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Authors: Noelia Amarillo

Tags: #Erótico

Cuando la memoria olvida (32 page)

BOOK: Cuando la memoria olvida
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—¿Con quién se supone que vas a salir esta noche? —preguntó una voz fuerte y profunda desde la puerta, en un tono calmado que sugería cierta irritación.

—No es asunto tuyo Javi. Vamos, vuelve al comedor a charlar de lo que quiera que estéis charlando... Seguro que hay algún partido de fútbol que quieres comentar con Alex y Dani. —Pili empujó a su chico fuera de la cocina.

—Ni hablar —comentó él cruzándose de brazos en el umbral de la cocina. Ni un tanque podría moverlo—. ¿Con quién vas a salir Ruth?

—No creo que sea de tu incumbencia, pero si tanto interés tienes... con Marcos. Y ahora, si me permites pasar, creo que es hora de que vuelva al comedor con el resto de los contertulios —contestó Ruth desafiante.

Javi se hizo a un lado cediéndole el paso, pero según pasaba a su lado la tomó suavemente por el codo.

—Confío en tu criterio, pero aun así ten cuidado —le susurró al oído.

—Descuida.

El grupo se reunió de nuevo en el salón, durante cinco minutos. Luego Pili recordó que tenían que revisar el vestuario de Ruth y, todas a una, se levantaron y se dirigieron al dormitorio, dejando a los chicos solos. Otra vez.

Cuando salieron al cabo de una hora, Ruth llevaba en una bolsa el conjunto que Pili usó en la Nochevieja de hacía diez años. Se despidió del grupo y se marchó deprisa a casa para terminar la gran cena de esa noche.

—Está demasiado delgada —dijo Luka poniéndose la chaqueta para marcharse.

—Yo la veo bien —contestó Dani.

—Tú no la acabas de ver desnuda probándose vestidos —aseveró Pili—. Debería cuidarse más, no puede permitirse el lujo de consumirse de esa manera.

—¿Qué vestido se ha llevado al final? —preguntó Javi curioso.

—El conjunto plateado de falda y top.

—¿Cuál?

El que me puse la primera Nochevieja que me dejaron salir por la noche.

—¿Ese? ¿Le vale? Si en esa época ni tenías tetas, ni caderas, ni culo, ni nada, imposible que una mujer entrase en ese conjunto. Una talla treinta y seis —refunfuñó Luka.

—Voy a tener que hablar con Darío —amenazó Javi a nadie en concreto.

—¿Y tú crees que Darío no se ha dado cuenta? —repuso Luka irónica. Todos conocían el carácter del hermano de Ruth, y todos sabían el caso que le hacía Ruth a Darío.

—Joder —exclamaron Javi y Dani al unísono.

CAPÍTULO 27

El amigo ha de ser como la sangre,

que acude a la herida sin esperar a que la llamen.

FRANCISCO DE QUEVEDO

Marcos dice
: ¡Feliz Navidad!

Carlos dice
: Felices Fiestas, Marcos.

Marcos dice
: Me alegro un huevo de verte por el Messenger. Ya pensaba que no te iba a poder felicitar las fiestas. A ver si cargas de vez en cuando el móvil, que llevo llamándote todo el día.

Carlos dice
: Se me ha olvidado. Llevo todo el día con un lío tremendo. Aquí está a punto de nevar y quería dejarlo todo listo para que no se me congelen las rapaces.

Marcos dice
: ¡Vaya rollo! ¿Quieres que vaya a echarte un cable este fin de semana? No voy a hacer nada especial.

Carlos dice
: ¿Ruth sigue empeñada en no quedar el
finde
? Pobrecito.

Marcos dice
: Salimos esta noche por ahí... lo mismo la convenzo para que me dedique el sábado. Si no, pues nada... Anda que no hay cosas divertidas por hacer.

Carlos dice
: Ya, cosas divertidas como andar dándote cabezazos contra las paredes o ir a la sierra a un pueblo perdido de la mano de Dios y cubierto por la nieve a ayudar a tu amigo...

Marcos dice
: "Cagón", no te pases.

Carlos dice
: O si no qué... ¿Vas a venir corriendo para darme un par de leches?... Nene, las amenazas en persona, que por Messenger no surten efecto.

Marcos dice
: Ya verás...

Carlos dice
: Aquí te espero.

Marcos dice
: ¿Qué tal se te presenta la noche?

Carlos dice
: Tranquila. Cenaré en casa en compañía de mis bichos y esperare a Papá Noel al lado de la chimenea.

Marcos dice
: ¿Vas a cenar solo?

Carlos dice
: Mejor solo que mal acompañado.

Marcos dice
: Vente a cenar con nosotros.

Carlos dice
: ¿Hoy? Son las nueve de la noche, no llego ni de coña antes de once... Gracias por la invitación, pero no puede ser.

Marcos dice
: ..................................

Carlos dice
: No pienses mucho, que no es bueno para tu cerebro.

Marcos dice
: Ven a cenar con nosotros en Nochevieja.

