Anthony Cade, que ejerce de guía turístico en África del sur, recibe de un buen amigo una extraña misión que le devuelve a Inglaterra. A su llegada, se ve envuelto en una telaraña de asesinatos, chantaje y traición, relacionados con las luchas políticas de Herzoslovaquia, y en una romántica y misteriosa historia de amor.
Agatha Christie
El secreto de Chimneys
ePUB v1.0
Ormi12.11.11
Título original:
The Secret of Chimneys
Traducción: Juan A. G. Larraya
Agatha Christie, 1925
Edición 1983 - Editorial Molino - 240 páginas
ISBN: 84-272-0156-7
En un orden alfabético convencional relacionamos a continuación los principales personajes que intervienen en esta obra:
ANCHOUKOFF
(Boris): Ayuda de cámara del príncipe Miguel.
ANDRASSY
: Capitán, caballerizo del citado príncipe.
BADGWORTHY
: Inspector de la policía local.
BATTLE
: Superintendente de Scotland Yard.
BRENT
(lady Eileen, alias Bundle): Bella hija mayor de lord Caterham.
BRUN
(Geneviéve): Institutriz francesa de las hijas pequeñas de lord Caterham.
CADE
(Anthony): Agente de la agencia turística Viajes Castle, protagonista de esta novela.
CATERHAM
(Lord): Marqués de Caterham, propietario de la regia mansión de Chimneys.
CHILVERS
: Criado de Virginia Revel.
EVERSLEIGH
(Bill): Funcionario del Estado a las órdenes de Lomax.
FISH
(Hiram): Rico estadounidense, entusiasta de los libros; huésped de lord Caterham.
ISAACSTEIN
(Herman): Rico financiero y otro invitado de lord Caterham.
JOHNSON
: Agente de policía.
LEMOINE
: De la Sûreté de París.
LOLOPRETJZYL
(barón de): Representante en Londres del partido monárquico de Herzoslovaquia.
LOMAX
(George): Importante funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores.
MANUELLI
(Giuseppe): Camarero del hotel Blitz.
MACGRATH
(Jimmy): Residente en África, dedicado a la caza y muy amigo de Anthony Cade.
MELROSE
: Coronel, jefe de policía de la comarca.
ÓBOLOVITCH
(Miguel): Príncipe de Herzoslovaquia.
ÓSCAR
: Secretaria de Lomax.
REVEL
(Virginia): Prima de Lomax; mujer extraordinariamente atractiva.
TREDWELL
: Mayordomo de lord Caterham.
—¡Caballero Joe!
—¡Que me cuelguen si no es Jimmy McGrath!
Las siete mujeres alicaídas y los tres varones aburridos, clientes de Viajes Castle, sintieron un súbito despertar de su interés. Mister Cade, su admirado mister Cade, alto, esbelto, moreno, risueño, cuyas elegantes maneras tanto habían contribuido a resolver disputas y a mantenerlos en un aceptable estado de buen humor, había encontrado a un amigo harto peculiar, a decir verdad. De estatura semejante a la de su guía, más robusto y mucho menos apuesto, parecía arrancado de las páginas de una novela de aventuras. Sería, probablemente, el dueño de una taberna; pero despertaba su atención. A fin de cuentas, se viaja con la esperanza de ver cosas que los libros mencionan. Hasta aquel instante se habían fastidiado en Bulawayo, abrasados por el calor intolerable, agobiados por las incomodidades del hotel y, carentes de propósito definido, charlaban, en espera de trasladarse en coche a Motoppos. Por suerte, mister Cade había sugerido que comprasen postales de las que había verdadera plétora.
Anthony Cade y su amigo se distanciaron unos metros.
—¿Qué diablos haces con esa turba femenina? —preguntó McGrath—. ¿Vas a fundar un harén?
—¿Con estos ejemplares? ¿Te has fijado en ellas? —replicó Anthony.
—Sí. Pensé que te habías vuelto miope.
—Mi vista sigue siendo excelente. Muchacho, soy el agente local de Viajes Castle.
