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Authors: Patricia Cornwell

Tags: #novela negra

El factor Scarpetta (9 page)

BOOK: El factor Scarpetta
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—Un depósito al ingresar, después el resto cuando se le dio el alta. Una transferencia bancaria. Que realizó su abogado en Detroit.

—¿Vive ella en Detroit?

—No.

—Pero tiene un abogado allí.

—Eso parece.

—¿Qué hacía esa mujer en Detroit? Además de que la arrestaran.

—Dijo que estaba de visita. De vacaciones. Se hospedaba en el Gran Palais. Utilizaba su magia en las tragaperras y la ruleta.

—¿Apuesta mucho?

—Te venderá unos cuantos amuletos de la suerte, si eso te gusta.

—Parece disgustarte intensamente —observó el doctor Clark, con la misma expresión escrutadora en la mirada.

—No doy por hecho que yo no influyese en su elección de hospital. O Kay.

—Lo que oigo es que empiezas a temerlo —dijo el doctor Clark, quitándose las gafas para limpiarlas con su corbata de seda gris—. ¿Alguna posibilidad de que los últimos acontecimientos te vuelvan ansioso y desproporcionadamente desconfiado de quienes te rodean?

—¿Te refieres a algunos acontecimientos en particular?

—Por qué no me lo dices tú.

—No estoy paranoico.

—Eso es lo que dicen los paranoicos.

—Me lo tomaré como una perla de tu humor mordaz.

—¿Cómo te va? ¿Aparte de esto? Han pasado muchas cosas por aquí, ¿verdad? Muchas cosas a la vez, este mes pasado.

—Siempre pasan muchas cosas.

—Kay ha aparecido en televisión y se ha expuesto a la mirada pública. —El doctor Clark se puso las gafas—. También lo ha hecho Warner Agee.

Benton ya había anticipado que el doctor Clark mencionaría a Agee. Probablemente, Benton había estado evitando al doctor Clark. Probablemente, no. Lo había evitado. Hasta hoy.

—Se me ha ocurrido que reaccionarías al ver en las noticias a Warner, el hombre que saboteó tu carrera en el FBI, que saboteó toda tu vida porque quería ser tú —añadió el doctor Clark—. Ahora interpreta públicamente tu papel, metafóricamente hablando, asume el personaje de experto forense, de creador de perfiles del FBI, como su última oportunidad para alcanzar el estrellato.

—Hay muchas personas que hacen afirmaciones exageradas o falsas.

—¿Has leído su biografía en Wikipedia? Lo citan como uno de los padres fundadores de la elaboración de perfiles, y como tu mentor. Dice que durante la época que pasaste en la academia del FBI, en la Unidad de Ciencias de la Conducta, y cuando iniciabas tu relación adúltera, y cito textualmente, con Kay Scarpetta, él trabajó con ella en varios casos célebres. ¿Es cierto que trabajó con Kay? Por lo que sé, Warner nunca ha elaborado perfiles para el FBI ni para nadie.

—No sabía que considerabas Wikipedia una fuente fiable —dijo Benton, como si fuese el doctor Clark quien difundiese estas mentiras.

—Eché un vistazo porque a menudo los individuos anónimos que contribuyen con información supuestamente objetiva a las enciclopedias
online
y otros sitios de Internet resultan tener también un gran y no tan imparcial interés en el tema del que escriben furtivamente. Resulta curioso que estas últimas semanas la biografía de Warner se haya editado y ampliado considerablemente. Me pregunto por quién.

—Quizá por la misma persona de la que habla. —Benton sentía el estómago tirante de resentimiento e ira.

—Supongo que Lucy podría descubrirlo, o ya lo sabe y podría eliminar esa falsa información. Pero es posible que no se le haya ocurrido comprobar ciertos detalles como he hecho yo, porque no has compartido con ella lo que sí has compartido conmigo acerca de tu pasado.

Benton no recordaba la última vez que se había sentido tan amenazado.

—Hay cosas mejores que perder el tiempo en individuos limitados que buscan atención desesperadamente. Lucy no tiene por qué malgastar sus recursos informáticos de investigación forense en cotilleos de Internet. Estás en lo cierto. No le he contado todo lo que te he contado a ti.

—Si no me hubieses llamado esta tarde, yo no habría tardado mucho en inventar alguna excusa para hablar contigo y poner todo esto sobre la mesa. Tienes todos los motivos para querer destruir a Warner Agee. Tengo motivos para esperar que superes tus deseos de hacerlo.

—No sé qué tiene esto que ver con lo que hablábamos, Nathan.

—Todo tiene que ver con todo, Benton. —Observándolo, leyéndolo—. Pero volvamos al tema de tu ex paciente Dodie Hodge, porque tengo la sensación de que está relacionada, en cierto modo. Me sorprenden varias cosas. La primera es la felicitación en sí, la evidente insinuación de violencia doméstica, de un hombre que degrada a una mujer llamándola zorra, la esposa que persigue al marido con la intención de golpearle con un rodillo, los matices sexuales. En otras palabras, una de esas bromas que no son divertidas. ¿Qué es lo que te dice Dodie?

