Read Cartas sobre la mesa Online
Authors: Agatha Christie
»A continuación hice una segunda prueba. Les pregunté por turno qué era lo que recordaban del aspecto de la habitación. Con ello conseguí cierta información valiosa. En primer lugar, la persona que mejor pudo fijarse en la daga era el doctor Roberts. Es un observador natural de bagatelas de cualquier clase... lo que se llama un hombre observador. De las "manos" que jugó al
bridge
, sin embargo, no recordaba prácticamente nada. No esperaba yo que se acordara de mucho, pero su completo olvido parecía dar a entender que tuvo algo más en su pensamiento durante toda la velada. Otra vez, como ven, el doctor Roberts era la persona indicada.
»Vi que la señora Lorrimer tenía una memoria maravillosa para las cartas y pude imaginarme con facilidad que con su poder de concentración podía cometerse un crimen a su lado sin que se diese cuenta de nada. Me proporcionó un informe de gran valor. El gran
slam
fue subastado por el doctor Roberts sin ninguna justificación... y como fue ella la que inició la subasta, tuvo que jugar la "mano".
»La tercera prueba, en la cual tanto el superintendente Battle como yo tuvimos que trabajar duramente, fue el descubrimiento de crímenes anteriores, con el fin de establecer una similitud de métodos. El mérito de estos descubrimientos pertenece al superintendente Battle, a la señora Oliver y al coronel Race. Comentando el asunto con mi amigo Battle, me confesó que estaba contrariado porque no veía ningún punto de semejanza entre alguno de aquellos asesinatos anteriores y el del señor Shaitana. Pero, en realidad, no estaba en lo cierto. Los dos asesinatos atribuidos al doctor Roberts, si se examinaban atentamente y desde el punto de vista psicológico y no material, demostraban ser exactamente lo mismo. Habían sido lo que puedo denominar como asesinatos públicos. Una brocha de afeitar infectada audazmente en el propio tocador de la víctima, mientras el médico se lava las manos después de una visita. El asesinato de la señora Craddock, bajo la apariencia de una vacuna antitífica. Cometido otra vez a ojos vistas... ante todo el mundo, podríamos decir. Y la reacción del hombre es la misma. Se ve arrinconado; busca una ocasión y actúa sin dudar... audaz y alegremente... igual que sus "faroles" cuando juega al
bridge
. Y como en el
bridge
, cuando mató a Shaitana corrió un gran riesgo,
pero jugó bien las cartas. Dio el golpe perfectamente y en el preciso momento.
»Y entonces, cuando ya estaba completamente convencido de que Roberts era el culpable, la señora Lorrimer me rogó que fuera a verla... ¡y se acusó del crimen, de una manera convincente por completo! ¡Casi estuve por creerla! Durante unos momentos llegué a creer lo que me decía... pero mis pequeñas células grises recobraron su dominio. No podía ser... y, por lo tanto, no era así.
»Pero lo que me dijo, ponía todavía más difíciles las cosas.
»Me aseguró que habla visto cómo Anne Meredith cometió el crimen.
»Hasta la mañana siguiente... cuando me detuve junto a su lecho de muerte... no vi que yo tenía razón, aunque ella también me había dicho la verdad.
»Anne Meredith se dirigió hacia la chimenea... ¡y vio que el señor Shaitana estaba muerto! Se inclinó sobre él... tal vez extendió la mano hacia la brillante cabeza del puñal. Abrió la boca para gritar, pero no lo hizo. Recordó lo que Shaitana había dicho durante la cena. Ella, Anne Meredith, tenía un motivo para desear su muerte. Todos dirían que ella lo había asesinado. No se atrevió a gritar. Temblando de miedo y aprensión, volvió a la mesa de juego y se sentó.
»Por lo tanto, la señora Lorrimer tenía razón, puesto que, según pensó, había visto cómo se cometía el crimen... pero yo también la tenía porque, en realidad, ella no vio tal cosa.
