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Authors: Frank Herbert

Tags: #Ciencia ficción

Casa capitular Dune (39 page)

BOOK: Casa capitular Dune
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Es por eso por lo que nos gusta conseguir a nuestras Hermanas prospectivas tan jóvenes. Y puede que sea también por eso por lo que una imperfección moral se ha insinuado en Sheeana. La conseguimos demasiado tarde. ¿De qué hablarán tan secretamente ella y Duncan con sus manos?

—Las decisiones morales siempre son fáciles de reconocer —dijo Odrade—. Se hallan allá donde abandonas tu interés propio.

Sí, y el sistema educativo que fracasó en proporcionar unos cimientos morales-éticos estaba alimentando a unas fuerzas que podían destruirlo.

Streggi observó a Odrade con temerosa admiración.

—¡El valor que debe necesitar eso!

—¡No valor! Ni siquiera desesperación. Lo que hacemos es, en su sentido más básico, algo natural. Las cosas se hacen porque no hay otra elección.

—A veces hacéis que me sienta ignorante, Madre Superiora.

—¡Excelente! Este es el principio de la sabiduría. Hay muchas formas de ignorancia, Streggi. La más baja es seguir tus propios deseos sin examinarlos. A veces, lo hacemos inconscientemente. Afila tu sensibilidad. Sé consciente de lo que haces inconscientemente. Pregúntate siempre: «Cuando hice eso, ¿qué era lo que estaba intentando conseguir?»

Tras un largo silencio, Streggi dijo:

—Encuentro difícil no odiar a los historiadores que…

—Ese fue el fallo del Tirano, Streggi. Mató a algunos de ellos, ya sabes.

Streggi guardó de nuevo silencio.

Coronaron la cresta de la última colina antes de Eldio, y Odrade agradeció un momento de reflexión.

Alguien tras ella murmuró:

—Ahí está el mar.

—Párate aquí —ordenó Odrade al conductor cuando se acercaron a una amplia curva que dominaba el mar. Clairby conocía el lugar y estaba preparado para ello. Odrade le pedía a menudo que se detuviera allí. Detuvo el vehículo allá donde ella deseaba. El aparato crujió cuando se asentó sobre el suelo. Oyeron al otro vehículo pararse detrás, una voz exclamando en voz alta a sus compañeras:

—¡Mirad eso!

Eldio se extendía a la izquierda de Odrade y lejos allá abajo: delicados edificios, algunos alzándose sobre el suelo sobre esbeltas columnas, con el viento pasando por debajo y a través de ellos. Estaba lo suficientemente al sur y mucho menos alto que Central, por lo que era mucho más cálido. Pequeños molinos de viento de eje vertical, parecidos a juguetes desde aquella distancia, giraban en las esquinas de los edificios de Eldio para suministrar energía adicional a la comunidad. Odrade se los indicó a Streggi.

—Los consideramos como una importante independencia del sometimiento a una compleja tecnología controlada por otros.

Mientras hablaba, Odrade desvió su atención hacia la derecha.
¡El mar!
Era un terriblemente condensado resto de la en sus tiempos gloriosa extensión. La Hija del Mar odió lo que veía.

Un cálido vapor se alzaba del mar. El suave púrpura de las secas colinas trazaba una imprecisa línea del horizonte en el extremo más alejado del agua. Vio que el Control del Clima había introducido un viento para dispersar el saturado aire. El resultado era una quebrada línea de olas golpeando contra los guijarros debajo de su ventajoso punto de observación.

Odrade recordó que allí había habido una hilera de poblados de pescadores. Ahora que el mar había retrocedido, los poblados se extendían a media ladera. En su tiempo, los poblados habían sido una nota de color a lo largo de la orilla. Gran parte de su población había sido absorbida por la nueva Dispersión. La gente que se había quedado había construido una vía de ferrocarril para transportar sus botes a y desde el agua.

Aprobó aquello y lo deploró al mismo tiempo. Conservación de la energía. El conjunto de aquella situación la golpeó bruscamente como algo triste… como una de aquellas instalaciones geriátricas del Antiguo Imperio donde la gente aguardaba la muerte.

¿Cuánto falta para que este lugar muera?

—¡El mar es tan pequeño! —Era una voz desde la parte de atrás del vehículo. Odrade la reconoció. Una de las encargadas de Archivos.
Una de las condenadas espías de Bell.

Inclinándose hacia adelante, Odrade dio unos golpecitos a Clairby en el hombro.

—Llévanos hasta el lado de la orilla, esa cala que hay casi inmediatamente debajo de nosotros.

—¿No hasta la aldea? (¿Por qué utilizaba Clairby ese término arcaico? ¿Para hacerse notar ante la Madre Superiora?)

—Quiero nadar en nuestro mar, Clairby, mientras aún existe.

Streggi y otras dos acólitas se le unieron en las cálidas aguas de la calita. Las otras pasearon por la orilla u observaron aquella extraña escena desde los vehículos.

¡La Madre Superiora nadando desnuda en el mar!

