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Authors: Jesús B. Vilches

Tags: #Fantástica

El enviado

BOOK: El enviado
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Un mundo donde a los humanos se les extermina. Una tierra donde todo contacto con ellos es sentencia de muerte, sin duda es el peor lugar para despertar... sobre todo si no es tu mundo. Bajo un régimen de terror que ha barrido el viejo imperio, las consignas de un culto radicalizado gobiernan ante la impotencia del resto de los actores políticos. Ahora el fanatismo se extiende y las divinidades han sido eclipsadas por la iglesia de Kallah. Sus huestes todo lo dominan. Sus ejércitos todo lo controlan.

Una vieja letanía esconde enigmas que otros intentaron resolver. Entre sus versos parece subyacer una antigua profecía. Quizá una advertencia, quizá una Solución. Nada es lo que parece. El Guardián del Conocimiento ansía las respuestas pero el Culto de Kallah ha hecho poderosos aliados y también las persigue. ¿Y si aquel que pudiera desentrañar el misterio fueses tú?

Decían que nadie podría cambiar ya el curso de la Historia... pero la historia cambió...

Sumérgete en el vasto universo de J. Vilches. Personajes sangrantes, épica en estado puro, lírica desgarradora y un ritmo feroz al servicio de una de las sagas más prometedoras escritas en español. No habrás leído nada parecido en mucho tiempo. Esta es la Saga que va a enamorarte.

"La Flor de Jade es el inicio de algo tan grande que me da miedo imaginar hasta dónde puede llegar. Los recursos de Vilches, su imaginación y el poder de su palabra era justo lo que necesitaba para mi proyecto Malefic. Yo tengo claro el altísimo nivel de este escritor. Ahora tiene que saberlo el mundo." —LUIS ROYO (ILUSTRADOR)

Jesús B. Vilches

El enviado

LA FLOR DE JADE 1

ePUB v1.0

Batera
30.01.12

© 2011 Jesús B. Vilches

flordejade.blogspot.com

Diseño e ilustración de portada: Javier Charro

www.Charroart.com

Corrección: Iria Gil

Soporte de maquetación: César García

Supervisión general: Irene Hernández

Edita: THE GHOST GALLEON

ESTA SAGA ESTÁ DEDICADA:

A mis padres y hermanos, por creer en mi. Mi pequeño tributo a una vida de sacrificio y amor.

A Iria Gil Parente, mi pequeña Lis. Nadie ha sido más determinante para esta historia. Para que siga creyendo en los cuentos de hadas y en las historias de amor imposible como una vez me los hizo creer a mi.

LOS ANTECEDENTES

«
No hay jinete sin caballo, ni historia sin prólogo
…»

 

El Viejo Eremeth; Cuentacuentos
.

Nadie sabe con certeza quién levantó el primer estandarte contra las razas humanas

Quién ordenó afilar hachas y espadas contra los hombres. Quién logró aglutinar las legiones más despiadadas que la memoria recuerde. El tiempo ha borrado los matices de aquellos sucesos llenos de sangre y gloria, del comienzo y del final de una Era. Algunos dicen que vinieron desde el Norte. Desde los confines helados del Alwebränn y que los cascos herrados de sus corceles traían consigo el aliento gélido y de sepulcro de las planicies de Valhÿnnd.

Pero eso no es del todo cierto...

Muchos aseguran que emergieron de las húmedas junglas que pueblan el Tzuglaiam. De sus umbrales remotos, de sus entrañas agrestes y olvidadas. Que cargaban consigo las innombrables bestias que habitan sus selvas despiadadas.

Pero... no todo lo que dicen es cierto.

Lo cierto es que los enemigos convivían con ellos. Habitaban sus ciudades. Hablaban sus lenguas. Pero adoraban a otros dioses. Moraban en las grietas de su ética y su moral. Kallah los unificaba. La Diosa Lunar les dio una coherencia. Ella y sus huestes fueron los artífices de la revolución. El resto tan solo se unió a una partida empezada. Sin duda, ese fue el doloroso comienzo. El inicio del fin.

