Read El jardín de Rama Online

Authors: Arthur C. Clarke & Gentry Lee

Tags: #Ciencia ficción

El jardín de Rama (22 page)

BOOK: El jardín de Rama
8.47Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

—Nos iremos dentro de un día y medio, quizá dos —dijo El Águila a Michael y los niños—. A Rama se la está reacondicionando en una instalación situada a unos diez mil kilómetros de aquí.

—Pero yo también quiero ir —dijo Katie con insolencia—. Yo también tengo algunas buenas ideas para el módulo Tierra.

—Te haremos intervenir en las fases posteriores del proceso —le aseguró Richard a Katie—. Tendremos un centro de diseño aquí mismo, al lado de nosotros, en la sala de conferencias.

Finalmente, Richard y Nicole terminaron de despedirse y se unieron a El Águila en el pasillo. Se pusieron los trajes especiales y cruzaron hacia la sección de uso común del sector. Nicole pudo advertir que Richard estaba exaltado.

—En verdad adoras la aventura, ¿no, querido? —dijo. Richard asintió con la cabeza.

—Creo que fue Goethe el que dijo que todo lo que un ser humano quiere se puede dividir en cuatro componentes: amor, aventura, poder y fama. Nuestra personalidad está conformada por cuánto de cada componente buscamos. Para mí, la aventura siempre ha sido número uno.

Nicole estaba contemplativa cuando entraron junto con El Águila al móvil que los aguardaba. La tapa se cerró sobre ellos y, una vez más, no pudieron ver nada durante su viaje hacia el centro de transporte.
La aventura es muy importante también para mí
, pensaba Nicole,
y, cuando era una muchacha, la fama era mi meta máxima
. Sonrió para sí misma.
Pero ahora, definitivamente, lo es el amor… Seríamos aburridos si nunca cambiáramos
.

Viajaban en un transbordador idéntico a aquel que originariamente los había traído a El Nodo. El Águila estaba sentado en la parte delantera; Richard y Nicole, en la parte de atrás. Detrás de ellos, el panorama de los módulos esféricos, de los corredores de transporte y de todo el triángulo iluminado, era absolutamente sensacional.

La dirección en la que se estaban desplazando era hacia Sirio, el rasgo dominante en el espacio que rodeaba a El Nodo. La nueva y gran estrella blanca refulgía en la distancia y parecía tener, aproximadamente, el mismo tamaño que el que tendría el Sol nativo de Nicole y Richard, visto desde el cinturón de asteroides.

—¿Cómo es que eligieron esta ubicación para El Nodo? —le preguntó Richard a El Águila, después de haber estado viajando durante cerca de una hora.

—¿Qué quiere usted decir? —repuso El Águila.

—¿Por qué aquí, por qué en el sistema de Sirio, en vez de en algún otro lugar?

El Águila rió.

—Esta posición es únicamente temporal —dijo—. Nos moveremos otra vez en cuanto parta Rama. Richard estaba perplejo.

—¿Quieren decir que todo El Nodo
se desplaza
? —se dio la vuelta y le echó un vistazo al triángulo, que refulgía tenuemente en la lejanía—. ¿Dónde está el sistema de propulsión?

—Hay pequeñas instalaciones de propulsión en cada uno de los módulos pero únicamente se las emplea en caso de emergencia. El transporte entre sitios temporales de detención se consigue mediante lo que ustedes llamarían remolcadores: se fijan en compuertas ubicadas en el costado de las esferas y suministran virtualmente toda la velocidad para el cambio de trayectoria.

Nicole pensó en Michael y Simone y se preocupó.

—¿Adónde irá El Nodo? —pregunto.

—Es probable que todavía no se haya especificado con exactitud —respondió El Águila con vaguedad—. De todos modos, siempre es un función fortuita, que depende de cómo se estén desarrollando las diversas actividades. —Continuó, después de un corto silencio—. Cuando se termina nuestro trabajo en un lugar específico, toda la configuración —Nodo, Hangar y Estación de Paso— se desplaza hacia otra región de interés.

Richard y Nicole se miraron en silencio en el asiento trasero. Les estaba resultando difícil captar la magnitud de lo que El Águila les estaba diciendo:
¡todo El Nodo se desplazaba!
Era demasiado para creer. Richard decidió cambiar de tema.

—¿Cuál es su definición de especie viajera por el espacio? —le preguntó a El Águila.

—Una que se aventuró, ya sea por sí misma o a través de sus substitutos robots, fuera de la atmósfera perceptible de su planeta nativo. Si su propio planeta no tiene atmósfera o si la especie carece, lisa y llanamente, de planeta natal, entonces la definición es más complicada.

—¿Quiere decir que hay seres inteligentes que evolucionaron en el vacío? ¿Cómo puede ser eso posible?

—Usted es un chauvinista atmosférico —repuso El Águila—. Al igual que todos los seres, ustedes limitan las formas en las que la vida se puede expresar, a los ambientes similares al de ustedes.

—¿Cuántas especies viajeras por el espacio hay en nuestra galaxia? —preguntó Richard un poco después.

