El engaño Google (8 page)

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Authors: Gerald Reischl

Tags: #Ensayo

BOOK: El engaño Google
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Esta proliferación de enclaves escondidos tiene dos motivos muy claros: en primer lugar, no dar pistas a los competidores, y en segundo
lugar
y
evitar
posibles
atentados
. En cualquier caso, las medidas de seguridad son muy fuertes.

Google tiene motivos para acumular servidores y capacidad de cálculo, ya que el tranco de Internet y la cantidad de datos que se producen aumentarán hasta un 70% anual en los próximos cinco años, según el instituto de análisis de mercados TeleGeography. A principios de 2008 había en todo el mundo 1.300 millones de usuarios de Internet El aumento de internautas se mantiene dentro de unos límites en Estados Unidos y Europa, pero la cifra aumenta enormemente en Asia, África, Oriente Medio y América latina. Según Internet World Stats, entre 2000 y 2007 el número de internautas en Oriente Medio se ha quintuplicado, y en Asia se ha triplicado. Y a ello se añade un aspecto que a menudo se olvida al tratar el crecimiento de las TI: la era del multimedia en la Red no ha hecho más que empezar. Los contenidos de imágenes en movimiento, como la televisión en directo o los vídeos, empiezan a despegar, si bien YouTube ya es una plataforma asentada en este sector. La necesidad de servidores donde almacenar vídeos, películas y fotos es descomunal. Si tenemos en cuenta que las videotecas
onuine
se hallan actualmente en una fase incipiente, resulta difícil imaginar lo enorme que será la demanda de almacenamiento y la velocidad de transmisión en el futuro.

Según una previsión de la proveedora de equipos y servicios de red cisco, el tráfico por IP aumentará un 40% en 2008 como promedio. Un 58% del crecimiento lo aportarán los usuarios privados, mientras que la transmisión de datos aumentará un 21 % en las empresas. Las aplicaciones multimedia producirán 6,3 millones de
terabytes
mensuales en 2008, y en 2011 la cifra ya se habrá triplicado.

5

EL PERFILADOR:
GOOGLE SABE DÓNDE ESTAMOS

La arquitectura de Google permite que cada consulta realizada en su buscador quede almacenada. Cada concepto y cada frase introducida en el cuadro de búsqueda permanecen a disposición del sistema de Google. Oficialmente, el tiempo de almacenamiento es de 18 meses, tal como se ha indicado en el capítulo anterior, a resultas de una medida que entró en vigor el 14 de marzo de 2007. La información depositada en los servidores con anterioridad a esta fecha se guardará el tiempo que Google considere adecuado. En cualquier caso, ¿por qué tienen que estar los datos guardados durante 18 meses? Teniendo en cuenta cómo pasa el tiempo para las nuevas tecnologías, este plazo supone casi una eternidad. Los móviles tienen una vida útil media de entre 18 y 24 meses, y los ordenadores y reproductores MP3 no duran mucho más. La excusa de querer mejorar el servicio no es del todo convincente, porque los servicios también se pueden mejorar con datos anonimizados.

Además, Google almacena la información durante mucho más de 18 meses, ya sea en el Historial web de Google o en los Grupos de Google. Una pregunta planteada en un foro permanecerá guardada eternamente, tal como se indica en el Centro de Asistencia de Grupos de Google, donde se puede leer lo siguiente; «De acuerdo con nuestra política, suprimiremos una entrada si su autor original lo solicita. No eliminaremos las citas de dicha entrada ni las secuencias que hacen referencia a ella a menos que los autores de éstas nos lo soliciten. Los debates constituyen el elemento central de Grupos de Google…». Es decir, que resulta bastante difícil y tedioso borrar las entradas que uno ha escrito. En cualquier caso, el usuario puede probar suerte con la «Herramienta de eliminación» disponible en el citado Centro de Asistencia.

Gobiernos peligrosos

«No me preocupa tanto que sea Google como el gobierno quien tenga interés en acceder a estos datos», afirma la «primera dama» Esther Dyson. El problema para Dyson es que se subvierta la esfera privada, sobre todo en la política. Hoy en día, cuando un gobierno decide acceder a determinada información, siempre habrá una
empresa
que, tarde o temprano, se la tendrá que ofrecer. Google está acostumbrada a enfrentarse con gobiernos para poder implantar su motor de búsqueda y publicidad en cualquier lugar. En China, por ejemplo, Google ha tenido que someterse a la censura oficial para que su página
www.google.cn
pueda funcionar. Así lo describió la agencia de noticias AFP el 19 de marzo de 2007; «Para conseguirla aprobación de su página web china con dominio «.en», Google se ha comprometido a suprimir de su base de datos para este servicio las direcciones que el gobierno comunista ha considerado indecentes. Entre los temas prohibidos figuran las discusiones sobre Taiwán y Tíbet y la sangrienta represión del movimiento democrático chino en 1989 por parte de las fuerzas armadas».

