—¿Cuáles? —preguntó Ruth que estaba totalmente perdida.
—Imagino que se refiere al castillo de Valderas. El que han convertido en biblioteca.
—Ese, ese —chilló Iris saltando como una loca y dando palmas—. Tío, llama al príncipe y dile dónde está, vamos, corre. ¿Es que no me has oído?
—Iris, es imposible no oírte con los gritos que pegas. ¿Para qué quieres decirle a Marcos dónde está el castillo? —preguntó Héctor estupefacto hablando por toda la familia. Había veces que costaba seguir el pensamiento de su sobrina.
—Para que vaya a buscar a mamá.
—Cariño, estoy aquí. No voy a ir a ningún castillo.
—¿Cómo te va a rescatar entonces?
—¿Por qué me tiene que rescatar?
—A ver, que no te enteras de nada mami. Tienes una cita con el del teléfono, ¿no? Pues tendrá que rescatarte. ¿Si no cómo vas a enamorarte?
—Iris, cariño, no te entiendo. —Ni ella, ni nadie de la familia.
—A ver. Jopetas, que hay que explicarlo todo. Los mayores no sois tan listos como pensáis, eh. Mira. Shrek fue a buscar a la princesa Fiona al castillo, escaló la pared, cruzó el puente sobre la lava y venció a la dragona. ¿Recuerdas? — Esperó hasta que sus tíos y su madre asintieron—. Vale. Y luego la princesa Fiona se enamoró de Shrek y él de ella. ¿No? Pues a ver, ¿cómo te vas a enamorar de tu príncipe si no te tiene que rescatar? ¡Eh! ¿Entiendes? Jopetas, eso lo sabe todo el "mundo mundial".
—Pero Iris cielo, las cosas no suceden así. Verás...
—¡Cómo que no! Los príncipes tienen que pasarlo mal, y salvar a las princesas, y pelearse con el malo.
—Mira cariño...
—¡No! A ver, ¿te acuerdas de Blancanieves? ¿Quién le dio el beso que la devolvió a la vida? ¡El príncipe! Y la bella durmiente, ¿quién la salvó y peleó con el dragón cuando la bruja la pinchó y la dejó dormida? ¡El príncipe Felipe! Y Nala, la leona amiga de Simba, ¿quién la rescató de las hienas y peleó contra el león malo para que la tierra volviera a estar bien? ¡El rey león, Simba! ¿Quién rescató a la princesa Yasmín del malvado Jaffar? ¡Aladdin! Así que no me vengas con cuentos. El del teléfono tiene que rescatarte si quiere que te enamores de él. No va a venir a buscarte a casa y ya está. Tendrá que hacer algo, demostrar amor y todo eso, ¿no? Si no, vaya gracia. Aparece, te invita a un zumo, ¿y ya? ¿Enamorados? Pues que fácil. Así cualquiera. No, no y no. Si quiere ser un príncipe de verdad tendrá que comerse el coco y hacer algo para impresionarte, verdad de la buena.
El tío la miraba atentamente, su madre estaba francamente alucinada. Lo malo, es que si lo mirabas desde según qué punto de vista, no le faltaba razón del todo a la niña.
—En fin, creo que por un tiempo vamos a dejar de ver películas Disney. Los Power Rangers, aunque se pelean más, son menos peligrosos para tu mente infantil —comentó Ruth mirando a su hermano. Héctor asintió sin dudar. Era mejor ver a Iris pegando saltos por toda la casa y lanzando patadas contra sus amigos imaginarios en el parque, que tener que asistir a otra de sus charlas sobre el amor. De verdad de la buena.
Si dos mujeres cuchichean y paran bruscamente cuando te acercas,
es sin duda que hablan de sexo.
¡Y si una de ellas es tu mujer, seguro que hablan de ti!
ARTHUR MILLER
—¿Vas a ir esta tarde a casa de Pili? —preguntó Darío.
—Eso espero. Tengo todo preparado para esta noche, y me encantaría felicitar la Navidad a mis amigos. Hemos quedado a las cinco, así que a las siete o así estaré en casa. No te preocupes.
