—¿Quieres que me... vaya, King? —Cleo necesitaba solventar la duda. ¿La quería a ella? ¿O prefería estar con otras?
—Vete, Nala —ordenó Claudia.
—La que debe irse eres tú, Claudia. —Lion no prestó atención al ama mientras pronunciaba aquellas palabras.
Cleo tragó saliva y poco a poco bajó su falda hasta que cubrió de nuevo su ropa interior. Vaya, Lion echaba a Mistress Pain.
—¿Por qué yo? ¡Estaba aquí primero! —exclamó como una cría de diez años.
Fuera lo que fuese lo que había visto en Claudia años atrás, Lion ya no lo veía. Seguramente, porque la personalidad de Cleo borraba todo lo demás y convertía a mujeres como Claudia en simples envoltorios de caramelos.
—Te lo he dicho antes: no me quiero acostar contigo. Sharon ha tenido la buena educación de largarse cuando se lo he pedido; tú deberías hacer lo mismo. Sé elegante y vete.
La morena decidió que, si se iba, se iría por la puerta grande, porque no iba a pasar por alto la ofensa de Lion, ni tampoco que la del pelo rojo saliera victoriosa así como así.
Ella quedaba fuera de la alcoba, pero se encargaría de que ellos tampoco la utilizaran.
—No disimules ahora, King. —Claudia tomó su bolso y se dirigió a la puerta de la suite—. Antes de que ella llegara, ya te habías acostado con las dos —guiñó un ojo a Cleo, y salió por donde había entrado.
La respiración de Cleo se aceleró y apretó los puños para no lanzarse a por Lion como una gata y arañarle el apuesto rostro; que era, justamente, lo que le apetecía hacer.
Él puso sus manos en las caderas y la examinó con impaciencia.
—¿Te has acostado con ellas? —preguntó Cleo, impasible ante su escrutinio, pero agitada por la última frase de la malvada Ama Switch.
Lion arrugó el ceño y su ojos le advirtieron del peligro de seguir ese camino.
—¿Pasaría algo si hubiera sido así?
—Lion, no... Ahora no —quería solo una respuesta, ella intentaría creerlo—. Contéstame, por favor.
—¿Por qué debería obedecerte? Tú no me hiciste ni caso cuando te dije que el juego se acababa para nosotros. Preferiste continuar e irte con un amo que no conoces de nada para ponerte en peligro y ayudarle con el mobiliario de su casa. No has tenido consideración para con mi preocupación. Te ha dado igual que yo estuviera histérico todo el día por tu culpa, Lady Nala.
Cleo levantó la mano para que se detuviera y cerró los ojos, echando mano de una paciencia que no tenía. No podían hablar allí, no en un hotel reservado por la misma organización.
—Ponte un biquini. Nos vamos a la playa —Lion, que había entendido su gesto, también le había leído la mente. Debían salir de allí.
Cleo hurgó en su bolsa de viaje, que Lion había dejado en el armario ropero esperando a que ella llegara, y escogió un biquini de triángulos negros sin importarle si él la veía desnuda. ¿Qué más daba ya? El agente se colocó un bañador ancho y largo, azul oscuro, mientras la miraba fijamente y no se perdía un centímetro de su desnudez.
Sin dirigirse una palabra más, ambos tomaron sus toallas y su mal humor, y salieron de la suite.
El hotel villa quedaba muy pegado a la playa. Al salir por la recepción y la entrada, caminaron por la zona de hamacas y piscinas, a través de los puentes de madera y las cabañas cóctel, y llegaron a la arena blanca y lisa del Caribe.
Ella necesitaba remojarse, necesitaba nadar y llegar a un punto en el que estuviera tan cansada que no le apeteciera decirle nada.
Pero, conociéndose, sabía que iban a alzar la voz, que él la incitaría a pelearse, a discutir... A sacar toda la rabia. Y sentía mucha.
Cleo se quitó de una patada las zapatillas y dejó caer la toalla de mala manera para dirigirse como un vendaval a darse un chapuzón.
Lion hizo lo mismo pero, antes de que Cleo tocara el agua del mar con sus pies desnudos, la alzó con un solo brazo y se la colocó sobre el hombro. —¡Bájame ahora mismo! ¡Suéltame!
—¡No te oigo! ¡Los muebles no hablan! —exclamó él dándole un azote en la nalga para, después, lanzarla al mar.
Cleo se sumergió y emergió como una sirena vengativa. Como el agua del mar del Caribe no cubría hasta pasados unos cincuenta metros de la orilla, le llegaba por los muslos.
El pelo rojo se pegaba a su cara; y los ojos felinos echaban chispas.
Uno de pie delante del otro, como auténticos pistoleros.
Ella echó la melena hacia atrás, soltó un gruñido y se lanzó a por Lion con brazos y piernas, furiosa con él..
Lion no la vio venir hasta que sintió el hombro de Cleo en el estómago y cómo lo empujaba hacia atrás con toda la fuerza que tenía, demasiada para lo pequeña que era. Se desequilibró y ambos se hundieron.
