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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

Criopolis (44 page)

BOOK: Criopolis
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—Estoy seguro de que será mucho más feliz si vuelve a su hábitat natural —dijo.

—¡Jin! ¡Mami! —dijo Mina—. ¡Mirad! ¡Los bebés de la Señora Murasaki han nacido todos!

—Qué bien, querida —replicó con valentía su madre, aunque tía Lorna dio un respingo.

Mamá miró a través de la tapa transparente, y añadió débilmente:

—Santo cielo, ha tenido un montón de hijitos, ¿no? Tal vez sea hora de trasladarlos a una casa más grande.

«¿Como nosotros? —pensó Jin—. Que sea como nosotros.» Miró al cónsul Vorlynkin lleno de esperanza.

—El teniente Johannes dice que tengo que sacarlos todos al jardín. —Mina frunció el ceño, tratando evidentemente de decidir si era buena idea o no.

Tras ella, Johannes hizo gestos que parecían indicar que no quería compartir el consulado con un centenar de arañitas activas, cosa que Jin consideró muy tacaño por su parte.

—Excelente idea —dijo Vorlynkin, con tacto—. Me han dicho que sus telarañas son muy bonitas con la luz de la mañana, después del rocío.

Jin se embarcó en una apresurada tutoría sobre qué tipo de arañas tejían y no tejían telas, y los diseños de diversas especies en relación a su presa, mientras que Mina iba a buscar flores especialmente bonitas donde soltar a la nueva familia.

—Cuando me puso esa caja bajo la nariz —le murmuró Johannes a Vorlynkin—, me dieron ganas de vomitar.

Los ojos de Vorlynkin chispearon.

—No sabía que era aracnofóbico, Trev.

—¿Se da cuenta de que el jardín estará repleto de arañas gigantes?

—Las gallinas se comerán algunas —dijo Jin.

Johannes miró a las gallinas con simpatía quizá por primera vez.

—No se lo digan a Mina —añadió Jin.

—Ni se me ocurriría —respondió Johannes, y después de un amable gesto con la cabeza hacia la madre y la tía de Jin, volvió al interior.

Ni cinco minutos más tarde la puerta se abrió más suavemente, y Raven-sensei la atravesó. Jin nunca se había alegrado más por una interrupción, ya que los adultos habían empezado a hablar de las clases perdidas de Jin, y qué había que hacer al respecto, y cuándo. Raven-sensei saludó en general a todo el mundo (Mina le devolvió entusiasmada el saludo), y se detuvo junto a la mesa, alzando las cejas al mirar a tía Lorna.

—Ah. ¿Hermana-san?

A Jin no le parecía que tía Lorna pareciera la hermana mayor de su madre, siendo más baja y más gruesa, con el pelo más corto, y más malhumorada, aunque cualquier mal humor se evaporó cuando alzó la cabeza, los ojos como platos, y miró al cirujano escobarano. Vorlynkin se apresuró a presentarlos, y tía Lorna sonrió y le estrechó la mano, y, cuando Raven-sensei se volvió para saludar a Mina, le susurró a su hermana:

—No me dijiste que tu médico era tan guapo.

—Decorativo y funcional —murmuró la mamá—. Su clínica tiene bastante fama en Escobar, según me han contado.

Durante un momento, el cónsul Vorlynkin frunció el ceño, como preocupándose por intentar parecer decorativo o funcional, pero decidió ser diplomático, que le venía mejor de todas formas.

Raven-sensei terminó de admirar la familia de arañas, y Jin, a una señal de su madre, le cedió su silla al nuevo invitado. Esto no estuvo tan mal, ya que Jin pudo apoyarse en su hombro, y ella le rodeó la cintura con un brazo. Lucky, con un gruñido por perder la mano que la acariciaba, se bajó de un salto del regazo.

