Clavain se puso en pie, impulsándose hacia arriba.
—No es mi deseo hablar mucho. Todo indica que Escorpio ha hecho un trabajo excelente dirigiendo este lugar en mi ausencia. No tengo la intención de reemplazar su liderazgo, pero le ofrezco toda la orientación que pueda durante la actual crisis. Confío en que todos hayáis tenido tiempo de leer los resúmenes que Escorp y yo hemos elaborado basados en el testimonio de Khouri.
—Los hemos leído —dijo uno de los antiguos colonos, un hombre barbudo y corpulento llamado Hallant—. Que nos los tomemos en serio ya es otra cuestión completamente diferente.
—Sin duda hace afirmaciones inusuales —dijo Clavain—, pero que en sí mismas no deberían sorprendernos, especialmente teniendo en cuenta las cosas que nos han sucedido desde que abandonamos Yellowstone. Son tiempos extraños. Las circunstancias de su llegada no tienen más remedio que ser un poco sorprendentes.
—No son solo sus afirmaciones —dijo Hallant—. Es la propia Khouri. Era la segunda al mando de Ilia Volyova. Esa no es la mejor de las recomendaciones en mi opinión.
Clavain levantó una mano.
—Puede que Volyova destrozara tu planeta, pero creo que también compensó sus pecados con su última acción.
—Puede que ella lo creyera así —dijo Hallant—. Pero el regalo de la redención recae en la víctima del pecado y no en el pecador. En mi opinión, sigue siendo una criminal de guerra y Ana Khouri su cómplice.
—Esa es tu opinión —cedió Clavain—, pero según la ley que todos acordamos acatar durante la evacuación, ni Volyova ni Khouri tendrían que rendir cuentas por sus crímenes. Mi única preocupación ahora es el testimonio de Khouri, y si actuaremos en consecuencia.
—Un momento —dijo Khouri mientras Clavain se sentaba—. Quizás me estoy perdiendo algo pero ¿no debería intervenir alguien más?
—¿A quién te refieres? —preguntó Escorpio.
—La nave en la que estamos, por supuesto.
Escorpio se rascó el pliegue de piel entre su frente y el morro de su nariz.
—No te entiendo.
—El Capitán Brannigan os trajo a todos hasta aquí, ¿no es así? —preguntó Khouri—. ¿No le da derecho eso a un lugar en esta mesa?
—Quizás no te hayas fijado —dijo Pauline Sukhoi—. Esto ya no es una nave, es un edificio representativo.
—Tienes razón al preguntar por el Capitán —dijo Antoinette Bax, atrayendo la atención de todos inmediatamente por su voz grave—. Hemos intentado establecer un diálogo con él casi desde que la
Infinito
aterrizó. —Sus dedos llenos de anillos estaban entrelazados encima de la mesa, sus uñas estaban pintadas de verde químico brillante—. Aunque sin éxito. No quiere hablar.
—¿Entonces el Capitán está muerto? —dijo Khouri.
—No… —dijo Bax, mirando alrededor con recelo—. Sigue mostrándose de vez en cuando.
Pauline Sukhoi se volvió a dirigir a Khouri.
—¿Puedo preguntar otra cosa? En tu testimonio dices que Remontoire y sus aliados, nuestros aliados, han alcanzado importantes avances en una serie de áreas. Motores indetectables, naves invisibles, armas que atraviesan el espacio tiempo… ¡menuda lista! —La voz frágil y asustada de Sukhoi siempre parecía a punto de echarse a reír—. Especialmente teniendo en cuenta el poco tiempo que habéis tenido para hacer todos esos descubrimientos.
—No son descubrimientos —dijo Khouri—. Lee el informe. Aura nos dio las pistas para hacer todas esas cosas, eso es todo. Nosotros no hemos descubierto nada.