—No me preocupo, lo digo porque Iris quiere ir con sus amigos a pedir el aguinaldo y me han liado para que los acompañe. Dice que doy miedo.
—¿Perdona? —Ruth levantó la vista de la merluza en vinagreta que estaba haciendo y observó a su hermano. Este sonreía de oreja a oreja—. ¿Das miedo a los amigos de Iris?
—No, a sus amigos no. Iris dice que si los acompaño, como doy miedo, la gente les dará más aguinaldo que si van solos. Dice que cuando van solos no les hacen caso.
—Aps. —Ruth miró a su hermano. Miedo, lo que se dice miedo, no daba. Pero imponía respeto. Era alto, casi un metro noventa, tenía el pelo negro como la noche y le hacía falta un buen corte. Las facciones duras y angulosas, la mandíbula marcada. La nariz recta y quizás un poco larga. Los hombros anchos, el pecho amplio. Vestía siempre con camisas de cuadros, tipo leñador, y vaqueros desgastados, y cómo no, con sus sempiternas botas de montaña. Y ella sabía de primera mano que bajo la camisa tenía unos abdominales muy marcados, fruto de las horas que pasaba en el gimnasio todos los días—. No es mala idea que los acompañes.
—Eso he pensado. Vamos a ir después de comer. Así te dejamos libre para que veas a tus amigos tranquila.
—Gracias. Eres un sol —dijo besándolo en la mejilla. No le importaba ir con su hija a ver a sus amigas, pero lo cierto es que la conversación se veía muy limitada cuando la niña estaba presente.
—Y de paso, podías decirle a Pili que te dejara algo de ropa para esta noche. Más o menos gastáis la misma talla. ¿O vas a ir de vestida con un traje?
—En realidad, había considerado ponerme la falda azul nueva y el top a juego.
—¿Vas a ponerte la misma ropa que la última vez?
—¿Por qué no?
—Porque ya te ha visto con ese conjunto.
—Vaya, no lo había pensado. Lo comentaré con Pili, pero intuyo que su ropa no me va a servir. Ella está mucho más esbelta que yo.
—Ya no —respondió Darío enfurruñado. Su hermana se estaba descuidando demasiado—. Estás demasiado delgada —rezongó.
—No gruñas.
—No estoy gruñendo, estoy siendo sincero. Tienes que comer adecuadamente a horas establecidas. Y en vez de eso, te olvidas o comes cualquier cosa. Te estás consumiendo poco a poco... y eso es peligroso.
—Darío. No pienso discutir mi alimentación contigo, y menos en este momento. Estoy sumamente ocupada.
—Tú misma hermanita. Espero que lleves en el bolso un buen surtido de ampollas de glucosa para cuando te caigas redonda —gruñó enfadado yéndose la cocina.
—No digas tonterías —refunfuñó Ruth—. Siempre llevo mis galletitas —siseó para ella misma.
Ruth suspiró y centró su atención en las gambas, las patas de buey y las legumbres que se cocían a fuego lento.
Era Nochebuena, y ella no tenía nada que ponerse. ¡Genial! ¿Cómo no había pensado antes? Fácil, entre el trabajo atrasado y los nervios por tenerlo todo listo para la llegada de Papá Noel, se había olvidado por completo de ella misma. Como siempre. Y menos mal que Marcos no había aparecido por el centro el día anterior. Lo contrario hubiera sido una verdadera locura. Apenas sí había dormido un par de horas, y aun así no había terminado todo el trabajo pendiente hasta pasado el medio día, momento en que el Sr. García se presentó con más informes que revisar y más datos que actualizar. Elena se había ido de vacaciones sin dejar su trabajo terminado... o más bien, sin ni siquiera haberlo empezado.
Lo había terminado todo por los pelos, en el plazo justo de tiempo y a costa de robarle horas al sueño. En fin, pensó decidida colando el agua de los macarrones al medio día, comería, se arreglaría e iría a casa de Pili a pasar un rato con sus amigos. Seguro que eso la relajaría. Abrió el horno y comprobó que la coliflor en bechamel estuviera bien gratinada.
