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Authors: Javier Ugarte Perez

Una Discriminacion Universal (23 page)

BOOK: Una Discriminacion Universal
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Otro de los esfuerzos fue la edición de la revista
Nosotras; que nos queremos tanto
(emulando al conocido bolero) en la que fuimos publicando trabajos teóricos de feministas extranjeras y españolas. Estos escritos llegaron a ser de «obligada» lectura y discusión en todos los grupos de la Coordinadora «estatal» (como la llamábamos en nuestra jerga grupal), realizándose debates periódicos en las propias reuniones de la Coordinadora. A partir de estas iniciativas, muchas lesbianas se animaron a crear sus propios colectivos o comisiones en el seno del movimiento feminista, llegando a coordinarnos a nivel estatal. Así fue como el conjunto de los grupos de la Coordinadora de Organizaciones Feministas del Estado español asumió una visión de la sexualidad en la que el deseo lésbico aparecía formando parte de la sexualidad de todas las mujeres con la misma legitimidad que el deseo heterosexual y defendió, años más tarde, la Plataforma reivindicativa elaborada por los colectivos y comisiones de lesbianas.

Dos retos cumplidos: lucha anti-represiva y legalización

La primera manifestación del Orgullo Gay en España tuvo lugar el 26 de junio de 1977 en las Ramblas de Barcelona, convocada por el FAGC con el apoyo del movimiento feminista, de los partidos de izquierda y los «progres» de la época. Allí estuvo Empar compartiendo la cabecera de la manifestación con los combativos travestís que han inmortalizado las fotografías de Colita y de Soteras
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. Obviamente se marchaba contra la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. Con una asistencia de varios miles de personas fue duramente reprimida por la policía, pero obtuvo un eco tremendo en toda la prensa, incluso en el extranjero. El 4 de diciembre del mismo año tuvo lugar una segunda manifestación contra la LPRS, precedida unos días antes por un mitin en el desaparecido cine Niza de Barcelona. La marcha, que contó con un sinfín de adhesiones de partidos y entidades ciudadanas, reunió a cerca de 4.000 personas y aun no siendo legal fue tolerada por la policía. No hubo incidentes, según informó ésta.

En 1978 el Orgullo Gay salió ya a las calles de Madrid (FLHOC), Bilbao (EHGAM y ESAM) y Sevilla (MHAR), insistiendo contra dicha Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. Ese año, por vez primera, TVE en su circuito catalán entrevista el 1 de junio a dos gays: Roger de Gaimon (Armand de Fluvià) y Jordi Petit, que fueron acompañados del «necesario» médico que certificaba que la homosexualidad no era una enfermedad. En Barcelona, consumada la escisión del sector radical del FAGC, hubo un doble pulso. El Gobernador Civil de la Unión de Centro Democrático (UCD) prohibió la manifestación. Ante ello, la CCAG ideó ocupar los juzgados, medida que el FAGC juzgó no factible y propuso a su vez realizar un encierro de protesta en la catedral, medida que, a su vez, la CCAG rechazó por considerarla moderada. Entonces, el FAGC realizó un encierro de varios militantes en una parroquia progresista del barrio de la Barceloneta, con huelga de hambre incluida, como protesta por la prohibición y como una forma de atraer la atención de la prensa y favorecer la solidaridad ciudadana. Y así fue. Cada día el tema estuvo en los diarios mientras llovían adhesiones creando una relación de fuerzas y de opinión pública favorables a la manifestación. En el día previsto, ésta tuvo lugar con nutrida participación, convocada conjuntamente por ambas organizaciones (FAGC y CCAG). La policía respetó el itinerario acordado. Pero, al término de la misma, el sector liderado por la CCAG siguió manifestándose Rambla abajo, donde hubo enfrentamientos y barricadas improvisadas con las sillas y mesas del Café de la Opera.

Aquel mismo año, durante la verbena de Sant Jaume, la policía municipal detuvo a tres gays travestidos; uno de ellos era el pintor Ocaña. En pocas horas se improvisó una rápida manifestación de protesta en las mismas Ramblas donde se había producido la detención y hasta hubo cortes de tráfico (entonces los bares de ambiente gay estaban en calles adyacentes de las Ramblas). La noticia inundó la prensa creando un amplio sentimiento de solidaridad. En pocos días los detenidos salieron en libertad. Aun así, tuvo lugar la manifestación prevista de protesta que convocaron FAGC y CCAG, durante la cual hubo lanzamiento de cócteles molotov contra la fachada del ayuntamiento de Barcelona y contra la comisaría donde había sido detenido Ocaña: un guardia urbano sufrió grandes quemaduras. El FAGC y gran número de entidades y partidos políticos condenaron enérgicamente esos ataques mientras alguna prensa titulaba «Cócteles gays abrasan guardia urbano». Días después, Ocaña visitó al policía herido en el hospital. La CCAG, que no condenó los hechos, vivió un fuerte debate interno sobre lo sucedido.

