Read El librero de Kabul Online
Authors: Åsne Seierstad
Wakil también amenazó personalmente al joven pretendiente:
—La he elegido yo para mi hijo. Leila pertenece a nuestra familia, mi esposa desea que su hermana menor se case con mi hijo, y yo también lo quiero así. Será un matrimonio que complacerá tanto a Sultán como a Bibi Gul, ¡de modo que mejor desapareces, chaval!
Karim poco podía decir a Wakil, siendo éste no sólo pariente de Leila sino también de mayor edad que él. Su única posibilidad ahora era que Leila luchase por casarse con él. Pero, ¿qué problema tenía? ¿Era cierto lo que decía Mansur de ella?
Karim empezó a dudar si pedir la mano de Leila.
Mientras tanto, Shakila y Wakil llegan de visita a Microyan. Leila se queda en la cocina preparando la comida, y al entrar en el salón después de marcharse ellos, su madre le informa:
—Te han pedido en casamiento para Said.
Leila se queda de piedra y Bibi Gul continúa:
—Contesté que por mi parte no había problema alguno, pero que te preguntaría a ti.
La joven siempre ha seguido los consejos de su madre. Ahora guarda silencio. Con el hijo de Wakil tendría una vida como la que tenía ahora, sólo que con más tareas todavía y más personas dándole órdenes. No sólo eso, sino que tendría un marido con solamente dos dedos que en su vida ha abierto un libro.
Bibi Gul moja un trozo de pan en el aceite de un plato y se lo lleva a la boca. Coge un hueso del plato de Shakila y le chupa la médula mientras contempla a su hija.
Leila siente cómo su vida, su juventud y su esperanza se le escapan sin que ella pueda hacer nada por impedirlo. Su corazón es como una piedra pesada y solitaria condenada a ser machacada para siempre. Da media vuelta y llega a la puerta en tres pasos cerrándola tras ella sin ruido. Su corazón destrozado se queda atrás. Pronto se mezclará con el polvo que entra con el viento por la ventana para instalarse en las alfombras. Esa misma noche será ella misma quien tendrá que barrer su corazón y tirarlo al patio.
Todas las familias felices son iguales;
las infelices lo son cada una a su manera.
LEÓN TOLSTÓI,
Ana
Karenina
Unas semanas después de irme de Kabul, hubo una grave crisis en la familia Khan. Las palabras intercambiadas durante una riña entre Sultán y sus dos esposas, por un lado, y entre Leila y Bibi Gul, por el otro, fueron tan irreversibles que la convivencia se hizo casi imposible. Cuando Yunus volvió después de la discusión, el patriarca lo llevó aparte para decirle que tanto él como sus hermanas y su vieja madre tenían que respetarle porque era el cabeza de familia y porque comían su pan y vivían de él.
Antes del alba del día siguiente abandonaron el apartamento Bibi Gul, Leila, Bulbula y Yunus sin llevarse otra cosa que lo puesto. No han vuelto más. De momento viven con Farid, el otro hermano expulsado, su esposa embarazada de muchos meses y sus tres hijos, pero están buscando una casa para ellos.
—Los hermanos afganos no se llevan bien entre ellos —me explicó Sultán por teléfono—. Ya es hora de que vivamos vidas separadas.
Leila no tiene noticias de Karim. Cuando la relación de éste con Mansur se enfrió, al joven le resultó difícil contactar con la familia. Además, ya no estaba seguro de lo que quería. Obtuvo una beca egipcia para estudiar islam en la Universidad Al Azhar de El Cairo.
—Estudia para ulema —se burla Mansur en la mala conexión telefónica desde Kabul.
El carpintero fue condenado a tres años de cárcel. Sultán no tuvo piedad.
—No podemos tener maleantes andando sueltos por las calles. Estoy seguro de que robó como mínimo veinte mil postales. Y lo que dijo sobre su familia pobre fue pura mentira. He calculado que debe haber ganado un montón de dinero, pero lo ha escondido.
Mariam, que tanto miedo tenía a dar a luz a otra hija, tuvo a Alá de su parte y parió un hijo varón.
El gran contrato de libros escolares no llegó a firmarse. No ganó Sultán, sino la Universidad de Oxford. El librero piensa que quizá fuera lo mejor:
—El proyecto hubiera agotado todos mis recursos; probablemente era demasiado grande para mí.
La librería va estupendamente. Sultán tiene excelentes contratos en Irán y vende libros a las bibliotecas de las embajadas. Está intentando adquirir uno de los cines cerrados en Kabul para hacer en él un centro cultural con librería, aulas para conferencias y una biblioteca pública para dar acceso a los investigadores a su enorme biblioteca privada.
Ha prometido a Mansur que lo mandaría en viaje de negocios a la India el año que viene.
—Tiene que aprender a ser responsable. Viajar le ayudará a forjar su carácter. También he pensado mandar a los otros chicos al colegio.
Sultán ha concedido a sus tres hijos los viernes libres para poder hacer lo que quieran. Mansur sigue con sus fiestas y siempre vuelve a casa con nuevas historias sobre los sitios que ha visitado. Su nueva adorada es la chica que vive en la tercera planta de su escalera.
Sin embargo, a Sultán le preocupa la situación política.
—Es muy peligrosa. Loya Yirga concedió demasiado poder a la Alianza del Norte; estamos en una situación insostenible. Karzai es demasiado débil, no logra dirigir el país. Lo mejor sería un gobierno de tecnócratas designados por los europeos. Cuando los afganos elegimos a nuestros propios líderes, la cosa sale mal. Nadie colabora y él pueblo sufre. Además, seguimos sin nuestras cabezas pensantes; donde hoy debían estar los intelectuales, no hay otra cosa que vacío.
Mansur ha prohibido a su madre volver a trabajar de profesora.
—No es bueno —es su único argumento.
Sultán no tenía nada en contra, pero si su hijo mayor se lo prohibe, Sharifa no puede hacerlo. La segunda tentativa de Leila de registrarse como profesora también quedó en nada.
La otra hija, Bulbula, por fin se casó con su prometido, el taxista. Sultán no asistió a la boda de esta parienta recién expulsada del apartamento y también prohibió que asistieran sus esposas y sus hijos.
Sonya y Sharifa son las únicas mujeres que permanecen en casa de Sultán. Cuando los hombres se van a trabajar, las dos esposas se quedan solas. A veces como madre e hija; otras, como rivales. Dentro de unos meses, Sonya dará a luz. Reza a Alá para que sea un hijo varón. Me pide a mí también que rece por ella.
—¡No puedo tener otra hija!
Sería otro pequeño desastre para la familia Khan.