—Proyección. —Benton se obligó a echar de la habitación la furia que sentía hacia Warner Agee—. Es lo que ella proyecta —se oyó decir en un tono razonable.

—Bien. ¿Y qué es lo que proyecta, en tu opinión? ¿Quién es Santa Claus? ¿Y quién es la señora Claus?

—Yo soy Santa Claus —respondió Benton, y la oleada ya pasaba. Le había parecido tan grande como un tsunami, luego retrocedió y casi había remitido. Se relajó un poco—. La señora Claus siente hostilidad hacia mí por algo que hice, que ella percibe como desagradable y degradante. Yo, Santa Claus, sólo dije «hola, hola, hola», pero ella interpretó que la llamaba zorra.

—Dodie Hodge percibe que es falsamente acusada, degradada, despreciada, trivializada. Sin embargo, sabe que su percepción es falsa. Ése es el trastorno de personalidad histriónica en funcionamiento. El mensaje obvio de la postal es que el pobre Santa Claus va a recibir una paliza porque la señora Claus ha malinterpretado terriblemente lo que él ha dicho, y es evidente que Dodie ha captado la broma o no hubiera escogido esa felicitación.

—Si la escogió ella.

—Sigues aludiendo a eso. La posibilidad de que cuente con ayuda. La posibilidad de un cómplice.

—La parte técnica del asunto —dijo Benton—. Entender de grabadoras, adquirirlas, montar el maldito artilugio. Dodie es impulsiva y busca la gratificación inmediata. Hay un grado de deliberación que no cuadra con lo que observé durante su estancia en el hospital. ¿Y cuándo ha tenido tiempo? Como he dicho, le dieron el alta el domingo pasado. La carta la enviaron ayer, miércoles. ¿Cómo supo que tenía que enviarla aquí? La dirección escrita a mano en el albarán es extraña. Todo es muy extraño.

—A ella le encanta dramatizar y la felicitación cantada es una interpretación. ¿No crees que eso encaja con sus tendencias histriónicas?

—Tú mismo has señalado que ella no ha presenciado la función. La función no es divertida si no hay público. No me ha visto abrir la felicitación, no sabe con certeza si lo he hecho. ¿Por qué no dármela antes de recibir el alta, hacerlo en persona?

—Así que alguien la incitó a hacerlo. Su cómplice.

—La letra me inquieta.

—¿Qué parte?

—Pon muérdago donde te quepa y un ángel de tu árbol cuelga —respondió Benton.

—¿Quién es el ángel?

—Dímelo tú.

—Podría ser Kay —el doctor Clark sostuvo la mirada—. Tu árbol podría ser una referencia a tu pene, a la relación sexual con tu esposa.

—Y una alusión a un linchamiento —añadió Benton.

Capítulo 4

E
l jefe de Medicina Forense de la ciudad de Nueva York estaba inclinado sobre su microscopio cuando Scarpetta llamó suavemente a la puerta abierta.

—¿Sabes lo que pasa cuando te ausentas de una reunión de personal? —dijo el doctor Brian Edison sin alzar la vista, mientras colocaba una muestra en la platina—. Que se habla de ti.

Scarpetta entró en el despacho y se sentó en una butaca frente a la mesa de su colega.

—No quiero saberlo.

—Bueno, debo matizar. El tema de la discusión no fuiste tú, per se. —Giró la silla para mirarla, su cabello blanco despeinado y su mirada intensa, como de halcón—. Sino tangencialmente: CNN, TLC, Discovery, todas las cadenas por cable habidas y por haber. ¿Sabes cuántas llamadas recibimos a diario?

—Estoy segura de que podrías contratar a otra secretaria sólo para eso.

—Cuando en realidad tenemos que dejar que la gente se marche. Personal auxiliar, técnicos. Hemos reducido los servicios de conserjería y seguridad. Dios sabe dónde acabará, si el Estado cumple con su amenaza y corta nuestro presupuesto otro treinta por ciento. No nos dedicamos al mundo del espectáculo. Ni queremos, ni nos lo podemos permitir.

—Si estoy causando problemas, lo siento, Brian.

Probablemente era el mejor patólogo forense que Scarpetta conocía en persona y tenía perfectamente clara cuál era su misión, que en cierto modo difería de la de ella, y no había vuelta de hoja. Para Edison, la medicina forense era un servicio de la salud pública sin ninguna utilidad para los medios de comunicación que no fuera informar al público sobre asuntos de vida o muerte, como los riesgos para la salud y las enfermedades contagiosas, tanto si se trataba de una cuna de diseño peligroso o un brote del virus Hanta. No es que su percepción fuese incorrecta. Lo incorrecto era todo lo demás. El mundo había cambiado y no necesariamente para mejor.

—Intento navegar por una ruta que no he escogido —dijo Scarpetta—. Te mueves en el más elevado de los caminos en un mundo de caminos bajos. ¿Qué hacer, entonces?

—¿Bajar a su nivel?

—Espero que no creas que estoy haciendo eso.

—¿Cómo te sientes respecto a tu carrera en la CNN? —Edison cogió una pipa de brezo que ya no se le permitía encender en el interior del edificio.