—¿Cómo llegaste a aceptar ese empleo?
—Me forzó a ello una lamentable penuria económica. Reconozco que no es adecuado a mi temperamento.
Jimmy sonrió.
—Te revientan las ocupaciones estables, ¿verdad?
Anthony no respondió directamente al comentario.
—Espero que, como siempre, surja algo más emocionante.
Jimmy ocultó su risa.
—Bien lo sé. Anthony Cade se verá, tarde o temprano, en un lío. Naciste con un instinto especial para el jaleo... y con más vidas que un gato. ¿Cuándo podemos charlar?
—Tengo que conducir mi gallinero a la tumba de Rhodes —suspiró Anthony.
—¡Estupendo! —aprobó Jimmy—. Los baches los molerán y regresarán pidiendo la cama a gritos; así nos será posible tomar unas copas y comentar las últimas noticias.
—Convenido. Hasta luego, chico.
Anthony se reunió con su rebaño. Miss Taylor, la más joven y retozona de las ovejas, le abordó al punto.
—¿Un amigo suyo, mister Cade?
—En efecto; un buen amigo de mi inocente juventud.
—Parece interesante.
—Opinión que le comunicaré con gusto.
—¡Qué ocurrencia! No sea tan pícaro, mister Cade. Pero, ¿cómo le llamó?
—¿Caballero Joe?
—Sí. ¿Es su verdadero nombre?
—Me defrauda, señorita. Creí que jamás olvidaría mi hermoso nombre de Anthony.
—¡Oh!... ¡Por favor! —exclamó la turista, e hizo un mohín delicioso.
Anthony dominaba ya a la perfección las triquiñuelas del oficio. Entraba en sus deberes, aparte de la organización de los viajes y excursiones, aplacar a ancianos de supersensible dignidad, proporcionar a matronas numerosas ocasiones de adquirir postales y galantear a toda clase de mujeres menores de cuarenta años. Le facilitaba esta última tarea la decidida propensión de las damas a traducir en tiernas indirectas sus más inocentes comentarios.
Miss Taylor volvió a la carga.
—¿Por qué le llamó Joe, en tal caso?
—Porque no es mi nombre.
—¿Y por qué caballero?
—Porque no lo soy.
—No diga eso, mister Cade —se indignó la joven—. Precisamente anoche papá alabó sus modales.
—Su papá es muy amable, señorita.
—Y todos coincidimos en que es usted un caballero.
—Me abruman...
—Hablo en serio.
—«Los buenos corazones valen más que rancios blasones» —declamó Anthony, sin que viniera a cuento, deseando huir.
—Bellísimo poema ése. ¿Sabe muchas poesías?
—Puedo recitar únicamente «El muchacho irguióse en el ígneo puente, del que todos habían escapado». También soy capaz de representarlo. «El muchacho irguióse en el ígneo puente»... ¡Uf, uf, uf! (Son las llamas)... «Del que todos habían escapado», momento en que corro alocado, como un perro despavorido.
Miss Taylor rió hasta saltársele las lágrimas.
—¡Qué gracioso! ¿Han oído a mister Cade?
—Pensemos ahora en el té de la mañana —propuso rápidamente Anthony—. Vengan por aquí. Hay un bar excelente en la próxima calle.
—¿Esa consumición queda incluida en la tarifa? —inquirió la gruesa voz de mistress Caldicott.
—El té de la mañana se considera como un gasto extra —informó Anthony en su tono más profesional.
—¡Lástima!
—La vida está sembrada de sinsabores, ¿verdad? —insinuó alegremente Anthony.
Los ojos de mistress Caldicott brillaron como quien se dispone a sacar un conejo de la manga.
—Al sospecharlo, me preparé durante el desayuno. Llené una botella de té, que puedo calentar en un fogoncillo de alcohol. Vamos, padre.
Los Caldicott se dirigieron triunfalmente al hotel. Los hombros de la dama revelaban la complacencia que le proporcionaba su previsión.
—¡Cuánta gente extraña has creado, Dios mío! —murmuró Anthony. Condujo al resto de los turistas al café. Miss Taylor, que continuaba a su lado, reanudó el interrogatorio.
