Una Discriminacion Universal (9 page)

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Authors: Javier Ugarte Perez

BOOK: Una Discriminacion Universal
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La realidad es que, al lado de unos cuantos invertidos congénitos, la mayoría de casos se trata de muchachos que, en la época de indiferenciación sexual, han sido iniciados por pervertidos de más edad, creando en ellos un reflejo condicionado
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Nos encontramos, por lo tanto, con la teoría de la corrupción de la juventud, tan cara a los Estados totalitarios; ahora, sostenida gracias a la relación entre estímulos y respuestas neurológicas. De esta forma queda clara la comparación con quienes van sembrando los esputos bacilíferos. La consecuencia es que quienes inician a los jóvenes en placeres tan poco recomendables pueden ser perseguidos, a la vez, por la Iglesia y la medicina. Pero los médicos necesitan convencer de que los homosexuales pueden ser también sus pacientes, y para ello acuden, como han hecho desde el nacimiento de la biología, a una teoría científica. En este caso, se trata del reflejo condicionado, una de las bases de la neurología. A partir de esta afirmación se puede entender la importancia de las técnicas agresivas de modificación de conducta, como el electroshock, que tanto se aplicaron a partir de los años cincuenta a los homosexuales de muchos países. El sistema nervioso tenía que aprender a asociar estímulos y respuestas de forma diferente a como lo había hecho años atrás, en la juventud. El electroshock prometía la curación tanto si la conducta homosexual se debía a un corruptor que se había aprovechado de la versatilidad e inocencia de un muchacho, como si era la consecuencia de una elección equivocada de éste en la búsqueda de un placer cuyas consecuencias no medía.

¿Y qué pasaba en todo este tiempo con la homosexualidad femenina? Por un lado no se tomaba en consideración, porque se veía como algo temporal que no afectaba a las capacidades reproductivas de las mujeres. Cuando se afrontaba, no se hacía con la intranquilidad que experimentaban los gobernantes al enfrentarse con la homosexualidad masculina. Compartiendo la posición de la ideología nazi en este punto, ante los poderosos el lesbianismo no generaba identidad
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. Si una mujer mantenía relaciones con otra, se pensaba que el hecho era debido a una mala experiencia con el sexo opuesto
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, más que a una elección libre o a una experiencia juvenil que hubiera marcado el desarrollo sexual de la persona. Por eso, médicos y moralistas recomiendan a los hombres prudencia, sabiduría y el abandono de un donjuanismo que no conduce a nada, ni para el hombre ni para la mujer. Además, el donjuanismo supone la negación de la castidad, con los saludables efectos que se le suponen. Contra ese prototipo de virilidad, tan hispano, se posicionan todos los autores de la época.

Sin embargo, que no se había cortado con la etapa anterior sino que estamos ante una evolución dentro de similares coordenadas, lo muestra que también los médicos siguen acudiendo a la renuncia al placer físico, a la ayuda de Dios, como forma de superar aquello de lo que el paciente no tiene culpa en cuanto tendencia, pero de lo que es responsable si lo lleva a la práctica. Esto, que se encontraba en boca de Marañón, se vuelve a ver en este otro médico de relevancia, Valentín Pérez Argilés
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. No es extraño, pues, que casi una década después de estas afirmaciones el más famoso médico de los años sesenta y setenta en España, el psiquiatra Juan José López Ibor, afirme lo siguiente:

Los homosexuales deben ser considerados más como enfermos que como delincuentes. Debe la ley no obstante protegerse especialmente del proselitismo que puedan desarrollar en colegios, cuarteles, asociaciones deportivas, etc.
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Aunque el término «proselitismo» no parezca tan duro como la expresión «iniciados por pervertidos», Pérez Argilés y López Ibor comparten una idea común. El énfasis de la comparación «más como enfermos que como delincuentes» nos indica que algo ha cambiado en la década de los sesenta. El segundo se atreve a señalar que los homosexuales son más sujetos de la medicina que de la ley y la moral, sin poder negar tampoco la pertinencia de esas esferas en su enjuiciamiento. Aún no es el momento de dar ese paso; mientras duró el régimen, resultó imposible manifestar esa opinión. En coherencia con esta afirmación, y con lo que se ha visto a lo largo del artículo, López Ibor propone técnicas de curación de la enfermedad que van del psicoanálisis a la terapia antropológica
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. No podía ser de otra forma porque los médicos, como los expertos en cualquier campo, sólo tienen derecho a reivindicar su maestría sobre aquellos problemas para los que aportan soluciones. Los más sutiles, como López Ibor, proponen terapias «blandas» en libros destinados al gran público; los menos, como Pérez Argilés, piensan en el electroshock
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Conclusiones

Cuando terminó la guerra, el régimen de Franco se encontró con las bases ideológicas que necesitaba para estimular la fecundidad en todas las capas sociales. Una población numerosa y trabajadora se convertía en la base imprescindible para levantar a una nación devastada. La abundante mano de obra se convertía en el recurso que suplía la carencia de otros; se trataba de una política que Franco compartió con Mussolini, ya que España e Italia tuvieron muchas cosas en común hasta la caída del fascismo italiano. La alternativa al matrimonio y la procreación era la castidad, así que se perseguía con la ley a quienes buscaban un camino alternativo a esos dos. Unos españoles, los más, formaron las generaciones que se casaron y tuvieron gran número de hijos durante cuarenta años. Después, parecieron cansados de alumbrar descendencia. Otros, llenaron seminarios y conventos, más concurridos gracias al nacionalcatolicismo y a la dureza de la posguerra que en cualquiera de las décadas anteriores. Sin embargo, quienes se hallaron en medio tuvieron difícil acomodo en una sociedad que no encontraba lugar para acogerlos. Fueron los tíos o tías solteras que había en muchas familias y a quienes, por caridad cristiana, sus hermanos casados aceptaban en su hogar, dada su inferior posición social y desvalimiento en el mundo
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. Los ciudadanos humildes que carecían de amparo familiar poblaron las pensiones y casas de huéspedes baratas de las ciudades y tuvieron que aceptar, por este motivo, la vigilancia de extraños sobre su vida privada. Después, la mayoría acabó sus días en los asilos para pobres regentados por órdenes religiosas.

