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Authors: Howard Mittelmark & Sandra Newman

Tags: #Ensayo, Humor

Cómo no escribir una novela (2 page)

BOOK: Cómo no escribir una novela
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Aquí el conflicto apenas es adecuado para un episodio de una serie familiar. Recuerda que esta trama ha de atrapar al lector a lo largo de trescientas páginas y pico. La historia central de una novela debe ser lo suficientemente importante como para cambiarle la vida a cualquiera.

Además, esa historia debe tener interés para mucha gente. Uno de los primeros escollos que debe superar un novelista es el error de creer que lo que le interesa a él tiene que interesarle necesariamente a todo el mundo. Una novela no es una oportunidad para dar rienda suelta a las cosas que tus compañeros de piso, amigos o tu madre ya no soportan escuchar más. No importa cuán vehemente y justo sea tu deseo de que los encantos masculinos de los hombres bajitos sean apreciados por las mujeres o tus protestas contra los caseros que se niegan a arreglar las tuberías de los pisos que alquilan, incluso aunque sea una clara infracción de lo estipulado en el contrato de arrendamiento, de cuyas cláusulas tu casero finge no ser consciente pero que tú conoces mejor que él porque has hecho fotocopias tanto para él como para tus compañeros de piso, amigos y madre. Eso no es una trama sino una queja.

Esto no quiere decir que un bajito, desgraciado en amores y que vive en una casa con unas tuberías defectuosas no pueda ser el héroe de tu novela, pero su altura y los problemas con la fontanería deben ser parte de una trama, dibujados brevemente mediante pinceladas cuando el héroe se encamina a la escena del crimen, donde se asombra de cómo diantre una pata de cordero ha infligido a la víctima esas lesiones mortales.

La sala de espera

Cuando la historia no empieza nunca

Reggie se subió al tren en Montbauk y encontró un asiento junto al coche restaurante. Cuando se sentó allí, molesto por el tufo de las asquerosas hamburguesas con queso del coche de al lado, empezó a pensar en cómo había decidido hacerse médico. Ya desde niño le interesaban las enfermedades raras pero ¿significaba eso que tenía vocación? El tren traqueteaba, impidiéndole quedarse dormido, y el olor de esas hamburguesas con queso le provocaba náuseas. Lo mismo le ocurría al ver la sangre, pensó. ¿Por qué tomó esa decisión hacía tantos años?

Mountbak iba retrocediendo tras las ventanas.

(10 páginas después)

Las últimas casas de Mountbak se veían diminutas entre la hierba de color marrón. Parecían brillar contra el telón de fondo de las preocupaciones de Reggie mientras consideraba detenidamente las razones para su actual problema. Si hubiera hecho el máster de biología que al principio quería hacer, en vez de seguir el consejo del tío Frank… El tío Frank le dijo en esa ocasión, rascándose su peludo cuello como era su costumbre:

—Ahora, Reggie, no cometas los errores que yo cometí cuando hice el máster en biología en el cincuenta y seis, y envié todas mis posibilidades al…

(10 páginas más tarde)

—Y para resumir brevemente una historia muy larga así es como conocí a tu tía, Katharine, y así viniste tú al mundo —concluyó el tío Frank.

Se habría quedado perplejo en ese momento, pensó, si aún no supiera de los ilícitos amores de su madre con el tío Frank que le contó su primo Stu meses antes, cuando Stu lo llamó para hablarle de la beca que le habían concedido para estudiar golf en Penn, una beca que había hecho aflorar de nuevo la amargura de Reggie por su errónea decisión de apuntarse al curso preparatorio de la universidad de Medicina.

Aquí el autor va acumulando escenas interminables para poner al lector en antecedentes sin que haya una historia principal a la vista. En la página 50 el lector todavía no tiene ni idea de por qué es importante saber quiénes son realmente los padres de Reggie, por qué estudió Medicina o la geografía de Montbauk. En la página 100 el lector empieza a tener fuertes sospechas de que nada de eso es importante, si es que algún lector ha podido llegar tan lejos.