Carlos dice
: No puedo, estos días hace demasiado frío como para desaparecer por la noche... No puedo escaparme sin más.

Marcos dice
: Mierda.

Carlos dice
: Venid tú y tu madre. Así me dais una excusa para hacer una cena genial.

Marcos dice
: Voy a preguntárselo y si no quiere, voy yo solo. ¿Tienes dvd?

Carlos dice
: ¿Dónde te crees que vivo? Claro que sí.

Marcos dice
: Vale. Apunta dos a cenar. Llevamos marisco, champán y vino.

Carlos dice
: Por cierto... ¿Cómo vas a venir?

Marcos dice
: En RENFE hasta el Escorial, y a partir de allí en el coche de un "Cagón"...

Carlos dice
: Va a parecer que venís del pueblo cargados con las cazuelas...

Marcos dice
: A quien no le guste, que no mire. El marisco viene conmigo.

Carlos dice
: "Okis". Dime la hora a la que llegáis y estaré allí como un poste.

Marcos dice
: De acuerdo. Feliz Navidad.

Carlos dice
: Feliz Navidad.

CAPÍTULO 28

He pasado una noche estupenda.

Pero no ha sido esta.

GROUCHO MARX

Cuando sonó el telefonillo hacía escasos segundos que Iris se había quedado dormida. Los nervios se habían conjugado en su pequeño cuerpo y le habían costado varios cuentos y una manzanilla poder dormirse.

Ruth se despidió de sus hermanos constatando que todo estuviera recogido más o menos y asegurándoles por enésima vez que estaría en casa a una hora prudencial. Ellos no le hicieron ni caso, más bien al contrario, intentaron quitarle el reloj de la muñeca para que no pudiera comprobar la hora durante la noche.

Entró en el ascensor y se miró al espejo atusándose el cabello recogido en una coleta alta. Nada muy elaborado, pero quedaba elegante... y retirado de la cara.

Bajó las escaleras del portal y tropezó en el tercer escalón. ¡Mecachis! No estaba acostumbrada a llevar tacón. O lo mismo eran las dos copas de vino en casa de Pili sumadas a la media botella de sidra durante la cena y a la copa de champán con los turrones en su casa. Un sonoro bostezo la pilló desprevenida justo antes de abrir la puerta del portal y salir a la calle. Uys, pensó divertida, lo mismo no había sido buena idea mezclar el alcohol con el sueño... Naaaa, era mezclar el alcohol con el coche lo que no era buena idea.

—¿Te vas a quedar dormida tan pronto? —preguntó Marcos divertido al verla bostezar.

—No. —Miró el reloj—. Me quedan al menos cuatro horas para meterme en la cama. Así que como dormir de pie es francamente incómodo, me temo que tendrás que soportarme despierta.

—Estaré encantado de soportarte. —Sonrió Marcos a la vez que la ofrecía el brazo en un gesto claramente caballeroso—. ¿Dónde desea la princesa comenzar la noche?

—¿No tienes ningún lugar extraño y exótico en mente? —preguntó irónica.

—No. Hoy no quiero que conduzcas, y los sitios exóticos y perversos que conozco están demasiado lejos para ir andando.

—Entonces, permíteme aconsejarte la "L", donde hay un sin fin de opciones a elegir para tomar una copa.

—Propuesta aceptada.

Se dirigieron con paso más o menos sereno, más por parte de Marcos, menos por parte de Ruth, a la "L", que era en realidad una calle esquinada en la que todos los locales comerciales eran bares y cafeterías donde la gente del barrio se iba a tomar copas. Caminaron por la calle entre bromas, Ruth envuelta en su saco, asida al brazo de Marcos, y él observando a su amiga: su sonrisa, sus ojos, sus mejillas sonrosadas por el frío, su pelo recogido ondulando a cada paso que daban. Estaba preciosa.

Como primera opción entraron en el Periferia. El ambiente cargado de humo y música demasiado alta les obligaron a tomarse una copa rápida e irse de inmediato con los ojos irritados y la garganta seca. En segundo lugar, le tocó el al Cabaret, que ni era un cabaret ni nada por el estilo. Era un sitio pequeño de gente bulliciosa en el que les pisotearon y aplastaron desde todos los puntos cardinales. Huyeron de allí en cuanto terminaron la consumición. El tercer intento fue en La cafetería San Martín, un sitio tranquilo, bien iluminado, con música ambiental discreta y gente tranquila y reposada. Se sentaron en la mesa que quedaba libre y hablaron de sus cosas. Del trabajo de Marcos, de se había dado cuenta de que jamás llegaría a ganar un
Pulitzer
, no porque no estuviera a la altura, que no lo estaba, sino sobre todo, porque no tenía ganas de intentarlo. Era necesario viajar mucho y a sitios complicados para conseguir la foto ganadora, y él estaba más interesado en paisajes y gentes que en comerse poco para ser famoso. Hablaron de Yellowstone, y le explicó que el parque era en realidad varias calderas volcánicas y que cuando eso reventase lo más posible es que se llevase medio parque por delante. De las agrestes montañas de Canadá, del Ice Hotel en Quebec hecho enteramente de hielo, de la presa Hoover, de Boise, la capital de Idaho, al pie de las Rocosas con su gran población. También habló de la tranquila Somaliland, de su trabajo en
Travelling
donde alucinó con la Malmaison Oxford Castle, una prisión convertida en hotel, y de los reportajes que había hecho desde que llegara a Madrid en septiembre: los Castras celtas de Ávila, completos desconocidos en España, de las Medulas y sus montañas desbrozadas por los humanos, de Segóbriga en Cuenca, con sus ruinas romanas bien conservadas y de la presencia en la excavación de restos celtiberos y visigodos... Se notaba a la legua que Marcos estaba encantado con ese reportaje. Por último comentó de pasada su inmersión en las noches prohibidas de los
clubes sociales
y su último trabajo, justo la semana anterior, en el Parque Güell en Barcelona.

