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Authors: Patricia Cornwell

Tags: #novela negra

El factor Scarpetta (10 page)

BOOK: El factor Scarpetta
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—Post mórtem, por tanto —concluyó el doctor Edison—. ¿Estaba la bufanda anudada en cierto ángulo?

—No. En el centro del cuello. —Scarpetta se lo mostró en el suyo—. Atada delante con doble nudo, que no corté, por supuesto. Lo retiré cortando la bufanda por detrás. No había respuesta vital, tampoco internamente. Los músculos hioideo, tirohioideo e infrahioideos estaban intactos y sin lesiones.

—Lo que subraya tu hipótesis de que quizá la asesinaran en otro lugar y luego la dejaran donde la hallamos, al límite del parque, a la vista de todos a la luz del día, tal vez para que la descubrieran rápidamente esta mañana, cuando la gente pasaba por allí. ¿Pruebas de que la ataran? ¿Agresión sexual?

—No hay contusiones ni marcas de ataduras visibles. No hay lesiones defensivas. Encontré dos contusiones en la cara interior de la parte superior de ambos muslos. La horquilla vulvar muestra abrasión superficial con sangrado muy leve y contusión adyacente. Los labios están enrojecidos. No hay secreciones visibles en el introito o en la bóveda vaginal, pero muestra una abrasión irregular en la pared posterior. He recogido un PERK.

Se refería al equipo de recuperación de pruebas físicas, que incluía muestras de ADN.

—También la he examinado con luz forense y he recogido todo lo que encontré, fibras incluidas, sobre todo del cabello —continuó Scarpetta—. Mucho polvo y desechos en el cabello, que he afeitado en la zona de la laceración. He observado con lupa varias motas de pintura, algunas incrustadas en la herida. Rojo vivo, amarillo vivo, negro. Veremos lo que dicen en rastros. He dicho a los de laboratorio que aceleren las cosas en la medida de lo posible.

—Creo que siempre se lo dices.

—Otro detalle de interés. Llevaba los calcetines en el pie equivocado.

—¿Cómo pueden estar unos calcetines en el pie equivocado? ¿Te refieres a que estaban del revés?

—Calcetines para correr, diseñados anatómicamente para encajar correctamente en el pie derecho y el pie izquierdo. Una L en el pie izquierdo y una R en el derecho. Los suyos estaban al revés, llevaba el calcetín derecho en el pie izquierdo y el izquierdo en el pie derecho.

—¿Es posible que se los pusiera ella y no lo advirtiese cuando se vestía? —preguntó el doctor Edison mientras se ponía la americana.

—Es posible, por supuesto. Pero si era tan detallista con su ropa de deporte, ¿se pondría los calcetines en el pie equivocado? ¿Y correría bajo la lluvia y el frío sin llevar guantes, ni algo para mantener las orejas calientes, y sin chaqueta, sólo con un polar? La señora Darien dice que Toni odiaba correr con mal tiempo. Tampoco sabía nada del extraño reloj que Toni llevaba puesto. Un reloj digital enorme, de plástico negro, con el nombre BioGraph grabado; es posible que sirva para recoger cierto tipo de datos.

El doctor Edison se puso en pie.

—¿Lo has buscado en Google?

—Y he dicho a Lucy que haga una búsqueda. Lo investigará con más detenimiento cuando los de ADN hayan terminado con él. De momento, nada de un dispositivo o reloj llamado BioGraph. Espero que alguno de los médicos de Toni, o algún conocido, sepa por qué lo llevaba y qué es.

—Te habrás percatado de que tu jornada a tiempo parcial se está convirtiendo en completa. —El doctor Edison cogió su maletín y recuperó el abrigo que tenía detrás de la puerta—. No creo que este mes hayas vuelto a Massachusetts ni una sola vez.

—Ha habido mucho ajetreo por aquí.

Scarpetta se levantó y empezó a recoger sus pertenencias.

—¿Quién te lleva las cosas allí?