—Pensé que querría conocer la noticia de inmediato, señora Sato —dijo Raven-sensei—. Recuperamos al señor Kang y la señora Khosla anoche, y los he revivido a ambos esta mañana. Me complace informar que sin ningún problema. Ambos han hablado brevemente, y con tanta lucidez como se puede esperar, antes de que los pusiera a dormir de nuevo. En cuanto pase su fase de aclimatamiento, podrá ir a verlos.

Jin sintió cómo temblaba el cuerpo de su madre, que cerró con fuerza los ojos en un breve gesto de agradecimiento.

—Gracias por su excelente trabajo, doctor.

—Ciertamente —dijo el cónsul Vorlynkin. Ladeó la cabeza preocupado hacia la madre de Jin, pero se acomodó de nuevo en su asiento cuando ésta se frotó los ojos y se relajó—. ¿Cuándo podrán hablar con los abogados y los detectives de la policía?

—Naturalmente tendrán que permanecer en aislamiento biológico durante unos cuantos días, pero espero que sus recuperaciones sean tan rápidas como la de la señora Sato. Puede que estén lo suficientemente lúcidos para hacer sus declaraciones a través de los intercomunicadores de la cabina mañana por la noche, pero les dije a las autoridades que vinieran a la mañana siguiente, por si acaso.

—¿Y su seguridad física, mientras tanto?

—La señorita Koudelka se ha encargado de eso, como parte del establecimiento de la seguridad de la nueva clínica. Resulta que tiene un don para ese tipo de cosas. ¿Sabía que su madre fue guardaespaldas del emperador de Barrayar cuando ella era una niña? Entrenada por Seglmp, supongo, y lo transmitió a la familia.

—Sí, creo que lord Vorkosigan dijo algo al respecto, antes de marcharse: parece que conoce a la gente más extraordinaria que existe. Era de esperar, dado su pasado.

—¿Qué es ese lord Impronunciable del que no paran de hablar, por cierto? —preguntó tía Lorna.

—¿Qué o quién? —dijo Raven-sensei—. Aunque creo que para él las dos cosas son lo mismo.

—Cualquiera de las dos. Ambas.

—Investiga fraudes de seguros para alguien —intervino Jin—. Su jefe se llama Gregor. Habla mucho de él.

Vorlynkin parpadeó. Raven-sensei se echó a reír, y Jin retorció incómodo los dedos de los pies.

—¿No es así? —preguntó.

—Bueno, sí —respondió Vorlynkin, sonriendo de nuevo—. El Emperador Gregor Vorbarra, ése es. Pero un lord Auditor investiga todo tipo de fraudes y… esto… otras situaciones difíciles que puedan surgir y que afecten al Imperio, siguiendo órdenes directas del Emperador. En los más altos niveles, generalmente, y con muy poca supervisión.

—Una vez se llamó a sí mismo el palafrenero del Emperador —confesó Raven-sensei—. No estoy seguro de si eso significaba un guardián que cabalga al lado de su señor, o un hombre que le sostiene el estribo mientras se monta. Una frase muy barrayaresa, creo.

—«Que cabalga a su lado» es más correcto —dijo Vorlynkin—. Aunque la otra acepción tampoco es muy errada.

La madre de Jin ladeó la cabeza, interesada. Tía Lorna abrió un poco más los ojos.

—No sabía que era tan importante —comentó Jin, recordando la primera vez que vio a aquel drogata perdido y harapiento. Y toda la extraña conducta y los farfulleos posteriores. Miles-san nunca había actuado de forma engreída ni orgullosa. Por otro lado, nunca había actuado tampoco como si tuviera que cumplir ninguna regla.

—Su padre, el conde Aral Vorkosigan, es virrey de Sergyar —explicó Vorlynkin a las interesadas mujeres—, y su madre, la famosa condesa, es virreina por propio derecho: su título fue ganado a pulso, no fue una cortesía por ser su esposa. Su virreinato remata una larga carrera de servicio al Emperador.

—Imagino que a Miles le costará mucho seguir sus pasos —intervino Raven-sensei.

