Amor y anarquía (43 page)

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Authors: Martín Caparrós

Tags: #Novela, #Histórico

BOOK: Amor y anarquía
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Entonces Soledad tenía que vestirse y salir hasta la tranquera a dar el presente. Su madre, en esos días, solía acompañarla; ella le decía que se quedara, que no valía la pena, pero Marta Rosas insistía. La casa estaba vigilada por micrófonos satelitales y la policía sabía perfectamente quién entraba o salía: sus visitas sólo eran una forma de afirmar su poder. Pero a veces se pasaban un par de días sin aparecer. "Era para tentarla para que se escapara", dirá su madre.

—¿Y para qué les servía que se escapara?

—Para perseguirla, no sé, para matarla.

"No puedo creer que la rubia que se peleaba conmigo en la plaza, o aquella con la que di algunas vueltas en ciclomotor sea una señora de su casa", le escribió en esos días Soledad a su amiga Lorena Dussort, su ex socia paseaperros. "Yo elegí un camino distinto al tuyo pero también fui muy feliz. Y elegí una realidad distinta a la tuya pero que es igualmente válida. Cuando llegué a Italia y mano a mano que fui descubriendo otra realidad me sentí 'coinvolta' espontáneamente. Encontré una realidad concreta de oposición a la otra realidad que nunca me gustó, esa realidad de represión, manipulación, policía, gobierno y explotación animal y humana. No encontré otra manera de hacer algo contra esto que para mí lleva al hombre a la destrucción.

"Efectivamente este sistema te destruye lentamente, como pasó con Edoardo, que murió asesinado en una cárcel por policías, jueces, opinión pública, etcétera, etcétera. Murió peleando por la libertad del hombre y del mundo. Pero yo todavía estoy acá y pienso seguir peleando más que antes, porque la conciencia se despierta cada vez más dentro mío, y no me permite la indiferencia ante esta realidad.

"Ahora estoy en el campo, que es como una prisión sin rejas, no puedo moverme libremente en ninguna parte, ni siquiera puedo hacerme los mandados, y esto no existe. Me resisto y me opongo, jamás quisiera adaptarme. Te explico: como no tengo antecedentes ni tampoco tienen pruebas mías me dieron el arresto domiciliario hasta el juicio. Yo estoy bien y aguanto, resisto. Mamá está acá conmigo. Sé que no soy muy simpática con ella, ni con nadie en este momento, pero la quiero mucho. También vienen amigos y compas a verme. Me la paso gran parte del día leyendo y escribiendo o haciendo la huerta. Hay dos perros, Fiore y Kira. La última por tener cachorros. Si supiera dónde voy a ir a parar me agarraría uno, pero hasta octubre no sé nada.

"Lorenita yo te pienso mucho, y también te quiero. Te lo digo de corazón, si no no te diría nada. Espero volver a verte en algún momento. Yo quisiera volver alguna vez a la argentina pero cuando lo decida yo, no un juez. Ahora te mando un gran abrazo, a vos, y a todos los tuyos.

"Con amor sincero. Sole".

"El día más triste de mi vida estando en Italia fue el día que Pelissero tenía una audiencia en el Tribunal y Soledad se había enterado por los amigos y me decía 'mamá, rezá para que a mí también me citen, así puedo ver a mi amigo'", dirá Marta Rosas, su madre. "Y entonces novaro le avisó por teléfono que la iban a venir a buscar para que asistiera a esa audiencia. Si vieras lo feliz que se puso cuando vino el furgón a buscarla. Yo creía que me moría, pero le pregunté qué se iba a poner. Se puso un vaquero, un buzo de Edoardo y unas botas".

—¿Sole, por qué no vas mejor vestida, para que vean que estás bien, que te pueden confiar, que te pueden dar un trabajo?

—No, no, me voy con esto que es de Edoardo, esto nos va a traer suerte.