Colaboraciones como éstas son las que generan incomprensión y constituyen para los críticos la prueba de que Google ha dejado de ser fiel a su lema
«.Don't be evil»
establecido hace diez años. La empresa permite que un gobierno censure contenidos sólo por consolidarse en el país. Gracias a Google, ningún internauta de Pekín puede buscar los términos «independencia» o «Taiwán», y nadie en Shangai puede consultar vía Google cómo se desarrolló la masacre de la plaza de Tiananmén. Reporteros Sin Fronteras, organización que vela por la libertad de prensa en todo el mundo y sigue sin entender por qué Google hace estas concesiones y deja censurar sus contenidos por puro beneficio económico.

También en Singapur hay indicios de que Google coopera con las autoridades. Según un rumor insistente, pero sin confirmar, el gobierno singapureño paga por acceder a determinada información, algo que la empresa de Mountain View desmiente, por supuesto. Otro ejemplo de la buena cooperación existente con las autoridades es el caso de un bloguero anónimo cuya dirección IP fue revelada por Google, responsable del servicio
Blogger.com
, a un tribunal israelí en noviembre de 2007. Por lo visto, el bitacorero había difamado a tres políticos locales al acusarlos en su blog de mantener contactos con el hampa. Aunque al principio Google intentó resistirse al requerimiento apelando a la libertad de expresión, las autoridades israelíes replicaron diciendo que había una «sospecha fundada de delito». Numerosos medios norteamericanos criticaron con vehemencia a Google por su actuación en el caso, pero la empresa se remitió en todo momento a la «orden del tribunal». Una vez más se demuestra que un estado o una autoridad sólo tiene que amenazar con una orden judicial para acceder a los datos de Google.

La censura también llega a Europa. En Alemania, el Centro Federal de Control de Medios Peligrosos para la Juventud (BPjM) marca regularmente determinadas webs. Según Google, se trata de «miles de páginas» que se reciben y se añaden a una lista negra como consecuencia de la autocensura practicada por la asociación de Autocontrol Voluntario de los Proveedores de Servicios Multimedia (FSM). Sin embargo, también Yahoo!, MSN y otros buscadores eliminan asimismo estas páginas de sus índices de búsqueda (webs de pornografía infantil, ultraderecha y enaltecimiento de la violencia).

En la mayoría de los países, Google tiene unos empleados cuya tarea principal es la de practicar el
lobbying
, es decir, comunicarse con gobiernos y partidos. Se denominan
policy counselsy
consejeros políticos. Cuando Google tiene a la vista un nuevo proyecto, como el Street View en Europa (vistas fotográficas de las calles en Google Maps), primero se pone en contacto con gobiernos y autoridades para saber cuáles son las posibles condiciones y someter a examen el diseño de la operación. Pero estos consejeros también ejercen de interlocutores para partidos y gobiernos cuando éstos tienen algún «deseo» especial que formular a Google. Ya hemos hablado de cómo son estas peticiones en China u otros países totalitarios, y no sería de extrañar que los ejecutivos europeos también tuvieran algún que otro deseo que plantear a Google.

La posibilidad de acceder a los datos que Google recopila también puede ser de utilidad para el estamento policial, como lo demuestra el caso de Melanie McGuire. En la primavera de 2007, esta mujer de treinta y cuatro años y residente en Nueva Jersey fue acusada del asesinato de su marido. Durante la causa se supo que había introducido en el buscador la frase
«how to commit murder»
exactamente diez días antes de que su marido recibiera un disparo. McGuire también había tecleado, tanto en Google como en MSM, las frases
«undectectable poisons», «fatal insulin dosis», «poisoning deaths», «where to purchase guns illegaly»
y otras por el estilo. La policía encontró esta información analizando el disco duro de la sospechosa, pero también la podría haber solicitado directamente a Google, ya que en Estados Unidos las direcciones IP son fijas y permiten llegar al titular como si fuera un número de teléfono.

Precisamente aquí reside el problema: Google sabe más que la policía. En cualquier lugar donde Google sea el buscador más popular (en la mayoría de los países europeos lo es), la información que recopila podría ser de gran utilidad para las pesquisas policiales. Durante las investigaciones realizadas para este libro también intenté descubrir cuántas peticiones ha recibido Google de los distintos cuerpos de policía de todo el mundo. Desgraciadamente, no obtuve ninguna respuesta, pero tampoco es muy difícil imaginar cómo reaccionan las empresas ante la presión política. Si, de la noche a la mañana, un gobierno dictase unas leyes que obligasen a las empresas a publicar sus datos, no cabe duda que el tesoro de Google estaría muy codiciado por cualquier autoridad.

