Bruja blanca, magia negra (81 page)

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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

BOOK: Bruja blanca, magia negra
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Se la acepté y eché la cabeza hacia atrás, conteniendo la respiración y apoyando la cabeza en la pared para limpiarme el polvo y las lágrimas de la cara, sintiendo el escozor del jabón en los arañazos de mi rostro y en el corte del dedo. Entonces inspiré y el olor a limpio me llegó hasta el fondo de mi ser, arrastrando con él parte de mi dolor. O eso, o simplemente estaba construyendo un muro a su alrededor. La apretada venda que parecía rodearme el pecho se aflojó y pude respirar de nuevo.

—¿Te encuentras bien? —me preguntó Ford. Me encogí de hombros, sintiéndome tan desgraciada como parecía Holly.
Estoy viva
, pensé apretando la mano con fuerza y convirtiendo la toallita en una pequeña bola.

—Sí, estoy bien —dije con un suspiro, exhalando como si hubiera sido mi último aliento. Sin embargo, conseguí inspirar otra vez, y otra más, hasta que de pronto rememoré la presencia de Ford junto a mí mientras recordaba, y la promesa de que no tendría que pasar por todo aquello yo sola.

—¿Ivy está aquí? —pregunté casi en un susurro. Tenía que contárselo. Se lo diría también a Edden, pero primero tenía que darle la oportunidad a Ivy de afrontarlo a su manera.

—Está arriba, hablando con la SI.

Mi mirada errante se posó sobre un agente de la AFI que etiquetaba y embolsaba la ropa de Pierce y mis medias. Por lo que a mí respectaba, podían quedárselas. Además, el rapto de Tom no era culpa mía.

—¿Cómo me han encontrado? —pregunté, cansada.

Ford sonrió, y Holly se apoyó en él exhausta y en silencio.

—Por lo visto, gracias a tus amuletos localizadores y a las huellas en la nieve. Debes tener los pies congelados.

Asentí con la cabeza, contenta de tener la manta para apoyarlos. Levanté la mirada de los pequeños montículos que formaban mis pies y me topé con la suya; recordé la primera vez que había cogido a Holly, con los ojos llenos de lágrimas de alivio mientras ella devoraba todas y cada una de las emociones de su interior excepto las suyas propias.

—Puedes abrazarla —observé, sintiendo un intenso dolor en el corazón por el hecho de que hubiera salido algo bueno de todo aquello—. Me refiero a Holly. Incluso cuando está enfadada.

Ford miró con los ojos rebosantes de ternura a la pequeña niña que dormía en sus brazos.

—Lo absorbe todo antes de que llegue a mí —dijo, con cierto miedo en su voz—. Ni siquiera tengo que tenerla en brazos, me basta con que esté cerca. Pero no voy a dejarla en el suelo.

Sonreí, tirando un poco de la manta para cubrirme mejor los hombros. Allí abajo hacía un frío horroroso. Me alegraba por Ford, pero estaba helada, amargamente desilusionada, y dolida por un recuerdo que, hasta aquel momento, no pensé que tuviera que afrontar. El último de los chicos de la AFI se estaba marchando e intenté recobrar la compostura.

—¡Oye! Probablemente tendrás un pañal que cambiar, ¿no? —dije, poniéndome en pie. Mareada, apoyé la mano en la pared para no caerme. Entonces sentí un fuerte pinchazo en el estómago y volví a sentarme rápidamente. ¡Maldición! Mia había vuelto a arrebatarme el aura.

—¿Quieres una camilla? —me preguntó Ford. Muy a mi pesar, asentí con la cabeza, fue a hablar con uno de los agentes de la AFI que se marchaban. No podía subir las escaleras en aquel estado, ¡al diablo con mi maldito orgullo!

