Vacas, cerdos, guerras y brujas (16 page)

BOOK: Vacas, cerdos, guerras y brujas
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La espera de barcos o aviones que traen antepasados y cargo comenzó hace mucho tiempo. En los cultos más antiguos, los pueblos de la costa esperaban una gran canoa. Más adelante, esperaron barcos de vela. En 1818 los líderes del culto oteaban el horizonte en busca de señales de humo de los buques de vapor. Después de la Segunda Guerra Mundial, se esperaba a los antepasados en lanchas de desembarco, transportadores de tropas y bombarderos Liberator. En la actualidad llegan en "casas volantes" que se elevan más alto que los aviones.

El mismo cargo se ha modernizado también. En los primeros tiempos, cerillas, instrumentos de acero, y rollos de calicó constituían la mayor parte del cargo fantasma. Después fueron sacos de arroz, zapatos, carne y sardinas en lata, rifles, cuchillos, munición y tabaco. Últimamente flotas fantasmas han estado transportando automóviles, radios y motocicletas. Algunos profetas cargo de Irian Occidental predicen que buques de vapor descargarán fábricas y acerías enteras.

Un inventario preciso del cargo sería engañoso. Los nativos esperan una mejoría global en su nivel de vida. Los barcos y aviones fantasmas traerán el inicio de una época totalmente nueva. Los muertos y los vivos se reunirán, el hombre blanco será expulsado o sometido, y el trabajo penoso abolido; no faltará nada. En otras palabras, la llegada del cargo marcará el inicio del cielo en la tierra. Esta visión sólo difiere de las descripciones occidentales cristianas del milenio y el fin de los tiempos por la preeminencia extraña de los productos industriales. Reactores y antepasados; motocicletas y milagros; radios y espíritus. Nuestras propias tradiciones nos preparan para la salvación, la resurrección, la inmortalidad… pero, ¿con aviones, coches y radios? No tenemos buques fantasmas. Sabemos de dónde provienen estas cosas. ¿Lo sabemos?

Los misioneros y administradores gubernamentales dicen a los nativos que el trabajo duro y las máquinas hacen que las cornucopias del industrialismo liberen sus ríos de riqueza. Pero los profetas del cargo se aferran a otras teorías. Insisten en que la riqueza material de la época industrial se crea realmente en algún lugar lejano, no mediante medios naturales, sino sobrenaturales. Los misioneros, comerciantes y funcionarios del gobierno saben cómo obtener esta riqueza que se les envía en aviones o barcos; poseen el "secreto del cargo". La capacidad de los profetas nativos del cargo de penetrar este secreto y entregar el cargo a sus seguidores sufre altibajos.

Las teorías nativas sobre el cargo evolucionan en respuesta a condiciones que cambian continuamente. Antes de la Segunda Guerra Mundial, los antepasados tenían piel blanca; después se dijo que se parecían a los japoneses. Pero cuando las tropas americanas negras expulsaron a los japoneses, se representó a los antepasados con piel negra.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la teoría del cargo se centró a menudo en los americanos. En las Nuevas Hébridas, la gente decidió que un soldado llamado John Frum era el Rey de América. Sus profetas construyeron un aeropuerto en el que los bombarderos Liberator americanos aterrizarían con un cargo de leche y helados. Las reliquias abandonadas en los campos de batalla de las Islas del Pacífico demuestran que John Frum estuvo allí. Un grupo cree que John Frum llevaba una guerrera de campaña del ejército americano con galones de sargento y la cruz roja del cuerpo médico en las mangas cuando prometió volver con el cargo. Se han erigido pequeñas cruces rojas del cuerpo médico, cada una de ellas rodeada por una cerca bien hecha, en toda la Isla de Tanna. Un jefezuelo de una aldea John Frum entrevistado en 1970 señalaba que "la gente ha esperado casi dos mil años el regreso de Jesucristo, por lo tanto podemos seguir esperando a John Frum".

En 1968, un profeta de la isla de Nueva Hanover en el archipiélago Bismarck anunció que el secreto del cargo sólo era conocido por el Presidente de los Estados Unidos. Los miembros del culto rehusaron pagar los impuestos locales, lo que les permitió ahorrar 75.000 dólares para "comprar" a Lyndon Johnson y hacerle Rey de Nueva Hanover si les revelaba el secreto.

En 1962, la Fuerza Aérea de los Estados Unidos colocó un gran señalizador de hormigón en la cima del Monte Turu cerca de Wewak, Nueva Guinea. El profeta Yaliwan Mathias, estaba convencido de que los americanos eran los antepasados y que el cargo se encontraba bajo el señalizador. En mayo de 1971, después de una noche de oración con acompañamiento de música pop en sus transistores, él y sus seguidores arrancaron el señalizador. No se encontró ningún cargo. Yaliwan explicó que se lo habían llevado las autoridades. Sus seguidores que habían aportado 21.500 dólares no perdieron la fe.