—Hablemos de Aura —dijo Escorpio—. De hecho, volvamos al principio, desde el momento en el que nuestras dos fuerzas se separaron en los alrededores de Delta Pavonis. Hasta donde sabemos la
Luz del Zodiaco
estaba seriamente dañada, pero al sistema de autoreparación no le llevaría más de dos o tres años arreglarla de nuevo, teniendo en cuenta que le proporcionasteis suficientes materias primas. Pero aun así hemos estado esperando aquí veintitrés años, ¿por qué habéis tardado tanto?
—Las reparaciones duraron más de lo que pensábamos —contestó Khouri—. Tuvimos problemas para obtener los materiales ahora que los inhibidores se han apoderado de gran parte del sistema.
—Pero no tardaríais veinte años —dijo Escorpio.
—No, pero tras pasar allí varios años estaba claro que no corríamos el peligro inminente de ser perseguidos por los inhibidores, siempre que nos quedásemos cerca del objeto Hades, la estrella de neutrones reconstruida. Eso significaba que teníamos más tiempo para estudiarla. Al principio teníamos miedo, pero los inhibidores siempre se mantenían alejados de ella, como si tuviera algo que no les gustaba en absoluto. En realidad Thorn y yo habíamos llegado a esa conclusión.
—Háblanos un poco más de Thorn —pidió Clavain amablemente. Todos advirtieron cómo se le rompía la voz.
—Thorn era el líder de la resistencia, el hombre que le puso las cosas difíciles al régimen hasta que llegaron los inhibidores.
—Volyova y tú entablasteis algún tipo de relación con él, ¿no es así? —preguntó Clavain.
—Él era la única forma de que la gente aceptara nuestra ayuda en la evacuación. Debido a eso pasé mucho tiempo con Thorn. Llegamos a conocernos bastante bien —vaciló, y se quedó en silencio.
—Tómate el tiempo que necesites —dijo Clavain con una amabilidad que Escorpio no le había notado en mucho tiempo.
—En una ocasión, la estúpida curiosidad nos atrajo a Thorn y a mí demasiado cerca de los inhibidores. Nos habían rodeado e incluso habían empezado a introducir sus sondas en nuestras cabezas, absorbiendo nuestros recuerdos. Pero entonces algo, un ente, intervino y nos salvó. Fuera lo que fuese, parecía provenir de Hades; quizás incluso fuera una extensión del propio Hades, otra especie de sonda.
Escorpio daba golpecitos al informe que tenía frente a él.
—Nos has hablado de un contacto con una mente humana.
—Era Dan Sylveste —replicó ella—, el mismo cabrón obseso que empezó todo esto. Sabemos que encontró la forma de entrar en la matriz de Hades hace muchos años, usando la misma ruta que los amarantinos usaron para escapar de los inhibidores.
—¿Y crees que Sylveste, o en lo que se hubiera convertido para entonces, intervino para salvaros? —preguntó Clavain.
—Sé que era él. Cuando su mente tocó la mía, tuve una oleada de… llámalo remordimiento. Como si finalmente hubiera caído en la cuenta de su gran metedura de pata y del daño que había hecho en nombre de la curiosidad. Fue como si de alguna forma estuviera dispuesto a subsanar lo que hizo.
Clavain sonrió.
—Más vale tarde que nunca.
—Sin embargo no podía hacer milagros —dijo Khouri—. El enviado que Hades mandó a Roe para ayudarnos fue suficiente para intimidar a las máquinas inhibidoras, pero lo único que hizo fue obstaculizarlos, permitiéndonos llegar hasta Ilia. Aunque al menos era una señal de que si existía alguna esperanza de luchar contra los inhibidores, la respuesta estaba en Hades. Así que algunos de nosotros regresamos a su interior.
—¿Fuiste tú una de ellos? —preguntó Clavain.
