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Authors: Ascensión Fumero Carlos Santamaría

Tags: #Ciencia, Ensayo, Psicología

El psicoanálisis ¡vaya timo! (11 page)

BOOK: El psicoanálisis ¡vaya timo!
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Es evidente que cada creador puede buscar su inspiración allá donde cree que puede encontrarla. La misma existencia del molimiento surrealista es un indicio claro de la repercusión social del psicoanálisis en la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, en ningún caso pueden considerarse esas obras como una confirmación de la teoría psicoanalítica del arte. De hacerlo así, estaríamos incurriendo en el error que se conoce como
profecía autocumplida:
el propio planteamiento de la hipótesis nos lleva a su verificación. Una serie de artistas decidieron reflejar las teorías del psicoanálisis en sus obras; al analizarlas, hallamos lógicamente contenidos psicoanalíticos.

Como fenómeno social del siglo XX, el psicoanálisis ha influido en muchas facetas. El movimiento surrealista tuvo su auge en la primera mitad del siglo XX pero la crítica psicoanalítica sigue practicándose en la actualidad, y en ella los conceptos psicoanalíticos no hacen sino contaminar la interpretación de las obras, llenándolas de implicaciones infundadas. En esos trabajos el crítico psicoanalista practica algo que el propio Freud había indicado como algo que se debía evitar en la práctica del psicoanálisis: la contratransferencia, que consiste en verter los propios conflictos en el análisis. Curiosamente, en una profunda contradicción, fue el propio Freud quien les enseñó a hacer crítica de esa manera.

Las ciencias sociales

Dice la leyenda que hubo un tiempo en que los hombres vivían en el paraíso. Lamentablemente cometieron un error que les llevó, a ellos y a sus descendientes, a cargar con un pecado del que sólo podían librarse mediante una ceremonia de ingreso en determinada comunidad. No es raro que los mitos se parezcan. Para Freud, en tiempos prehistóricos nuestros antepasados se dejaron llevar por la tentación y cometieron un acto de barbarie. Desde entonces, todos hemos heredado el complejo de Edipo, del que sólo el psicoanálisis puede librarnos.

Como hemos dicho, Freud formó su doctrina a partir de la observación clínica de sus pacientes y de su propio análisis. Sin embargo, no dudó en generalizar sus conclusiones no sólo para explicar el comportamiento humano sino otros campos del conocimiento. En su libro
Tótem y tabú
extendió las ideas psicoanalíticas a los campos de la antropología y la historia. Según él, hubo un tiempo prehistórico en que los hombres vivían en un clan regido por una figura masculina de inmenso poder. Dicho personaje monopolizaba el acceso a las mujeres, de forma que era materialmente el padre de todo el clan. El resto de los machos, sus hijos, carecían de toda posibilidad de apareamiento. Tal situación les condujo a la rebelión y mataron al padre. Además, para participar físicamente de sus propiedades, se repartieron su cadáver (como buenos hermanos) y se lo comieron. Dicha acción les produjo, no obstante, cierto empacho. La culpa les perseguirá para siempre y todos sus descendientes deberemos lidiar con el complejo de Edipo. Este hecho histórico, de indudable autenticidad según Freud, se deriva de algunos datos sobre las costumbres de los aborígenes australianos y de la práctica clínica y sirve de fundamento al tabú del incesto. Los seres humanos, descendientes de aquel padre totémico, rechazamos el intercambio sexual con miembros de nuestra familia debido al sentimiento de culpa generado en aquel tiempo remoto.

La biología evolutiva, como ya señalamos, propone una explicación alternativa al tabú del incesto. Simplemente, la alta consanguinidad aumenta el riesgo de que los genes recesivos produzcan gran número de enfermedades. Por ejemplo, el hijo de dos personas con predisposición genética a la hemofilia tendrá un 100% de posibilidades de ser hemofílico. En la sociedad en general esta enfermedad es muy poco frecuente pero en situaciones donde se ha producido una alta consanguinidad, como en el caso de las familias reales europeas, su prevalencia aumenta notablemente. Sin embargo, la explicación de Freud resulta mucho más llamativa al invertir el orden de las causas. El tabú del incesto sería el origen, y no la consecuencia, de las ventajas genéticas que pudieran derivarse. De hecho, Freud desestimó la posibilidad de que dicho tabú estuviese unido a la procreación, dado que se aplicaba también a relaciones sexuales anodinas, es decir, que no tienen como consecuencia el embarazo (ya sea por el uso de anticonceptivos o por no tratarse de actos sexuales completos). Es difícil pensar en un argumento más débil; sería tanto como negar la naturaleza innata del hambre porque existen personas obesas que comen chocolate sin necesitar las calorías que aporta. Es evidente que muchos de nuestros deseos y apetitos tienen claras raíces genéticas, aunque se apliquen en situaciones que no conducen a las consecuencias que los implantaron en el código de nuestros antepasados.