—Todos los caminos llevan a Boston —dijo mientras se ponía el abrigo y salían juntos—. Una repetición de los viejos tiempos, lo que es una lástima. Mi oficina del distrito noreste, en Watertown, cerrará posiblemente en verano. Como si la de Boston no estuviese bastante saturada.

—Y Benton va de aquí a allá.

—Puente aéreo. A veces Lucy lo lleva en su helicóptero. Él pasa mucho tiempo aquí.

—Ayudarnos con el reloj, el BioGraph, es un detalle por parte de Lucy. No podemos permitirnos sus conocimientos informáticos. Pero cuando en ADN hayan terminado con él y si Jaime Berger no se opone, si hay datos dentro de ese artilugio me gustaría saber cuáles son. Tengo una reunión en el ayuntamiento por la mañana, con el alcalde y compañía. Nuestro negocio es malo para el turismo. Hannah Starr. Ahora Toni Darien. Ya sabes lo que voy a oír.

—Quizá deberías recordarles que, si siguen recortando el presupuesto, nuestro negocio será aún peor para el turismo porque nos será imposible hacer nuestro trabajo.

—Cuando empecé aquí, a principios de los noventa, el diez por ciento de todos los homicidios del país se cometían aquí, en Nueva York —recordó él mientras cruzaban el vestíbulo, con Elton John en la radio—. Dos mil trescientos homicidios en mi primer año. El año pasado tuvimos menos de quinientos, una disminución del setenta y ocho por ciento. Todo el mundo parece olvidarlo. Todo lo que recuerdan es el último asesinato espectacular. Filene y su música. ¿Debería quitarle la radio?

—Nunca lo harás.

—Tienes razón. Trabajar aquí es difícil y no hay mucho que te haga sonreír.

Salieron al viento gélido de la Primera Avenida y su ruidoso tráfico. Era hora punta, los taxis impacientes daban bocinazos y sonaban las sirenas de las ambulancias que corrían al hospital de Bellevue, a unas manzanas de distancia, y al vecino Centro Médico Langone. Eran más de las cinco y había oscurecido por completo. Scarpetta recordó que debía llamar a Benton y buscó el BlackBerry en el bolso.

Dodie Hodge y su Libro de Magia de tapa negra con estrellas amarillas. Lo llevaba a todas partes.

—Hechizos, rituales, amuletos, venta de cosas como pedazos de coral, clavos de hierro, bolsitas de seda con almendras de cumarú —contaba Benton al doctor Clark—. Tuvimos algunos problemas con ella en McLean. Otros pacientes y unos pocos empleados del hospital se tragaron lo de sus dotes espirituales y buscaron su consejo y sus talismanes por un precio elevado. Dodie afirma que tiene dotes paranormales y otros poderes sobrenaturales y, como es de esperar, hay personas, sobre todo las que tienen problemas, sumamente vulnerables a alguien así.

—Parece que no tenía dotes paranormales cuando robó esos DVD de la librería de Detroit. O habría previsto que la pillarían —dijo el doctor Clark, avanzando por la senda de la verdad, el destino justo delante.

—Si le preguntas, dirá que no los robó. Eran suyos por derecho, pues Hap Judd es su sobrino.

—¿Y ese parentesco es real, u otra falsedad? ¿O, en tu opinión, una idea delirante?

—No sabemos si está emparentada con él —respondió Benton.

—Parece bastante fácil averiguarlo.

—He llamado a la agente de Judd en Los Ángeles.

La declaración de Benton era una confesión. No estaba seguro de por qué acababa de ofrecerla, aunque había sabido desde el principio que lo haría.

El doctor Clark esperó, sin llenar el silencio, con los ojos fijos en Benton.

—La agente ni lo ha confirmado ni lo ha negado; ha dicho que no le estaba permitido hablar de la vida personal de Hap Judd. —Benton continuó mientras la oleada de ira regresaba, esta vez aún mayor—. Luego ha querido saber por qué indagaba acerca de alguien llamado Dodie Hodge, y el modo en que lo ha dicho me ha hecho pensar que sabía exactamente de quién le hablaba, aunque fingiese lo contrario. Era muy limitado lo que yo podía divulgar, claro está, por lo que simplemente he respondido que me había dado esa información e intentaba corroborarla.