La cantidad de información que se recopila y las bases de datos que se interceptan como consecuencia de la guerra contra el terror es cada vez mayor, como demostró el caso SWIFT. En la Society for Worldwide Interbank Financial Intercomunications (SWIFT), con sede en Bélgica, se realizan diariamente unos once millones de transferencias financieras por un volumen de aproximadamente 4,8 billones de euros. El motivo de la polémica fue que los servicios de seguridad
estadounidenses
controlaban regularmente las transferencias que se realizaban a su país. En la red de la sociedad figuran 7.800 institutos de crédito de 200 países. Este espionaje se justificó argumentando que la intención era evitar actividades terroristas relacionadas con las transferencias.

De la misma manera que se puede espiar a SWIFT, o que las líneas aéreas con vuelos a Estados Unidos tienen que poner a disposición de las autoridades estadounidenses los datos de los pasajeros antes del despegue, también un gobierno podría exigir a Google que le dejase echar un vistazo a sus bases de datos. Y como Google es uno de los motores de búsqueda
más
populares del mundo, las autoridades estadounidenses tendrían acceso a los datos de todos los usuarios de Google del planeta. La información grabada en Yahoo! o MSN no es menos atractiva, pero la popularidad y el ingenioso sistema de Google son la mejor garantía para encontrar en sus servidores el material más interesante y comprometedor.

De momento, no hemos llegado tan lejos. Esther Dyson también sabe cómo impedir el intervencionismo: «El pueblo tiene que controlar al gobierno». ¿Cómo?: «Destituyéndolo mediante las urnas». O reeligiéndolo.

Google contra Los defensores de La privacidad

En cambio, los organismos de protección de datos y los defensores de la privacidad no son precisamente condescendientes con la empresa del
«Don't be evil»
. Según ellos, Google es mala. Por un lado, desde Washington, el Center for Digital Democracy (CDD) y el Center for Democracy and Technology (CDT) luchan contra Google, y su acritud no se limita al mencionado acuerdo con DoubleClick. Por otro lado, en Europa actúa la organización británica en favor de los derechos civiles Privacy International (PI), cuya relación con Google es todo menos amistosa. En el verano de 2007, PI le otorgó el peor calificativo que puede recibir una empresa:
«hostile to privacy»
(enemiga de la privacidad).

«Ninguna de las firmas investigadas ejerce una amenaza sobre los datos personales comparable a la que practica Google», dijo el jefe de PI Simón Davies. Durante seis meses, 23 empresas del sector de las tecnologías de la información fueron sometidas a examen. No sólo se tuvieron en cuenta distintos análisis y valoraciones técnicas, sino que también se consideraron los datos que las propias empresas habían facilitado. Google causó mala impresión porque los datos de los usuarios recopilados con su herramienta de búsqueda se podían combinar con los de otros servicios (Gmail, Google Maps, etc.). «Los usuarios no pueden consultar los dados que Google reúne sobre su identidad ni solicitar que los supriman», crítica Davies. «Un análisis más pormenorizado ha revelado que Google hace con nuestros datos mucho más de lo que jamás habríamos imaginado», concluye. Los dos años de almacenamiento de las consultas también son demasiado tiempo para Davies. Según el informe de PI, Google infringiría las leyes de protección de datos en muchas partes del mundo. Por su parte, los abogados de la empresa reaccionaron diciendo que la recopilación de datos servía para comprender mejor a los usuarios y mejorar los servicios ofrecidos. Para los defensores de la privacidad, estas palabras sólo son débil consuelo.

Mucha gente que utiliza el buscador se preguntará: «¿Qué sabrá ahora Google sobre mí?». Actualmente es más de lo que se puede imaginar, pero siempre depende de lo que el usuario haga con Google y de los servicios que utilice.

Si nos limitamos a la búsqueda clásica, lo «único» que se conoce es la dirección IP, el concepto de búsqueda, la hora y todo lo que registre la
cookie
. Sólo con esto ya se puede crear un bonito perfil de áreas de interés del usuario. «Sin embargo, siempre tienes que pensar lo que introduces en un buscador», me dijo Danny Sullivan, el experto en motores de búsqueda que ha seguido la evolución de Google desde el principio y nunca ha dejado de apoyar a Page y Brin con sus consejos. «Porque un proceso de búsqueda no es, de largo, tan anónimo como la gente cree.» Si hasta Sullivan, quien desde su plataforma
[8]
demuestra ser lo más alejado a un crítico voraz de los buscadores, habla en estos términos, es que hay gato encerrado.

Google dispone de un servicio que, a primera vista, parece divertido y, a la vez, un tanto desconcertante, con el que aplica en la búsqueda las tendencias de individualización y personalización. Al igual que hace Amazon («Los clientes que han comprado este libro también se han decidido por…»), el departamento de personalización
(engeneering lead personalization)
de Mountain View ha desarrollado un sistema de recomendaciones. Los que no deseen realizar ninguna búsqueda, pero quieran navegar en la Red, pueden pulsar el botón de «recomendación» y obtener sugerencias
actualizadas
diariamente. Estas recomendaciones se generan en función de cada perfil de búsqueda, es decir, a partir de consultas anteriores.

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