Es fácil descartar las creencias cargo como el delirio de mentalidades primitivas: los líderes profetas son granujas consumados que se aprovechan de la codicia, la ignorancia y credulidad de sus hermanos, o si son sinceros, psicópatas que propagan sus ideas insensatas sobre cargo mediante autohipnosis, hipnosis colectiva e histeria de masas. Esta sería una teoría convincente si no hubiera ningún misterio sobre cómo se manufactura y se distribuye la riqueza industrial. Pero de hecho no es fácil explicar por qué algunas naciones son pobres y otras ricas, ni es fácil decir por qué hay diferencias tan acusadas en la distribución de la riqueza dentro de las naciones modernas. Lo que sugiero es que hay en realidad un misterio del cargo y que los nativos están justificados en su intento de resolverlo.

Para penetrar el secreto del cargo, debemos concentrarnos en un caso concreto. He elegido los cultos del área Madang de la costa norte de Nueva Guinea australiana, que ha descrito Peter Lawrence en su libro "Road Belong Cargo".

Uno de los primeros europeos que visitó la costa Madang fue un explorador ruso del siglo XIX, llamado Miklouho Maclay. Tan pronto como el buque ancló en tierra, sus hombres empezaron a distribuir regalos, hachas de acero, rollos de tela y otros objetos de valor. Los nativos decidieron que los hombres blancos eran antepasados. Los europeos cultivaron deliberadamente esta imagen no permitiendo nunca que los nativos presenciaran la muerte de un hombre blanco: solían arrojar en secreto sus cuerpos al mar y explicaban que los hombres desaparecidos habían vuelto al cielo.

En 1884, Alemania estableció el primer gobierno colonial en Madang. Pronto le siguieron los misioneros luteranos, pero no lograron atraer conversos. Una misión pasó trece años sin bautizar ni un solo nativo. Los conversos tenían que ser sobornados con hachas de acero y alimentos. Ahora tal vez se comprenda mejor por qué he dicho que el concepto de "gran hombre" es pertinente. Como sucede con los "grandes hombres" nativos que hemos descrito en el capítulo anterior, la credibilidad y legitimidad de los "grandes hombres" de ultramar sólo se mantenía mientras hicieran reiterados regalos.

Daba lo mismo que fueran dioses o antepasados resucitados, salvo en que los "grandes hombres" de origen divino debían hacer más regalos que los ordinarios. No bastaba con cantar himnos ni con la promesa de salvación futura para mantener el interés de los nativos. Estos deseaban y esperaban cargo: todo lo que los misioneros y sus amigos recibían por barco de ultramar.

Como hemos visto, los "grandes hombres" deben redistribuir su riqueza. Para los nativos nada hay peor que un "gran hombre" tacaño. Los misioneros se negaban a ello claramente: retenían la "carne y la manteca" para sí y donaban los "huesos y tartas estropeadas". En los centros misioneros, en las carreteras y en las plantaciones los nativos trabajaban duro en previsión de un gran festín. ¿Por qué no se celebraba? En 1904 los nativos tramaron matar a todos los "grandes hombres" tacaños, pero las autoridades descubrieron la conspiración y ejecutaron a los cabecillas. A continuación se impuso la ley marcial.

Después de esta derrota, los intelectuales nativos empezaron a desarrollar nuevas teorías sobre el origen del cargo. Quienes realizaban el cargo eran los antepasados nativos, no los europeos, pero los europeos impedían que los nativos recibieran su parte. En 1912 se tramó una segunda rebelión armada.

Poco después estallaba la Primera Guerra Mundial. Los "grandes hombres" alemanes huyeron, siendo sustituidos por otros de origen australiano.

Desde entonces los nativos celebraron reuniones en las que acordaron que era poco práctico una nueva resistencia armada. Evidentemente los misioneros conocían el secreto del cargo. Por ende la única cosa que había que hacer era obtener la información de ellos. Los nativos acudieron en tropel a las iglesias y escuelas de la misión, convirtiéndose en cristianos entusiastas y cooperadores. Prestaron gran atención a la siguiente historia. Al principio Dios, llamado Anus en la mitología nativa, creó el Cielo y la Tierra. Anus dio a Adán y Eva un paraíso repleto de cargo; todas las carnes enlatadas, instrumentos de acero, arroz en bolsas y cerillas que podían utilizar. Cuando Adán y Eva descubrieron el sexo, Anus les arrebató el cargo y envió el diluvio. Anus enseño a Noé cómo construir un enorme buque de vapor de madera y le nombró su capitán. Sem y Jafet obedecieron a Noé, su padre. Pero Cam era estúpido y le desobedeció. Noé le quitó el cargo a Cam y lo envió a Nueva Guinea. Después de haber vivido durante años en la ignorancia y las tinieblas, Anus se apiadó de los hijos de Cam y mandó misioneros para reparar el error de Cam, diciendo: "Debéis persuadir a sus descendientes para que vuelvan a mis caminos. Cuando me sigan de nuevo les enviaré el cargo de la misma manera que ahora se lo envío a los hombres blancos.