Lentamente, el mareo disminuyó, y me concentré en respirar mientras echaba un vistazo a la sala. No estaba segura de cómo iba a explicar lo de la ropa de Pierce. Y lo del rapto de Tom resultaría mucho más difícil. Aunque hubiera querido, no podía fingir que no habían estado allí. Tanto Ford como Mia lo habían presenciado. No me iba a dejar en muy buen lugar que Al se los hubiera llevado a los dos. ¡
Maldita sea
!
No pienso cargar con las culpas de esto
.

Ford regresó en el mismo momento en que el último de los agentes se dirigía hacia las escaleras y, colocando la linterna de Mia junto a mí, se sentó de nuevo a esperar, sin separarse de Holly.

—Esto es increíble —dijo—. No sabría decir con seguridad cómo te sientes. Lo veo en tu cara, pero no lo siento. Es muy extraño. —Acto seguido bajó la mirada y me di cuenta de que se estaba emocionando—. Ya no está muerto, ¿sabes?

Las sombras se movieron mientras inclinaba la linterna para enfocar con la luz en dirección a las escaleras.

—¿Quién? ¿Tom? —dije, alegrándome de que no pudiera percibir mis emociones mientras tenía a la niña en brazos. Tenía que estar hablando de Tom. Kisten se había ido, había desaparecido para siempre, y yo acababa de revivir su muerte—. Lo sé. Al se lo llevó. —En ese momento sentí una punzada de miedo; miedo de que la SI lo utilizara en mi contra si se enteraba.

—No. No me refiero a Tom —dijo Ford, alzando la cabeza de golpe—. Tom está muerto. Sentí cómo fallecía. Estoy hablando de Pierce.

Estupefacta, me giré hacia él.

—Al lo raptó —dije—. Rompió el hechizo y se lo llevó a rastras. Su ropa estaba ahí mismo.

La sonrisa de Ford se hizo más abierta y acomodó en sus brazos a la niña dormida.

—La persona que Al se llevó a siempre jamás no era Tom, sino Pierce.

Aquello no tenía ningún sentido, y me limité a mirarlo fijamente, arrebujándome en la manta azul de la AFI.

—Tu poción tenía como objetivo a Pierce —explicó Ford—. Una vez muerto Tom, Al utilizó tu hechizo de invocación para obligar a Pierce a entrar en su cuerpo. Sentí morir las emociones de Tom. Las de Pierce ocuparon su lugar, emanando del cuerpo del brujo. Reconocería el compás de sus pensamientos en cualquier lugar. Se trata de un individuo excepcional.

Miré hacia el lugar en el que había estado la ropa de Pierce y sentí una oleada de frío que me recorrió de arriba abajo provocándome un escalofrío.

—Pero ¡eso es magia negra! —dije en un susurro, escuchando cómo retumbaba en los túneles detrás de mí, como si fueran el mismísimo pecado—. ¡Era mi hechizo! No sabía que fuera negro. ¡Lo saqué de un manual universitario!

Ford apoyó la espalda contra la pared. Era evidente que no le preocupaba lo más mínimo.

—El hechizo era tuyo, y era blanco, pero el demonio lo distorsionó, pervirtiéndolo. Está enamorado de ti, ¿sabes?

—¡¿Al?! —pregunté, emitiendo un gañido. Ford se echó a reír. Holly sonrió en sueños, y el rostro del psiquiatra se calmó.

—No, Pierce.

El repentino arrebato hizo que me mareara, y miré hacia las escaleras, deseando que se dieran prisa. Kisten sí que había estado enamorado de mí. Lo de Pierce fue solo un capricho de adolescente.

—Ni siquiera me conoce —dije quedamente, con el corazón partido—. Tan solo pasamos juntos una noche. ¡Dios! ¡Pero si tenía dieciocho años!

Ford se encogió de hombros.

—Eso explicaría tu tormentosa historia con los hombres. Descubriste lo que querías a los dieciocho años y no has encontrado a nadie que estuviera a la altura.

Yo suspiré. Tenía el culo sobre el frío y polvoriento cemento, esperando a que me trajeran una camilla, y él me estaba psicoanalizando.

—Ford, yo no estoy enamorada de Pierce. Fue solo el encaprichamiento de una niña. Me cautivó su carismática personalidad. Yo amaba… a Kisten.