Jin pensó en su propio padre, congelado en el tiempo por su muerte de manera más permanente que ningún procedimiento criogénico. Jin nunca tendría más que siete años en aquellos recuerdos perdidos. Nunca diecisiete, ni veintisiete, ni casi treinta y ocho por el otro lado. ¿Cómo sería tener un padre cuando ambos fueran adultos a la vez? Parecía una idea extraña, incómoda, atormentadora.

—¿Reinado? —preguntó Mina, que había vuelto a colocarse al otro lado de su madre a tiempo de oír esto—. ¿El padre de Miles-san es una especie de príncipe?

—Un virrey es un… hum. —Vorlynkin hizo una pausa como para escoger las palabras especialmente para ella—. El Emperador Gregor no puede estar en los tres mundos a la vez. Así que permanece en Barrayar, la mayor parte del tiempo, y envía a personas que lo representan en los otros dos planetas. El Consejero Imperial en Komarr, el Virrey y la Virreina como equipo en Sergyar. El mismo trabajo, realmente, con dos títulos distintos, porque los planetas son bastante distintos. —Miró a la madre de Jin, como para comprobar si le gustaba esta explicación sobre su casa.

—Así que son como… ¿delegados del Emperador? —preguntó Jin.

Vorlynkin alzó las cejas con gesto aprobador.

—Sí, eso es. Excepto que son nombrados, cumplen su mandato y luego cesan. «Emperador» es una sentencia de por vida. Es una forma de hablar. —Una sonrisa agridulce cruzó sus labios.

—Así que Miles-san tiene un trabajo importante y una familia importante —dijo Mina, sopesando estas ideas.

Jin se preguntó si estaría pensando en aquellos ponis.

La tía Lorna hizo una mueca.

—¿Le han dado ese trabajo importante por sus parientes importantes?

—No —respondió Raven-sensei juiciosamente—. Creo que a Miles le han dado su cargo porque es un hurón nato. Por eso hace lo que hace. Sin duda se habrán dado cuenta de que es un lunático hiperactivo. —Con aire indiferente, añadió—: Para su bien y el mío, ciertamente.

—Bueno… —Vorlynkin guardó silencio vagamente. Y diplomáticamente, supuso Jin.

El niño suspiró.

—¡Ojalá pudiera tener un hurón!

La madre de Jin tosió; Vorlynkin la miró, y a Nefertiti, que ahora husmeaba entre las violetas.

—Ya tienes… casi un león, al menos —dijo—. Suficientes deseos de animales salvajes por el momento.

Mina abrazó a su madre y apoyó la cabeza en su hombro. Mamá le devolvió el abrazo. «Hay un deseo —pensó Jin—. Hay un deseo realmente grande que conceder. Más grande que un hurón. Más grande que un león, incluso.»

Aunque (Jin había visto fotos) los hurones eran realmente bonitos. Lo que era bonito y peludo era siempre más fácil de vender que lo que tenía caparazón y múltiples patas, por algún oscuro motivo. Los adultos, tan irracionales…

Los adultos empezaron a hablar de abogados y litigios y de los malvados ejecutivos de NeoEgipto, todos detenidos, y del antiguo comité de acción política de mamá y de lo que sucedería a continuación, como llevaban haciendo sin parar desde hacía días, prácticamente la semana entera desde que el refugio de Suze-san casi fue arrasado por el fuego, así que Jin se acercó a observar a Nefertiti. Mina, igualmente aburrida, lo siguió.

La esfinge estaba agazapada en el lecho de violetas púrpuras y blancas.

—¡Oh, no! —exclamó Mina—. ¡Se las está comiendo!

Jin, preocupado por que el cónsul pudiera sentir devoción por sus violetas (finos tallos verdes, a estas alturas ya), echó mano a la esfinge y se la llevó, reprendiéndola.

—Comida —murmuró Nefertiti, mientras los aplastados pétalos lavanda caían de su boca.

—¡Vorlynkin-san! —llamó Mina, ansiosa—. ¿Comer violetas hará que Nefertiti enferme?

La madre de Jin tragó saliva, inquieta, aunque también se rió, pero Vorlynkin apenas pareció sorprendido.