—Sí, lo hice igual que antes porque sabía que funcionaría. No podía ser a través de la entrada principal de la cosa que orbitaba alrededor de Hades, como había hecho Sylveste, sino cayendo hacia la estrella. En otras palabras, muriendo; dejándome destrozar por el campo gravitacional de Hades y volviéndome a reagrupar después en el interior. No recuerdo nada de aquello, supongo que debo dar gracias por eso.
Escorpio tenía claro que ni siquiera ella misma sabía con exactitud lo que le había pasado en realidad durante su entrada en el objeto de Hades. Cuando lo había relatado anteriormente, había dejado claro que creía que se había reconstruido físicamente dentro de la estrella, protegida en una diminuta y temblorosa burbuja de espacio tiempo plano, de forma que había resultado inmune a la tremenda presión del campo gravitacional de Hades. Quizás había sucedido realmente así, pero igualmente podía ser algún tipo de ensoñación creada para ella por sus anfitriones anteriormente humanos. Lo que al final importaba era que había una forma de comunicarse con los entes que se encontraban dentro de la matriz de Hades, y quizás algo más importante, que había una forma de regresar al universo real.
Escorpio meditaba todo esto cuando su comunicador sonó discretamente. Cuando se levantó de la mesa, Khouri hizo un alto en su monólogo. Irritado por la interrupción, Escorpio se acercó el comunicador a la cara y se colocó el auricular.
—Más te vale que sea importante. —La voz al otro lado sonaba débil y distante. Reconoció en ella al guardia de seguridad que habían visto en la plataforma de aterrizaje.
—Creo que debe saber esto, señor.
—Ve al grano.
—Ha habido una aparición de tipo tres en la quinientos ochenta y siete. Es la más alta en los últimos seis meses.
No hacía falta que se lo recordase.
—¿Quién la ha visto?
—Palfrey, un trabajador de gestión de aguas de sentina. Escorpio bajó la voz y se ajustó más el auricular. Era consciente de que todo el mundo en la sala lo miraba.
—¿Qué ha visto Palfrey?
—Lo normal, señor, poca cosa, pero lo suficiente para que nos sea difícil convencerlo de volver de nuevo a esa profundidad.
—Interrógalo, haz un informe y asegúrate de que no habla con nadie de esto, ¿entendido?
—Entendido, señor.
—Luego búscale otro trabajo. —Escorpio hizo una pausa, frunciendo el ceño mientras analizaba todas las implicaciones del asunto—. O mejor, yo también quisiera hablar con él. No dejes que salga de la nave. —Sin esperar una respuesta, Escorpio cortó la comunicación, enrolló el auricular en el comunicador y regresó a la mesa. Se sentó haciéndole un gesto a Khouri para que continuara.
—¿De qué se trataba? —preguntó ella.
—Nada por lo que debas preocuparte.
—Ya estoy preocupada.
Notó una dolorosa punzada entre los ojos. Últimamente padecía muchas jaquecas y en días como este era aún peor.
—Alguien ha informado acerca de una aparición —dijo—, una de las pequeñas manifestaciones del capitán de las que hablaba Antoinette. No significa nada.
—¿No? Yo aparezco, él aparece también, ¿y crees que no significa nada? —Khouri negó con la cabeza—. Yo sí sé lo que significa. El Capitán sabe que pasa algo grave.
La punzada se convirtió en una pequeña punta de flecha. Se pellizcó el puente de piel entre el morro y la frente.
—Háblanos de Sylveste —dijo con exagerada paciencia. Khouri suspiró, pero hizo lo que le pedía.
—Había una especie de comité de bienvenida en la estrella. Estaban Sylveste y su esposa tal y como los había visto por última vez. Incluso parecía la misma habitación (un estudio científico lleno de huesos antiguos y equipamiento), pero no era la misma sensación. Era como si formara parte de algún tipo de juego de salón en el que yo era la única que no participaba. Ya no estaba hablando con Sylveste, si es que alguna vez lo había hecho.
—¿Era un impostor? —preguntó Clavain.
