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Authors: Clive Barker

Tags: #Terror

El juego de las maldiciones (61 page)

BOOK: El juego de las maldiciones
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Nada es esencial. Las palabras que había oído, y dicho, en Caliban Street tenían por fin una lógica absoluta. Allí estaba el Europeo, demostrando el amargo silogismo con su propia carne y sus propios huesos.

Cuando terminó el trabajo en el pasillo regresó a la habitación principal y empezó a aplicarse allí, su repulsión inicial a tocar la carne menguó, hasta que con el tiempo empezó a arrancar los trozos de sus perchas en la pared y arrojarlos al suelo para pisotearlos. Cuando acabó en la sala de juego procedió a inspeccionar el rellano y las escaleras. Al final, cuando todo quedó en calma, volvió a la suite e hizo una hoguera con las cortinas del vestidor, que alimentó con la mesa en la que el viejo había jugado a las cartas, utilizando los naipes a modo de yesca, y recorrió la habitación echando al fuego de una patada los mayores trozos de carne, que escupieron, se retorcieron y se consumieron en poco tiempo. Rascó los trozos más pequeños, y los arrojó al centro de la conflagración como pequeñas lluvias de carne, riéndose aún de vez en cuando. La habitación se llenó rápidamente de humo y de calor, ya que no había ninguna vía de escape. El corazón empezó a latirle con fuerza en los oídos; los brazos le brillaban a causa del sudor. Era un trabajo arduo, y tenía que ser meticuloso, ¿verdad? No debía dejar con vida ni una pizca, ni un fragmento, por miedo a que siguiera viviendo, se convirtiera en un mito (creciera, tal vez), y lo encontrase.

Cuando el fuego se extinguió lo avivó con las almohadas, los discos y los libros de bolsillo hasta que no le quedó nada que quemar excepto a sí mismo. Hubo momentos, mientras contemplaba las llamas, fascinado, en que la idea de lanzarse al fuego le pareció atractiva. Pero se resistió. No era más que el agotamiento, que lo tentaba. En cambio, se agazapó en un rincón, observando el juego de la luz de las llamas en la pared. Los dibujos le hicieron llorar; o al menos, algo lo hizo.

Cuando Carys subió las escaleras a rescatarlo de su fantasía, en algún momento antes del amanecer, no la vio ni la oyó. El fuego se había extinguido hacía mucho. Ya solo eran reconocibles los huesos, destrozados por el descuartizamiento de Breer, ennegrecidos y resquebrajados en la hoguera. Trozos del fémur, o de las vértebras; la bóveda craneal del Europeo.

Ella se deslizó sigilosamente en el interior como si temiera despertar a un niño dormido. Quizá hubiera estado durmiendo, en efecto. Tenía imágenes plumosas en la cabeza que solo podían haber sido sueños: la vida no era tan terrible.

—Desperté —dijo ella—. Sabía que estarías aquí.

Apenas la veía a través del aire mugriento; era un dibujo de tiza sobre papel negro: tan vulnerable a emborronarse. Las lágrimas brotaron de nuevo al pensar en ello.

—Tenemos que irnos —dijo ella, que no deseaba exigirle explicaciones. Tal vez le preguntase con el tiempo, cuando esa mirada lastimosa hubiese desaparecido de sus ojos; tal vez no le preguntase nunca. Después de persuadirlo y arrimarse a él durante algunos minutos, Marty dejó de abrazarse las rodillas, meditabundo, y admitió sus cuidados.

Cuando salieron del hotel recibieron la bofetada del viento, tan antagonista como siempre. Marty levantó la vista para ver si las ráfagas habían desviado el curso de las estrellas, pero estas se mantenían firmes. Todo estaba en su lugar, a pesar de la locura que había golpeado sus vidas recientemente, y aunque ella le urgía, él se demoró, con la cabeza echada hacia atrás, mirando a las estrellas con los ojos entornados. Allí no encontraría revelaciones. Solo puntos de luz en un cielo plano. Pero comprendió por primera vez que eso era bueno. Que en un mundo que rebosaba pérdida y rabia las estrellas estuvieran lejos: el mínimo de gloria. Mientras ella le precedía por el terreno sin luz, no pudo evitar que su mirada se desviase una y otra vez hacia el firmamento.

CLIVE BARKER, (Liverpool, Inglaterra, el 5 de octubre de 1952) es un escritor, director de cine y artista visual. Estudió Inglés y Filosofía en la Universidad de Liverpool.

Barker es uno de los más aclamados autores de horror y fantasía, comenzando con escritos de horror al principio de su carrera, recogidos en la serie Libros de Sangre (Books of Blood), y la novela faustiana El juego de las maldiciones (The damnation game). Posteriormente se trasladó hacia el género de la fantasía moderna con toques de horror. El estilo más característico de Barker es la idea de que existe un mundo subyacente y oculto que convive con el nuestro (una idea que comparte con Neil Gaiman), el rol de la sexualidad en lo sobrenatural y la construcción de mitologías coherentes, complejas y detalladas.

Cuando se publicó Libros de Sangre en los Estados Unidos en una edición barata, la originalidad, intensidad y calidad de las historias hicieron que el popular autor Stephen King dijera de Barker: “He visto el futuro del horror y su nombre es Clive Barker” (parafraseando una famosa frase que se dijo de Bruce Springsteen en sus comienzos)

Notas

[1]
Calibán es un personaje de
La tempestad
de William Shakespeare, que representa la maldad.
(N. de T.)
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