Los homosexuales fueron condenados en todo momento, aunque se modificase el motivo y la dureza de la reprobación. Padecieron la persecución de la policía, bajo la acusación de que corrompían a los jóvenes, o por relacionarse entre ellos si eran adultos; en este último caso porque atentaban contra la moral y las costumbres. La alternativa que se les propuso fue la continencia y el secreto. Quienes no aceptaron ni lo uno ni lo otro tuvieron que optar por el disimulo. Lo que cambió a lo largo de los años que duró el régimen fue que su situación comenzó siendo la de sujetos en pecado y acabaron siendo también enfermos. Para curarles, se les aplicaron terapias que eran tan importadas como las teorías que las sostenían. Sin embargo, no fueron los enemigos principales de la Iglesia ni de la dictadura, representados por los librepensadores naturalistas y los militantes socialistas y comunistas, respectivamente, mezclados unos y otros con los masones. Pese a la represión, gracias a la diferencia que las autoridades percibían entre ellos y los opositores políticos, se explica que algunos pudiesen crear durante aquellos años unos pequeños espacios de libertad donde vivir y expresarse, sobre todo si pertenecían a las clases mejor situadas.

Esa realidad debe ser contextualizada en las condiciones socioeconómicas de la época. Para ello, es necesario tener en cuenta el intenso desarrollo económico experimentado en la década de los sesenta y principios de los setenta. En esos años el país dejó de ser eminentemente agrícola y se acortó la distancia entre el nivel de vida español y los de la Europa comunitaria. Por un lado, tuvo lugar un enorme crecimiento de las ciudades; por el otro el de la clase media, que se produjo gracias a los nuevos empleos ofrecidos por la industria, el sector de los servicios y la Administración. En esos años los versos de Machado dejaron de corresponder con la realidad porque, por primera vez, existía una tercera España que era más numerosa que las otras dos, situadas en los extremos, y que amortiguaba sus conflictos. Los integrantes de esta clase, de vivir en ciudades, disfrutaban de cierto grado de libertad, sobre todo si se los comparaba con los obreros y campesinos. Las transformaciones económicas y sociales, junto al hecho de que el principal objetivo político del régimen fuera la represión de la oposición política, son los responsables de que se pudieran establecer unas bases mínimas para explicar los cambios que se produjeron con la llegada de la democracia en la época de la Transición. Entonces, afloraron unas formas de vida que habían permanecido soterradas hasta ese momento.

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LA LEGISLACIÓN REPRESIVA

Jordi Terrasa Mateu

Breve referencia a la represión de la homosexualidad en Alemania, Francia, Inglaterra y España

Antes de comenzar a analizar la represión jurídica franquista contra el colectivo de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales
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, sería interesante saber cuál era el contexto social y político que favoreció y permitió dicha persecución. El franquismo supuso para España un auténtico freno a la evolución social y cultural, además de dejar la economía nacional bajo mínimos durante largos años. La ideología imperante
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, prácticamente intocable hasta el tardofranquismo —es decir, que inició su declive cuando el régimen se acercaba a su fin—, supuso la negación de los más básicos derechos individuales y colectivos a las españolas y a los españoles que vivieron bajo su férreo mandato. Muchos de estos ciudadanos, o bien tuvieron que dar explicaciones a cualquiera de las instituciones represoras del régimen, o bien fueron rechazados y marginados por una sociedad hipócrita, miserable y miedosa.

Haremos mención de otro país que cayó en manos del fascismo como fue Alemania durante el nazismo, aunque las diferencias con el franquismo son notables. El Código Penal alemán persiguió las relaciones sexuales entre hombres calificándolas de actos contra natura, tal como se recogía en el tristemente famoso artículo 175 de la norma citada. Esta norma fue reformada y ampliada por una ley nazi de 1935, que aumentó la pena máxima de seis meses a cinco años de prisión. No sólo se perseguía la actividad sexual, también cualquier acción calificada de obscena, puesto que desaparecida la referencia a un acto contra natura, se incurría en el tipo penal cuando se dañaba el pudor público y concurría una intención lujuriosa de provocar la sensualidad de uno de los dos hombres o de un tercero. En la modalidad agravada del tipo penal, el párrafo 175a, la pena se fijaba entre uno y diez años de trabajos forzados.

El jurista nazi Rudolf Klare publicó
Homosexualidad y Derecho Penal,
en el que advertía que el pueblo, el Estado y la raza estaban en peligro a causa de la homosexualidad. Quien realizara actos de e s ta clase debía ser eliminado, especificando que las lesbianas serían enviadas a centros de reforma de conducta. Hermán Goering, uno de los más destacados mandatarios nazis, apoyó esta campaña, ya que así se protegía la sangre y el honor nacionales
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