Los templos del Orden Oscuro hicieron levantar en armas a sus acólitos, a sus clérigos y sus legiones. Desde las sombras los lanzaron contra aquel orden que representaba el Viejo Imperio. Y lo hicieron en todos los puntos de la geografía en una coordinación militar y estratégica sin precedentes. Fue una operación estudiada y dictada tan sólo los dioses saben cuanto tiempo atrás. Gestada a través del odio acumulado durante centurias. Hablaron de traidores en la Corte. Que el Culto religioso de Kallah tenía ojos y oídos en cada piedra del Castillo Belhedor, en palacio y en cada casa de Ciudad-Imperio. Dicen que los gremios de asesinos y espías de Ylos, Dios de la Traición, movieron los hilos de la marioneta. Prepararon el terreno para la conspiración.

En cualquier caso, el Nuevo Orden que los clérigos negros de Kallah se sentían llamados a crear tenía raíces mucho más profundas e insospechadas. Fue entonces cuando apareció El Némesis. Juró lealtad a los siervos de Kallah y a sus sangrientos propósitos. Aquél Demonio Abisal de la Guerra, ancestral recuerdo de los legendarios tiempos de las luchas entre dioses, logró reunir bajo su yugo a las Razas Hostiles. Las aunó en un mismo estandarte y las postró de rodillas ante los servidores del Ojo Lunar. Sus hachas rugieron al viento como gargantas y la sangre manó en ríos.

Así resurgió Kaos, de nuevo, al plano mortal. De algún modo despertaba de su milenario confinamiento. Al menos su blasón lo hizo. Sus emblemas ondearon de nuevo al viento junto al ‘Säaràkhally’ de la Orden Lunar a la vanguardia de unos ejércitos que pasaron a la historia como las Legiones del Exterminio. La Edad de las Sombras comenzaba. Kallah, Señora del Ojo Lunar, había dictado una sentencia de aniquilación.

Nada hubiera podido detenerles. Ni aún los mismos Dioses hubieran logrado la ansiada victoria en el campo de batalla. El plan de invasión se había estado larvando desde hacía milenios. Erosionando los mismos pilares donde descansaba la civilización humana. Penetrando como polillas en los entresijos del sistema. Cuando el cuchillo abrió la corteza, en el interior todo andaba podrido.

Poco pudo hacer la tremenda maquinaria de guerra del Emperador, los paladines de la raza humana. Las Armadas Imperiales cayeron aplastadas ante aquella mano poderosa e inesperada. Así, en la primavera del 1.356 c.I, después de largos años arrasados en una contienda feroz sin precedentes, el Némesis partía el asta que alzaba al viento el escudo de armas del Imperio. Tomaba así para el Culto la capital del Mundo Conocido. El Emperador y los Altos Mariscales Imperiales fueron ajusticiados en el mismo salón del trono del Castillo Belhedor. Lord Ossrik, Pontífice Máximo Culto de Kallah, Voluntad de la Señora, fue coronado con la Tiara Imperial.

El «Exterminio» fue el primer gran decreto dictaminado nada más usurpar con sangre el trono imperial. Por el cual, todos aquellos humanos no pertenecientes al círculo de Kallah eran condenados al exterminio total, sin remisión. Los humanos fueron borrados de la faz del mundo, poco a poco; hasta que las ruinas decadentes de sus creencias, religiones y ciudades fueron el único vestigio de que en un tiempo pisaron aquel lugar. Muchos creían en la posibilidad de que existieran reductos escondidos en algunas profundas simas o en las cumbres más altas de las perdidas lejanías nevadas. Todos ellos lo suficientemente asustados como para no salir nunca de su prisión. Por eso la persecución continuó.