—Ése es uno de los objetivos de nuestro proyecto: responder con exactitud a esa pregunta. Recuerde: hay poco más de cien mil millones de estrellas en la Vía Láctea. Ligeramente más de un cuarto de ellas tiene sistemas planetarios que las rodean. Si tan sólo una estrella de cada millón, con planetas, fuera el hogar de una especie que puede viajar por el espacio, entonces todavía habría veinticinco mil viajeros espaciales, sólo en nuestra galaxia.

El Águila se dio vuelta y miró a Richard y a Nicole.

—El número estimado de viajeros espaciales de esta galaxia, así como la densidad de esas especies viajeras en cualquier zona específica, es información de Nivel Tres. Pero les puedo decir una cosa: en la galaxia hay Zonas Densas con Vida, en las que la cantidad promedio de especies que viajan por el espacio es superior a una por cada mil estrellas.

Richard lanzó un silbido.

—Eso es una cantidad que marea —le dijo, exaltado, a Nicole—. Eso significa que el milagro evolutivo local que nos produjo es un paradigma común en el universo. Somos únicos, eso es seguro, pues en ninguna otra parte el proceso que nos produjo se ha duplicado exactamente. Pero la característica verdaderamente particular en nuestra especie es nuestra capacidad para moldear el mundo y para entenderlo así como el lugar de su plan en el que encajamos. Y esa capacidad ¡le pertenece a miles de seres! Pues, sin ella no se habrían podido convertir en viajeros del espacio.

Nicole estaba abrumada. Recordó un momento similar, anos atrás, cuando estaba con Richard en la sala de fotografías de la guarida de las octoarañas, en Rama, y había pugnado por aprehender la inmensidad del universo en función del contenido total de información. Una vez más, ahora, Nicole se daba cuenta de que todo el conjunto de conocimientos que había en los dominios humanos, todo lo que cualquier miembro de la especie humana hubiera aprendido o experimentado alguna vez, no era más que un solo grano de arena en la gran playa que representaba todo lo que alguna vez supieron los seres conscientes del universo.

5

El transbordador se detuvo a cientos de kilómetros de El Hangar. La instalación tenía forma extraña, completamente plana en la parte inferior, pero con costados redondeados, en la superior. Las tres fábricas que había en El Hangar —una en cada extremo y otra en el medio— parecían, desde el exterior, cúpulas geodésicas. Se elevaban sesenta o setenta kilómetros por encima de la parte inferior de la estructura. Entre estas fábricas, el techo era mucho más bajo, sólo ocho o diez kilómetros por encima del fondo plano, de modo que el aspecto general de la parte superior de El Hangar se parecía al lomo de un camello de tres jorobas, si existiera uno así.

El Águila, Nicole y Richard había dejado de observar una nave con forma de estrella de mar que, según El Águila, había sido reacondicionada y ahora estaba lista para emprender su siguiente viaje. La estrella de mar había salido de la joroba de la izquierda y el vehículo, pequeño en comparación con el Hangar o con Rama, pero con casi diez kilómetros de longitud desde su centro hasta el extremo de uno de los rayos, había empezado a girar sobre su eje no bien se liberó de El Hangar. Mientras el transbordador permanecía “estacionado” a unos quince kilómetros de distancia, la estrella de mar aumentó la velocidad de rotación basta diez revoluciones por minuto. Una vez que se estabilizó el régimen de rotación, la estrella de mar salió disparada hacia la izquierda.

—Sólo queda Rama fuera de este conjunto —dijo El Águila—. La rueda gigante ubicada primero en la fila donde estaban ustedes en La Estación de Paso, partió hace cuatro meses. Sólo necesitó un reacondicionamiento mínimo.

Richard quiso formular una pregunta pero se contuvo: ya había aprendido, durante el vuelo desde El Nodo, que El Águila voluntariamente les brindaba toda la información que le permitían compartir con ellos.

—Rama ha sido todo un desafío —continuó El Águila— y todavía no tenemos la exacta certeza de cuándo vamos a terminar.

El transbordador se acercó a la cúpula derecha de El Hangar a las cinco en punto y varias luces empezaron a brillar en la superficie de la cúpula. Al hacer una inspección más detenida, Richard y Nicole pudieron ver que se habían abierto algunas puertas pequeñas.

—Van a necesitar sus trajes —dijo El Águila—. Habría consumido un enorme logro de la ingeniería diseñar este enorme sitio con un ambiente variable.

Nicole y Richard se vistieron mientras el transbordador se acoplaba en un amarradero muy similar al del centro de transporte.

—¿Me pueden oír bien? —preguntó El Águila, probando el sistema de comunicación.

—Muy claro —repuso Richard desde el interior de su casco. Él y Nicole intercambiaron una rápida mirada y se rieron cuando recordaron sus días como cosmonautas de la
Newton
.

El Águila los condujo por un corredor largo y amplio. Al llegar al final, viraron a la derecha, pasaron por una puerta y salieron a un ancho balcón situado a diez kilómetros por encima del taller de reparaciones más grande que alguien hubiera podido imaginar jamás. Nicole sintió que las rodillas le flaquearon cuando contempló el gigantesco abismo. A pesar de la ingravidez, oleadas de vértigo invadieron a Richard y a Nicole. Ambos apartaron la vista al mismo tiempo; concentraron la mirada el uno en el otro, mientras trataban de comprender lo que acababan ver.