»Si Roberts se hubiera contenido en este punto, dudo que nunca le hubiéramos podido achacar sus crímenes. Deberíamos hacerlo... con una mezcla de engaño y algunos ingeniosos artificios. Yo lo hubiera intentado, de todos modos. Pero se dejó ganar por sus nervios y se le fue la mano. En esta ocasión no tenía buenas cartas y falló muchas bazas. No hay duda de que estaba intranquilo. Sabía que Battle investigaba. Presintió que tal situación continuaría indefinidamente. La policía seguiría buscando... y tal vez, por un milagro, descubriría sus crímenes anteriores. Se le ocurrió la brillante idea de que al señora Lorrimer hiciera de víctima propiciatoria por cuenta de los cuatro sospechosos. Su ojo clínico se dio cuenta, indudablemente, de que la mujer estaba enferma y que su vida no podía durar mucho. Resultaba, pues, muy natural que en dichas circunstancias eligiera una manera fácil de desaparecer, confesando su crimen antes de hacerlo. Se procuró, por lo tanto, una muestra de su escritura... falsificó tres cartas y llegó a casa de ella por la mañana con el pretexto de la carta que acababa de recibir. Antes dio instrucciones a su doncella para que telefoneara a la policía diciendo lo que pasaba. Todo lo que necesitaba era una iniciativa y la consiguió. Cuando el cirujano de la policía llegó, ya había acabado todo. El doctor Roberts tenía preparado el cuento de la respiración artificial que no dio resultado. Todo era perfectamente plausible... perfectamente verosímil.
»Con todo ella, no pensaba dirigir sus sospechas hacia Anne Meredith. No conocía siquiera su visita de la noche anterior. Su único propósito era conseguir la seguridad por medio de aquel suicidio simulado. Pasó un mal momento cuando le preguntó si estaba familiarizado con la escritura de la señora Lorrimer. Si se había descubierto la falsificación, podía excusarse diciendo que nunca vio antes dicha escritura. Su mente trabajó con rapidez, pero no con la suficiente.
«Desde Wallingford telefoneé a la señora Oliver. Ella desempeñó su papel, calmando sus sospechas y trayéndolo aquí. Pero luego, cuando se congratulaba por lo bien que había salido todo, aunque no de la forma en que él lo había planeado, cayó el golpe sobre su cabeza. ¡Surgió Hércules Poirot! Y el jugador no pudo hacer ninguna baza más. Tuvo que echar las cartas sobre la mesa.
C'est fini.
Rhoda rompió con un suspiro el silencio que siguió.
—Fue una suerte que se le ocurriera a ese hombre limpiar precisamente aquella ventana —dijo.
—¿Suerte? ¿Suerte? No fue suerte, mademoiselle. Fueron las células grises de Hércules Poirot, Y eso me recuerda que...
Se dirigió hacia la puerta.
—Pase, pase, querido amigo. Llevó a cabo su papel maravillosamente.
Volvió acompañado por el limpiaventanas, que ahora llevaba en la mano su pelo rojo y parecía una persona completamente diferente.
—Mi amigo, el señor Gerald Hebingway, un actor joven de gran porvenir.
—Entonces, ¿no era tal limpiaventanas? —exclamó Rhoda—. ¿Nadie vio lo que hacía Roberts?
—Yo lo ví —dijo Poirot—. Con los ojos del pensamiento puede ver uno más que con los del cuerpo. Sólo hay que recostarse en la silla y cerrarlos...
Despard observó jocosamente:
—Apuñalémosle, Rhoda, y veamos si su fantasma vuelve y descubre quién lo hizo.
[1]
Nombre que dan en Inglaterra y en Estados Unidos a todo extranjero de piel morena. (N. del T.)
[2]
Juego de palabras intraducible. La señorita Meredith confunde «tortuous» (tortuosa) con «torture's» (de atormentador), pues la pronunciación de ambas palabras es muy similar. (N. del T.)
[3]
Juego de palabras intraducible. Familiarmente se dice «not cricket» en inglés, para demostrar que no se ha obrado bien ni honradamente. Poirot confunde el significado de la palabra «cricket» y la interpreta como honor. (Nota del Traductor.)