Read Callejón sin salida Online

Authors: Charles Dickens & Wilkie Collins

Tags: #Clasico, drama, intriga.

Callejón sin salida (20 page)

BOOK: Callejón sin salida
8.87Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Estas palabras no llegaron a los oídos de Vendale. En esos instantes no percibía más que una sensación, no oía más que una voz: la de Marguerite que murmuraba en su oído:

—Jamás te he querido tanto como ahora, George!

Cae el Telón

Primero de mayo. Hay fiesta en el
Recodo del Baldado
, humean las chimeneas, en el patriarcal comedor cuelgan guirnaldas y Mrs. Goldstraw, la respetada ama de llaves, está muy activa, porque en esa mañana radiante el joven señor del
Recodo del Baldado
se casa con su joven prometida allá lejos: en la pequeña ciudad de Brig, en Suiza, junto al puerto del Simplón, en el que ella le salvó la vida.

Las campanas tañen felices en la pequeña ciudad de Brig, y hay banderas colgadas a ambos lados de la calle, y se oyen disparos de fusil y la música resonante de una banda. Barricas de vino adornadas con gallardetes se llevaron rodando hasta debajo de un colorido toldo, tendido sobre la calle delante de la posada, y habrá un convite y jolgorio para todos. Con campanas y enseñas, con las colgaduras en los balcones, las salvas y el metal de las bandas, toda la pequeña ciudad de Brig vibra como los corazones de sus sencillos habitantes.

Por la noche hubo tormenta y las montañas están cubiertas de nieve. Pero en esta mañana luce el sol, el aire dulce está fresco, las torrecillas de metal de la pequeña ciudad de Brig son plata reluciente y los Alpes, una cadena de nubes blancas lejanas en la hondura del cielo azul.

Los simples habitantes de la pequeña ciudad de Brig han construido un frondoso arco verde que atraviesa la calle, por el que los recién desposados pasarán en triunfo al salir de la iglesia. Por ese lado, lleva una inscripción:

«¡HONRA Y AMOR PARA MARGUERITE VENDALE!».

Porque toda la gente siente por ella un orgullo entusiasta. Este saludo a la recién casada con su nuevo nombre se ha pensado para que sea una tierna sorpresa y, por lo tanto, se han puesto de acuerdo todos en que ella, sin saber la causa, vaya a la iglesia por una callejuela trasera. Un plan nada difícil de llevar adelante en el tortuoso trazado de la pequeña ciudad de Brig.

Ahora todo está dispuesto y ellos van a ir y volver andando. Juntos en la mejor sala de la posada, vestidos de fiesta, están la novia y el novio, el notario de Neuchátel, el abogado de Londres,
Madame
Dor y cierto misterioso y robusto inglés, conocido por todos como
Monsieur
Yoé-Ladelle. Y presten atención a
Madame
Dor, que lleva un par de inmaculados guantes propios, que no tiene ninguna mano en el aire sino ambas echadas al cuello de la novia: para abrazarla,
Madame
Dor ha dado su amplia espalda a todos los presentes, firme en sus hábitos.

—¡Perdona, niña mía —ruega
Madame
Dor—, por haber hecho de gata para él!

—¿De gata,
Madame
Dor?

—Obligada a guardar a mi encantadora ratoncilla —son las palabras con que lo explica
Madame
Dor, a la vez que deja oír un sollozo de penitente.

—¡Pero si usted ha sido nuestra mejor amiga! George, querido, díselo a
Madame
Dor. ¿No fue ella nuestra mejor amiga?

—Claro que sí, cielo. ¿Qué habríamos hecho sin ella?

—Ambos son muy generosos —solloza
Madame
Dor, que acepta el consuelo y vuelve a la carga de inmediato—. Pero empecé como una gata.

—¡Ah! Pero como el gato del cuento, mi buena
Madame
Dor, usted ha sido una verdadera mujer —dice Vendale mientras le pellizca la mejilla—. Y como mujer de verdad, sus simpatías estuvieron con el amor de verdad.

—No quiero arrebatar a
Madame
Dor su parte de los abrazos que se dispensan —interviene Mr. Bintrey, con el reloj en la mano—, ni quiero poner objeción alguna a que estén ustedes allí, en ese rincón, apartados como las tres Gracias. Sólo quiero señalar que me parece que es hora de ponernos en marcha. ¿Cuáles son sus sentimientos al respecto, Mr. Ladle?

—Muy claros, señó —responde Joey, con una sonrisa socarrona—. Los tengo más claros que nunca, señó, despué de haberme pasao tantas semanas en la superficie. Nunca antes estuve ni la mita de este tiempo en la superficie y esto me ha hecho pero que mucho bien. En el Recóo del Baldao, es que estaba muy abajo, y en la cima del Simpletón, demasiao arriba. Aquí, señó, encontré el medio justo. Y aunque no vuelva a ponerme alegre con lo que beba en el resto de mis días, pienso hacerlo hoy, brindando por que «Dios los bendiga».

—¡Y yo! —dice Bintrey—. Veamos,
Monsieur
Voigt, usted y yo seremos los dos hombres de Marsella y
allons, marchons
, del brazo.

