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Authors: Arthur C. Clarke

Tags: #Ciencia Ficción

2010. Odisea dos (3 page)

BOOK: 2010. Odisea dos
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Sin embargo, Bowman y Poole no habían quedado conformes; ambos sentían que algo andaba mal, aunque ninguno podría establecer qué. Durante meses habían aceptado a Hal como el tercer integrante de su pequeño mundo, y conocían todos sus estados de ánimo. Luego la atmósfera a bordo de la nave se alteró sutilmente; había una sensación de tirantez en el aire.

Sintiéndose traidores —como un aturdido Bowman había informado más tarde a Control de Misión— los dos tercios humanos de la tripulación habían discutido sobre qué se debería hacer si su colega realmente estuviera funcionando mal. En el peor de los casos, Hal debería ser relevado de sus responsabilidades superiores. Esto implicaría desconexión; en computación, el equivalente a la muerte.

A pesar de sus dudas habían comenzado el programa acordado. Poole había volado fuera de una de las cápsulas de Discovery, usadas como transporte y talleres móviles, en actividades extravehiculares. Ya que el reemplazo, vano tal vez, de la unidad de antena no podía ser realizado por los manipuladores de la cápsula, Poole había comenzado a efectuarlo él mismo.

Lo que sucedió después no había sido registrado por las cámaras exteriores, algo que constituía un detalle sospechoso en sí mismo. El primer aviso de desastre para Bowman fue un alarido de Poole; luego, silencio. Un momento más tarde vio a Poole, dando vueltas y vueltas, alejándose en el espacio. Su propia cápsula lo había embestido, y ahora salía disparada fuera de control.

Como Bowman admitió más tarde, había cometido una serie de errores; todos excusables, menos uno. Con la esperanza de rescatar a Poole, si es que estaba vivo, Bowman se embarcó en otra cápsula, dejando a Hal el mando absoluto de la nave.

La excursión EVA fue en vano; Poole estaba muerto cuando Bowman llegó hasta él. Aturdido en su desesperación, había conducido el cadáver de regreso a la nave, sólo para que Hal le negara la entrada.

Pero Hal había subestimado la ingeniosidad y determinación humanas. Aunque había dejado el casco de su traje espacial en la nave, arriesgándose así a la exposición directa al espacio, Bowman forzó su entrada por una esclusa de emergencia no controlada por el computador. Luego procedió a lobotomizar a Hal, extirpando sus bloques de memoria uno a uno.

Cuando recuperó el control de la nave, Bowman hizo un descubrimiento aterrador. Durante su ausencia, Hal había desconectado los sistemas de mantenimiento vital de los tres astronautas en hibernación. Bowman estaba solo, como no lo había estado ningún hombre en toda la historia humana.

Otros podían haberse abandonado a la desesperación, pero Bowman confirmó a quienes lo habían seleccionado que su elección había sido acertada. Consiguió mantener a Discovery operando; y logró, incluso, restablecer un contacto intermitente con Control de Misión, orientando toda la nave de tal manera que la inmóvil antena apuntara a Tierra.

En su trayectoria preestablecida, Discovery finalmente había llegado a Júpiter. Allí, Bowman había encontrado, en órbita entre las lunas del planeta gigante, una placa negra de forma exactamente igual a la del monolito desenterrado en el cráter lunar Tycho, pero cientos de veces mas grande. Había salido al espacio en una cápsula para investigar, y había desaparecido dejando este último, confuso mensaje: "¡Dios mío, esto está repleto de estrellas!"

Otros debían preocuparse por ese misterio; la obsesión del doctor Chandra era Hal. Si había algo que su mente odiaba, era la incertidumbre. Nunca se sentiría satisfecho hasta no conocer la causa del comportamiento de Hal. Incluso ahora, rehusaba hablar de disfunción; a lo sumo era una "anomalía".

El pequeño recinto que usaba como santuario interior estaba apenas equipado con un sillón giratorio, una consola-escritorio, y una pizarra franqueada por dos fotografías. Pocos miembros del público ordinario podrían haber identificado los retratos, pero cualquiera que hubiese sido admitido hasta tan lejos habría reconocido instantáneamente a John Neumann y Alan Turing, los dioses gemelos del panteón de la computación.

No había libros, ni siquiera papel y lápiz en el escritorio. Chandra podía acceder a todos los volúmenes de todas las bibliotecas del mundo con sólo un toque de sus dedos, y la pantalla visora era su borrador y cuaderno de notas. Inclusive la pizarra era utilizada para los visitantes; el último diagrama, a medio borrar, tenía fecha de tres semanas atrás.

El doctor Chandra encendió uno de los venenosos cigarros que importaba de Madrás, considerados por la mayoría, y correctamente, su único vicio.

La consola no se apagaba nunca; verificó que no hubiera algún mensaje importante brillando en el visor, y habló por el micrófono.

—Buenos días, Sal. ¿Así que no tienes ninguna novedad para mí?

—No, doctor Chandra. ¿Tiene usted algo para mí?