—Sin duda, no lo considero una carrera. Es algo que hago para difundir información de un modo que creo necesario en esta época y en los tiempos que corren.

—Si no puedes vencerlos, únete a ellos.

—Lo dejaré si quieres, Brian. Te lo he dicho desde el principio. Nunca haría nada, al menos intencionadamente, para avergonzar esta oficina o comprometerla lo más mínimo.

—Bien, no es necesario darle vueltas al tema de nuevo. En teoría, no discrepo, Kay. El público está mal informado acerca de la justicia penal y de todo lo forense. Y sí, no entiende de escenas del crimen, de juicios, de legislación y de adonde se destinan los dólares de los impuestos. Pero no creo, de corazón, que aparecer en esos programas vaya a resolver el problema. Claro que es mi opinión y soy de opiniones bastante fijas, y de vez en cuando me siento obligado a recordarte los cementerios indios que no debes pisar. Hannah Starr es uno de ellos.

—Supongo que ése fue el tema que se discutió en la reunión de personal. La discusión que no trató de mí, per se.

—No veo esos programas. —Edison jugueteó con la pipa—. Pero los Carley Crispin, los Warner Agee del mundo parecen haber convertido a Hannah Starr en su monotema, como antes lo fueron Caylee Anthony o Anna Nicole Smith. Dios quiera que no te pregunten por nuestra corredora asesinada cuando aparezcas esta noche en televisión.

—El acuerdo con la CNN es que no hablo de casos en activo.

—¿Y qué me dices de tu acuerdo con la tal Crispin? Parece que no es célebre por atenerse a las reglas, y será ella quien tendrá la palabra esta noche, en directo.

—Me han pedido que hable de microscopía, específicamente del análisis del cabello.

—Eso está bien, probablemente sea útil. Sé que a muchos de nuestros colegas del laboratorio les preocupa que sus disciplinas científicas se consideren cada vez más secundarias, porque el público, los políticos, creen que el ADN es la lámpara de Aladino. Si la frotamos, se resuelven todos los problemas, y al infierno con las fibras, el cabello, toxicología, el análisis de documentos, hasta las huellas dactilares. —El doctor Edison devolvió la pipa a un cenicero que llevaba años sin ensuciar—. No hay problemas con la identificación de Toni Darien, supongo. Sé que la policía quiere hacer pública esa información.

—Hacer público su nombre no me supondría un problema, pero sin duda no hablaré de los detalles. Me preocupa que la escena del crimen fuera un montaje, que no se la asesinara donde la encontramos y que quizá no estuviese corriendo cuando la atacaron.

—¿En qué te basas?

—En varias cosas. La golpearon en la parte posterior del cráneo, un golpe en la porción inferior del temporal izquierdo. —Scarpetta se tocó la cabeza para mostrárselo—. Un periodo de supervivencia de quizás horas, como muestra la gran masa fluctuante y el tejido edematoso y hemorrágico por debajo del cuero cabelludo. Después, en cierto momento posterior a su muerte, le anudaron una bufanda alrededor del cuello.

—¿Alguna idea del arma?

—Una fractura circular conminuta que empujó múltiples fragmentos de hueso al cerebro. Fuese lo que fuese lo que la golpeó, tiene como mínimo una superficie redondeada de cincuenta milímetros de diámetro.

—No perforado, sino fragmentado —reflexionó el doctor Edison—. Así que no hablamos de algo como un martillo, no es algo redondeado de superficie plana. Y no será algo similar a un bate de béisbol, si la superficie es redonda y de cincuenta milímetros. El tamaño aproximado de una bola de billar. Siento curiosidad por lo que pueda ser.

—Creo que lleva muerta desde el martes —dijo Scarpetta.

—¿Empezaba a descomponerse?

—En absoluto. Pero la lividez estaba establecida, la pauta indica que el cuerpo estuvo boca arriba cierto tiempo después de la muerte, al menos doce horas, sin ropa, con los brazos a los lados, palmas hacia abajo. No es así como se la encontró, el cuerpo no tenía esa posición en el parque. Estaba tumbada boca arriba, pero tenía los brazos por encima de la cabeza, los codos algo doblados, como si la hubieran arrastrado o tirado de las muñecas.

—¿Rigor?

—Se rompió con facilidad cuando intenté mover las extremidades. En otras palabras, el rigor mortis se había completado y empezaba a disminuir. De nuevo, eso lleva tiempo.

—No habría sido difícil manipularla, trasladarla, y supongo que a eso te refieres. Que arrojaron el cuerpo al parque, lo que sería bastante difícil si hubiera presentado rigidez. ¿Deshidratación? ¿La que sería de esperar si hubiera estado bien conservada en un lugar fresco durante uno o dos días?

—Cierta deshidratación en los dedos, los labios y mancha negra esclerótica; tenía los ojos entrecerrados y la conjuntiva marrón, debido a la deshidratación. La temperatura axilar era de diez grados. Anoche la mínima fue de un grado y la máxima durante el día fue de ocho. La marca que dejó la bufanda es una abrasión seca marrón, circunferencial y superficial. No hay sufusión ni petequias en la cara ni en la conjuntiva. La lengua no sobresalía.

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