Llegó a casa de su amiga un poco más tarde de las cinco y media. Dani, Luka, Alex, Pili y Javi estaban sentados en el comedor, tomando unas cervezas mientras charlaban sobre mil y una cosas. Ruth sonrió al comprobar que a Luka lo acompañaba su "amigo con derecho a roce", Alex. Puede que su amiga no lo tuviera muy claro, pero los demás veían totalmente transparente que Alex iba a ascender en breve de categoría, seguramente alcanzaría el grado de "novio oficial" antes de fin de año.
—¿Alguien me proporciona algo para beber? —preguntó al aire.
—Claro, vamos a la cocina, y te enseño lo que hay —dijo Pili levantándose.
—Me apunto, mi vaso está vacío —comentó Luka siguiéndolas y dejando su vaso a medio terminar sobre la mesa del salón.
Dani y Javi se sonrieron, a la vez que Alex miraba a su chica fijamente.
—No te asustes Alex, es cosa de chicas. Quieren charlar a solas y en vez de decirlo se inventan una excusa. Tú tranki, tío, ya te acostumbraras —explicó Dani divertido.
Una vez en la cocina, y con unas preciosas copas llenas de buen Rioja en la mano, las amigas iniciaron su charla lejos de los oídos masculinos.
—Y bien. ¿Ha vuelto ya el tipejo ese?
—Tiene nombre. Y sí, el lunes se presentó en el centro con el equipo fotográfico y un periodista dispuesto a averiguar todo lo que sucede allí —respondió Ruth irritada.
—¡Así que ha cumplido lo que decía! Al final no va a ser tan capullo como creíamos —exclamó Pili ilusionada.
—Nunca se sabe. Sale ganando con el reportaje. Por el interés te quiero Andrea —comentó Luka frotando los dedos corazón y pulgar.
—Bueno, tampoco es plan de desaprovechar un trabajo tal y como está el panorama —defendió Pili a Marcos.
—Si no digo que no. Lo que digo es que el tío es un listo. No solo consigue un reportaje estupendo, sino que además se tira a Ruth. Vamos, dos por uno.
—¡Luka! Retira lo que has dicho.
—No. Es la pura verdad. Te tiene comido el coco... y otra cosa.
—Luka, no seas bestia —aconsejó Pili.
—¿Y qué? —rebatió Ruth—, ¿Qué problema encuentras? Nos lo pasamos bien, pues sí. ¿Y? El consigue un reportaje. Perfecto. Yo consigo promocionar el centro en una revista con tirada a nivel nacional. Ambos salimos ganando.
—Mirándolo de ese modo... llevas toda la razón —aseveró Pili.
—Joder, y qué me dices del sitio al que te llevó la última vez. Era un "puti club" —Esta era Luka.
—No. Era un club social —contestó Ruth arrepentida de habérselo contado a sus amigas en la última conversación a tres que tuvieron al teléfono.
—Un club social donde la gente se dedica a follar delante de todo el mundo —aseveró Luka.
—Y en los reservados, no te olvides de los reservados Luka —intervino Pili intentando llevar la conversación hacia otros derroteros—. ¿Le has preguntado por cuánto le salió la noche? Estoy planteándome llevar a Javi a ese sitio para Reyes.
—¿Qué? —preguntó Luka alucinando.
—Ya sabes, en vez de regalarle un reloj, le regaló una noche de lujuria.
—¡No fastidies!
—¿Por qué no? ¿No te gustaría llevar a Alex a un sitio así?
—Aps, pues en realidad no me lo había planteado... Ruth, vuelve a contarnos como era el lugar —comentó Luka guiñando un ojo divertida.
Ruth rompió a reír y se lo contó todo, bueno, casi todo, otra vez, y otra, y otra. El posible enfado entre amigas se convirtió en cuchicheos y bromas escandalosas subidas de tono, de las que los accesorios masculinos abandonados en el comedor oyeron solo las carcajadas. ¿Qué ha dicho del bigotito Fucsia, le ha gustado? —preguntó Pili.