Salen por la puerta, donde otros esperan, y se encaminan tranquilos hacia la iglesia, donde se celebra la feliz boda. Cuando la ceremonia aún está en marcha, alguien llama al notario. Cuando ya ha terminado, está de regreso, de pie, a espaldas de Vendale y le toca el hombro.

—Vaya un momento a la puerta lateral,
Monsieur
Vendale. Solo. Deje a
Madame
conmigo.

Junto a la puerta lateral de la iglesia, están los mismos dos hombres del albergue. Tienen las ropas llenas de nieve y aire cansado. Le desean felicidad y después uno y otro ponen su mano ancha sobre el pecho de Vendale y uno dice en voz baja, mientras el otro lo mira fijamente:

—Aquí está,
Monsieur
. En sus angarillas, en sus mismas angarillas.

—¿Mis angarillas? ¿Por qué?

—¡Ssh! ¡Que no lo sepa
Madame
. Su compañero de ese día…

—¿Qué pasa con él?

El hombre mira a su compañero y su compañero lo releva. Ambos, con el gesto serio, mantienen la mano apoyada en el pecho de Vendale.

—Al principio estuvo viviendo en el refugio,
Monsieur
, unos días. El día era bueno, después malo.

—¿Y?

—Llegó a nuestro albergue anteayer y, después de dormir un rato sobre el suelo junto al fuego, envuelto en su capa, decidió que seguiría, antes del anochecer, hasta el siguiente albergue. Tenía mucho miedo a esa parte del camino y pensaba que al día siguiente estaría peor.

—¿Y?

—Siguió solo. Había salido del pasaje cuando un alud… como el que cayó tras ustedes cerca del puente de Ganther…

—¿Lo aplastó?

—Lo desenterramos asfixiado y hecho pedazos. Pero por
Madame
, lo trajimos sobre las angarillas,
Monsieur
, para enterrarlo. Subamos por esta calle de fuera.
Madame
no debe verlo. Sería una maldición que pasaran las angarillas por debajo del arco antes que
Madame
. Mientras ustedes bajen, los que vayamos con las angarillas las depositaremos sobre las piedras de la calle, de la segunda a la derecha, y nos pondremos delante. Usted no permita que
Madame
vuelva la cabeza en la segunda calle de la derecha. No hay tiempo que perder.
Madame
estará preocupada por su ausencia. ¡
Adieu
!

Vendale vuelve junto a su esposa, y pone la mano de ella sobre su brazo sin vendajes. Un simpático séquito los espera ante la puerta principal de la iglesia. Ocupan su lugar en el cortejo, y bajan por la calle entre el repique de las campanas, los disparos de los fusiles, el ondear de las banderas, el sonido de la música, los gritos, las sonrisas y las lágrimas de toda la ciudad entusiasta. Las cabezas se descubren al paso de la joven, las manos tiran besos, todos la bendicen. «¡Que Dios bendiga a esta niña! ¡Mira lo bonita que va, tan joven y guapa, la que le salvó la vida con tanta nobleza!».

Cerca de la esquina de la segunda calle a la derecha, él le habla y le dice que mire hacia las ventanas de enfrente. Cuando la esquina ha quedado atrás, le dice:

—No vuelvas la mirada, cielo, hazme caso —y él vuelve su cabeza. Entonces, allá atrás ve pasar las angarillas y sus portadores por debajo del arco, mientras él y el cortejo de boda bajan hacia el valle resplandeciente.

Autores

Es difícil hablar de Charles Dickens sin referirse a él como uno de los grandes novelistas del siglo XIX, uno de los autores más universales de la literatura victoriana, y —junto a Shakespeare— el más querido y popular de Inglaterra.

Nacido en Portsea (Portsmouth) en 1812, fue el segundo hijo de una familia más bien modesta y desprovista de cultura literaria, pero optimista y vital. Dickens vivió sus primeros años entre Londres y Chatman, y tuvo una niñez bastante feliz, a pesar de los apuros económicos y la constante movilidad de su familia.

Cuando Charles contaba 12 años, su padre fue encarcelado por deudas, y él tuvo que ponerse a trabajar. Superado este problema, Dickens volvió a la escuela hasta los 15 años, edad en la que dejó los estudios para buscar un empleo. Interesado por el periodismo, a los 20 años entró en
The True Sun
y más tarde pasó al periódico liberal
The Morning Chronicle
, llegando a ser un periodista de categoría.

A principios de 1835, fue invitado a colaborar en
The Evening Chronicle
; conoció a la hija del director, Catherine, se casó con ella en 1836 y tuvieron diez hijos. Pero la relación con su esposa siempre fue más amistoso afecto que de amor. En 1858 se separaron.

Su infatigable energía se desbordaba de forma incansable en numerosas actividades: periodista, escritor, editor, conferenciante, productor teatral. Hombre caritativo y de sensible corazón, con sus obras trató de generar una mayor conciencia social en sus conciudadanos, reclamó reformas sociales y denunció los abusos y las desigualdades de la sociedad victoriana. Fue un activo impulsor de numerosas iniciativas benéficas a favor de los más desfavorecidos, colaborando con instituciones de caridad, especialmente las dedicadas a las infancia.