A la Hija del Mar no le importaba. Permaneció flotando en aquella última gran masa de agua que quedaba en la Casa Capitular, recapturando aquellas recalcitrantes sensaciones de sus anteriores experiencias marítimas.

Gammu… muy lejos y hace mucho tiempo.

Sintió la energizante agua a su alrededor. Necesitaba nadar porque tenía que tomar decisiones de mando.

¿Cuánto de este último gran mar podían permitirse mantener durante estos últimos días de la vida templada de su planeta? El desierto estaba aproximándose… el
desierto total
que lo convertiría en un sosias del perdido Dune.
Si el portador del hacha nos da tiempo.
Sentía la amenaza muy cerca y el abismo muy profundo.
¡Maldito sea este talento salvaje! ¿Por qué tengo que saberlo?

Lentamente, la Hija del Mar y los movimientos de las olas restablecieron su sentido del equilibrio. Aquella masa de agua era una gran complicación… mucho mayor que los dispersos mares y lagos más pequeños. La humedad se alzaba de él en cantidades significativas. Energía para cambiar desviaciones indeseadas en las apenas controlables operaciones del Control del Clima. Sí, este mar aún alimentaba a la Casa Capitular. Era una ruta de comunicación y transporte. Los transportes marítimos eran más baratos. Había que equilibrar el coste de la energía contra otros elementos en su decisión. Pero el mar desaparecería. Eso era seguro. Poblaciones enteras enfrentadas a nuevos desplazamientos.

Los recuerdos de la Hija del Mar interferían. Nostalgia. Bloqueaban los caminos hacia un juicio adecuado.
¿Cuán rápido debe desaparecer el mar?
Esa era la cuestión. Todos los inevitables traslados y reasentamientos aguardaban esa decisión.

Pero será hecho rápidamente. El dolor ha de ser barrido a nuestro pasado. ¡Sigamos adelante con ello!

Nadó hasta aguas someras y alzó la vista hacia la desconcertada Tamalane. La parte inferior de la túnica de Tam tenía un color más oscuro que el resto a causa de una inesperada ola. Odrade alzó la cabeza por encima de la suave resaca.

—¡Tam! Elimina el mar tan rápido como sea posible. Haz que Control del Clima prepare un plan acelerado de deshidratación. Alimentos y Transporte deberán ajustarse a él. Aprobaré el plan final tras nuestra acostumbrada revisión.

Tamalane se dio la vuelta sin decir nada. Hizo un gesto a las Hermanas apropiadas para que la acompañaran, observando tan sólo una vez a la Madre Superiora mientras lo hacía.
¿Lo ves? ¡Tenía razón trayéndome conmigo a la gente necesaria!

Odrade salió el agua. La arena húmeda crujió bajo sus pies.
Pronto será arena seca.
Se vistió sin molestarse en secarse antes. La ropa se pegó incómodamente a su piel pero la ignoró, ascendiendo por la playa y alejándose de las otras, sin volverse para mirar al mar.

Los recuerdos de la memoria deben ser sólo eso. Cosas para ser traídas ocasionalmente a la superficie a fin de evocar pasadas alegrías. Ninguna alegría puede ser permanente. Todo es transitorio. «Esto también pasará» es algo que se aplica a todo nuestro universo viviente.

Cuando la playa se convirtió en tierra arcillosa poblada con algunas pocas plantas dispersas, se volvió al fin y contempló el mar al que acababa de condenar.

¿Te das cuenta, Alejandro? Yo ni siquiera he necesitado una espada. Unas cuantas palabras lo consiguieron.

Sólo la vida en sí importaba, se dijo a sí misma. Y la vida no podía proseguir sin confiar en la procreación.

Supervivencia. Nuestros hijos deben sobrevivir. ¡La Bene Gesserit debe sobrevivir!

Ningún hijo individualizado era más importante que la totalidad. Aceptó eso, reconociéndolo como la voz de las especies hablándole desde lo más profundo de su yo, aquel yo con el cual había entrado primero en contacto como la Hija del Mar.

Odrade permitió a la Hija del Mar que oliera por última vez el salado aire mientras regresaban a sus vehículos y se preparaban para seguir el camino hasta Eldio. Se sintió más calmada por momentos. Ese equilibrio esencial, una vez aprendido, no requería de ningún mar para mantenerlo.

Capítulo XXVI

Desarraiga tus preguntas de su suelo, y podrás ver sus colgantes raíces. ¡Más preguntas!

Mentat Zensufi

Dama estaba en su elemento.

¡La Reina Araña!

Le gustaba el título que le daban las brujas. Aquél era el corazón de su tela, su nuevo centro de control en Conexión. El exterior del edificio aún no encajaba con ella.

Demasiado de la complacencia de la Cofradía en su diseño. Conservador.

Pero el interior había empezado a adquirir una familiaridad que la relajaba. Casi podía imaginar que nunca había abandonado Dur, que no había habido ni Futars ni el desgarrador regreso al Antiguo Imperio.

Permanecía de pie en la puerta abierta de la Sala de Asambleas, mirando al Jardín Botánico. Logno aguardaba cuatro pasos tras ella.
No demasiado cerca de mí, Logno, o tendré que matarte.

