El jinete del silencio (81 page)

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Authors: Gonzalo Giner

BOOK: El jinete del silencio
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En ese contexto, los caballos van a cambiar de fisonomía, y el caballo español, representado en aquellas castas que tenían por entonces una enorme fama tanto en Jerez como en Córdoba, dará su sangre para mejorar muchas de las razas que hoy día se pueden encontrar en Europa. Su nobleza de espíritu y la belleza de sus formas le permitirá adaptarse a las nuevas exigencias del momento, y de él se conseguirán movimientos y aires espectaculares que nunca antes se habían obtenido de otras razas; en definitiva, el caballo español será la piedra angular del arte ecuestre y de la doma de alta escuela.

El tándem autismo y caballo se ha convertido en una de las mejores terapias que hoy se emplean para conseguir algunas mejoras en ciertas limitaciones que el autista posee. La equinoterapia o hipoterapia, que es así como se define al tratamiento, significa una maravillosa comunicación entre la generosidad de un animal, noble, bello y sensible, con la peculiar manera de percibir el mundo de estos individuos, afectados por un trastorno que en ningún caso debe ser considerado como una enfermedad.

El trabajo con esos caballos bien entrenados consigue rebajar la hiperexcitación nerviosa del que se ve afectado por autismo, dándole la oportunidad de poder concentrarse en otras tareas que, sin la participación del caballo, serían mucho más lentas y difíciles de conseguir. La labor que se está realizando en muchos clubes hípicos en este sentido está atrayendo a muchos familiares de autistas gracias a sus positivos resultados.

Dedico esta novela con mi más sincero reconocimiento a ese esfuerzo y a los logros que muchas personas están empeñadas en conseguir. Gracias.

Pero, como decía antes, Yago consiguió enamorarme.

Sufrí con él durante su encierro, en su orfandad, al ir surgiendo las primeras pautas de un comportamiento diferente y casi siempre mal comprendido. Hemos de tener en cuenta que por aquellos tiempos el autismo no era un proceso que se diagnosticase como tal, pues no fue hasta mediados del siglo XX cuando se empezó a emplear ese nombre y a ser considerado como un trastorno neurológico. Al imaginar cómo se entenderían sus síntomas en aquella época, sobre todo las especiales relaciones que un autista mantiene con su entorno, pensé que serían fácilmente confundibles con los propios de la locura, la estupidez o hasta los de una dominación diabólica.

Yago, en su ficción, es un ejemplo de síndrome de Asperger, una variedad de autismo que diferencia a sus pacientes por poseer ciertas capacidades sensoriales e intelectuales mucho más desarrolladas que una persona normal, sin dejar de compartir otros comportamientos comunes al resto de los autismos.

Quiero en este punto reconocer y valorar el increíble trabajo de una mujer, la doctora americana Temple Grandin, una reconocida autista cuyos libros publicados en España me han servido de guía para dibujar el perfil psicológico de Yago y su desarrollo mental con el tiempo. La doctora Grandin es el hermoso ejemplo de una esperanzadora realidad. Ella, desde su excepcional capacidad intelectual, ha sido capaz de explicar cómo funciona el pensamiento de un autista, de describir las causas de muchos de sus comportamientos y de profundizar en la increíble proximidad que estas personas mantienen con los animales. Con ella aprendí a ver el autismo desde otros ojos, y a entender que los afectados por ese síndrome disfrutan de talentos que los convierten en seres únicos, y también muy capaces.

Soy consciente de que al tocar este síndrome desde un punto de vista novelado, puedo permitirme ciertas licencias narrativas que espero no ofendan a los especialistas en estos trastornos y mucho menos a los afectados o familiares. Quiero expresar de todo corazón mi respeto hacia todos ellos, y justificar como único motivo de que el tema sea tratado en la novela como tal el querer acercar al gran público un problema que se ha de entender como una forma diferente de enfrentarse a la vida y desde luego nunca como una patología.

Todos nacemos con unos determinados talentos, pero también arrastramos limitaciones. Los autistas también, pero para su infortunio, en su caso, las deficiencias son demasiado públicas. Los que nos llamamos normales tenemos también muchas sombras en nuestra vida, fallos en nuestra forma de vivir, de sentir o de relacionarnos, pero en nuestro caso a veces no es tan fácil que se noten; no le damos la misma publicidad.

GRANDES REYES Y GRANDES CABALLOS

Durante el siglo XVI Europa tuvo dos grandes reyes que amaron a los caballos con una devoción quizá poco conocida. El emperador Carlos V y su hijo Felipe II admiraron a este animal desde diferentes enfoques; el primero como medio de transporte para sus interminables viajes, impresionado por su belleza, y también por tenerlo como habitual compañero de batalla; pero en el caso de Felipe II, quiso ver al caballo como símbolo de su gran Imperio al crear en Córdoba una nueva raza con la que pretendía asombrar al mundo entero, la que hoy reconocemos como la del caballo español.

Hemos de considerar que el emperador Carlos V dedicó media vida a mantener íntegras las fronteras de su Imperio, y que la raza ligera de caballos que predominaba por entonces en España, por debajo del río Tajo, era su preferida.

Se le describe en muchas contiendas montando un caballo español, casi siempre de capa torda, y hasta se cuenta que en el solemne funeral que se celebró en Bruselas por su muerte, la numerosa comitiva que homenajeaba a su César iba cerrada por su caballo más preciado, sin jinete y solo, en una hermosa estampa que tuvo que llamar la atención y emocionar a todos los presentes.