Lion le dio la vuelta bajo el agua para levantarse con ella en brazos. La espalda pegada a su pecho, y los brazos oprimiéndole la cintura.
—¡Suéltame!
—¡No!
—¡Eres un...
grghksjdhasdjal
! —Lion la sumergió en el agua.
—¿Soy un qué? —la sacó de nuevo para que tomara aire.
—¡Un cerdo come mie...
rfsghdvsjhdgssdaaa
!
Lion se echó a reír mientras ella pateaba e intentaba golpearle en la cara. Pero no podía, porque la había inmovilizado.
—Hable bien, señorita Nala.
—¡Un mentiroso
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! —El maldito la volvía a sumergir.
—Lavaremos esa boquita con agua y sal —murmuró mientras la volvía a sacar del agua.
Cleo se quedó muy quieta, cogiendo aire, con los ojos cerrados.
—No pelees conmigo, mesita. Estaba deseando que regresaras para estrangularte con mis propias manos, bruja. ¡¿Tienes idea de lo preocupado que he estado?! —gruñó en su oído sin permitir que tocara fondo—. ¡No me vuelvas a hacer esto!
—¡Ja! ¡Ya veo lo preocupado que has estado! ¡Preocupado haciendo un trío!
—¡No!
—¡Lo he visto con mis propios ojos! —protestó ella afectada—. Esperaba que me vinieras a buscar a la pasarela y, en vez de eso... ¡Claudia te enseña una foto con su teléfono y tú vas y te la crees!
—¡No la he creído, Cleo! —Caminó con ella hasta que el agua les empezó a cubrir. No había barcas alrededor, ni tampoco bañistas. Solo estaban ellos dos, la luna inmensa y las estrellas.
—¡Sí, lo has hecho! —reafirmó con voz llorosa—. ¡Por eso te has puesto a bailar con ella y con Sharon, y has dejado que te metieran mano! ¡Y seguro que te has acostado con ellas!
Lion la apretó contra su pecho, reteniéndola entre sus brazos.
—Yo no me he creído la foto, Cleo —reconoció rotundo pero con suavidad—. Escúchame, por favor... Antes de nada tienes que entender que no puedes volver a alejarte de mí así. ¿Me oyes?
—¡Soy mayorcita, Lion! ¡Y soy responsable y competente!
—¡¿Y de qué sirve eso?! La responsabilidad y tu edad no son importantes ante la violencia de unos hombres sádicos, Cleo. Soy el agente al cargo y te estaba dando una orden para que detuvieras el juego. Y me desobedeciste... otra vez. ¿Lo comprendes?
—¡¿Y ahora qué?! ¿Volverás a amenazarme diciendo que hablarás con Montgomery y Spurs; dirás que no soy apta? ¿Sabes qué? ¡Me da igual! ¡Después de lo que he descubierto, por mí, que se pudran!
—¿Qué? ¿Qué has descubierto? Hay un límite para todo, Cleo.
—Yo conozco mis límites, señor Romano. Confío en ellos; pero eres tú quien tiene que confiar en mí.
Lion dejó salir el aire que retenía en los pulmones y los sumergió a ambos en el agua, donde ya flotaban por completo y podían nadar.
—Me muero de miedo si te imagino en peligro, Cleo.
Ella detuvo sus patadas y cesó su ataque, quedándose lívida e inmóvil entre su abrazo. Asumiendo sus palabras.
—No me he acostado con Markus —reconoció sometida por su preocupación—. No lo he hecho... Eso es imposible. Es imposible que yo lo haga.
—No vuelvas a desobedecerme, Cleo. Este torneo no es un juego, ¿me oyes? —Hundió la nariz en su pelo húmedo—. He pasado el día pensando en que ese amo ruso te hacía todo tipo de cosas y tú no podías resistirte. Odio pensar que otro te ha tocado.
—Hubiera utilizado la palabra de seguridad.
—¿Y si no te hace caso, tonta?
Ella intentó liberarse.
—No me llames tonta.
—Y vas y apareces en el baile, vestida así, bailando y provocando al personal... ¿Qué te has creído que soy? ¿Un puto pelele? ¿Por qué no me respetas?
—No lo he hecho con esa intención. Era la
performance
que había preparado Markus.
—No me ha gustado. —Cerró los ojos y apoyó la barbilla en su hombro—. Y después se ha añadido Prince. Te dije lo que había entre él y yo... ¿Por qué juegas con él?
—¡Yo no juego con él! Y tú te has puesto a jugar con Claudia. ¿Qué demonios hacía contigo? Yo pensé... A mí tampoco me gusta... —Sus mejillas se sonrojaron—. No me gusta que estés con ella. Sé que Claudia ha jugado otras veces contigo, pero mientras estemos juntos en el torneo no aguantaré que tontees con otras. Tengo mi orgullo. Y, para colmo, Sharon tiene ganas de provocarme... ¡Y te ha tocado el paquete!
Lion sonrió y besó su hombro a modo de disculpa.
—La foto no tuvo nada que ver. Pero no encajo bien que otro amo se te acerque. Prince te ha tocado la teta.