Ese año el FAGC celebró, en diciembre, su tercer aniversario con una magna fiesta en el Palacio de Deportes de Barcelona. Los permisos fueron tramitados por varios partidos políticos de izquierda. Durante el evento, donde reinó el desmadre y los travestís no se inhibieron en absoluto, la policía estuvo a punto de desalojar el recinto alegando que se vulneraban «la moralidad y las buenas costumbres». La prensa saludó el gran éxito del Acto. El 26 de diciembre de 1978, el Consejo de ministros del gobierno de la UCD decidió reformar la LPRS y retirar las referencias a la homosexualidad que había en el texto. El BOE del 11 de enero de 1979 lo refleja. Fue la primera victoria de todo el movimiento.

A partir de ese momento el FAGC se plantea su legalización y elige la estrategia de forzarla por los hechos, de actuar como si ya fuera legal. Ese objetivo perseguía afirmar derechos y, sobre todo, detener toda actuación policial en los locales gays, redadas que seguían menudeando en aplicación de la figura de «escándalo público». Numerosas personalidades y entidades, así como unos cincuenta ayuntamientos de toda Cataluña, reconocen al FAGC, mientras que el gobierno de UCD se opone a su legalización y desestima los recursos interpuestos por los abogados Pere Comas y Magda Oranich. Al mismo tiempo, el cineasta Ventura Pons realizó un documental sobre el FAGC que fue exhibido en la mayoría de cines catalanes.

En 1979 el FAGC convoca la manifestación del 28 de junio «Por la legalización», mientras que la CCAG dice que legalización es integración y pugna por la despenalización de la homosexualidad. Llegó a haber hasta una guerra de carteles en las paredes, ya que dos eran las convocatorias simultáneas. La manifestación de la CCAG en las Ramblas termina con enfrentamientos con la policía, mientras que la del FAGC discurre sin problemas por la ronda de Sant Antoni. En diciembre de ese año vuelve a celebrarse otra masiva fiesta de aniversario del FAGC en el Palacio de Deportes de Barcelona, esta vez para recaudar fondos para los gastos del recurso contencioso-administrativo que se hace necesario para impugnar la negativa del gobierno a la legalización. En aquellos años, tres diputados actuaron discretamente ante el Gobierno de la UCD a favor del movimiento homosexual, informando, asesorando e inspirando actuaciones. Se trataba de J. M
a
Riera del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC), Juan M
a
Bandrés de Euskadiko Ezkerra (EE) y Rudolf Guerra del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC). Riera llegó a llevar una pregunta sobre la legalización del FAGC al Congreso de los Diputados. Nunca se valorará suficientemente la inmensa y eficaz tarea de estos tres aliados.

En 1980 el dato más destacado en la campaña pro-legalización fue la simbólica inclusión de cuatro candidatos del FAGC (en puestos que no resultarían electos) en cuatro listas a las primeras elecciones al Parlamento de Cataluña (NE, PSC, PSUC, Unitat pel Socialisme). Este gesto muestra el avance de la izquierda parlamentaria en un asunto que poco antes ignoraba o miraba con recelo. La manifestación de 1980 en Barcelona volvía a insistir en la legalización y, como en 1979, contó con la participación del diputado J. M
a
Riera. La CCAG ya se había disuelto. Desde la opinión pública hasta la homologación para entrar en la Comunidad Económica Europea, todo sumaba a favor de la legalización. La cuestión gay se había convertido en sinónimo de libertad. Finalmente, el FAGC, y con él la homosexualidad en España, fue legalizado por el Gobierno de Suárez el 16 de julio de 1980. Por parte de los colectivos de lesbianas no hubo presión alguna para su legalización. De hecho bastó con que, pocos años después, inscribieran los grupos en el Registro de Asociaciones.

El éxito aboca a la crisis de los grupos gays

La actuación del movimiento de liberación gay fue todo un éxito antirepresivo: en cinco años consigue la legalidad, abre un amplio debate social sobre la homosexualidad y desculpabiliza a multitud de anónimos gays y lesbianas. Los frentes de liberación gay fueron organizaciones de vanguardia, con fuerte presencia de militantes de la izquierda extra-parlamentaria
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. El FAGC nunca tuvo más de 300 militantes en su mejor momento y tras la escisión de 1978 se redujo a menos de un tercio. Sin embargo, la respuesta del colectivo homosexual y de la progresía fue siempre notable, así como el eco de la prensa.