Los demás pueblos no-humanos no corrieron mejor suerte aunque la guerra no fuese dirigida a su exterminio. Los sagrados bosques de los elfos o las profundas montañas de los enanos resultaban demasiado inexpugnables para una confrontación directa, pero tenían demasiadas diferencias entre sí como para aliarse contra el inexorable avance de aquella sombra. Su apatía por las cuestiones de los hombres y sus eternos conflictos serían sus propias lápidas. De esta forma, aprovechando sus mutuas diferencias, el Culto les dejó creer que estaban distantes de sus planes de conquista. Sabía que le dejarían tranquilo mientras no les provocara. Por su parte nunca tuvo intención de ello. Al menos, por el momento. Suponían peones sueltos en un tablero de ajedrez cuyas piezas eran todas negras. La partida parecía ganada. Pero solo fue una apariencia.

Los demás Dioses no escucharon a sus fieles. No parecían gratos a las ofrendas ni piadosos a las súplicas. Los Dioses, como de costumbre, habían dejado el orbe abandonado a su propia suerte.

Decían que nada podría cambiar el curso de la Historia.

...pero la Historia cambió.

Kkathar de Meris. Thy’lhus’Khallivännis.

—Prólogo del estudio preliminar—

 

[...] Se levantaron unidos bajo la misma bandera

Quienes nunca vieron la luz del mismo día

Por guiar sus destinos aquellos que bordaron el escudo.

Entre los valientes de la Arkâlia,

De todos cuanto la historia tuvo

La pura sangre de hombres que corre por sus venas

Blande la Flor de Jade,

Y es de tal manera

que a Las Sombras se destierra [...]

Extracto de LA LETANÍA de la FLOR de JADE.

[traducido del original en Emerehmanthi Arcano]

LOS EXTRACTOS

CIUDAD DE TAGAR

Invierno de 1.348 C.I. -Calendario Imperial.

2.349 d.Es. -después de la Escisión.

El labrado pomo de bronce de la pesada puerta de roble que separaba el salón de audiencias del resto de la mansión Goshlein giró, interrumpiendo a los nobles ocupantes de su interior. Dio paso a una figura pequeña que vestía un uniforme de criado. De entre los reunidos, el propio Gobernador se levantó, alzando su considerable estatura por encima de sus invitados con objeto de recibir al recién llegado. El diminuto mayordomo no se preocupó de la atenta disposición de su señor y como acto rutinario anunció a los presentes de la llegada del último dignatario.

—Hágale pasar, señor Dumond —solicitó con buen tono la grave voz del Gobernador. Sin duda estaba aliviado por la noticia de la llegada del diplomático. Le esperaban desde hacía un buen rato.

Un hombre inmenso y corpulento atravesó el arco de la puerta con cierta dificultad. Era escoltado por el pequeño sirviente, el cual le hacía resaltar aún más su gigantesca envergadura. Se ataviaba con vestimentas artesanas de piel de reno y oso, apenas vírgenes. Resultaban tan llamativas en un hombre de su porte como útiles en una región, como la de Tagar, en estación fría.

Frente a la imagen cuidada del resto de los presentes, de rostros bien afeitados y barbas recortadas al milímetro, el colosal personaje ofrecía una apariencia totalmente opuesta. Una piel bronceada y cuarteada por el sol y el continuo trabajo que contrastaba tanto con la palidez de sus observadores como con el color fuego de sus largos y abundantes cabellos o su poblada y enmarañada barba. Su expresión ruda, sus rústicos ropajes, sin olvidar una desarrollada corpulencia, le hacían por naturaleza diferente a todos los personajes que le circundaban. Estos, cabría decir, mucho más elegantes y refinados. No sólo denotaban mayor clase social sino también mejor posición económica, distintos gustos y, ante todo, intereses. Lem sabía que esa pandilla de burgueses clasistas y afectados no soportaba su presencia. No al menos más de lo que a él le desagradaba las suyas. Tanta diferencia evidenciaba que aquel gigante no era ningún acaudalado dignatario. Sin embargo, se trataba del un consejero tan preciado por el Gobernador que no le importunaba en absoluto su falta de puntualidad.

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