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Authors: Jude Watson

El fin de la paz (11 page)

BOOK: El fin de la paz
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Les llegó el ruido de cascos al galope, y Obi-Wan vio al Rey y a su séquito corriendo hacia ellos. Les ignoró y devolvió su atención a los androides que se dirigían hacia él. Eran máquinas incansables, que atacaban constantemente su objetivo.

Uno a uno, los Jedi y Drenna acabaron con los androides. Sólo quedaba uno, girando sin control hacia las casetas. Oyeron una pequeña explosión y el androide comenzó a echar humo. Taroon lo había abatido con su pistola láser.

Los cuatro tiraron las armas al suelo. Drenna se secó el sudor de la frente con la manga de la túnica.

—¿Os importaría explicarme qué ha pasado? ¿Y qué estás haciendo aquí? —preguntó ella a Taroon.

—¡Yo debería hacer la misma pregunta! —gritó el rey Frane, saltando de su montura y avanzando a zancadas hacia ellos—. ¿Por qué están aquí mis androides en lugar de estar rastreando a los kudana? ¿Y por qué los habéis destruido? —miró colérico a los Jedi—. Ya os perdoné una vez. ¿Qué os hace pensar que volvería a hacerlo?

—Creo que es hora de que te expliques, Taroon —dijo Qui-Gon, mirándole fijamente.

—Estaba muy enfadado —dijo Taroon a su padre—. Y pensé... que si Leed rechaza lo que yo deseo con todas mis fuerzas, ¿por qué no podía tenerlo yo? ¿Por qué debería obtener él un premio que yo ambiciono?

—¿Quieres gobernar? —preguntó incrédulo el rey Frane.

—Sí, padre, quiero gobernar —dijo Taroon—. A pesar de que soy el hijo menor, y que a tus ojos sea torpe y débil. A pesar de que no sea tan bueno en todo como tu primogénito. Supe que la única forma de conseguir lo que quería era hacer que ocurriera. Así que cuando Leed comenzó a insinuar que quería quedarse en Senali, vi lo que podría ocurrir. Sabía que él estaba buscando un enfrentamiento. Sabía que no daría su brazo a torcer y que tú subestimarías su cabezonería. Así que reuní un grupo de seguidores y lo envié a Senali para que actuara como clan marginal. Mi plan era que tanto los rutanianos como los senalitas pensaran que Leed era el cabecilla de ese clan marginal. Planeé el ataque con los androides rastreadores para que todos pensaran que Leed era el responsable. Habría amenaza de guerra, pero no pensé que llegara a ocurrir de verdad. Leed se quedaría en Senali. Eso fue antes de que se metieran por medio los Jedi —le dedicó a Qui-Gon una débil sonrisa—. Ellos estropearon todos mis planes.

El rey Frane miró a su hijo con incredulidad.

—¿Querías atacar tu propio planeta?

—No se iban a perder vidas —insistió Taroon—. Sólo perros de batalla nek, y eso no tiene consecuencias.

—¡Son seres vivos! —gritó Drenna enfadada.

—¡Se comen a los suyos! Se les cría para destruir —dijo Taroon—. Unos cuantos menos no se notará.

—¿Destruirías cualquier cosa para obtener lo que pretendes? —preguntó Drenna con desdén—. ¿Por eso casi me destruyes?

—Lo siento de verdad —dijo Taroon, volviéndose hacia ella—. El pabellón de caza lleva quince años deshabitado. No tenía ni idea de que estuvieras ahí.

—Tus disculpas no me servirían de mucho si hubiera muerto —replicó Drenna.

—¿Queréis parar los dos? —rugió el rey Frane—. ¡Yo soy el que sale perdiendo! ¡Mis casetas están casi destruidas! Y tú —dijo a Taroon—. ¿Me estás diciendo que reclutaste un escuadrón, invadiste un planeta y pensaste un plan para incriminar a tu hermano y obtener el poder?

Taroon asintió.

El rey Frane se quedó congelado. Luego echó hacia atrás la cabeza y comenzó a reír estruendosamente.