—Vaya curriculum tienes... Es apabullante todo lo que conoces.

—Llevo casi diez años en esto —comentó quitándole importancia. No había comentado ni la cuarta parte de lo que había visto—. ¿Y tú? Qué ha sido de tu vida en estos años.

—Bueno, al volver de Detroit estuve unos meses dando tumbos. —No iba a entrar en detalles, no esta noche, no cuando se lo estaba pasando tan bien, no cuando los recuerdos eran tan complicados—. Luego me centré y comencé a trabajar en el centro de recepcionista. Aprendí rápido, y poco a poco delegaron más responsabilidades en mí. Al cabo de dos años ascendí a administrativo y por último a secretaria. Y eso es todo—. No hay nada más interesante que contar todo dando un trago a su copa de... miró el vaso... el líquido era naranja... vodka con naranja.

—¿Y tus hermanos?

—Darío se ocupa de la zapatería. Héctor estudia en la universidad.

—¿Y tu padre? ¿Desde cuándo está enfermo?

—Ufff hace la tira de años —se evadió Ruth. No iba a hablar de eso—. Te importa que salgamos a dar una vuelta a la calle... Me estoy mareando.

—En absoluto. Vamos —dijo tendiéndole la mano para que se apoyara. No me extraña que estés mareada... a mí también se me va un poco la cabeza. Hace demasiado calor aquí. Aunque lo mismo no lo notas con tan poca ropa —comentó mirándola fijamente.

Esa noche su amiga estaba... apetecible. Exquisita. Preciosa. Llevaba una minifalda plateada que dejaba al descubierto sus muslos, quizás demasiado delgados, y un top a juego, sin mangas, con escote a pico que caía en ondas hasta sus caderas. Revelar no revelaba mucho pero, carajo, la imaginación no paraba de trabajar.

—¿También hoy te has puesto tiritas en los pezones? —preguntó Marcos intrigado al salir de la cafetería.

—Sí —exclamó Ruth riéndose.

—Cuando las vi el otro día lo primero que pensé es que te habías cortado y por eso las llevabas. —Caminaban cogidos de la mano en dirección al parque.

—¿Que me había cortado los pezones? ¿Cómo? ¿Se me fue la mano al cortar el jamón y me rebanó los pechos? —preguntó riéndose bastante achispada.

—O lo mismo tropezaste, caíste de morros e hiciste un agujero en la acera —aventuró él divertido—. Tienes los pezones tan tiesos que podrías romper el cemento.

—Pero entonces no me los hubiera lastimado y no tendría que ponerme tiritas, —Estaban en el parque, la luz de las farolas se difuminaba lejana entre los arbolen de hoja perenne, los senderos de tierra apenas se distinguían y Ruth tropezaba a menudo. ¿Por culpa de los tacones?

—Bueno, hiciste un agujero en la acera, reventaste una tubería y te cortaste con el filo de ésta. —Marcos se dirigió hacia una zona que estaba especialmente a oscuras.

—Mejor, reventé una tubería de agua con los pezones y ésta salió con tanta presión que me elevó por los aires hasta un poste de la luz y me corté con los cables.

—Joder. —Marcos la miró con los ojos muy abiertos y luego comenzó a reír con tal fuerza que tuvo que apoyarla espalda contra un árbol para no caerse—. Te imagino en pelota picada, con la tetas enganchadas al cable de la luz y el pezón en punta, electrizado, irradiando rayos de luz azul... Como en las películas viejas en blanco y negro en las que el malo se agarra al cable de la luz y...

—No te rías de mí —dijo poniéndole la mano sobre los labios.

—No me río de ti. Me río contigo —comentó besándole los dedos—. ¿Te he dicho que estás preciosa esta noche?

—Un par de veces —contestó Ruth apoyándose en su pecho y hundiendo la cara en su cuello.

—Eres deliciosa.

—Eso suena como si yo fuera una tarta de chocolate —dijo ella abrazándole por la cintura, un poco demasiado cómoda, porque se le escapó un ligero bostezo.

—No te duermas —susurró en su oído rodeándola las caderas y dejando que dos bajaran por sus nalgas—, aún tengo que comerme la tarta.

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