A lo largo de la novela he tratado de salpicar las diferentes tramas con acontecimientos reales que tuvieron al caballo como principal protagonista. Las prohibiciones de criar mulas cuando se temía por el futuro de la cría caballar, las diferentes pragmáticas que se establecieron para proteger las castas más hermosas que el sur de España producía y produce, la aparición de una estirpe, los llamados Guzmanes que medio siglo después fueron conocidos como Valenzuelas; animales que tomaron tanto prestigio por entonces que hoy, si comparásemos la exclusividad de su propiedad, deberíamos pensar en alguna de las mejores escuderías de coches. Nos sentiremos dentro de escena cuando presenciemos el nacimiento de la primera escuela de equitación, vivamos la enorme influencia que tuvieron los caballos en la conquista de América, o nos traslademos a los ambiciosos criaderos que se levantaron en Jamaica. Estos son solo algunos ejemplos.

El caballo hizo de puente entre la Europa medieval y el Renacimiento. Se convirtió en un eje que recorrió la vieja nobleza dejando atrás las poses de caballero para tomar por primera vez una nueva actitud, la caballeresca que se adaptará a la evolución de los tiempos.

El noble en el Renacimiento descubre que puede competir en lujo cuando va añadiendo caballos a los soberbios enganches que tiran de sus carruajes, cuando no aspira a reunir caballos por su utilidad o fuerza, sino solo por su hermosura, o cuando empieza a ver el desarrollo de un poderoso comercio donde la moneda de cambio es el valor de una casta, la sangre o su pedigrí.

La novela transita entre el caballo de guerra medieval y un nuevo caballo renacentista: el cortesano.

Dos caballos en dos sociedades diferentes.

AGRADECIMIENTOS

Por último, quiero tener presentes a todos aquellos amigos y colaboradores que me han ayudado a hacer realidad esta historia. La profesión veterinaria se ha volcado conmigo desde la aparición de mi anterior novela,
El sanador de caballos
, como nunca pude imaginar, pero si tuviera que reconocer a algunos en especial, debo nombrar a los magníficos compañeros que trabajan en el Colegio de Veterinarios de Cádiz, y me refiero en concreto a Federico Vilaplana y a Lorenzo Macías, quienes me mostraron las maravillosas tierras de Jerez que han servido de escenario para la novela y con quienes compartí visita a la yeguada del Bocado, la más ilustre cuna del caballo cartujano y base fundamental para entender el caballo español. Don Javier Mota, su director, me aportó una infinita cordialidad, además de abundante material sobre los caballos cartujanos, como también de la vecina cartuja de la Defensión de Jerez.

Aprecio con gran orgullo el empuje, aliento y ayuda que desde las facultades de Veterinaria de Córdoba, Murcia y Madrid me han regalado para elaborar esta novela. Sus decanos, el claustro de profesores y catedráticos, y en especial don Joaquín Sánchez de Lollano, han demostrado no solo poseer un gran poso humano, sino también un legado intelectual del que me siento agradecido y orgulloso.

Quiero reconocer asimismo el ilustre trabajo que realizan a diario los encargados de los archivos de Simancas, Palacio Real, el de la Casa de Alba o el Histórico Nacional por haber facilitado mi trabajo, también por su amabilidad y paciencia.

Recordaré siempre las apasionantes charlas que he podido disfrutar con un ilustre colega veterinario especialista en caballos, don José Luis Pinedo, ahora amigo, con quien descubrí las claves anatómicas para entender cómo un caballo es capaz de hacer cabriolas, o cualquiera de los hermosos pasos que caracterizan a la doma de alta escuela.

Agradezco a don Gonzalo de Mora haberme dado la oportunidad de estudiar dos maravillosos incunables de su biblioteca privada sobre el arte de la guarnicionería. Me han sido muy útiles para describir alguna de las técnicas de un noble oficio que tuvo reputadísimas consecuencias en la Nápoles virreinal.

Es de justicia que haga una especial mención a mi querido amigo Antonio Quintanilla, con quien esta novela ha crecido desde casi sus orígenes. Su ayuda en la discusión de tramas y subtramas, su incansable análisis o el permanente celo que ha puesto para que ningún detalle quedase ajeno a la historia me han servido de enorme apoyo. Se lo agradeceré siempre.

Un escritor necesita un buen equipo editorial para poner su creación en manos de los lectores, y he de reconocer con orgullo que me encuentro en uno de los mejores; las personas que trabajan en Temas de Hoy, desde su directora, Belén, a cualquiera de sus colaboradores, no solo son excelentes profesionales, también son unos apasionados por este mundo de las letras. Gracias.

A Raquel Gisbert, mi editora, poco más puedo decir que, si hasta ahora hemos compartido libros y largas charlas, ninguna experiencia ha sido tan agradable como sentir su afecto por este nuevo proyecto. Esta novela está especialmente dedicada a ti.

Para terminar de confesarlo todo, me he dado cuenta de que en cada uno de los libros que he escrito estos años y durante su proceso de creación, me han acompañado otras cosas mucho más que importantes.

Los libros me han hecho perder y ganar.

En alguno he dejado de camino a personas esenciales en mi vida, y en otros, como es el caso de este, he descubierto a gente que se acerca a ti, que te siente como a alguien cercano, y que te hace entender que este es un trabajo no solo gratificante, sino precioso. Con
El sanador de caballos
perdí a mi padre, pero con
El jinete del silencio
he ganado a muchos amigos que han llegado de maneras muy diferentes para expresarme sus sensaciones, críticas o gratitud. Agradezco lo que han hecho por mí, confieso lo mucho que los respeto, y espero no defraudarlos con esta novela que terminé de escribir un treinta de diciembre del año dos mil diez.

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