Bridget Jones: Sobreviviré (39 page)

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Authors: Helen Fielding

Tags: #Novela

BOOK: Bridget Jones: Sobreviviré
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8 a.m. Me dirigí cautelosamente hacia la cocina. No pude encender las luces porque me fue imposible encontrar los interruptores de diseño. Cuando pasé por delante de la habitación de Mark medio deseé que se despertase, pero no fue así. Seguí caminando de puntillas escaleras abajo y entonces me quedé paralizada. Delante tenía una sombra grande como la de un hombre. La sombra se movió en mi dirección. Vi que era un hombre —un hombre enorme— y me eché a gritar.

Cuando me di cuenta de que el hombre era Mark —¡desnudo!— reparé en que él también estaba gritando. Pero gritando mucho más que yo. Gritando absolutamente aterrorizado, fuera de sí. Gritando —como medio dormido— como si acabase de presenciar la escena más espantosa y horrible de su vida.

«Genial —pensé—: real.» Así que esto es lo que ocurre cuando me ve despeinada y sin maquillaje.

—Soy yo —dije—. Soy Bridget.

Por un instante pensé que él volvería a gritar incluso más fuerte, pero entonces se sentó en las escaleras temblando incontrolablemente.

—Oh —dijo, intentando respirar profundamente—. Oh, oh.

Parecía tan vulnerable y necesitado de mimos allí sentado que no pude evitar sentarme a su lado, rodearlo con mis brazos y acercarlo a mí.

—Oh Dios —dijo acurrucándose contra mi pijama—. Me siento tan gilipollas.

De repente me pareció realmente divertido... o sea, era realmente divertido que su ex novia le hubiese dado un susto de muerte. Él también empezó a reír.

—Oh Dios —dijo—. Supongo que no es demasiado viril asustarse por la noche. Creí que eras el hombre de la bala.

Le acaricié el pelo, le di un beso en el claro donde su piel se había desprendido como la del Conejo de Pana. Y entonces le dije lo que sentía, lo que sentía de verdad. Y el milagro fue que, cuando hube acabado, él me dijo que sentía prácticamente lo mismo.

De la mano, como los Bisto Kids, fuimos hasta la cocina y, con mucha dificultad, localizamos Horlicks y leche detrás de las misteriosas paredes de acero inoxidable.

—Mira, la cuestión es —dijo Mark cuando nos acurrucamos detrás del horno, agarrándonos con fuerza a nuestras tazas para intentar entrar en calor—, que

cuando no contestaste mi nota pensé que se había acabado, y no quise que sintieses que te estaba presionando de alguna forma. Yo...

—Espera, espera—dije—. ¿Qué nota?

—La nota que te di en la lectura de poemas justo antes de irme.

—Pero si sólo era el poema «If» de tu padre.

Increíble. Resulta que cuando Mark tiró el delfín azul al suelo no estaba escribiendo un testamento sino que me estaba escribiendo una nota.

—Fue mi madre quien me dijo que todo lo que tenía que hacer era ser sincero con mis sentimientos —dijo.

Ancianos de la tribu... ¡hurra! En la nota me decía que él todavía me quería, que no estaba con Rebecca, y que tenía que llamarle aquella misma noche si sentía lo mismo y que, de no ser así, nunca más me molestaría con esas cosas y sólo sería mi amigo.

—Y bien, ¿por qué me dejaste y te fuiste con ella? —le dije.

—¡No lo hice! ¡Fuiste tú la que me dejó! Joder, y yo ni siquiera me di cuenta de que se suponía que estaba saliendo con Rebecca hasta que llegué a su fiesta en la casa de veraneo y me encontré en la misma habitación que ella.

—Pero... ¿Así que... o sea que ni siquiera te acostaste con ella?

Me sentí muy, muy aliviada al saber que él no había sido tan insensible como para llevar los calzoncillos del Newcastle United que le regalé para echar un polvo acordado de antemano con Rebecca.

—Bueno. —Bajó la mirada y sonrió—. Aquella noche.