"Se fue cantando, contenta, saltando, feliz. No podés imaginarte lo que se siente cuando... Cuando llegamos al coche los dos policías se bajaron y dijeron Rosas, o una cosa así, y la hicieron pasar atrás, entre rejas, y la cerraron con un candado.

Fue triste. Fue el peor momento porque me di cuenta de que ya estaba todo perdido".

Era el miércoles 6 de mayo: el interrogatorio no tuvo gran importancia pero Soledad pudo hablar unos minutos con Silvano. "La vi en el tribunal, estaba muy cabreada, fumaba y fumaba, gritaba bastardos, no les tengo miedo, hijos de puta", dirá Silvano Pelissero. "Hablamos unos minutos con Novaro. Yo no sabía qué decirle: 'Tratá de mantenerte fuerte, ya vas a ver cuando salgamos lo que vamos a hacer', y ella fumaba y fumaba y yo le decía que tratara de fumar menos, que lo dejara. Y después se la llevaron y yo me quedé preocupado. Escribí al asilo que estaba preocupado porque la vi muy mal".

"Sole me pareció muy turbada, deprimida y confusa", escribiría Silvano. "Veía un futuro negro. Incluso me dijo que pensaba que no podría salir adelante. Ahí yo no entendía e intenté tranquilizarla pero sin entender bien la situación. Está cargada de odio y de rabia. Me parece que comunica poco con Enrico...". Silvano, esa mañana, no supo reaccionar: recién terminó de entender lo que estaba pasando días más tarde, cuando recibió las cartas que Soledad le había mandado antes.

"Esta es la historia", escribiría Silvano Pelissero. "Soledad me manda una carta. Sale el 26 de abril. Llega acá a novara el 11 de mayo. Pero no a mí. La carta está en un sobre con la dirección de un detenido común en otra sección. ¿Cómo fue? Sole en su carta, que después leí, está muy turbada, deprimida y confusa. Me confiesa propósitos autodestructivos y me pide una ayuda moral inmediata. El 28 Sole me manda a través de Luchino otra carta con contenido similar. (...) Me llegó en un sobre dirigido a Constantino Caminisch, el 7 de mayo. Yo vi a Sole el 6 a la mañana en el Tribunal. Estaba tristísima y deprimidísima. Yo no sabía qué pensar. La vi muy mal pero no sabía cómo comportarme y estuve un poco demasiado frío. Ahora entendí todo y además de pensar continuamente en ella le escribo todas las cartas exprés y telegramas que puedo. Estoy muy preocupado por ella y también entendí que me necesita mucho, ahora y después", les decía Silvano a sus compañeros del Asilo.

Silvano Pelissero, en esos días, también afrontaba problemas complicados. Dos semanas antes, convencido por la insistencia de sus compañeros de prisión, había levantado su huelga de hambre: en treinta días había perdido doce kilos. Estaba débil pero, sobre todo, había recibido los ataques más inesperados.

La campaña surgió en la prensa piamontesa: empezaron contando que la policía encontró en su biblioteca, entre muchos otros libros, un ejemplar del
Mein Kampf
de Hitler anotado. De allí deducían una antigua simpatía fascista y, a partir de eso, más infundios: que había militado en la derechista Liga del Norte, que tenía relaciones con los servicios de informaciones del Estado. "Mire si la campaña habrá sido fuerte que un día Soledad me preguntó si Silvano realmente había andado con los fascistas", dirá el abogado Claudio Novaro. "O sea que Soledad sabía muy poco sobre ellos, no estaba muy segura de nada".

Silvano Pelissero siempre negó estas acusaciones, pero parte de la prensa de izquierda e incluso algunos sectores anarquistas las retomaron: les resultaba más fácil, más cómodo creerlas y justificar su abandono de un caso en el que nunca se habían sentido cómodos.

El 5, desde la cárcel de Novara, Silvano mandó una declaración dirigida "a la sociedad civil, a los compañeros anarquistas, a los verdes, rojos, negros, a quien entendió todo o nada, a quien no le interesa nada de lo que pasa alrededor, a todos los que intentan cambiar el curso de la historia".

