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Authors: Arthur C. Clarke

Tags: #Ciencia Ficción

2010. Odisea dos (10 page)

BOOK: 2010. Odisea dos
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Las nubes, coloridas como el atardecer más deslumbrante de la Tierra, se desplazaban tan velozmente que podía apreciar su movimiento en sólo diez minutos. Continuamente se formaban grandes remolinos a lo largo de las diez o doce bandas que rodeaban el planeta, y luego se desvanecían como espirales de humo. Aisladamente surgían de las profundidades blancos penachos de gas, que resultaban instantáneamente disueltos por los huracanes que provocaba la enorme velocidad de rotación del planeta.

Y tal vez lo más extraño fueran los puntos blancos, espaciados a veces tan regularmente como las perlas de un collar, a lo largo de los vientos alisios de las latitudes centrales jovianas.

En las últimas horas previas al encuentro, Floyd vio poco a la capitana o al navegante. Los Orlov apenas abandonaban el puente, pues continuamente estaban comprobando la órbita de aproximación y haciendo pequeñas correcciones al rumbo de Leonov. La nave ya se encontraba en ese corredor crítico por el que atravesaría la atmósfera exterior; si pasara muy alto, el frenado por fricción no sería suficiente para disminuir su velocidad, y se perdería fuera del Sistema Solar, más allá de toda posibilidad de rescate. Si pasara muy bajo, se incendiaría como un meteorito. Había poco margen para el terror.

Los chinos habían demostrado que el frenado aerodinámico era realizable, pero siempre existía la posibilidad de que algo faltara.

14. DOBLE ENCUENTRO

"... Documentos de la hipoteca de la casa de Nantucket deberían estar en el archivo de memoria marcado con M.

"Bueno, en cuanto a negocios creo que no hay nada más. El último par de horas he estado recordando un cuadro que vi cuando era niño en un volumen destartalado de arte victoriano; debía tener casi ciento cincuenta años de antigüedad. No sé si era en blanco y negro o en colores, pero nunca olvidaré el título; se llamaba, no te rías, "Ultimo mensaje a Casa". Nuestros abuelos amaban esos melodramas sentimentales.

"Muestra la cubierta de una goleta en un huracán; las velas han sido desgarradas y la cubierta se encuentra a flor de agua. En el fondo, la tripulación se afana en salvar la embarcación. Y en primer plano, un joven grumete está escribiendo una nota, teniendo a su lado la botella que espera la llevará a destino.

"Aunque yo era un muchacho en ese entonces, sentía que él debería haber estado dando una mano a sus compañeros, no escribiendo cartas. Aun así, me conmovió: nunca pensé que algún día estaría como el pequeño grumete.

"Desde luego, yo estoy seguro de que recibirás mi mensaje; y no puedo ayudar en nada a bordo de Leonov.

"De hecho, me han pedido gentilmente que me mantenga fuera del camino; así, pues, que mi conciencia está limpia mientras me dedico a dictar este mensaje.

"Ya mismo lo enviaré al puente porque cortaremos la transmisión en quince minutos, al guardar el gran plato y cerrar las escotillas... ¡aquí tienes otra bella analogía marítima! Ahora Júpiter está ocupando todo el cielo; no voy a intentar describirlo, y tampoco lo veré mucho tiempo más porque las planchas se cerrarán en pocos minutos. De todas maneras, las cámaras son mucho más elocuentes que yo.

"Adiós, mi vida, los amo... especialmente a Chris. Cuando recibas esto, habrá terminado todo, de un modo o de otro. Recuerda que traté de hacer lo mejor por nosotros... adiós."

Floyd sacó la pastilla de audio, fue hasta el centro de comunicaciones y se la entregó a Sasha Kovalev.

—Por favor, asegúrate de que salga antes de cerrar —pidió con voz intensa.

—No te preocupes —prometió Sasha —. Todavía estoy trabajando en todos los canales, y nos quedan unos buenos diez minutos.

Le ofreció su mano.

—Si nos volvemos a encontrar... bueno, sonreiremos. Si no, habremos hecho bien en despedirnos —recitó Floyd.

—¿Shakespeare, supongo?

—Por supuesto; Bruto y Casio antes de la batalla. Te veré luego.

Tanya y Vasili estaban demasiado concentrados en sus visores de situación, como para hacer algo más que saludar a Floyd con la mano, y se retiró a su cabina. Ya se había despedido del resto de la tripulación; no cabía sino esperar. Su bolso de dormir estaba colgado, listo para el retorno de la gravedad, cuando comenzara la desaceleración; y sólo tenía que trepar hasta él.

"Antenas retraídas, todos los escudos protectores en posición" avisó el intercomunicador. "Deberíamos sentir la primera frenada en cinco minutos. Todo normal".

"Yo no usaría ese término", murmuró Floyd para sí.

"Debe querer decir "nominal". No había terminado de esbozar su pensamiento cuando tocaron tímidamente a la puerta.

—¿Kto tam?

Para su sorpresa, era Zenia.

—¿Me permite pasar? —preguntó con embarazo, con una voz de niña que Floyd apenas reconoció.