El escritor también ha creado todo un marco de acciones en las que no pasa nada. No olvides que, desde la perspectiva del lector, la línea argumental principal es lo que le está ocurriendo al protagonista. Por eso, sea lo que sea lo que esté pensando Reggie en el tren, la acción principal es un hombre sentado y mirando por una ventanilla, con el estómago un poco revuelto, página tras página, página tras página.

Evita crear escenas que sean meros escenarios para que un personaje recuerde o medite sobre su pasado. El personaje ya tendrá tiempo suficiente para dar esa información en las escenas en las que realmente pase algo. Sería mucho más efectivo, por ejemplo, que Reggie expresara sus dudas sobre su profesión en una escena en que está operando a vida o muerte a su hermano pequeño.

Si te sientes incapaz de evitar la Sala de espera, mira honestamente tu novela y analiza cuál es el primer hecho importante que ocurre. Seguramente puedes suprimir todo lo que hayas contado antes. Si en esas páginas hay información importante, plantéate darla de la forma más breve posible. Sorprendentemente, muy a menudo un solo párrafo o un monólogo interior pueden sustituir veinte páginas de texto. Si crees que son necesarias medidas más drásticas, consulta el apartado Cirugía radical para tu novela.

Un despegue demasiado largo

Cuando nos cuentan la infancia de un personaje sin motivo ni razón

El primer recuerdo de Reinaldo era la imagen de su madre, la
contessa
, vistiéndose para pasar una velada jugando a las cartas. Esa noche, el escandaloso
marquis
Von Diesel se presentó para recogerla en su elegante carruaje de caballos Luis XV. La visión de aquellos dos corceles angorinos castrados en el creciente anochecer, con arneses laceados y protuberantes, según dictaba la moda del momento, quedaría grabada para siempre en la memoria de Reinaldo.

—Buenas noches, mi dulce príncipe —le dijo su madre desde la puerta—. Que duermas bien arropado.

—Te ruego que te quedes, madre, quédate —dijo el niño Reinaldo señalando la tenebrosa oscuridad que se extendía tras las adamasquinadas luces de la calle—. ¿No habrá peligro?

—Oh, eso es un tonto Leviatán de tu infantil imaginación —se burló su madre a carcajadas, y empujó la puerta hacia fuera.

Ella volvió más tarde esa noche sana y salva, y le entregó un caramelo que había ganado en la última y tempestuosa mano de
vingt-fromage
.

—2—

Treinta y cinco años más tarde Reinaldo se cayó de la cama riendo con ganas ante su criado, Hugo, y se encaminó a su aseo matutino.

Al poco, tras aplicarse unos brillos de ámbar y espolvorearse con gracia con sus exóticas breas y púrpuras, le dijo a su criado:

—Esta mañana no es necesario afinar el pangolín, he decidido cancelar mi lección y mi cita con la infanta para ir a jugar al bádminton.

Por misteriosas razones, muchos autores consideran adecuado comenzar a contarnos una historia sobre un hombre de mundo de cuarenta años que arranca con un prólogo que empieza cuando tenía cinco. También es muy común entre estos autores, en aras de la meticulosidad, ofrecernos a continuación escenas de este héroe a los diez, quince y veinticinco años antes de llegar a la edad en la que realmente hace algo por fin. Presumiblemente esto nos permite conocer detalles del carácter del protagonista y los hechos clave que lo han formado, lo cual es una buena idea cuando uno va a dar una conferencia en un congreso de psicoanalistas. Sin embargo, lo que desea nuestro lector es una buena historia. A veces la diferencia entre una historia interesante y otra que hace bostezar se debe al relato de una infancia.