—Lo sé. —Su mano tocó mi hombro, sorprendiéndome—. Lo siento.

Me di la vuelta, obligándome a quitarme a Kisten de la cabeza para no echarme a llorar de nuevo.

—Pierce había hecho un pacto con Al. Probablemente consistía en que le proporcionara un cuerpo a cambio de sus servicios. —En ese momento mi rostro se contrajo en un gesto de desesperanza—. Y yo contribuí a ello. ¿Qué te parece el detalle? Ni siquiera sé por qué lo hizo. Estoy segura de que se encontraba mucho mejor cuando era un fantasma.

Entonces miré hacia la escalera. Estaba empezando a considerar la posibilidad de que se hubieran olvidado de nosotros.

—Ya te he dicho por qué lo hizo —dijo Ford, torciendo el gesto mientras cambiaba a Holly de posición—. Está enamorado de ti. Imagino que llegó a la conclusión de que ser un familiar de tu demonio y tener un cuerpo era mejor que seguir siendo un fantasma en tu cementerio. Dale un respiro, Rachel. Lleva casi un año merodeando por tu iglesia.

Una sonrisa amenazó con asomarse a mis labios, pero antes de que quisiera darme cuenta, desapareció. Tenía frío, y estaba mareada y aturdida por los recuerdos de Kisten. Además, aquel lugar apestaba a polvo y a rancio. Como el asesino de Kisten. Solo quería volver a casa y darme un baño.

—Creo que se han olvidado de nosotros —dije—. ¿Me ayudas a levantarme?

Ford gruñó, poniéndose en pie. Holly ronroneó en sueños mientras él me tendía la mano que le quedaba libre y me ayudaba a recobrar lentamente el equilibrio, apoyándome contra la pared hasta que estuve segura de que no me iba a caer. Sentía el frío cemento en mis pies descalzos, y me desplacé para colocarlos sobre una esquina de la manta.

—Tendremos que tomárnoslo con calma —dijo. Era evidente que no estaba acostumbrado a cargar con una niña.

—Sí —susurré, concentrándome de nuevo en él y en el alivio que le proporcionaba Holly. Era realmente hermoso y me pregunté si Ford era de verdad un humano o si pertenecería a alguna extraña especie de inframundano que todavía no había sido descubierta. Una que sirviera de contrapunto a las banshees. Los vampiros contrarrestaban a los hombres lobo; los pixies a las hadas; las brujas… De acuerdo, tal vez tampoco existía nada que contrarrestara a las banshees. A menos que… las brujas contrarrestaran a los demonios.

—¿Ford? —dije mientras nos dirigíamos a las escaleras, balanceando la linterna de Mia—. Me alegro por ti.

Él esbozó de nuevo aquella sonrisa dichosa mientras miraba por encima de su hombro.

—Yo también. Esta niña es un regalo. Tendré que devolverla algún día, pero incluso este poco es una bendición. Intentaré corresponder a Mia enseñándole a Holly lo que es el amor. Creo estar en condiciones de mostrárselo, aunque estoy convencido de que Mia y Remus ya lo estaban haciendo admirablemente. A su manera, claro está.

De pronto, escuché las voces de Ivy y Edden filtrándose a través de las escaleras y estuve a punto de caerme. Kisten había muerto para salvarnos a las dos, para evitar que un vampiro mal nacido nos jodiera la vida más de lo que ya la teníamos. Y nos había amado lo suficiente para entregar su vida a cambio de la nuestra. ¿Cómo iba a contárselo a Ivy?

En aquel momento me quedé sin fuerzas y, parpadeando rápidamente, me detuve, dándome de bruces con una columna. Ford parecía preocupado.

—Rachel, tú eres una buena persona —dijo sin venir a cuento, sorprendiéndome—. Recuérdalo. Y… no te preocupes por lo que pueda pasar en las próximas horas.

Me quedé mirándolo, asustada. ¿Qué era lo que él sabía y yo no?