El gobierno y las misiones se animaron por el incremento en la asistencia a la iglesia y la sobriedad respetuosa se los neoconversos. Pocos blancos comprendieron hasta qué punto la interpretación nativa del cristianismo se había desviado de la suya propia. Los sermones se pronunciaban en "pidgin", un compuesto de alemán, inglés y lenguas aborígenes. Los misioneros sabían que los nativos interpretaban la frase "y Dios bendijo a Noé" en el sentido de "y Dios dio a Noé cargo". Y sabían que cuando citaban en los sermones el Evangelio según Mateo: "Buscad primero el reino de Dios y su justicia; y todas las demás cosas se os darán por añadidura", los nativos entendían el pasaje en el sentido de "los buenos cristianos serán recompensados con cargo". Pero también sabían que si la recompensa por la obediencia al cristianismo se presentaba en un sentido totalmente espiritual y ajeno a este mundo, los nativos no creerían en ellos o bien perderían interés y se marcharían a la iglesia de otros. Para el nativo inteligente, el mensaje era categórico y claro: Jesús y los antepasados iban a donar cargo a los fieles; los paganos no sólo no conseguirían ningún cargo, sino que además arderían en el Infierno. Así, durante los años veinte los líderes nativos cumplían pacientemente sus obligaciones como cristianos; cantaban himnos, trabajaban por unos pocos centavos a la hora, y mostraban respeto por los patrones blancos. Pero en los años treinta, su paciencia había empezado a agotarse. Si el trabajo duro trajera cargo, ya lo habrían conseguido. Habían descargado multitud de barcos y aviones para sus patrones blancos, pero ningún nativo había recibido jamás un solo paquete de ultramar.

Los catequistas y ayudantes de la misión estaban especialmente irritados.

Observaban de primera mano las diferencias sustanciales existentes entre ellos mismos y los "grandes hombres" europeos. Y observaron claramente cómo estas diferencias no disminuyeron pese a todo el esfuerzo realizado en conseguir más conversos y ser buenos cristianos. Un eminente ministro luterano, Rollan Hanselmann, entró en su iglesia un domingo por la mañana en 1933 y descubrió que todos sus ayudantes nativos se encontraban detrás de una cuerda que habían tendido a lo largo de la nave lateral. Le formularon una petición: "¿Por qué no aprendemos el secreto del cargo? El cristianismo no nos ayuda a nosotros los negros de una manera práctica. Los hombres blancos nos ocultan el secreto del cargo". Se formularon más acusaciones; no se había traducido la Biblia adecuadamente por accidente o a propósito: ésta había sido censurada; faltaba la primera página; se silenciaba el verdadero nombre de Dios.

Los nativos boicotearon las misiones y propusieron una nueva solución al misterio del cargo. Jesucristo otorgó cargo a los europeos. Ahora quería donarlo a los nativos. Pero los judíos y los misioneros habían conspirado para quedarse con él. Los judíos habían prendido a Jesús y le retenían prisionero en o más allá de Sidney Australia. Pero pronto Jesús quedaría en libertad y empezaría a llegar el cargo. La gente más pobre sería la que más obtendría ("los mansos heredarán"). La gente cesó de trabajar, sacrificó sus cerdos, quemó sus huertos y acudió en masa a los cementerios.

Estos sucesos coincidieron con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Al principio, los nativos no tuvieron dificultad alguna en comprender esta nueva guerra. Los australianos habían expulsado a los alemanes y ahora los alemanes iban a expulsar a los australianos. Sólo que esta vez los alemanes serían los antepasados disfrazados de alemanes. El gobierno encarceló a los líderes del culto por difundir propaganda alemana. Pero pese a la censura de noticias, los nativos pronto empezaron a comprender que su administración australiana estaba en peligro de ser expulsada de Nueva Guinea no por los alemanes, sino por los japoneses.

Los profetas del cargo lucharon por comprender el sentido de este nuevo y sorprendente desarrollo. Un líder del culto llamado Tagarab anunció que los misioneros siempre les habían estado engañando. Jesús era un dios sin importancia. El dios verdadero —el dios del cargo— era una deidad nativa conocida como Kilibob. Los misioneros habían logrado que los nativos rezaran a Anus. Pero Anus era un ser humano ordinario que sólo era el padre de Kilibob, quien a su vez era el padre de Jesús. Kilibob estaba a punto de castigar a los blancos por su perfidia. El y los antepasados se hallaban ya en camino con un cargamento de fusiles, munición y otros equipos militares.

Cuando anclaran en tierra se parecerían a soldados japoneses. Los australianos serían expulsados y todo el mundo conseguiría cargo. Para estar preparados, todos deberían interrumpir el trabajo ordinario, sacrificar cerdos y pollos y empezar a construir almacenes para el cargo.

Finalmente, cuando los japoneses invadieron Madang en diciembre de 1942, los nativos les saludaron como libertadores. Aun cuando los japoneses no habían traído cargo, los profetas interpretaron su llegada al menos como un cumplimiento parcial de las profecías. Los japoneses no intentaron desengañarles. Produjeron en los nativos la impresión de que el cargo se había aplazado temporalmente puesto que todavía continuaba la guerra.

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