En el campo de la antropología cultural se han utilizado con mucha frecuencia explicaciones psicoanalíticas. Para algunos antropólogos era como proyectar el psicoanálisis sobre una gran pantalla. La idea básica era que, como las sociedades están compuestas de individuos, sus ritos y costumbres deberían poder explicarse por los deseos y las inquietudes de éstos. Así, los símbolos tribales pueden reconocerse como representaciones fálicas, los rituales como representaciones edípicas, etc. Si queremos asociar el poder con el falo basta con buscar algún objeto alargado para utilizarlo como ejemplo: el cetro real es un buen candidato. En esto, sin embargo, el psicoanalista debe tener cuidado pues la corona que es igualmente un símbolo de poder se parece menos al falo que al órgano sexual complementario.

En ocasiones se ha llegado a explicar el temperamento de todo un pueblo en términos psicoanalíticos. De este modo, los japoneses serían personas obsesivas y bravos guerreros debido a una fijación anal retentiva producto de la temprana imposición del control de esfínteres que, al parecer, se practica en dicha cultura (aunque este punto no está suficientemente demostrado). Como puede observarse, el psicoanálisis se usa como causa y a la vez como consecuencia de las normas sociales. Las costumbres provienen de los conflictos internos de los individuos y son a la vez causa de su temperamento. Tal vez al lector le cueste trabajo creer que un prestigioso antropólogo de tendencia psicoanalítica, Geoffrey Gorer, llegó a explicar la revolución bolchevique como una reacción a la desmesura con que las madres fajaban a los niños rusos de la época cuando eran pequeños.

Al abordar cuestiones sociales, Freud y sus seguidores comulgaban abiertamente con la tendencia que suele denominarse
psicologismo.
Dicho punto de vista consiste en dar explicaciones psicológicas para fenómenos de otros campos de estudio. La explicación psicoanalítica en antropología e historia es un tipo de psicologismo de carácter reduccionista, es decir, pretende reducir la sociología a la psicología desestimando factores puramente sociales como, por ejemplo, los de carácter económico. Aducir deseos autodestructivos y pulsiones de muerte resulta completamente superfluo para explicar un conflicto bélico cuando existen a menudo claros factores relacionados con el control de los recursos. En este sentido, Emile Durkheim, uno de los fundadores de la sociología moderna, llegó a plantear que cada vez que se pretende explicar directamente un fenómeno social por un fenómeno psicológico, podemos dar por cierto que la explicación es falsa.

El psicoanálisis ha defendido siempre la universalidad de sus conceptos. Ideas como el complejo de Edipo o los estadios evolutivos deberían ocurrir en todas las culturas. Además, como hemos dicho, el propio Freud dedicó algunos de sus textos a la antropología. Tal vez por ello, y porque la psicología científica no ha prestado mucho interés a las propuestas psicoanalíticas, es quizá en el terreno de la antropología cultural donde se han puesto a prueba más directamente las ideas psicoanalíticas. En el primer cuarto del siglo XX, Bronislaw Malinowski, uno de los fundadores de la antropología cultural de campo, decidió indagar si las relaciones de parentesco entre los nativos de las islas Trobriand reflejaban estructuras edípicas. Malinowski observó que en dichas islas los niños se criaban con la familia materna, siendo para ellos el padre biológico una figura muy lejana, por lo que un hermano de la madre podía asumir el papel que en nuestra cultura suele ostentar el padre. De este modo, era difícil pensar que el niño pudiera identificar una figura masculina con la que competir para satisfacer sus deseos sexuales hacia su madre.

Curiosamente, este hallazgo fue considerado por muchos psicoanalistas como un apoyo a la teoría de Freud. La razón para ello fue que en muchos casos se observó que dicha situación se producía especialmente cuando el niño había cumplido ya los siete años, es decir, cuando la mayoría de niños habría superado ya la fase edípica. Tal vez por estas razones los hallazgos de Malinowski no sean refutaciones concluyentes de las ideas de Freud, pero tampoco pueden calificarse de resultados confirmatorios. Que un dato no termine de demostrar la falsedad de una teoría no significa que la apoye.

En épocas más recientes ha podido apreciarse, sin lugar a dudas, que el modelo de evolución biológica es mucho más fructífero que el psicoanálisis para explicar las relaciones de parentesco y la vida doméstica de múltiples culturas. Desde este punto de vista, los miembros de la misma familia presentan escasos niveles de atracción sexual entre ellos a fin de evitar la consanguinidad. Los datos antropológicos de muy diversa índole apoyan la perspectiva evolucionista. Por ejemplo, estudios realizados sobre la agresividad y malos tratos entre padres e hijos en la edad edípica no presentan ningún patrón que indique mayor competencia entre los miembros de un mismo sexo, como afirma el psicoanálisis.