—No has mencionado quién eras o el motivo de tu interés.

El silencio de Benton fue su respuesta. Nathan Clark conocía muy bien a Benton, porque éste se lo había permitido. Eran amigos. Quizá fuera el único amigo de Benton, el único a quien permitía entrar en sus zonas restringidas, el único además de Scarpetta, y hasta ella tenía sus límites, evitaba zonas que la asustaban, y todo aquello pertenecía a la zona que Scarpetta más temía. El doctor Clark le sacaba la verdad a Benton y Benton no iba a detenerle. Necesitaba hablar.

—Ese es el problema de ser un ex agente del FBI, ¿verdad? Es difícil resistirse al incógnito, a obtener información por los medios que sean. ¿Incluso después de cuántos años en el sector privado?

—Posiblemente haya creído que yo era periodista.

—¿Así es como te has identificado?

Ninguna respuesta.

—En lugar de especificar quién eres, de dónde llamabas y por qué. Pero eso habría sido una violación de la HIPAA —continuó el doctor Clark.

—Sí, lo habría sido.

—Lo que has hecho, no lo es.

Benton guardó silencio, permitiendo que el doctor Clark fuese tan lejos como quisiera.

—Seguramente tendremos que discutir en profundidad tu vínculo con el FBI. Ha pasado mucho tiempo desde que hablamos de esos años en que fuiste un testigo protegido y Kay creía que el cártel criminal de la familia Chandonne te había asesinado; la más oscura de las épocas, cuando vivías con una identidad falsa, vivías un horror que la mayoría de las personas ni acierta a imaginar. Quizá tú y yo deberíamos investigar cómo te sientes ahora respecto a tu pasado con el FBI. Quizá no sea el pasado.

—Eso pasó hace mucho tiempo. En otra vida. En otro FBI. —Benton no quería hablar de eso y lo había hecho. Había permitido que el doctor Clark profundizase—. Pero seguramente es verdad. Una vez policía...

—Siempre policía. Sí, me sé el tópico. Me atrevo a decir que esto es más que un tópico. Has admitido ante mí que hoy has actuado como un agente de la ley, como un policía, en lugar de como un médico de salud mental cuya prioridad es el bienestar de su paciente. Dodie Hodge ha despertado algo en ti.

Benton no respondió.

—Algo que nunca ha estado del todo dormido; sólo creías que lo estaba —continuó el doctor Clark.

Benton siguió callado.

—Así que, me pregunto, ¿cuál habrá sido el detonante? Porque Dodie no lo es. No es lo bastante importante; ella es más bien un catalizador. ¿Estás de acuerdo conmigo?

—No sé qué es Dodie. Pero tienes razón. No es el detonante.

—Me inclino a pensar que Warner Agee es el detonante —avanzó el doctor Clark—. Durante las últimas tres semanas ha sido un invitado habitual del mismo programa en que esta noche aparecerá Kay, promocionado como psiquiatra forense del FBI, el primer elaborador de perfiles, el experto supremo de todo lo psicopático y en serie. Es comprensible que te despierte sensaciones intensas. De hecho, en una ocasión me dijiste que te provocaba deseos homicidas. ¿Conoce Kay a Warner?

—No personalmente.

—¿Sabe ella lo que Agee te hizo?

—No hablamos de esa época. Hemos intentado dejarla atrás, empezar de nuevo. Hay mucho de lo que no puedo hablar pero, aunque pudiese, ella no quiere, prefiere que no lo haga. Sinceramente, cuanto más lo analizo, menos seguro estoy de lo que ella recuerda y me he cuidado mucho de presionarla.

—Quizá temas lo que sucedería si ella recordase. Quizá temes su ira.

—Tiene todo el derecho a sentirla. Pero Kay no habla de eso. Creo que es ella la que teme su propia ira.

—¿Y qué me dices de tu ira?

—La ira y el odio son destructivos. No quiero experimentar esos sentimientos.

La ira y el odio le estaban perforando el estómago, como si acabara de tragar ácido.