—Es algo que merece verse —comentó El Águila.

Qué opinión colosalmente modesta
, pensó Nicole. Muy lentamente volvió a bajar la mirada hacia el imponente espectáculo. Esta vez, se tomó de la barandilla con las dos manos para ayudarse a mantener el equilibrio.

El taller que tenían debajo de ellos contenía todo el Hemicilíndro Boreal de Rama, desde el extremo de babor en el que habían acoplado la
Newton
para ingresar, hasta el final de la Planicie Central, en las márgenes del Mar Cilíndrico. No había mar y no estaba la ciudad ramana de Nueva York, pero esta fábrica encerrada era tan grande como todo el Estado norteamericano de Rhode Island.

El cráter y el tazón ubicados en el extremo norte de Rama todavía estaban completamente intactos, incluida la carcasa exterior. Estos segmentos de Rama estaban ubicados a la derecha de Richard, Nicole y El Águila, casi por detrás de ellos, mientras estaban parados sobre la plataforma. Montados frente a ellos, sobre las barandillas, había una docena de telescopios, cada uno dotado de un poder diferente de resolución, mediante los cuales Nicole, Richard y El Águila podían ver las familiares escalerillas y escaleras, parecidas a los tres rayos de un paraguas, que tenían treinta mil escalones para descender (o ascender) a la Planicie Central de Rama.

El resto del Hemicilíndro Boreal estaba abierto en dos y se hallaba extendido entre el cráter y el tazón en partes no directamente conectadas entre sí ni con el tazón, pero, de todas maneras, alineadas con sectores adyacentes, en la alineación correcta. Cada parte tenía de sEls a ocho kilómetros cuadrados y los bordes, debido a la curvatura, se elevaban del piso en forma considerable.

—Resulta más fácil hacer los primeros trabajos en esta configuración —explicó El Águila—. Una vez que hemos cerrado el cilindro, es más difícil entrar y salir con todo el equipo.

A través de los telescopios, Richard y Nicole vieron que en dos zonas de la Planicie Central había gran actividad. No podían empezar a contar la cantidad de robots que iban y venían por el taller por debajo de ellos. Tampoco podían determinar con exactitud qué estaban haciendo en muchos casos. Era ingeniería en una escala nunca soñada por los seres humanos.

—Los traje aquí arriba primero para brindarles una vista general —dijo El Águila—. Más tarde bajaremos al taller y podrán ver todo más en detalle.

Richard y Nicole lo miraron fijo, sin poder hablar. El Águila rió y prosiguió:

—Si miran con cuidado y hacen una composición de lugar verán que dos vastas regiones de la Planicie Central, una cerca del Mar Cilíndrico y otra que cubre una superficie que llega casi hasta el final de las escaleras, han sido completamente despejadas: ahí es donde se está llevando a cabo toda la construcción nueva. Entre esas dos zonas, Rama tiene exactamente el mismo aspecto que tenía cuando ustedes la dejaron. Tenemos una pauta general de ingeniería aquí: solamente cambiamos aquellas regiones que se van a utilizar en la siguiente misión.

A Richard se le iluminó el rostro.

—¿Nos está diciendo que a esta nave espacial se la usa
una y otra
vez? ¿Y que para cada misión únicamente se introducen los cambios
necesarios?

El Águila asintió con una leve inclinación de la cabeza.

—Entonces, ¿ese conglomerado de rascacielos a la que llamamos Nueva York pudo haber sido erigida para alguna misión anterior y sencillamente dejada allí porque no necesitaban hacer cambios?

El Águila no dijo nada en respuesta a la pregunta retórica de Richard. Señalaba hacia la zona norte de La Planicie Central.


Ése
será el hábitat de ustedes, por allá. Recién terminamos la infraestructura —lo que ustedes denominarían “servicios esenciales”—, que comprenden agua, energía eléctrica, servicios cloacales y control ambiental del nivel superior. Hay posibilidades de flexibilizar el diseño en el resto del proceso. Ésa es la razón por la que los trajimos aquí.

—¿Qué es ese diminuto edificio con cúpula, al sur de la zona despejada? —preguntó Richard—. Todavía estaba asombrado por la idea de que Nueva York pudo haber sido sobras, el remanente de un viaje anterior de Rama.

—Ése es el centro de control —repuso El Águila—. El equipo que rige el hábitat de ustedes se va a alojar ahí. Por lo general, el centro de control está oculto por debajo de la zona habitada, en la carcasa de Rama, pero, en el caso de ustedes, los diseñadores decidieron ponerlo en la Planicie.

BOOK: El jardín de Rama
8.47Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

The Chessmen by Peter May
Stark Naked by Desiree Holt
Curveball by Rich Wallace
Between by Megan Whitmer
Mind Over Psyche by Karina L. Fabian
The Auction by Kitty Thomas
Love Game - Season 2011 by M. B. Gerard
The Female Charm by Amelia Price
Unaccompanied Minor by Hollis Gillespie
Scintillate by Tracy Clark