—Llámame mañana si necesitas hablar —dijo antes de que pudiera preguntarle—. No hay nada que pueda hacerme pensar jamás que no eres una buena persona. Y eso es lo que realmente importa, Rachel. A quién amamos y lo que hacemos por esas personas.

El psiquiatra esbozó una última sonrisa y empezó a subir las escaleras con Holly. Segundos después lo escuché hablar con Ivy y Edden, y seguidamente las familiares pisadas de la vampiresa continuaron su descenso hasta asomar al final de los escalones; esbocé una tímida sonrisa cuando aceleró el paso.

—¿Estás bien?

Kisten
, pensé, y mis ojos se llenaron de lágrimas.

—Sí —respondí quedamente, y ella se quedó allí de pie, con aspecto indefenso. Entonces, con un nudo en la garganta, le di un abrazo.

En esta ocasión, Ivy me lo devolvió, agarrándome con tal fuerza que casi me corta la respiración.

Mi primera reacción de sorpresa dio paso a una profunda congoja y le devolví el abrazo con los ojos cerrados, sintiendo que el corazón se me partía en dos. Su olor a incienso vampírico me invadió, calmándome y excitándome al mismo tiempo.

—Me has dado un susto de muerte —dijo cuando me soltó y dio un paso atrás. En ese momento descubrí que Edden se encontraba justo detrás de ella, jugando con su linterna sobre el techo—. No me gusta que persigas a nadie sin ayuda. Jenks dice que saliste de allí como alma que lleva el diablo.

—¿Se encuentra bien? —pregunté, y ella asintió con la cabeza mientras se enjugaba las lágrimas. Mis ojos también amenazaron con echarse a llorar cuando intenté dar con las palabras adecuadas para contarle que había recordado la muerte de Kisten; sus imágenes me saturaban la cabeza, provocando que me mareara.

Consciente de que algo no iba bien, Ivy me cogió del brazo y no lo soltó.

—¿Dónde está Pierce? —preguntó, y sus ojos se demoraron sobre los arañazos de mi mejilla.

Pensé en Tom, colgando de las garras del demonio, y vacilé. ¿Se trataba realmente de Pierce? En cualquier caso, Tom había desaparecido y Mia lo había presenciado todo. Interpretando equivocadamente mi repentina preocupación, Ivy dijo:

—Al se lo llevó, ¿verdad?

Negué con la cabeza.

—Sí. Bueno… no. No fue culpa mía —dije, y Edden me miró de soslayo.

—Rachel… —me advirtió mientras cogía el farolillo y apuntaba hacia la escalera—. Será mejor que me lo digas ahora o te haré rellenar un montón de formularios.

Tragué saliva y moví los pies por culpa del frío. Las escaleras se encontraban solo a unos treinta pasos de distancia, pero parecía más de un kilómetro. Sentía un dolor punzante en el dedo, donde Al me había realizado el corte, y cerré los puños.

—Tom Bansen ha estado aquí. Había hecho un trato con la Walker para hacerse con Holly. Al ver que Ford tocaba a la niña, creyó que no había peligro. Holly lo mató.

Edden emitió un gruñido.

—¿Dónde está? Los cadáveres no se ponen de pie y salen caminando.

—Sí que lo hacen —dijo Ivy, y yo me agarré a uno de sus brazos y dejé caer sobre él todo el peso de mi cuerpo mientras miraba hacia las escaleras.

Obligándome a mí misma a seguir respirando con regularidad, decidí que una pequeña mentira no haría daño a nadie. No hacía falta que supiera que era yo la que había realizado el hechizo que situó a Pierce en el interior del brujo excluido.

—Al le devolvió el aliento y se lo llevó a rastras —dije quedamente.

Edden se me quedó mirando boquiabierto, pero soltó una risotada.

—No fue culpa mía —protesté.
Mierda
. Estaba cansada y, mientras Edden se estremecía, eché a andar hacia las escaleras mascullando—: Me voy a casa.

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