—No, no era eso. Estaba hablando con el auténtico… estoy segura… pero al mismo tiempo no era Sylveste. Era como si fuera… condescendiente conmigo, colocándose una máscara para que yo pudiera hablarle a alguien conocido. Sabía que no me lo estaban mostrando todo, sino la versión tranquilizadora, sin la parte más escalofriante. Creo que Sylveste pensaba que no sería capaz de asimilar en lo que se había convertido después de todo ese tiempo —sonrió—. Creo que pensaba que me quedaría atónita.
—Después de sesenta años en la matriz de Hades, no me extraña —dijo Clavain.
—De todas formas —dijo Khouri—, no creo que hubiera ningún engaño.
Nada que no fuera absolutamente imprescindible por el bien de mi salud mental.
—Cuéntanos tus últimas visitas —dijo Clavain.
—Las primeras veces fui sola. Luego siempre iba acompañada por alguien más: Remontoire, Thorn, y otros voluntarios.
—¿Pero siempre ibas tú con ellos? —preguntó Clavain.
—La matriz me aceptaba, así que nadie quería arriesgarse a entrar sin mí.
—No me extraña. —Clavain hizo una pausa, aunque todos sabían que tenía algo más que decir—. Pero Thorn murió, ¿no es cierto?
—Estábamos cayendo hacia la estrella de neutrones —dijo—, como siempre hacíamos, cuando de pronto algo nos alcanzó. Quizás una ráfaga de energía de algún arma extraviada, nunca lo sabremos con seguridad. Podía haber estado orbitando Hades durante un millón de años o podía ser algo de los inhibidores, algo que se arriesgaron a colocar tan cerca de la estrella. No fue suficiente para destruir la cápsula, pero sí para matar a Thorn. —Dejó de hablar, dando paso a un incómodo silencio en la sala.
Escorpio miró a su alrededor, observando que todos tenían la mirada baja, que nadie se atrevía a mirar a Khouri, ni siquiera Hallant. Khouri retomó su historia.
—La estrella me captó viva, pero Thorn ya estaba muerto. No logré reunir lo que quedaba de él para formar un ser vivo.
—Lo siento —dijo Clavain con un hilo de voz.
—Hay algo más —dijo Khouri con voz casi igualmente baja.
—Adelante.
—Parte de Thorn sí que sobrevivió. Hicimos el amor en el largo trayecto hasta Hades, así que cuando entré en la estrella llevaba parte de él dentro de mí. Estaba embarazada.
Clavain esperó un momento antes de preguntar, dejando que sus palabras se asimilaran, dándoles la importancia que se merecían.
—¿Y qué pasó con el bebé de Thorn?
—Es Aura —dijo Khouri—. El bebé que Skade me arrebató y el que he venido a recuperar.
Ararat, 2675
La habitación en la que le habían pedido a Palfrey que esperase a Escorpio era un pequeño anexo a las amplias zonas de almacenaje usadas para la gestión de sentina, el departamento administrativo dedicado a mantener los niveles inferiores de la nave tan secos como fuera posible. Las paredes curvas de la pequeña sala estaban cubiertas por un sarro gris verdoso brillante que se había endurecido en grasientas formaciones cerúleas. El suelo liso era una plancha de metal. Anclado a él mediante gruesos tornillos, había un pequeño escritorio descascarillado de los Servicios Centrales, sobre el cual había un cenicero, una jarra con algo parecido al alquitrán y varias piezas de una bomba de sentina. Apoyado en la bomba había lo que Escorpio creyó que era un casco de vacío de diseño antiguo, con la pintura plateada despegándose del metal. Tras el escritorio estaba sentado Palfrey, fumando como una chimenea, con los ojos rojos de cansancio y el ralo pelo negro revuelto sobre su cuero cabelludo rosado por el sol. Vestía un mono caqui con muchos bolsillos y tenía algún tipo de aparato respiratorio colgado alrededor del cuello con una cuerda deshilachada.