—Desde luego; adelante, por favor. Pero, ¿por qué no estás en tu propia cabina? Sólo faltan cinco minutos.

Mientras formulaba la pregunta, se dio cuenta de su estupidez. La respuesta era tan perfectamente obvia que Zenia no se dignó responderla.

Pero Zenia era la última persona que hubiera esperado: su actitud hacia él había sido invariablemente cortés, pero distante. En verdad, ella era el único miembro de la tripulación que prefería llamarlo doctor Floyd. Y ahí estaba, solicitando claramente cariño y compañía en el momento de peligro.

—¡Zenia, querida! —dijo evasivamente —. Eres bienvenida. Pero mis comodidades son algo limitadas. Casi espartanas, podríamos decir.

Logró esbozar una sonrisa, pero no dijo nada, mientras entraba flotando a la habitación. Por primera vez Floyd se dio cuenta de que ella no estaba simplemente nerviosa... se hallaba aterrorizada. Sólo entonces comprendió por qué había acudido a él. Tenía vergüenza de que sus compatriotas la vieran así, y procuraba apoyo en algún otro lado.

Al comprenderlo, el atractivo del inesperado encuentro disminuyó en parte. Sin embargo, no lo relevaba de su responsabilidad para con otro solitario ser humano, tan lejos del hogar. El hecho de que ella fuera atractiva, aunque ciertamente no bella, y de casi la mitad de su edad, no debería afectar su comportamiento. Pero lo hizo; estaba comenzando a ponerse a la altura de las circunstancias.

Ella debió haberlo notado, pero no hizo nada para animarlo o rechazarlo mientras yacían juntos en el capullo de dormir. Apenas había lugar para los dos, y Floyd comenzó a hacer ansiosos cálculos. ¿Qué pasaría si la aceleración máxima fuera mayor que lo esperado y la suspensión cediera? Podrían resultar muertos fácilmente.

Había un amplio margen de seguridad; no había necesidad de preocuparse por un final tan ignominioso. Humor era enemigo de deseo; ahora su abrazo era absolutamente casto. No estaba seguro de si debía alegrarse de ello, o lamentarlo.

Y ya era demasiado tarde para segundas intenciones. Desde muy, muy lejos venía el primer susurro, como el lamento de un alma en pena. Al mismo tiempo, la nave dio una sacudida apenas perceptible; el capullo comenzó a balancearse, y sus correas se tensaron. Después de varias semanas sin peso, estaba volviendo la gravedad.

En segundos, el débil gemido se elevó hasta un tremendo rugido, y la crisálida se convirtió en una hamaca sobrecargada. Ésta no es una idea tan buena, pensó Floyd para sí; ya se hacía dificultoso respirar. La desaceleración sólo era una parte del problema: Zenia lo estaba aferrando como se supone que un náufrago se aferra al proverbial madero.

Se soltó tan suavemente como pudo.

—Está bien, Zenia. Si Tsien lo hizo, también podremos lograrlo nosotros. Relájate, no te preocupes.

Era difícil gritar con ternura, e incluso no estaba seguro de que Zenia lo escuchara por sobre el rugido del hidrógeno incandescente. Pero al menos ya no lo estrechaba con tanta desesperación, y aprovechó la oportunidad de aspirar unas pocas bocanadas profundas.

¿Qué diría Caroline si lo viera así? ¿Se lo contaría alguna vez, si tuviera la oportunidad? No estaba seguro de que lo entendería. De todos modos, en un momento como ése, todos los lazos con Tierra parecían muy tenues.

Era imposible moverse, o hablar, pero ahora que se había acostumbrado a la extraña sensación del peso ya no estaba incómodo, excepto por el creciente adormecimiento de su brazo derecho. Con alguna dificultad, logró rescatarlo de atrás de Zenia; este acto familiar le trajo un momentáneo sentimiento de culpa. Mientras sentía retornar su circulación, Floyd recordó una frase famosa, atribuida por lo menos a una docena de astronautas: "Los placeres y dificultades del sexo en gravedad cero han sido enormemente exagerados por igual".

Se preguntaba cómo se las estaría arreglando el resto de la tripulación, y pensó un instante en Chandra y Curnow, que dormían plácidamente en medio de todo esto. Nunca se enterarían si Leonov se convirtiera en una lluvia de meteoritos en el cielo joviano. No los envidiaba; se habrían perdido una experiencia que bien valía la vida.

Tanya hablaba por el intercomunicador; sus palabras se perdían en el estruendo, pero su voz sonaba calma y perfectamente normal, como si hiciera un anuncio de rutina. Floyd pudo mirar su reloj, y se asombró al ver que ya estaban en el punto medio de la maniobra de frenado. En ese preciso instante, Leonov se encontraba en el sitio más cercano a Júpiter de su trayectoria; sólo algunas sondas automáticas sin retorno habían penetrado más profundamente en la atmósfera joviana.

—Mitad de camino, Zenia —gritó —. Otra vez hacia afuera. —No podía saber si lo había comprendido. Sus ojos estaban fuertemente cerrados, pero sonreía con suavidad.