—Voy a suponer que nunca le has contado los detalles de lo que te hizo Warner. Voy a suponer que verlo en televisión y en las noticias te ha afectado gravemente, ha abierto la puerta de una habitación en la que evitabas a toda costa entrar.

Benton no comentó nada.

—¿Te has planteado que Warner ha elegido deliberadamente el mismo programa en que aparece Kay porque disfruta de competir contigo? ¿No mencionaste que Carley Crispin estuvo insistiendo para que tú y Kay aparecierais juntos? Hasta creo que ha llegado a proponerlo en directo, creo haberlo visto u oído en alguna parte. Tú te negaste a aparecer en ese programa, y bien que hiciste. ¿Y luego qué sucede? Que aparece Warner en tu lugar. ¿Una conspiración? ¿Un complot de Warner contra ti? ¿Todo está vinculado a sus deseos de competir contigo?

—Kay nunca aparece en programas junto con otros invitados, no participa en debates, se niega a formar parte de lo que llama el famoseo televisivo, los debates de supuestos expertos que se gritan y discuten entre sí. Y casi nunca aparece en ese programa,
El informe Crispin.

—El hombre que intentó robarte la vida después de tu regreso de los muertos se está convirtiendo en un experto famoso, se está convirtiendo en ti, el hombre que más ha envidiado. Y ahora aparece en el mismo programa, en la misma cadena, que tu mujer. —El doctor Clark insistió en la cuestión.

—Kay no aparece habitualmente en ese programa y nunca lo hace junto a otros invitados —repitió Benton—. Sólo es una invitada ocasional del programa de Carley; en contra de lo que le aconsejo, debo añadir. Ha aparecido en dos ocasiones como un favor al productor. Carley necesita toda la ayuda que pueda conseguir. Sus índices de audiencia están bajando; en realidad, más que un descenso es una caída en picado.

—Me alegra que no te muestres defensivo o evasivo al respecto.

—Me gustaría que Kay se mantuviera alejada, eso es todo. Lejos de Carley. Kay es demasiado amable, demasiado servicial, se siente en la obligación de enseñar al mundo. Ya sabes cómo es.

—Es fácil reconocerla, supongo. ¿Eso te resulta difícil? ¿Amenazador, quizá?

—Ojalá no apareciera en televisión, pero ella tiene que vivir su vida.

—Por lo que entiendo, Warner empezó a acaparar protagonismo hará unas tres semanas, aproximadamente cuando Hannah Starr desapareció. Con anterioridad a eso, estaba entre bastidores. Apenas aparecía en
El informe Crispin.

—El único modo de que una persona sin interés o carisma, un don nadie, aparezca en televisión en horario de máxima audiencia es hablar con Carley con grosera impropiedad de un caso sensacionalista. Ser una puta zorra, en otras palabras.

—Es un alivio que no opines nada del carácter de Warner Agee.

—Está mal, muy mal. Hasta alguien tan capullo sabe que está mal —dijo Benton.

—Hasta ahora no has querido pronunciar su nombre o hablar directamente de él. Pero quizá nos estemos acercando.

—Kay desconoce los detalles de lo sucedido en esa habitación de motel de Waltham, Massachusetts, en 2003. —Benton miró al doctor Clark a los ojos—. Desconoce todos los detalles, las complejidades de la maquinaria, el diseño de la maquinaria que dirigió la operación. Cree que fui yo quien lo organizó y planeó todo, que eligió entrar en el programa de testigos protegidos, que fue idea mía, por completo, que yo elaboré el perfil del cártel Chandonne y que predije mi muerte, que todos los que me rodeaban morirían, a menos que el enemigo creyese que yo había muerto. De estar vivo, habrían venido a por mí, a por Kay, a por todos. Por supuesto. Pues bien, eso hice y fueron a por Kay de todos modos, Jean-Baptiste Chandonne la atacó y está viva de milagro. No es como yo lo hubiera manejado. Yo lo hubiera manejado como finalmente hice, eliminando a aquellos que intentaban eliminarme, que intentaban eliminar a Kay y a los demás. Habría hecho lo que tenía que hacer sin la maquinaria.

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