Aún había rocío en el césped más allá del enlosado donde, cuando el sol se hubiera alzado lo suficiente, los sirvientes distribuirían confortables sillas y mesas. Había ordenado a Clima un día soleado, y sería mejor que lo produjeran. El informe de Logno era interesante. Así que la vieja bruja había regresado a Buzzell. Y estaba furiosa también. Excelente. Sabía a todas luces que estaba siendo vigilada, y había visitado a su bruja suprema para ser retirada de Buzzell, para obtener refugio. Y éste le había sido negado.

No les importa que destruyamos sus miembros con tal de que su cuerpo central permanezca oculto.

Hablando por encima del hombro a Logno, Dama dijo:

—Tráeme a esa vieja bruja. Y a todas sus ayudantes.

Mientras Logno se volvía para obedecer, Dama añadió:

—Y empieza a hacer pasar hambre a algunos Futars. Los quiero hambrientos.

—Sí, Dama.

Alguien ocupó la posición abandonada por Logno. Dama no se volvió para identificar a la reemplazante. Siempre había las suficientes auxiliares para llevar las órdenes necesarias. Una era completamente igual a otra excepto en lo referente a la amenaza. Logno era una constante amenaza.
Me mantiene alerta.

Dama inhaló profundamente el fresco aire. Iba a ser un buen día precisamente porque eso era lo que ella deseaba. Reunió sus memorias secretas y dejó que la apaciguaran.

¡Bendito sea Guldur! Hemos hallado el lugar para reconstruir nuestra fuerza.

La consolidación del Antiguo Imperio estaba produciéndose tal como había sido planeada. No podían quedar muchos nidos de brujas ahí afuera y, una vez localizada aquella maldita Casa Capitular, sus miembros podrían ser destruidos a placer.

Ahora Ix. Esto era un problema.
Quizá no hubiera debido matar a esos dos científicos ixianos ayer.

Pero los estúpidos se habían atrevido a exigir de ella «más información». ¡A exigir! Y tras decir que aún no habían hallado ninguna solución para rearmar El Arma. Por supuesto, ellos no sabían que era un arma. ¿O sí? No podía estar segura. De modo que había sido una buena idea matar a esos dos después de todo. Enseñarles una lección.

Traednos respuestas, no preguntas.

Le gustaba el orden que ella y sus Hermanas estaban creando en el Antiguo Imperio. Hasta entonces había sido demasiado vagar, demasiadas culturas diferentes, demasiadas religiones inestables.

La adoración a Guldur les servirá como nos sirve a nosotras.

No sentía ninguna afinidad mística hacia su religión. Era un instrumento útil de poder. Las raíces eran bien conocidas: Leto II, aquél al que las brujas llamaban «El Tirano», y su padre, Muad’Dib. Ambos consumados rompedores del poder. Había montones de células cismáticas, pero podían ser extirpadas. La esencia era mantenida. Era una máquina bien lubricada.

El laissez-faire oligárquico no es para nosotras.

Todo reducido a una esencia manejable. Política. ¿Quién detenta el poder? Conspiraciones por todas partes, naturalmente. Incluso allí, en el núcleo. Todo llevado con un falso aire de comportamiento abierto y de acatamiento a «lo bueno de nuestro orden». Nada más insidioso en el universo, y nada más aparente para una Gran Honorada Matre atenta.

La tiranía de la minoría envuelta en la máscara de la mayoría.

Eso era lo que la bruja Lucilla había reconocido. No había ninguna forma de dejarla con vida tras descubrir que sabía cómo manipular las masas. Los nidos de brujas tenían que ser hallados y quemados. La capacidad de percepción de Lucilla no era evidentemente un ejemplo aislado. Sus acciones traicionaban las enseñanzas de una escuela. ¡Eso era lo que enseñaban! ¡Estúpidas! Tenias que administrar la realidad o las cosas escapaban realmente fuera de control.

Logno regresó. Dama podía reconocer siempre el sonido de sus pasos. Furtivos.

—La vieja bruja será traída de Buzzell —dijo Logno—. Y sus ayudantas.

—No olvides los Futars.

—He dado las órdenes, Dama.

¡Una voz untuosa! Te gustaría darme de alimento a la horda, ¿no es así, Logno?

—Y refuerza la seguridad en las jaulas, Logno. Otros tres de ellos escaparon la pasada noche. Estaban vagando por el jardín cuando desperté.

—Me lo comunicaron, Dama. Han sido asignados más guardias a las jaulas.

—Y no me digas que son inofensivos sin un Adiestrador.

—No creo en ello, Dama.

Y por una vez dice la verdad. Los Futars la aterran. Bien.

—Creo que tenemos nuestro poder de base, Logno. —Dama se volvió, observando que Logno había traspasado al menos en dos milímetros la zona de peligro. Logno se dio cuenta también de ello y retrocedió.
Tan cerca como quieras de frente y donde pueda verte, Logno, pero no a mis espaldas.

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