Por otra parte, si el complejo de Edipo fuese tan generalizado y virulento como plantea el psicoanálisis, deberíamos esperar que se reflejase en la legislación o los códigos de conducta de todas las sociedades. Sin embargo, en un estudio llevado a cabo sobre 129 sociedades distintas, de distintas épocas y ubicadas en diferentes lugares, se halló que la mayoría de ellas no prohibían o regulaban en forma alguna el incesto entre miembros de la familia nuclear (padres, hijos y hermanos) mientras que casi todas lo hacían para evitar relaciones con miembros de la familia política o primos. Por ejemplo, es frecuente encontrar culturas en las que la mujer se traslada a vivir con la familia de su marido. En tales culturas suele haber leyes que castigan, a veces con extrema dureza, las relaciones de la mujer con los hermanos de su marido. De esta forma evitan la duda sobre la paternidad de los hijos. Sin embargo, en esas mismas culturas no hay leyes para evitar las relaciones de estas mujeres con sus propios hermanos o sus padres mientras viven con ellos. Parece ser que la propia biología se ha encargado de este asunto y no es necesario que la sociedad imponga nada. En la propia sociedad occidental, las relaciones sexuales entre padres adoptivos y padrastros y los menores con que conviven se dan mucho más frecuentemente que con padres biológicos y ocurren sobre todo cuando estas personas no han convivido con los menores en sus primeros años de vida. Es decir, exactamente lo contrario de lo que afirma el psicoanálisis y precisamente lo indicado por la teoría evolucionista.

Nadie puede poner en duda que algunas características psicológicas de los líderes pueden influir en la historia, pero sólo hasta cierto punto. Un gobernante loco que tome decisiones negativas para su pueblo y para las relaciones con otros países no llegará muy lejos. Normalmente las decisiones de este tipo de personajes siempre benefician a algún colectivo (de su propio país o extranjero) que le mantiene en el poder. Es decir, para explicar la historia son siempre necesarias otras circunstancias, aparte de la psicología de los líderes.

Recientemente se ha convertido en una práctica frecuente incluir explicaciones psicoanalíticas en textos filosóficos y sociológicos del movimiento llamado
relativismo posmoderno.
Esta perspectiva defiende fundamentalmente la idea de que no existe una realidad objetiva sino que el mundo percibido es una construcción social. Es interesante hacer notar que cuando el relativismo posmoderno ha adoptado conceptos y explicaciones psicoanalíticas no ha sido precisamente para aclarar sus propuestas sino para dotar a sus discursos de una inusitada oscuridad. La unión entre ambas tradiciones intelectuales —psicoanálisis y posmodernismo— estaba llamada a fructificar en un sentido concreto, ya que ambas se basan en el desapego hacia la experiencia del mundo real y en la pura elucubración.

Muchos escritores posmodernos e intelectuales psicoanalistas de los últimos tiempos parecen recrearse en la oscuridad de sus escritos. El lector confiado suele pensar que carece del nivel cultural requerido para entender los textos de tan grandes sabios: resultaría demasiado arrogante suponer que esos textos carecen de sentido… Alan Sokal, profesor de física de la Universidad de Nueva York, decidió poner a prueba esta idea. Para ello compuso un artículo repleto de vaguedades y contradicciones y lo envió a una revista especializada en trabajos posmodernistas. Según el propio Sokal, el artículo estaba de acuerdo con los presupuestos ideológicos de los editores y aparentaba falsamente contener algún argumento. La revista aceptó el artículo y el autor se apresuró a revelar el engaño al mundo. Evidentemente, Sokal no demostró que todos los trabajos publicados en ésa y otras revistas similares carecieran de sentido, pero sí demostró que era posible engañar a los editores, los cuales de ningún modo podían haber entendido el contenido del artículo, pues carecía de él.

Sokal se dedicó posteriormente a desenmascarar las «imposturas intelectuales» de algunos de los más reputados gurús del posmodernismo, entre ellos el psicoanalista Jacques Lacan, cuya influencia destacamos en el capítulo 1. Lacan intelectualizó, supuestamente, el psicoanálisis y desarrolló la hermenéutica psicoanalítica; para él, el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Lacan utilizó ideas provenientes de la lingüística estructural, las ciencias y las matemáticas, y con todo ello compuso numerosos escritos, muchos de los cuales son incomprensibles. Según el prestigioso lingüista Noam Chomsky, Lacan es un charlatán perfectamente consciente de serlo. Para Sokal, Lacan utiliza las matemáticas de manera incoherente para dar apariencia científica a argumentos sin fundamento alguno. Por ejemplo, aprendemos de Lacan que el falo es el primer significante, que de él provienen todos cuantos significados vayamos a encontrar en el mundo y que es equivalente a la raíz cuadrada de menos uno. Si usted precisa alguna aclaración puede encontrarla en el siguiente texto, donde acude a las matemáticas para clarificar los términos:

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