—No lo creo. A veces en las ensaladas se ponen flores comestibles, y creo que las violetas están entre ellas. También se sirven con caramelo. Pero yo tendría cuidado de que no coma demasiadas de una vez.

Jin y Mina suspiraron aliviados, acaso por motivos ligeramente distintos. Vorlynkin-san sabía todo tipo de cosas interesantes. Y le sonreía a la madre de Jin. Y la madre de Jin le devolvía la sonrisa, cosa que no era algo que hacía mucho, al menos últimamente. Era un tipo bastante legal, aunque necesitaba que lo pusieran rápidamente al día en zoología si iba a… quedarse por aquí.

«Así que todo va bien», pensó Jin.

Miles seleccionó una mesa al borde del balcón que asomaba al vestíbulo principal de la estación de tránsito de Escobar. Desde aquí tenía una doble visión mareante, la de la gente que pasaba dos plantas más abajo, y la de una ancha rebanada de espacio salpicado de estrellas y el anillo de Escobar, brillante de luz y color, a través de la pared transparente de encima. Repartió las tres tacitas de café, ocupó uno de los asientos y le señaló otro a Roic.

El soldado aceptó el café, pero sacudió la cabeza respecto al asiento, pues prefería apoyarse contra la balaustrada del balcón y mirar alrededor, pareciendo (ay) exactamente un guardaespaldas que trataba de hacerse pasar por un turista. Roic no era amigo de estas posiciones expuestas. Miles siempre disfrutaba de su café, cuando pasaba por aquí: recordaba que este apéndice de la estación tenía ya unos diez años.

Mark apareció, lo divisó (a Roic), saludó y se acercó. La nave comercial de Miles no zarpaba hasta dentro de algunas horas, así que Mark había retrasado el momento de coger la lanzadera que partía cada hora para poder pasar unos cuantos minutos más con su hermano. Compartir la misma nave desde Kibou-daini les había hecho estar juntos más tiempo de lo que habían estado en años, aunque hubieran pasado gran parte del tiempo en ruta en sus respectivos camarotes diseñando detalladas directrices para enviar a sus respectivos socios. Estar ocupado y absorto era, en general, bueno. Mucho mejor que estar loco y muerto, por ejemplo.

Mark se sentó, se apoderó de la última taza, le quitó la tapa con el pulgar, dio un sorbo e hizo una mueca. Cuando tenía tiempo, Mark era todo un gourmet, muy delicado en sus gustos de comida y bebida. A Miles no le parecía que el sabor fuera tan malo, para tratarse de café de una estación de tránsito. Por motivos prácticos, había que hacer sitio a los modificadores.

—Lamento llegar tarde —dijo Mark—. En el último momento antes de desembarcar, he recibido un mensaje de Kareen, y quería verlo inmediatamente.

En la intimidad de su camarote. Miles asintió, comprensivo. Mark había dejado a Kareen y Raven atrás para que iniciaran la creación de la nueva Clínica Durona, e incidentalmente le echaran un ojo a los asuntos de Jin, mientras Mark se adelantaba para tratar los detalles desde Escobar. La separación de su compañera, aunque era temporal, lo dejaba notablemente inquieto. Miles pensó en Ekaterin y suspiró.

—¿Buenas noticias o malas noticias? —preguntó. Aunque si fueran malas, habría recibido un tensorrayo de Vorlynkin.

—No son malas. Kareen informa de que Raven revivió a esos dos amigos desaparecidos de la señora Sato, y éstos han dado testimonios útiles a las autoridades. Las acciones legales contra NeoEgipto están en marcha a toda máquina, según los baremos legales, lo que significa glacialmente para los baremos humanos, pero al parecer se mueven en la dirección adecuada, hasta el momento. Con los cargos por asesinato, los ejecutivos de NeoEgipto permanecen bajo custodia. Han aceptado un acuerdo de colaboración de tu amigo Oki, o como se llame cuando delata a sus camaradas para conseguir una sentencia más ligera.

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