—¿Hacía mucho que no veía a su amigo?
—Más de siete años.
—¿Le conoció en África?
—Sí, pero no en esta región. Encontré a Jimmy McGrath cuando ya estaba a punto para la cazuela. En el interior hay tribus caníbales, ¿sabe? Llegamos a tiempo.
—¿Y qué sucedió?
—Se armó la marimorena, causamos algunas bajas a los salvajes y los demás tomaron las de Villadiego.
—¡Ah! ¡Qué existencia tan aventurera la suya!
—Muy apacible, se lo aseguro.
Pero miss Taylor no lo creyó.
A las diez de la noche del mismo día, Anthony Cade entraba en la pequeña habitación en que Jimmy McGrath se ejercitaba en la degustación de distintas botellas.
—Procura que la mía sea fuerte —imploró—. Lo necesito, palabra.
—Lo sospecho, muchacho; yo no aceptaría ese empleo ni a cambio de una fortuna.
—Indícame otro y lo abandono en el acto.
McGrath llenó su vaso, lo apuntó con la rapidez que proporciona una larga práctica y volvió a llenarlo. Entonces dijo lentamente:
—¿De verdad?
—¿Qué?
—¿Renunciarías a tu presente colocación por otra?
—¿A qué viene eso? ¿Insinúas que existe la posibilidad de obtenerla? Si es así, ¿por qué no te la reservas? ¿No la quieres?
—La tengo sí, pero no me hace gracia. Por ello deseo traspasártela.
—¿Te han nombrado maestro de una escuela dominical?
—¿Quién se atrevería a hacerlo?
—Nadie, desde luego, si te conoce.
—Es un trabajo magnífico y sin ninguna clase de inconvenientes.
—¿En Sudamérica, por una bendita casualidad? Le he echado el ojo a esa parte del mundo. En cualquiera de esas naciones, estoy seguro de ello, habrá pronto una linda revolución.
Jimmy sonrió.
—Te atrajeron siempre las revoluciones. Tu única preocupación es verte metido en una buena pelea.
—Los sudamericanos apreciarían mi talento, porque, Jimmy, puedo ser muy útil en una guerra civil, a cualquiera de los dos bandos; y prefiero eso a ganarme honradamente el pan cotidiano.
—Hijo mío, eso no es la primera vez que lo admites; sin embargo, el trabajo no espera en ese edén tuyo, sino en Inglaterra.
—¿Sí? El héroe, tras larga ausencia, regresa a la tierra que le vio nacer. Jimmy, ¿le encarcelan a uno por deudas contraídas siete años atrás?
—Creo que no. ¿Te importa saber algo más?
—No me vendría mal. Me extraña, no obstante, que tú no lo aceptes.
—Ocurre, mi querido Anthony, que me voy muy lejos, al interior, en busca de oro.
Anthony silbó.
—No has cambiado desde que nos conocimos, Jimmy. El oro es tu debilidad, tu talón de Aquiles, la pasión de tu vida. Pocas personas habrán perseguido más quimeras que tú.
—Y verás cómo triunfo al fin.
—Cada loco con su tema. El mío son las luchas y los golpes, el tuyo el oro.
—Voy a contártelo todo. ¿Qué sabes de Herzoslovaquia?
Anthony alzó la cabeza.
—¿Qué dices? —exclamó con un curioso timbre en la voz.
—Lo que oyes. ¿Qué sabes de Herzoslovaquia?
Hubo una pausa antes de que Anthony respondiera.
—Lo corriente. Es un Estado balcánico, con ríos, cuyo nombre ignoro, y montañas, que imagino numerosas. Su capital es Ekarest, su población se dedica sobre todo al bandidaje y al deporte de matar reyes y promover algaradas. Su último monarca, Nicolás IV, fue asesinado siete años atrás. Desde entonces existe un gobierno republicano. En suma, un lugar simpático y atractivo. ¿Por qué no me avisaste que Herzoslovaquia figuraba en el asunto?