Tras la legalización del FAGC se formalizan el resto de frentes y hay un respiro en el ambiente gay, aunque volverán a producirse algunas redadas y cierres de bares, esta vez pretextando controles de delincuencia y de prostitución. A partir de ese momento se inicia una doble crisis en el panorama del movimiento de liberación gay que no se superará hasta 1986, aunque eso ya sería objeto de otro momento histórico, posterior a la Transición. Por una parte, desciende vertiginosamente el número de militantes en los frentes, de forma que algunos entran en crisis o desaparecen. Por otra, el grueso del colectivo homosexual no ve la necesidad de seguir actuando ni entiende su discurso anti-gueto, cuando precisamente están saboreando una libertad antes jamás soñada. Se vacían los colectivos y se llenan las discotecas de ambiente gay. Los frentes de liberación gay abren entonces un debate sobre perspectivas que encuentra dificultad de concreción y que bascula entre reflexiones ideológicas sobre el machismo, propuestas legales antidiscriminatorias y una alianza con los movimientos radicales, que no llegará a cuajar. El lenguaje sobrepolitizado de los grupos no sintonizaba con el ambiente gay.

Solamente cuando se producen concretas actuaciones arbitrarias de la policía, la gente gay reclama la respuesta del movimiento. Así, la manifestación de junio de 1981 en Barcelona mantuvo una notable participación en la denuncia de los cierres de locales gays y redadas policiales registradas ese año, como fruto de una política de intimidación del Gobernador Civil (UCD) ante el desarrollo del circuito de locales de encuentro homosexual. Tras el susto del frustrado golpe de estado de Tejero el 23 de febrero de 1981 (que incluyó, entre los males que padecía España, a «la pornografía y los invertidos»), con la victoria del PSOE en 1982 se estabiliza el panorama de libertades para el colectivo homosexual, cesa todo acoso policial, salvo alguna excepción aislada, y hasta se abren las pantallas de TVE a gays y lesbianas.

Aquella generación de homosexuales no sufrió ningún desencanto porque alcanzó un grado de libertades nunca antes soñado, ni tampoco vio necesario continuar la lucha bajo unos presupuestos revolucionarios que no entendía o que no supieron comunicar las organizaciones de aquel entonces. Tras la desaparición del FLHOC y del breve paréntesis de AGAMA en Madrid, durante años no hubo ningún grupo gay hasta entrados los ochenta. Solamente se mantuvo activo el Colectivo de Feministas Lesbianas de Madrid.

El declive de los grupos gays se produjo en unos años en los que, por el contrario, asistimos al nacimiento de numerosos colectivos y comisiones de lesbianas del movimiento feminista. Fueron años en los que el entusiasmo y la creatividad de los grupos se manifestaban por doquier en cuantas iniciativas llevaban adelante. Los medios de comunicación empezaron a prestar inmediata atención a la situación de las lesbianas, «las grandes desconocidas» del mundo homosexual. Nuestra invisibilidad social, incomparable con la visibilidad de los gays y explicable, entre otras cosas por la permisividad y el desconocimiento sociales hacia mujeres que podían expresar su amor hacia otras sin «delatarse» por ello, despertaba el interés y también el morbo de periódicos, revistas, radios y televisiones. En aquellos años no era fácil conseguir que hubiera lesbianas dispuestas a «dar la cara» como se decía y nosotros dos, Empar y Jordi, llegamos a aparecer tantas veces que, entre bromas y veras, comentábamos que parecíamos una singular
pareja de hecho.

El posterior movimiento lgbt de nuestro país heredó, a nuestro parecer, cuatro constantes que siempre estuvieron presentes en el movimiento gay de la Transición: una actitud receptiva y pedagógica por parte de los medios de comunicación; la aparición de testimonios personales que denuncian injusticias, como fue el caso de Antoni Roig; la solidaridad y apoyo de personalidades y entidades ciudadanas y un planteamiento inclusivo de todo tipo de personas y entidades de las manifestaciones del 28 de junio. Conviene no perder de vista nuestros orígenes («Quien pierde los orígenes, pierde identidad» dice Raimon en una de sus canciones) y menos aún ignorarlos o negarlos, entre otras cosas porque pertenecen a nuestra propia historia individual y colectiva y sin ellos no se podría explicar nuestro presente. Aquellos años de la Transición fueron el inicio de una gran aventura y, justo es decirlo, entonces nunca soñamos llegar hasta lo que hoy hemos conquistado.

DE LA CLANDESTINIDAD A LA CALLE: LAS PRIMERAS ORGANIZACIONES POLÍTICAS DE LESBIANAS EN EL ESTADO ESPAÑOL

Gracia Trujillo Barbadillo

Porque vivir otra vida sería una mentira Jeanette Winterson

Este capítulo analiza el activismo lesbiano durante el periodo de la Transición a la democracia. O mejor, de «la otra Transición», es decir, la no estudiada, la que no aparece en los libros de historia ni en los análisis de los movimientos sociales, la no reconocida. Examino aquí la organización de estos grupos políticos a finales de la década de los setenta con el objetivo de documentar y reflexionar acerca de los inicios de la movilización lesbiana, sobre la que, por otra parte, apenas hay fuentes y estudios que consultar. El objetivo de este trabajo es, por un lado, ofrecer una panorámica del comienzo de este movimiento y, por otro, estudiar el discurso identitario, la estructura de alianzas y los objetivos políticos de las organizaciones que lo componen.

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