—¡Qué os parece eso! ¡Es un líder! ¡Esa astucia! ¡Esas artimañas! Serás un buen gobernante. ¿A que soy sabio, habiendo criado a semejante hijo? —dio unas palmadas en la espalda a Taroon—. Lo único que te falta es una Reina que pelee contigo cada día, como tu amada madre hizo conmigo. ¡Menuda guerrera era! —miró a Drenna—. Bueno, con un poco de suerte, es posible que encuentres a esa Reina no muy lejos.

Drenna miró hacia otro lado con las mejillas de piel azulada teñidas de rosa. Taroon también estaba colorado. Leed miró a ambos, sorprendido, y luego sonrió.

—Después de todo, quizás algún día los senalitas y los rutanianos encuentren la forma de convivir en paz —dijo.

—¿Y nosotros, hermano? —preguntó Taroon, volviéndose hacia Leed—. ¿Estamos en paz? ¿Me perdonas?

Leed agarró los antebrazos de Taroon en un gesto afectuoso.

—Te comprendo y te perdono, hermano.

Los ojos del rey Frane se humedecieron. El monarca se aclaró la garganta estruendosamente.

—Yo también quiero la paz. Estoy cansado del intercambio de amenazas con Meenon. Interfiere con mis cacerías y en mis banquetes. Yo digo que Leed ha de ser el primer embajador de ambos planetas. Fomentará la comprensión y el comercio entre los dos mundos.

—Es una idea maravillosa, padre —dijo Leed con la voz llena de alegría—. ¿Y me permitirás irme de Rutan?

El rey Frane hizo un gesto despreocupado con la mano.

—También estoy harto de tus suspiros y tus lamentos continuos. Ha sido muy deprimente tenerte por aquí —sonrió a sus dos hijos—. Ahora veo que tengo dos hijos que se están convirtiendo en hombres sin miedo a obtener lo que desean. Lo he hecho bien —se volvió hacia los Jedi—. Os perdono por destruir mis androides. ¡Otra vez! ¿A que soy generoso? Y os invito a mi banquete.

Qui-Gon se inclinó.

—Será un honor para nosotros.

***

Al día siguiente, los Jedi partieron junto a Leed en una nave que el rey Frane insistió en regalarles para compensar la que él había destruido.

El planeta verdeazulado de Senali relucía a medida que se acercaban. Aterrizaron y volvieron junto a Leed a su hogar. El clan Banoosh-Walore salió corriendo de la vivienda en dirección a Leed, gritando expresiones de cariño y bienvenida. El chico desapareció instantáneamente en una nube de besos y abrazos.

—Pensé que ya había aprendido lo que necesitaba saber sobre lo que la felicidad personal puede afectar al deber de cada uno —dijo Obi-Wan contemplando a Leed—. Al principio pensaba que Leed debía quedarse aquí. Luego pensé con la misma profunda convicción que debía regresar a su planeta. Y ahora siento que, después de todo, éste es su sitio —suspiró—. Me he pasado la mayor parte de esta misión en un estado de confusión.

—Eso es bueno, padawan —dijo Qui-Gon—. Significa que estás aprendiendo.

—Cuando pienso en cómo abandoné la Orden Jedi, el recuerdo es muy doloroso —dijo Obi-Wan lentamente—. Es difícil no desalentarse cuando me queda tanto por aprender.

—Eso no debería ser causa de desaliento —dijo Qui-Gon suavemente—. La vida es aprender y volver a aprender. Puedes enfrentarte al mismo problema una y otra vez y encontrar un significado más profundo cada vez. El aprendizaje se vuelve más intenso, y eso es lo que nos mueve. Debería consolarte el hecho de que la vida te da sorpresas. Tú me enseñaste tras el asunto de Melida/Daan que necesitaba expandir mi mente. Me quedan algunas cosas por aprender.

—Bueno, me alegra oír que no lo sabes todo —dijo Obi-Wan a su Maestro con una sonrisa.

—Ni de cerca, padawan —dijo Qui-Gon—. Sospecho que ni de cerca. Incluso en la certeza debe haber duda. Es el estilo Jedi.

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