979!

En aquellos primeros años de descubrimiento de una sexualidad
nueva
para todas nosotras no fuimos conscientes del enorme peso que dábamos al enfoque estrictamente fisiológico, al papel de las
zonas erógenas
que íbamos descubriendo, a las
técnicas sexuales...
Tampoco lo fuimos del desconocimiento absoluto que teníamos del papel del subconsciente, de las fantasías, etc. en el juego erótico-sexual. Tuvieron que pasar unos cuantos años para que el movimiento feminista ampliara su visión y sus conocimientos en materia sexual (la primera vez que se habló colectivamente de fantasías sexuales fue en 1983, en las Jornadas de Sexualidad que se hicieron en Madrid y a las que acudieron mujeres de todo el Estado).

Entre las lesbianas que militábamos (como se decía entonces) en los grupos feministas no todas (como se dice ahora) habíamos
salido del armario.
Pero todas aprendimos mucho sobre sexualidad junto a nuestras compañeras heterosexuales. Para muchas, el feminismo dio coherencia a unas vivencias desestructuradas, difusas y contradictorias de ser mujer y, al mismo tiempo, sentir atracción sexual por otras mujeres. El marco teórico del feminismo ayudaba a entender el deseo lésbico, a asumirlo como algo normal, legítimo y natural, tan propio de mujeres como el deseo heterosexual. Para muchas significó una verdadera liberación, un rápido proceso clarificador de tantas dudas, desconocimientos, confusiones, inseguridades... proceso al mismo tiempo desculpabilizador y liberador de muchas ansiedades, angustias, crisis vitales, etc., vividas mayoritariamente en el anonimato y la soledad más absoluta, sin poderlo compartir con nadie. ¡Al fin podíamos reconciliarnos con nosotras mismas y vivir con orgullo nuestro lesbianismo! En Barcelona, los grupos feministas, unos más otros menos, nos permitieron, con su cálida acogida, empezar a ser plenamente felices, contando con un espacio en el que no hacía falta fingir, ni hablar de novios inexistentes, ni poner cara de póquer en tantas ocasiones como pasaba fuera de aquel mundo de mujeres. ¡Fue un verdadero chollo porque, además de todo lo anterior, el propio movimiento feminista te permitía moverte siempre entre mujeres, «tirar los tejos» a la que te gustara, sin tener que dar rodeos y más rodeos, recorriendo interminables caminos llenos de vueltas y más vueltas, como ocurría en cualquier otro espacio social para animarse a intentar seducir a otra mujer! También es verdad que muchas llevaban peor las calabazas que, lógicamente, se podían recibir. Pero, aun contando con ello, bueno es reconocer que aquellos años, en Barcelona, concretamente a las lesbianas «nos vino dios a ver» con la irrupción del feminismo y la creación de los grupos feministas y de la Coordinadora Feminista de Cataluña. Como igualmente es justo reconocer que, a comienzos de los años ochenta, en determinados momentos, la presión inconsciente y no verbalizada de lo que podríamos denominar el nunca formalizado lobby lésbico llegó a tener un poderío tal en los grupos feministas que muchas feministas heterosexuales se llegaron a sentir un tanto incómodas, no pudiendo expresar con total libertad y normalidad el cariño y la añoranza de sus compañeros sentimentales al caer la noche de cualquier Jornada de Debate Feminista de las muchas que se montaban a lo largo del Estado español.

Dos claves

De este contexto hay dos elementos fundamentales que conviene destacar. Uno de ellos es el movimiento pendular de la sociedad española favorable e interesado en conocer todo lo que prohibió el franquismo, incluida la sexualidad. En este marco, la aparición del movimiento homosexual no pudo encontrar mejor ocasión histórica. El segundo se refiere a los medios de comunicación que, sea por ese contexto, sea por su avidez de reflejar todo lo que fue prohibido, trataban la información relativa al movimiento homosexual con la misma naturalidad con la que comentaban la referida a sindicatos, partidos políticos o ecologistas antinucleares. Esa actitud abierta se mantendrá y se perpetuará hasta el presente, y es una de las claves fundamentales que explican el progreso y avance del movimiento lgbt en España.

Tal permeabilidad informativa fue ya constatada entonces con sorpresa y sana envidia por los delegados de organizaciones de lesbianas y gays de toda Europa, que asistieron al I Congreso de la International Gay Association (IGA)
{189}
en Pascua de 1980 en Santa Cristina d'Aro (Girona). Jean Claude Letist, primer secretario general de la IGA y periodista de profesión, cronometraba estupefacto cómo TVE daba la información relativa al encuentro, comprobando que el minutaje era tres veces superior al de cualquier otra televisión europea. Igualmente chocante fue el gran relieve que la prensa escrita y el aluvión de emisoras de radio otorgaron al evento, que llegó a ser portada del diario
Tele/Exprés.
No fue una excepción y, afortunadamente, a partir de la muerte de Franco el desarrollo del movimiento de liberación gay en España puede seguirse perfectamente a través de las hemerotecas, desde las victorias y todas las manifestaciones, hasta meras declaraciones congresuales, incluidas disensiones entre grupos. Por citar un ejemplo, cuando el FAGC sufre la escisión de la CCAG en 1978, la prensa tituló «Los gays no se entienden».