"Confirmo y subrayo que soy anarquista insurreccionalista e individualista. Hablo en mi nombre y no en el de Soledad y Edoardo. Manifiesto ser incompatible con el modo de vida de ustedes. Con el sistema de trabajo asalariado y respeto de la propiedad y la riqueza adquiridas por cualquier medio. Manifiesto ser hostil al proyecto TAV en Italia tanto como en Francia o Alemania o donde sea. Soy hostil al turismo tanto en las nieves del Valle de Aosta como en las playas de Cancún en México. Me declaro hostil a cualquier uso de la energía nuclear tanto como al uso exagerado y fuera de lugar del automóvil. Soy hostil al turismo e incompatible con toda forma de autoridad desde el dragoneante en el cuartel hasta el juez que condena o absuelve a su capricho, el cana que cumple su deber o el capataz. Fundamentalmente no consigo ver un espacio practicable, por mis imperativas exigencias libertarias, en esta sociedad llamada civil y de la paz a cualquier costo. No consigo ver ningún espacio de diálogo con vuestra mayoría que durante un siglo ha dado la espalda mezquinamente a la tierra en nombre de esa infamia que justifica todo exterminio: el Progreso.

"Niego, sin embargo, con firmeza cualquier participación incluso marginal en cualquier atentado en el Valle de Susa o donde sea. Niego y rechazo obstinadamente cualquier participación o favorecimiento de un grupo llamado Lobos Grises o de cualquier otro grupo de otra especie.

"La idea de grupo chirría, es incompatible con mi carácter individualista y reservado, diría casi hermético. Concluyo esta breve declaración de aclaración, más dirigida a los compañeros que me manifestaron su solidaridad que hacia la sociedad civil que me acusa de ecoterrorismo, subrayando que no reconozco a nadie el poder y la autoridad para juzgar mis acciones. Tomaré nota de la condena que se pronuncie contra mí, que será cumplida sólo y exclusivamente en virtud de una mayor fuerza numérica y técnica.

"Y que cada cual piense lo que quiera y haga lo que le parezca. El que quiera me apoyará y el que no, me rehuirá como si fuese un demonio salido de quien sabe qué fosas del infierno social".

Las primeras diferencias dentro del frente que la represión había contribuido a formar aparecieron a propósito de Silvano Pelissero; después las clásicas diferencias ideológicas y políticas hicieron el resto. A mediados de mayo la unión que había posibilitado manifestaciones como la del 4 de abril estaba rota, y los okupas no sabían cómo seguir adelante.

La primera gestión de Marta Rosas en Turín fue ir a ver al doctor Gian Paolo Zancan. Y lo que le dijo el abogado la llenó de esperanzas:

—Primero una pregunta, señora: ¿usted de cuánto tiempo dispone para quedarse acá en Italia?

—No, todo el tiempo que la ley me lo permita.

—Entonces creo que le puedo dar una noticia muy favorable: yo creo que si hacemos las cosas bien usted va a poder volverse a la Argentina con su hija.

Era lo mejor que podía haber oído: Marta Rosas lanzó un suspiro ilusionado y le preguntó cómo sería eso. El abogado le explicó que si se hacían las peticiones correspondientes, y dada la situación del caso y la falta de antecedentes de Soledad, era muy probable que el fiscal y la jueza la autorizaran a esperar el juicio en la Argentina. Y que ese trámite, en principio, no tenía por qué tardar más de quince días. El abogado era pomposo:

—Por eso le digo, señora: a principios de la semana próxima vamos a Tribunales, ustedes hacen el pedido, firman un compromiso de que Soledad va a volver para el momento del juicio y ponemos en marcha la cuestión. Y para mediados de mayo, como mucho el veinte o veinticinco, usted y su hija vuelan de vuelta a Buenos Aires.

—Ay, doctor, sería lo mejor que me podría pasar.