—¿Qué? —exploté.

—En fin, soy humano. Era un invitado. Parecía de buena educación.

Empecé a intentar golpearle en la cabeza.

—Como dice Shazzer, los hombres tienen deseos consumiéndoles por dentro
todo
el tiempo —prosiguió mientras esquivaba los golpes—. Ella no dejaba de invitarme a cosas: cenas, fiestas de niños con animales de corral, vacaciones...

—Ya, vale. ¡Y a ti ella no te gustaba lo más mínimo!

—Bueno, es una chica muy atractiva, habría sido extraño que no... —Dejó de reír, me cogió de la mano y me estiró hacia él.

—Cada vez —susurró de modo apremiante—, cada vez deseé que tú estuvieras ahí. Y aquella noche en Gloucestershire, sabiendo que estabas a quince metros de distancia...

—Doscientos metros, en los alojamientos del servicio.

—Justo a donde perteneces y donde pretendo mantenerte hasta el final de tus días.

Por suerte él seguía sosteniéndome con fuerza, así que no pude golpearle más. Entonces me dijo que la casa sin mí era grande, fría y solitaria. Y que prefería mi piso porque era muy acogedor. Y me dijo que me quería, que no estaba muy seguro del porqué, pero que sin mí no había diversión. Y entonces... Dios, el suelo de piedra estaba frío.

Cuando entramos en su dormitorio vi una pequeña pila de libros junto a su cama.

—¿Qué es eso? —dije sin poder creer lo que estaban viendo mis ojos—.
¿Cómo amar y perder pero mantener la autoestima? ¿Cómo recuperar a la mujer que amas? ¿Lo que quieren las mujeres? ¿ Citas de Marte y Venus?

—Oh —dijo tímidamente.

—¡Maldito bastardo! —dije—. Yo tiré todos los míos. —Volví a lanzar el primer puñetazo y entonces una cosa llevó a la otra y, ¡¡¡nos pasamos
toda la noche
echando polvos!!!

8.30 a.m. Mmm. Me encanta mirarlo cuando está durmiendo.

8.45 a.m. Sin embargo, me gustaría que ahora se despertase.

9 a.m. No voy a
despertarlo,
pero quizá logre hacerlo con la fuerza de mi pensamiento.

10 a.m. De repente Mark se incorporó de golpe y me miró. Creí que me iba a pegar la bronca o a volver a empezar a gritar. Pero sonrió somnoliento, se volvió a tumbar y me atrajo violentamente hacia él.

—Lo siento —dije después.

—Sí, deberías sentirlo, sucia putilla —murmuró de forma cachonda—. ¿Por qué?

—Por haberte despertado al quedarme mirándote.

—¿Sabes una cosa? —dijo—. Lo deseaba.

Acabamos permaneciendo en la cama mucho rato después de eso, lo que estuvo bien porque Mark no tenía ninguna cita que no pudiese esperar y yo no tenía ninguna cita más para el resto de mi vida. Sin embargo, en el momento crucial sonó el teléfono.

—Déjalo —dijo Mark con voz entrecortada, continuando. Saltó el contestador.

—Bridget, Richard Finch al habla. Estamos haciendo un programa sobre el Nuevo Celibato. Estábamos intentando encontrar una mujer joven atractiva que no haya practicado el sexo en seis meses. No hemos obtenido resultado. Así que he decidido que buscaríamos a cualquier mujer mayor que no pueda echar un polvo y he pensado en ti. ¿Bridget? Coge el teléfono. Sé que estás ahí, tu chiflada amiga Shazzer me lo ha dicho. Bridget. Bridgeeeeeeeeeeet. ¡BRIDGEEEEEEEEEEEEEET!

Mark detuvo sus actividades, levantó una ceja en plan Roger Moore, cogió el teléfono y murmuró:

—Señor, está en camino. —Y dejó caer el auricular en un vaso de agua.

viernes 12 de septiembre

Minutos desde la última vez que he practicado el sexo: 0 (¡hurra!).