Un movimiento en marcha

La promulgación en 1970 de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social alienta la fundación del primer grupo homosexual de la historia de nuestro país, el clandestino Movimiento Español de Liberación Homosexual (MELH) que tuvo tres núcleos, en Barcelona, Bilbao y Madrid, básicamente orientados a la discusión interna y edición del boletín AGHOIS. Armand de Fluvià, fundador del MELH, explica con gran amplitud todo lo que fueron estos inicios en el libro editado en lengua catalana
El moviment gai a la clandestinitat del franquisme (1970-1975)
{190}
. Fueron también pioneros Germá Pedra, Aloisios, Lluís Rambla, Curro Collado, Lubara Guilber y Patrici Peñalver, entre otros. En síntesis, el trabajo del MELH, cuyos envíos fueron perseguidos por el franquismo (que llegó a interceptar uno de ellos), revertíria en las bases ideológicas del FAGC en que devino este núcleo en 1975 en Cataluña. Armand de Fluvià comenta que en ese período previo de trabajo reflexivo hubo una evolución ideológica hasta abrazar el marxismo.

Los postulados básicos del
Gay Lberation Front,
nacido tras la revuelta del 28 de junio de 1969 en Nueva York, recogen una serie de principios anti-autoritarios y defensores de las libertades personales surgidos de las luchas anti-racistas, pacifistas y feministas de los años sesenta en los EE UU. Se basan en la nueva concepción de la diversidad sexual humana que descubre el Informe Kinsey en 1947 y en los estudios posteriores de la universidades norteamericanas, que abundan en la presencia de la conducta homosexual y bisexual en los mamíferos superiores y en una mayoría de culturas del planeta, como señalan los profesores Ford y Beach de Yale y que citó detalladamente Antoni Mirabet en
Homosexualitat avuí
{191}
. Tales referencias se basan en
Conducta sexual (de los animales inferiores al hombre)
de Frank Beach y Clellan S. Ford
{192}
.

La llamada tercera generación del movimiento homosexual (la primera de comienzos del siglo XX, perseguida y exterminada por nazis y estalinistas, y la segunda muy callada en Europa y más activa en los EE UU tras la Segunda Guerra Mundial) arranca en los años setenta con dos términos nuevos «gay» (alegre, divertido) y «orgullo», que apuntan a su vocación revolucionaria.

Bases ideológicas

El Manifiesto del FAGC será el texto esencial durante esos primeros años, punto de referencia no sólo en Cataluña sino en todo el Estado. Con algún matiz importante, recoge las bases del
Gay Uberation Front
y, en síntesis, contiene dos ejes básicos: llama a los homosexuales a no adaptarse ni acatar la sociedad represiva, sino a salir a la luz pública y luchar por cambiar la realidad.

En este sentido, el texto insta a la auto-aceptación del propio homosexual y denuncia la auto-opresión; propone, pues, no esconderse y critica el circuito de locales de encuentro como un «gueto», tema este en el que se constatan las diferencias con el movimiento de otros países, en los que la victoria del 28 de junio de 1969 sobre la policía que hostigaba los bares gays de NY se tradujo en la decisión de celebrar la manifestación del Orgullo como una conmemoración festiva y reivindicativa, con tales locales incluidos. A largo plazo, el FAGC habla de la supresión de las categorías homo/hetero. El objetivo principal era derogar la Ley de Peligrosidad Social (LPRS) y acabar con las redadas policiales, en medio de un profundo sentimiento de afirmación entre gays no militantes y de combate revolucionario en el marco social.

El Manifiesto del FAGC hace una crítica de inspiración althus-seriana a los aparatos del Estado que sustentan la ideología dominante judeo-cristiana: la escuela, las leyes, la cultura, los partidos políticos, los medios de comunicación, la Iglesia católica, etc. El Manifiesto abunda en la denuncia del sexismo, machismo y heterosexismo que mantienen esa ideología dominante. Su Plataforma Reivindicativa es asumida por el resto de grupos que surgen en 1977 y que forman la Coordinadora de Frentes de Liberación Homosexual del Estado Español (COFLHEE). En 1978, la COFLHEE acuerda, entre otros puntos programáticos, en primer lugar derogar la LPRS, la amnistía total; luego, el derecho al matrimonio homosexual, la educación sexual en las escuelas, el divorcio vincular y el reconocimiento de la sexualidad infantil, entre otros, como por ejemplo, el derecho al aborto, pues se desarrolla una estrategia de confluencia con los nacientes movimientos sociales y especialmente con el feminista.

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