—Yo imagino que sí, porque no deja de tocarlo... —comentó Ruth en tono pícaro.
—Demonios, pues si llega a ver la flecha le da un pasmo —exclamó Luka recordando ese diseño en particular, que apuntaba exactamente donde todo placer se dispara.
—No, mejor el rayo. Ese sí era la bomba —rebatió Pili.
—Estoy pensando en convencerle de que me deje diseñarle algo en el pubis mentó Ruth animada.
—¡No! No me lo puedo creer... ¿Qué le ibas a diseñar? ¿El mostacho de Groucho Marx para que fuera a juego con el tuyo? —comentó Luka riendo. —¡Ja! Como si se fuera a dejar —exclamó Pili.
—No veo por qué no. Al fin y al cabo ya está depilado; solo es cuestión de convencerle para que no se depile al completo... —aseveró Ruth.
—¡No! No lo dices en serio.
—Sí.
—¿Estás segura? ¡Es que no me lo puedo creer! —exclamó Pili con los ojos saliéndole chiribitas.
—Casi segura... en fin estaba oscuro y Marcos estaba sentado... Verlo no lo vi pero lo sentí en los dedos... o mejor dicho... no lo sentí —susurró Ruth entornando las cejas un par de veces.
—¡Ja! En los dedos y en la boca, porque anda que no se tiene que notar... de encontrarlo lisito y sin vello a tener que andar escupiendo pelos cada dos por tres! —comentó riendo Luka a la vez que hacía como que escupía—. Voy a ver si convenzo a Alex para que se los quite...
—Pero no le digas que use cera para quitárselos, le puede dar un pasmo —comentó Pili riendo.
—Naaa, le diré que se los rasuro yo, que le enjabonaré bien con espuma... Así juro que no se niega —contestó Luka guiñando un ojo.
—¿A quién vas a enjabonar? —preguntó Javi entrando en la cocina— Pásame m cervezas.
Las chicas se quedaron calladas. Mudas.
—¿Pasa algo? —inquirió Javi solo ante el silencio.
—No, nada —dijo Pili.
—Qué va —aseguró Luka.
—En absoluto —coincidió Ruth.
—Vale. Las cervezas, Pili. Dámelas. —Estiró la mano señalando la nevera a la vez que miraba su petrificada novia—. Gracias —dijo cuando ella reaccionó y se la dio. Luego se giró y salió de la cocina diciendo en voz muy alta—. Tenías razón Dani, están hablando de nosotros.
—Y bien... ¿cuándo vuelves a verlo? —preguntó Pili tras cerrar la puerta de la cocina.
—Esta noche.
—¡Vas a salir en Nochebuena! —exclamó Luka a la vez que ponía la mano sobre la frente de Ruth—. No parece que tenga fiebre —comentó a Pili.
—Eh. ¿Por qué haces eso?
—Porque es la primera vez desde que te conozco que sales de casa la noche de Papá Noel... siempre te quedas esperando a que llegue... —Sonrió Luka.
—Bueno, alguna vez tiene que ser la primera, ¿no? Además pienso regresar antes de las cinco para colocarlo todo y estar preparada cuando se levante Iris.
—Joder Ruth —exclamó Luka divertida—, eres la única persona mayor de edad que conozco que sale por la noche con hora límite de vuelta a casa.
—Eso significa que es una chica responsable —acotó Pili.
—Mmm, a todo esto, Pili, ¿crees que algo de tu vestuario me puede sentarmás o menos bien?
—Imagino que sí. ¿Por qué?
—Es que no tengo nada adecuado para esta noche.
—¿Vas a salir esta noche con Marcos y no tienes nada que ponerte? —gritó Pili asombrada. Ruth era la repera.
—Chis. No grites —aconsejó Luka segundos antes de que la puerta de la cocina se abriera de golpe estampándose contra la pared.