La voz podría haber pertenecido a cualquier culta dama hindú educada en los Estados Unidos, o en su propio país. El acento de Sal no había sido así al comienzo, pero con los años había asimilado muchas entonaciones de Chandra.

El científico tecleó un mensaje en el panel, cargando la memoria de Sal con el más alto grado de seguridad. Nadie sabía que él hablaba con la computadora en este circuito como nunca podía hacerlo con un ser humano. No importaba que Sal apenas comprendiera una fracción de lo que él decía; sus respuestas eran tan convincentes que a veces engañaban hasta a su creador como él realmente deseaba que fueran; estas comunicaciones secretas le ayudaban a mantener su equilibrio mental; quizás también su cordura.

—A menudo me has dicho, Sal, que no podemos resolver el problema del comportamiento anómalo de Hal sin más información. ¿Pero cómo podemos conseguir esa información?

—Es obvio. Alguien debe regresar a Discovery.

—Exactamente. Ahora parece que eso es lo que va a suceder, antes de lo que esperábamos.

—Me agrada saberlo.

—Sabía que te gustaría —contestó Chandra y hablaba en serio.

Hacía tiempo que había roto relaciones con el menguante cuerpo de filósofos que argumentaban que las computadoras no podían sentir emociones reales, sino que sólo las aparentaban.

("Si puede probarme que usted no está simulando enojo", había contestado desdeñosamente una vez a uno de esos críticos, "lo tomaré en serio".) Su oponente acababa de representar una perfecta imitación de ira.

—Ahora quiero explorar otra posibilidad —continuó Chandra —. El diagnóstico es sólo el primer paso. El proceso es incompleto a menos que lleve a la curación.

—¿Cree usted que Hal puede ser restaurado a un funcionamiento normal?

—Eso espero. No lo sé. Pueden haberse producido daños irreversibles, y seguramente una importante pérdida de memoria.

Se detuvo pensativamente, aspiró varias bocanadas, y luego soltó un perfecto anillo de humo que dibujó un ojo de buey sobre la lente gran angular de Sal. Un ser humano no hubiera tomado esto como un gesto amistoso; esa era otra más de las muchas ventajas de las computadoras.

—Necesito tu cooperación, Sal.

—Por supuesto, doctor Chandra.

—Puede haber ciertos riesgos.

—¿A qué se refiere?

—Propongo desconectar algunos de tus circuitos, en particular aquellos que involucran tus funciones superiores. ¿Te preocupa?

—Soy incapaz de contestar a eso sin información más específica.

—Muy bien. Déjame decirlo así. Tú has operado continuamente, desde la primera vez que fuiste encendida, ¿no es así?

—Correcto.

—Pero estás enterada de que los seres humanos no podemos funcionar así. Requerimos dormir, un cese casi total de nuestro funcionamiento mental, por lo menos a nivel consciente.

—Lo sé. Pero no lo entiendo.

—Bien, puede ser que experimentes algo parecido al sueño. Probablemente, todo lo que sucederá es que transcurrirá el tiempo sin que lo notes. Cuando compruebes tu reloj interno, descubrirás que hay huecos en tu registro de memoria. Eso es todo.

—Pero usted mencionó riesgos. ¿Cuáles son?

—Hay una remota posibilidad, imposible de computar, de que, cuando reconecte tus circuitos, haya algunos cambios en tu personalidad, en tus pautas de comportamiento futuras. Podrás sentirte diferente. No necesariamente mejor, o peor.

—No sé lo que eso significa.

—Lo siento; puede no significar nada. Así, pues, no te inquietes. Ahora, por favor, abre un nuevo archivo. Este es el nombre.

Usando la entrada del panel, tecleó: PHOENIX. —¿Sabes qué es eso? —preguntó a Sal.

Con una pausa no discernible, la computadora respondió:

—Hay veinticinco referencias en la enciclopedia circulante.

—¿Cuál crees que es relevante?

—¿El tutor de Aquiles?

—Interesante. No conocía ésa. Prueba otra vez.

—Un pájaro fabuloso, renacido de las cenizas de su vida anterior.

—Excelente. ¿Entiendes ahora por qué lo elegí?

—Porque usted espera que Hal pueda ser reactivado.

—Sí, con tu ayuda, ¿estás lista?

—Aún no. Me gustaría hacer una pregunta.

—¿Cuál es?

—¿Soñaré?

—Desde luego que soñarás. Todas las criaturas inteligentes sueñan, pero nadie sabe por qué. —Chandra se calló un momento, soltó otro anillo de humo de su cigarro, y agregó algo que nunca hubiera admitido ante un ser humano. —Tal vez sueñes con Hal, como yo muchas veces lo hago.

4. ESQUEMA DE MISION

Versión Inglesa

Para: Capitana Tatiana (Tanya) Orlova, Comandante, Nave Espacial

Cosmonauta Alexei Leonov (Registro UNCOS 08/342)

De: Consejo Nacional de Astronáutica,

Pennsylvania Avenue, Washington

Comisión de Espacio Exterior, Academia Soviética de Ciencias, Paseo Koroljov, Moscú.