La nave se sacudía ahora notablemente, como un bote en el mar encrespado. ¿Será normal?, se preguntaba Floyd. Se alegraba de tener que preocuparse por Zenia; eso apartaba su mente de sus propios temores. Por un instante, antes de lograr expulsar la idea, tuvo una visión de las paredes volviéndose de un rojo intenso, y cayendo sobre él. Como la pesadilla fantástica de Edgar Allan Poe "El pozo y el péndulo", que había olvidado durante treinta años...

Pero eso no sucedería nunca. Si el escudo térmico fallara, la nave sería destrozada instantáneamente, aplastada por una sólida muralla de gases. No sentiría dolor alguno; su sistema nervioso no alcanzaría a reaccionar antes de dejar de existir. Había experimentado pensamientos más consoladores, pero éste no era del todo despreciable.

El golpeteo se fue debilitando. Hubo otro anuncio inaudible de Tanya (se lo comentaría con sorna, cuando acabara todo). El tiempo parecía ahora transcurrir mucho más lentamente; después de un momento dejó de mirar su reloj, porque no podía creer lo que veía. Los números cambiaban tan lentamente que se imaginó inmerso en alguna dilatación temporal einsteniana.

Y entonces sucedió algo todavía más increíble. Primero lo divirtió, pero luego se sintió un poco indignado.

Zenia se había quedado dormida; si no exactamente en sus brazos, por lo menos a su lado.

Era una reacción natural: la tensión debió haberla dejado exhausta, y la sabiduría de su cuerpo había acudido en su ayuda. Y de repente, Floyd mismo cayó en un sopor casi postorgásmico, como si él también hubiera sido emocionalmente vencido por el encuentro. Tuvo que luchar por permanecer despierto...

Y estaba cayendo... cayendo... cayendo... todo había acabado. La nave se encontraba otra vez en el espacio, al que pertenecía. Y él y Zenia flotaban separados.

Nunca volverían a estar tan juntos, pero de allí en más habría una ternura especial entre ellos, que nunca podría compartir nadie más.

15. ESCAPE DEL GIGANTE

Cuando Floyd llegó a la cubierta de observación, discretos minutos después de Zenia, Júpiter parecía ya muy lejano. Pero esto debía ser una ilusión basada en sus conocimientos, no la evidencia de sus ojos. Apenas acababan de emerger de la atmósfera joviana, y el planeta todavía llenaba la mitad del espacio visible.

Y ahora eran sus prisioneros, como habían planeado. En la última e incandescente hora se habían desprendido deliberadamente del exceso de velocidad que los podría haber precipitado en forma recta hacia el exterior del Sistema Solar, camino de las estrellas. Actualmente viajaban sobre una elipse, una clásica órbita de Hohmann, que los mantendría entre Júpiter y la órbita de Ío, pero tres cientos cincuenta mil kilómetros más arriba. Si no encendieran, o no lograran encender nuevamente sus motores, Leonov oscilaría una y otra vez entre estos límites, completando una revolución cada diecinueve horas. Se transformaría en la más cercana de las lunas de Júpiter, aunque no por mucho tiempo. Cada vez que rozara la atmósfera perdería altura hasta caer en espiral hacia su propia destrucción.

En realidad, a Floyd nunca le había gustado la vodka, pero se unió sin reservas al resto en el brindis triunfal, a la salud de los diseñadores de la nave, y como un voto de agradecimiento a Sir Isaac Newton. En seguida Tanya volvió la botella a su estante; había mucho por hacer aún.

Aunque las estaban esperando, todos saltaron con el fragor sordo de las cargas explosivas, y el ruido de la separación. Pocos segundos más tarde, un disco enorme, brillante aún, flotaba ante su vista girando lentamente sobre sí mismo mientras se alejaba de la nave.

—¡Miren! —gritó Max —. ¡Un plato volador! ¿Alguien tiene una cámara?

Había una clara nota de alivio histérico en las carcajadas que siguieron. Fueron interrumpidas por la capitana, en un tono más serio.

—¡Adiós, nuestro fiel escudo térmico! ¡Has hecho un trabajo magnífico!

—Pero ¡qué desperdicio —dijo Sasha —. Ahí hay por lo menos dos toneladas. ¡Piensen en toda la carga útil extra que podríamos haber traído!

—Si ésa es la eficaz y conservadora ingeniería rusa, me quedo con ella —retrucó Floyd —. Prefiero mil veces unas pocas toneladas de más, que un solo miligramo de menos.

Todos aplaudieron esos nobles sentimientos mientras el escudo abandonado se volvía amarillo, luego rojo, hasta que quedó tan negro como el espacio que lo rodeaba. A pocos kilómetros de distancia se desvaneció, aunque, ocasionalmente, la repentina reaparición de una estrella eclipsada recordaba su presencia.

"Comprobación de órbita preliminar terminada", dijo Vasili. "Estamos a diez metros por segundo de nuestro vector ideal. Por ser el primer intento, no está tan mal". Hubo un reprimido suspiro de alivio al escuchar la noticia, y pocos minutos más tarde Vasili hizo otro anuncio.

"Cambio de actitud por corrección de rumbo; delta ve seis metros por segundo. En un minuto tendremos un estallido de veinte segundos".

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