Día.
de ensueño cuyo punto álgido fue ir a Tesco Metro con Mark Darcy. Él no dejó de meter cosas en el carrito: frambuesas, Háagen-Dasz de praliné y crema, y un pollo con una etiqueta que decía «Muslos extra gordos».

Cuando llegamos a la caja el total era de 98,70 libras.

—Esto es increíble —dijo sacando su tarjeta de crédito y moviendo la cabeza con incredulidad.

—Lo sé —dije tristemente—, ¿quieres que contribuya?

—Dios, no. Esto es alucinante. ¿ Cuánto durará toda esta comida?

Miré el contenido dubitativa.

—¿Una semana?

—Pero eso es increíble. Es extraordinario.

—¿Qué?

—Bueno, cuesta menos de cien libras. ¡Eso es menos que una cena en Le Pont de la Tour!

Cociné el pollo con Mark y él estaba entusiasmadísimo, paseándose de un lado a otro de la cocina, entre corte y corte.

—O sea, ha sido una semana tan genial... ¡Esto debe de ser lo que hace la gente todo el tiempo! Van a trabajar y después vuelven a casa y la otra persona está allí, y charlan y miran la tele y
cocinan.
Es alucinante.

—Sí —dije mirando de lado a lado y preguntándome si quizá estaba loco.

—Quiero decir que, ¡no he corrido ni una vez hacia

el contestador para ver si alguien sabe que existo en el mundo! —dijo—. No tengo que ir a sentarme a algún restaurante con un libro y pensar que pueda acabar muriendo solo y...

— ... ¿ser encontrado tres semanas más tarde medio devorado por un perro lobo? —acabé la frase por él.

—¡Exacto, exacto! —dijo mirándome como si acabásemos de descubrir la electricidad a la vez.

—¿Me disculpas un minuto? —le dije.

—Claro. Ejem, ¿por qué?

—Sólo será un momento.

Me dirigía a toda velocidad escaleras arriba para llamar a Shazzer y contarle la revolucionaria noticia de que quizá, después de todo, ellos no sean los inasequibles adversarios extraños, sino que son como nosotras, cuando el teléfono sonó en el piso de abajo.

Pude oír a Mark hablando. Pareció hablar durante una eternidad, así que yo no pude llamar a Shazzer y al final, pensando «maldito desconsiderado», bajé a la cocina.

—Es para ti —dijo sosteniendo el teléfono—. Lo han atrapado.

Sentí como si me hubiesen dado un puñetazo en la boca del estómago. Mark me cogió de la mano y yo, temblorosa, cogí el teléfono.

—Hola, Bridget, el inspector Kirby al habla. Tenemos retenido a un sospechoso por lo de la bala. Hemos obtenido una comparación positiva de ADN con el sello y las tazas.

—¿Quién es? —susurré.

—¿El nombre Gary Wilshaw le dice algo?

¡Gary! Oh, Dios mío.

—Es mi chapuzas.

Resultó que Gary estaba buscado por unos cuantos robos de poca monta en casas en las que había estado

trabajando, y a primera hora de esa tarde fue arrestado y le tomaron las huellas dactilares.

—Le tenemos bajo custodia —dijo el inspector Kirby—. Todavía no hemos conseguido una confesión, pero ahora estoy bastante seguro de que podemos relacionarlo. Estaremos en contacto con usted y entonces podrá regresar a su piso sin correr peligro.

Medianoche. Mi apartamento. Oh caray. El inspector Kirby llamó media hora más tarde y dijo que Gary había hecho una confesión en un mar de lágrimas y que podíamos regresar al piso, que no me preocupase por nada, y que recordase que había un botón de alarma en el dormitorio.

Nos acabamos el pollo y luego fuimos a mi piso, encendimos el fuego y vimos
Friends
y después Mark decidió darse un baño. Alguien llamó a la puerta cuando él estaba en el cuarto de baño.

—¿Hola?

—Bridget, soy Daniel.

—Mmm.

—¿Puedes dejarme entrar? Es importante.