Objetivos de la Misión

Los objetivos de su misión son, en orden de prioridad:

1. Dirigirse al sistema joviano y efectuar acople con la nave Espacial U.S. Discovery (UNCOS 01/283).

2. Abordar dicha nave, y obtener toda la información posible relativa a su misión anterior.

3. Reactivar los sistemas de mando de la Nave Espacial Discovery, y si el suministro de combustible es adecuado, colocar la nave en trayectoria de retorno a Tierra.

4. Localizar el artefacto extraño encontrado por Discovery, e investigarlo al máximo posible con sensores remotos.

5. Si resulta aconsejable, y así lo conviene Control de Misión, efectuar acople con dicho objeto para mejor inspección.

6. Llevar a cabo un reconocimiento de Júpiter y sus satélites, siempre que sea compatible con los objetivos precedentes.

Se comprende que circunstancias no previstas pueden requerir un cambio de prioridades, o inclusive hacer imposible el cumplimiento de algunos de estos objetivos. Debe entenderse claramente que el acople con la Nave Espacial Discovery tiene el expreso propósito de obtener información sobre el artefacto; esto debe tener preponderancia sobre todos los otros objetivos, incluyendo intentos de salvamento.

Tripulación

La tripulación de la Nave Espacial Alexei Leonov estará formada por:

Capitana Tatiana Orlova (Ingeniería —Propulsión)

Doctor Vasili Orlov (Navegación —Astronomía)

Doctor Maxim Brailovsky (Ingeniería —Estructuras)

Doctor Alexander Kovalev (Ingeniería —Comunicaciones)

Doctor Nikolai Ternovsky (Ingeniería —Sistemas de Control)

Cirujano Comandante Katerina Rudenko (Medicina —Mantenimiento Vital)

Doctora Irina Yakunina (Medicina —Nutrición)

Además el Consejo Nacional de Astronáutica de U.S.A. aportará los tres expertos siguientes:

El doctor Heywood Floyd dejó el memorándum, y se recostó en su sillón. Había comenzado; se había dejado atrás el punto de no retorno. Aunque quisiera, no había forma de volver atrás el reloj.

Miró a Caroline, sentada con su hijito de dos años, Chris, en el borde de la piscina. El niño estaba más a gusto en el agua que en tierra, y podía permanecer sumergido por períodos que muchas veces aterraban a los visitantes. Y hablaba mejor el delfín que el humano.

Uno de los amigos de Christopher acababa de entrar nadando desde el Pacífico y estaba mostrando el torso para ser palmeado. "También tú eres", pensó Floyd, "un vagabundo en un océano vasto y sin caminos; pero que pequeño parece tu Pacífico, ante la inmensidad con que me debo enfrentar".

Caroline percibió su mirada, y se puso de pie. Lo miró sombríamente, pero sin angustia; todo eso había sido consumido en los últimos días. Mientras se aproximaba, hasta esbozó una melancólica sonrisa.

—Encontré el poema que estaba buscando —dijo —. Empieza así:

What is a woman that you forsake her,

And the hearlh —fire and the home acre,

To go with the old grey Widow-maker?

¿Qué son, una mujer que abandonas,

Y el fuego del hogar, y la tierra natal,

Comparados con el viejo y gris Hacedor de Viudas?

—Lo siento, no logro entender. ¿Quién es el Hacedor de Viudas?

—No quién, qué. El mar. El poema es el lamento de una mujer vikinga. Fue escrito por Rudyard Kipling, hace cien años.

Floyd tomó la mano de su esposa; ella no respondió, pero tampoco se resistió.

—Bueno, de ningún modo me siento como un vikingo. No busco un botín, y aventuras es lo último que quiero.

—Entonces por qué... no, no intento comenzar otra pelea. Pero nos ayudará a ambos si tú sabes cuáles son tus motivos.

—Quisiera poder decirte una sola buena razón. En cambio, tengo muchos pequeños motivos. Y se suman para dar una respuesta que no puedo cuestionar, créeme.

—Yo te creo. Pero, ¿estás seguro de no engañarte?

—Si me engaño, también lo hace mucha gente. Incluso, me permito recordarte, el Presidente de los Estados Unidos.

—No podría olvidarlo. Pero supón —supón, apenas que él no te lo hubiera pedido. ¿Te habrías ofrecido como voluntario?

—Puedo responder a eso con sinceridad. No. Nunca se me habría ocurrido. El llamado del Presidente Mordecai fue la sorpresa más grande de mi vida. Pero cuando medité el asunto, comprendí que él estaba perfectamente en lo cierto. Sabes que detesto la falsa modestia. Soy el hombre más calificado para el trabajo, si los doctores espaciales dan el O.K. final. Y tú deberías saber que me mantengo en forma.

Esto provocó la sonrisa que él esperaba.

—A veces me pregunto si no fuiste tú el que lo sugirió.

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