Llevado por su carácter inquieto, Dickens pasó largas temporadas en Italia y en Francia, y también viajó dos veces a Estados Unidos.

Esos viajes, su liberalidad constante y la atención de su numerosa familia hacían necesarios abundantes ingresos y llevaban a Dickens a adquirir continuos compromisos editoriales, facilitados por su prodigiosa capacidad creadora, que le permitía escribir incluso varias obras a la vez.

Durante los últimos años de su vida dedicó mucho tiempo a ofrecer conferencias por toda Inglaterra, Escocia e Irlanda, forzando su salud más allá del límite, pero sin querer rendirse ante el cansancio y la enfermedad. Murió el 9 de junio de 1870 en Gads Hill (Rochester), dejando incompleta su última novela,
Edwin Drood
.

Al considerar su amplia obra narrativa, la mayoría de los críticos suele distinguir en la obra de Dickens tres etapas:

— La primera abarca tres novelas:
Los papeles del club Pickwick
, una novela humorística;
Oliver Twist
, con la pobreza y los problemas de la infancia como tema, y
Nicholas Nickleby
, un relato de orientación social.

— El periódico central de su vida, en el que Dickens escribe nueve novelas. Las más notables son:
The old curiosity shop
(La tienda de antigüedades),
A Christmas Carol
(Canción de Navidad),
David Copperfield
(autobiografía, la obra preferida de Dickens y, para muchos, su mejor novela), y
Bleak House
.

— Dentro de la última etapa destacan
A Tale of Two Cities
(Historia de dos ciudades), ambientada en la Revolución Francesa, y
Great Expectations
.

Junto a su producción novelística, Dickens nos ha regalado también destacadas muestran de otros subgéneros: ensayos, relatos de viajes, obras de teatro cómicas y, sobre todo, relatos cortos tan atractivos como el que aquí presentamos.

Respecto a sus cualidades como autor, ciertamente son muchas, y cada lector puede verse atraído por unos rasgos particulares, pero nos sentimos inclinados a destacar:

— Su fértil y brillante imaginación.

— Un sentido del humor tan original y regocijante que ha llegado a convertirse en el paradigma del “humor inglés”.

— Una sensibilidad exquisita, que se vierte en simpatía y ternura hacia los débiles y los desgraciados.

— Su agudeza para captar lo extremo, lo grotesco y lo anormal.

— Una maestría innata para ambientar los relatos creando una atmósfera especial, que atrapa al lector.

— Y por encima de todo, su penetración psicológica, artífice de una completa galería de personajes inmortales, representativos de las virtudes y bajezas de la condición humana.

En suma, hablar de Charles Dickens es hablar de un creador polivalente y de gran imaginación; periodista, editor, productor teatral, profeta social y, sobre todo el más grande novelista en una época rica en novelistas.

Su gran amigo William Wilkie Collins nació en Londres en 1824. Fue el segundo hijo de William Collins, un afamado pintor, muy estricto y de fuerte carácter, que ejerció una severa autoridad sobre Wilkie, quien siempre se sintió más unido a su madre.

En 1846 Collins inició sus estudios de Leyes en Lincoln´s Inn.

En 1851, siendo ya abogado, conoció a Charles Dickens, y pronto se convirtieron en amigos inseparables gracias a una primera afinidad: su común afición al teatro. Con el paso del tiempo esa amistad se fue haciendo más profunda.

A partir de 1860, Wilkie Collins creó sus mejores obras, pero tras la muerte de Dickens, acaecida en 1870, algo dentro de Collins pareció morir también, aunque siguió escribiendo y comenzó a editar sus obras por entregas y en ediciones baratas, para llegar a un mayor número de lectores.

En 1873 viajó a Estados Unidos, país que recorrió durante varios meses ofreciendo lecturas de sus obras.

Su última novela,
Blind love
, fue concluida por su amigo Walter Besant, ya que Collins, con su salud muy quebrantada desde hacía años, sufrió una parálisis parcial en junio de 1889, falleciendo en septiembre del mismo año.

Entre los casi treinta títulos que Collins escribió, destacan:
La dama de blanco
,
Armadale
y
La piedra lunar
, publicadas entre 1860 y 1870, y
La ley y la dama
, editada en 1875.

No Throughfare
, que en nuestra edición traducimos por «Callejón sin salida», es fruto de esta singular amistad entre Charles Dickens y Wilkie Collins.

Como hemos mencionado, Collins conoce a Dickens en 1851, cuando son presentados por un amigo común, el artista Augustus Egg. El encuentro resultó muy grato y enriquecedor para ambos autores, marcando el comienzo de una relación amistosa que se iría afianzando con los años y que les aportó mucho a los dos.

BOOK: Callejón sin salida
8.87Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Fire Girl Part 1 by Alivia Anderson
The Warlock Rock by Christopher Stasheff
Recessional: A Novel by James A. Michener
Tonight and Forever by Brenda Jackson
At a Time Like This by Catherine Dunne
French Lessons by Georgia Harries