Se quedaron en silencio hasta que Cleo dijo:
—Asúmelo, Lion —resopló seca—. Estamos en
Amos y Mazmorras
. Yo tampoco disfruto viendo que todas las amas del torneo quieren violarte. ¿O acaso crees que me es indiferente? Es como estar rodeada de hienas... —Cleo se obligó a hacerle la pertinente pregunta—: ¿Por qué te pones celoso? ¿Por qué te importo de ese modo?
Lion negó con la cabeza y se encogió de hombros.
—No son celos. Me siento muy responsable de ti. Me preocupo por todo lo que haces y...
—Ya te dije que no necesito un canguro —murmuró decepcionada.
—Y también te dije que me gustas un poco... —confirmó con sus ojos azules velados de diversión y dulzura.
Cleo puso los ojos en blanco. No tenían remedio.
—Esto nos va a volver locos...
—Puede que sí.
Se quedaron callados, nadando, entrelazados en el mar.
—No voy a perdonarte, Cleo —dijo él.
—Ni yo a ti —contestó ella con los ojos fijos en la luna.
El agente Romano por fin sentía que podía respirar con ella a su lado, en contacto piel con piel. Dios... Esa chica se había apoderado de su alma y no se la iba a devolver.
—No me gusta Claudia —enfatizó Cleo.
—Ni Sharon.
—Ni Sharon —confirmó ella.
—A mí ni siquiera me gusta Nick; y eso que es mi amigo. No me gusta que los hombres te ronden. Me pone nervioso...
—No me rondan —contestó sobrecogida por la sinceridad de su voz.
—Eres una inconsciente, Cleo. Todavía no sabes lo que provocas en los demás. Haces que los hombres quieran llevarte a la cama nada más verte.
—Eso no es verdad.
—Y, lo peor, es que no te das ni cuenta. Déjame asegurarme de que Markus no te ha hecho nada y... —la apretó contra él. Se sentía impotente ante los desafíos abiertos de Cleo. ¿Cómo iba a protegerla si se apartaba de su lado?—. Déjame darte tu merecido por lo que me has hecho hoy, o no me quedaré tranquilo...
—Te he dicho que Markus no me ha tocado. Y no creo que debas castigarme por... Tú te mereces una tunda.
—Chist —La calló con un beso arrollador que hizo que ambos temblaran cubiertos por el agua del mar, que fluía entre ellos libremente, igual que sus emociones. El castigo y el chequeo eran solo una excusa para hacer lo que quería hacer de verdad: tocarla y besarla.
Cleo sabía que aquello era un error.
«No lo hagas, tonta. No vuelvas a caer. Lion siente cosas por ti, pero no te quiere. Ten cuidado», pero, entonces, él le mordió el labio inferior y la obligó a que rodeara su cintura con las piernas.
Se quedaron cara a cara, nariz con nariz y frente con frente.
—Te necesito —susurró él apasionadamente, con la cara húmeda por el agua, y las pestañas mojadas por las gotas saladas del mar.
«Está bien. Disfruta del sexo con él, pero no dejes que entre más. Cúbrete».
Nadaron juntos, entrelazados, hasta que llegaron a una pequeña cala, cobijada de la playa y del mundo en general.
—Tengo mucho que contarte —aseguró Cleo entre beso y beso—. Es sobre Markus.
Lion la estiró sobre la arena húmeda, más oscura, de la orilla.
—¿Crees que puede esperar? —preguntó arrancándole la parte de arriba del biquini y estirándose sobre ella, cubriéndola con su enorme cuerpo. Le alzó las manos por encima de la cabeza y no dejó ni una parte de ella sin permanecer en contacto con él.
Cleo se dio la vuelta e invirtió los papeles. Esta vez ella estaba encima y él debajo. Entrelazó los dedos con los de él y se sentó sobre su vientre.
—No puede esperar —aseguró la joven. Se inclinó sobre su oído y le dijo—: Escúchame bien, Lion: Leslie está viva, y la tiene el Amo del Calabozo.
No osó moverse durante los veinte minutos que utilizó Cleo para explicarle su entrada en Peter Bay, toda la conversación entre Markus y Belikov en ruso, la función de Markus en el torneo y su papel como infiltrado de la SVR; la venta de blancas en Rusia y el hecho de que confluyeran intereses del FBI y de la SVR en un mismo escenario como
Amos y Mazmorras
. Le explicó lo que le sucedió esa noche a Leslie en Nueva York: que la drogaron y fue a parar a manos del ruso. Le dijo que los Villanos estaban formados por miembros de la Old Guard y que esperaban la noche de Walpurgis, que se celebraría al finalizar el torneo, aunque sería un evento privado: solo de los Villanos. Solo entonces, utilizarían a todas las esclavas y esclavos esa noche para sus menesteres. Cleo le explicó que los villanos la querían para ese acontecimiento especial y, además, le dejó claro que el director Spurs y el subdirector Montgomery conocían la ubicación de Leslie; pero la habían reasignado en la misión de Markus, ya que confluían intereses comunes entre ambos países.