—Espera, ahora bajo —dije mirando hacia el cuarto de baño. Pensé que sería mejor solucionar las cosas con Daniel pero no quería arriesgarme a enfurecer a Mark. En cuanto abrí la puerta supe que había hecho lo equivocado. Daniel estaba borracho.

—Así que pusiste a la policía tras mis pasos, ¿eh? —dijo articulando mal.

Empecé a andar hacia atrás para alejarme de él mientras seguía manteniendo el contacto visual, como si Daniel fuese una serpiente de cascabel.

—Tú estabas desnuda debajo del abrigo. Tú...

De repente se oyó un fuerte sonido de pasos en las escaleras, Daniel levantó la mirada y —
pam
—, Mark Darcy le había dado un puñetazo en la boca, y él cayó

desplomado contra la puerta de entrada, con sangre en la nariz.

Mark pareció bastante asustado.

—Perdona —dijo—. Mmm... —Daniel empezó a intentar ponerse en pie y Mark se le acercó a toda prisa y le ayudó a levantarse—. Siento lo ocurrido —volvió a decir con educación—. ¿Estás bien, puedo traerte, mmm...?

Daniel se limitó a frotarse la nariz con aspecto aturdido.

—Será mejor que me vaya —murmuró con resentimiento.

—Sí —dijo Mark—. Creo que será lo mejor. Simplemente asegúrate de dejarla en paz. O, en fin, tendré que, ya sabes, volver a hacerlo.

—Ya. Vale —dijo Daniel obedientemente.

Una vez de regreso al piso, las puertas cerradas con llave, la cosa se puso bastante salvaje en el campo de batalla del dormitorio. Joder, no lo podía creer cuando alguien volvió a llamar a la puerta.

—Voy yo —dijo Mark con un fuerte aire de responsabilidad viril, envolviéndose en una toalla—. Debe de ser Cleaver otra vez. Quédate aquí.

Tres minutos más tarde se oyó ruido de pasos fuera y se abrió la puerta del dormitorio de golpe. Casi grité cuando el inspector Kirby asomó la cabeza. Estiré las sábanas hasta la barbilla y seguí su mirada, púrpura de turbación, por el rastro de prendas y ropa interior que llevaba hasta la cama. Cerró la puerta tras él.

—Ahora está bien —dijo el inspector Kirby con tono tranquilo y reconfortante como si yo estuviese a punto de saltar de un edificio altísimo—. Puede contármelo, está a salvo, tengo a gente sujetándole fuera.

—¿A quién... Daniel?

—No, Mark Darcy.

—¿Por qué? —dije absolutamente confundida.

Volvió a mirar hacia la puerta.

—Señorita Jones, ha apretado el botón de alarma.

—¿Cuándo?

—Hará unos cinco minutos. Hemos recibido una señal repetida y cada vez más frenética.

Miré en la repisa de la cama, donde había colocado el botón de alarma. No estaba allí. Busqué tímidamente por debajo de la ropa de la cama y encontré el aparato naranja.

El inspector Kirby pasó la mirada del botón a mí, a la ropa del suelo, y entonces sonrió.

—Vale, vale. Ya veo —abrió la puerta—. Puede volver a entrar, señor Darcy, si todavía le queda, ejem, energía.

Todos los policías sonrieron con complicidad al oír la eufemística explicación de aquella situación.

—Vale. Nos vamos. Que se diviertan —dijo el inspector Kirby mientras los policías bajaban las escaleras haciendo mucho ruido—. Oh, sólo una cosa. El sospechoso original, el señor Cleaver...

—¡No sabía que Daniel fuese el sospechoso original! —dije.

—Bueno. Hemos intentado interrogarlo en un par de ocasiones pero oponía bastante resistencia. Quizá estaría bien hacerle una llamada para calmar las cosas.

—Oh, gracias —dijo Mark con sarcasmo, intentando mantener la dignidad a pesar de que se le estaba cayendo la toalla—. Gracias por decírnoslo ahora.

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