Marta Rosas quedó en volver el lunes para ir al Tribunal. En cuanto salió del estudio se metió en el primer locutorio que encontró y llamó a su marido:

—Luis, tengo una gran noticia, estoy tan contenta. ¡Soledad se vuelve en un par de semanas!

Esa noche, en Buenos Aires, Luis Rosas y su hija Gabriela festejaron. Todavía no sabían que, a su regreso a Bene Vaggena, Marta se había encontrado con dificultades.

—No, mamá, yo no me voy a ir y abandonar a mi compañero en la cárcel.

—Pero Solita, vos sabés que acá metida no le sos útil a nadie. Te están usando y acá presa, ¿para qué servís?, si ni siquiera le podés llevar cigarrillos a Pelissero. Yo me he comprometido que para el juicio vamos a estar acá de vuelta.

—No, ya te dije. Yo de acá sola no me voy, no me voy a ir dejando preso a mi compañero. Además, yo quiero volver a la Argentina, pero no así: voy a volver con todos los derechos, cuando lo decida yo, no un juez de mierda.

"Cuando me dijo que no se iba, a mí se me vino el mundo abajo", dirá Marta Rosas. "Yo todavía no entiendo por qué no se quiso venir conmigo. No sé si fue porque no la dejaron o porque no quiso. Cuando me dijo eso estábamos en la casa y había muchos de sus compañeros y todos se pusieron a hablar, a gritar y a decir cosas, supongo que estaban discutiendo este asunto. Yo en ese momento no entendí lo que hablaban, los tanos, como cualquier persona del mundo, cuando quiere que la entiendas se hace entender de alguna manera, pero ahí había como diez personas y todos hablaban a la vez y tenían la radio puesta a todo lo que daba para que no los grabaran los micrófonos de la policía, decían. Así que yo no entendía nada y me fui a la habitación. No sabés la tristeza que tenía".

A la mañana siguiente Ugo Pruzzo, el otro abogado de la familia Rosas, llamó desde Milán para pedirle a Marta Rosas que cambiaran la fecha de la presentación judicial: el martes le resultaría mucho más fácil que el lunes.

—Sí, lo entiendo, pero me parece que ha habido algunos cambios. ¿Puede hablar un momento con Soledad?

—Sí, claro.

Soledad fue tajante:

—Mire, doctor, yo le agradezco mucho todo lo que Zancan y usted han es tado haciendo, pero quería avisarle que a partir de ahora mi único representante va a ser el doctor Novaro.

"Ese día yo hablé con Luis y lo primero que me dijo fue 'hacete la valija y andate a España a visitar a tus parientes; aprovechá el viaje, recorré lo que quieras de Europa'", dirá Marta Rosas. "Gabriela se enojó también, se enojó tanto. Me decían 'te tenés que ir de ahí; están todos locos'. Yo no compartía la decisión de Sole, pero no por eso me iba a ir de Italia. Mi viaje había sido pura y exclusivamente para estar con ella, no me importaban las condiciones. Si ella no aceptó lo que yo le proponía, la posibilidad de estar bien de alguna manera, si prefirió eso, se lo tengo que respetar. Ya no estamos hablando de una criatura de diez años, dependiente, sino de una mujer de veinticuatro".

—¿Por qué creés que decidió eso en ese momento?

—No sé si no le permitieron venir, no sé si porque de alguna manera a ella le gustaba ser centro y estar ahí, con tanto reconocimiento. La verdad, no sé. Yo me enojé mucho, muchísimo. Pero al día siguiente hablamos un poquito, y estaba bien: yo respetaba su decisión, más allá de lo que ella hubiera decidido, era lo que yo más amaba en el mundo y me iba a quedar con ella todo el tiempo que pudiera, que Gabriela no me necesitara. Pero no sabés lo que me duele no haberla podido traer, no haberme dado cuenta de que corría tanto peligro su vida. Uno no tiene la bola de cristal para saber qué va a pasar, pero si yo hubiese sospechado que este iba a ser el fin...

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