Aunque tu trabajo como escritor es conocer muy bien a tus personajes, pocas veces es necesario compartir toda esa información con el lector, y cuando decimos «pocas veces» queremos decir «nunca». Tu función como escritor es contarle una historia al lector. Cuando llamas a alguien para que te preste un servicio, un soporte informático por teléfono, por ejemplo, ¿quieres que el técnico te cuente todo lo que sabe sobre tu sistema operativo, el código alfanúmerico de tu red inalámbrica y los algoritmos de encriptación antes de que te explique qué tienes que hacer para recuperar tu conexión a Internet?

Cirugía radical para tu novela

In media res

Si tu novela empieza empantanándose con una pesada información preliminar, plantéate emplear esta técnica de arranque inmediato.

Escoge una escena de acción clave y empieza tu novela con ella, introduciendo a tu protagonista cuando éste ya se encuentre en medio de un conflicto apasionante, a fin de atrapar de inmediato al lector. Éste puede ser, cronológicamente, el primer hecho emocionante de la novela, pero los escritores empiezan a veces con el clímax final y utilizan la mayoría de las páginas de lo que queda del libro para que el lector siga un círculo narrativo completo, retrocediendo a ese tiroteo, a ese suicidio en masa, a esa extirpación de ovarios. Una vez que la historia tiene ya un punto culminante, puedes ralentizar la acción para poner al lector en antecedentes con toda la información previa que sea necesaria.

«Escena de acción» no significa que esta técnica sólo pueda emplearse en las novelas en las que «explotan cosas». «Allí estaba yo, vestida tan sólo con una toalla en la suite más cara del Hotel Plaza. El hombre que pensaba que se había casado con una rica heredera en la flor de la vida esperaba con ansia cada minuto que pasaba. Pero no fue a él a quien me encontré cuando abrí la puerta» funciona tan bien como «Allí estaba yo, vestida tan sólo con una toalla en la suite más cara del Hotel Plaza, y el tiroteo que se oía en el pasillo se iba acercando cada vez más y más…».

La sesión de fotos de las vacaciones

Cuando en vez de una historia nos cuentan un paisaje

Rah T’uay era mucho más sucio que Bangalot, observó Chip mientras volvía a cerrar su mochila. Aún no sabía si encontraría allí el sentido profundo de la vida que había ido a buscar a Oriente hacía varias semanas. ¿Serían ya tres semanas? Las contó mentalmente mientras sorbía el amargo té local hecho con hojas de té y agua hirviendo ¡Una, dos, tres semanas! ¡Hacía ya tres semanas!

Había pasado la primera semana entre la lujuriosa vegetación de Bangalot, donde los exóticos zarcillos de las plantas carnívoras habían sido aún más románticos gracias a su casual encuentro con Heather durante aquellas vacaciones trimestrales de marzo. Tras su romántica noche, siguió en un barco camino de aquel pueblo de las montañas, Ruh Ning Tsor, y luego en un autobús nocturno, que siempre parecía estar a punto de desvanecerse en la majestuosidad y misterio del paisaje que atravesaba en su camino a los calcáreos acantilados de la costa del atolón de Suppu Rashon. ¡Cuánto había cambiado, y para siempre, en tan poco tiempo!

Hubo una época en la que un libro podía venderse únicamente porque su autor había estado en países lejanos y vuelto para contar las exóticas escenas que había visto. Ese autor fue Marco Polo y esa época el siglo XIII. Si conoces muy bien un lugar interesante, no dudes en utilizarlo para dar a tu novela un marco bien definido y un ambiente peculiar. Pero aunque los exóticos nativos pueden añadir un sabroso color a tu novela, no importa cuántos bazares hayas visitado, con cuántos artistas de la estafa hayas intercambiado tu dinero o de cuántos niños harapientos de las calles te hayas apiadado, los criterios para contar una historia en Tombuctú son exactamente los mismos que en una ciudad de provincias de tu país. Si Chip no hace nada en una isla tropical, pero describe las maravillas de estar en una isla tropical, estamos ante una Sala de espera con mucho follaje, follaje que, además, nuestro lector ya conoce sobradamente por el Discovery Channel, y en alta definición.

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