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Authors: Agatha Christie

Tags: #Intriga, #Policiaco

El truco de los espejos (20 page)

BOOK: El truco de los espejos
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Capítulo XIX

Encontraron a la familia reunida en la biblioteca. Lewis paseaba de un lado a otro y se respiraba cierta tensión en el ambiente.

—¿Ocurre algo? —preguntó la señorita Bellever.

—Ernie Grey no estaba esta noche al pasar lista —replicó Lewis.

—¿Se ha escapado?

—No lo sabemos… Maverick y algunos profesores andan buscándole por los alrededores. Si no damos con él, habrá que avisar a la policía.

—¡Abuelita! —Gina corrió al lado de Carrie Louise, asustada por la palidez de su rostro—. Pareces enferma.

—Estoy muy disgustada. Este pobre chico…

—Esta noche iba a interrogarle por si ayer noche había visto algo de interés —dijo Lewis—. Me han ofrecido un buen empleo para él y pensé hablarle de ello, después de discutir lo de anoche. Ahora… —interrumpióse.

La señorita Marple murmuró por lo bajo:

—Pobrecillo… el muy tonto…

Meneó la cabeza, compasivamente y la señora Serrocold le dijo:

—¿Así que tú también piensas lo mismo, Juana?

Esteban Restarick entró en la estancia, diciendo:

—Te he echado de menos en el teatro, Gina. Creí que habías dicho que querías… Hola, ¿qué pasa?

Lewis volvió a repetir la información y, cuando terminó de hablar, apareció el doctor Maverick acompañado de un muchacho rubio de mejillas sonrosadas y expresión angelical. La señorita Marple lo recordaba por haber cenado con ellos la noche que llegó a Stonygates.

—Me he traído a Arturo Jenkins —dijo el doctor Maverick—. Al parecer, ha sido el último que habló con Ernie.

—Vamos, Arturo —apremió el señor Serrocold—. Ayúdanos, si es posible, por favor. ¿Dónde ha ido Ernie? ¿Es sólo una travesura?

—No lo sé, señor. De verdad que no lo sé. No me dijo nada. Estaba entusiasmado con la obra que preparan. Dijo que tenía una idea estupenda para el escenario, de esas que la señora Hudd y el señor Esteban consideran de primera clase.

—Hay otra cosa, Arturo. Ernie declaró haber estado vagando por el parque ayer noche después del toque de silencio. ¿Es cierto?

—Claro que no. Sólo quiso darse importancia, eso es todo. Ernie es muy mentiroso. Nunca salió por la noche. Solía decir que era capaz de hacerlo, pero no era tan hábil como para abrir los cerrojos. No podía hacer nada ante un cerrojo que fuese un cerrojo. De todas formas, anoche estuvo dentro, me consta.

—¿No dirás eso para complacernos, Arturo?

—Lo juro —repuso con seriedad.

Lewis no pareció muy satisfecho.

—Escuchen —dijo el doctor Maverick—. ¿Qué es eso?

Se fue aproximando un rumor de voces. La puerta abrióse de par en par, dando paso al señor Baumgarten, pálido y descompuesto tras sus eternos lentes.

Balbuceó:

—Les… les hemos encontrado. Es horrible…

Se dejó caer sobre una silla, secándose la frente. Mildred Strete le preguntó con aspereza:

—¿Qué quiere decir…, les hemos encontrado?

Baumgarten temblaba como una hoja.

—En el teatro. Tienen las cabezas destrozadas…, el contrapeso debe de haber caído sobre ellos. Los dos han muerto… Alexis Restarick y ese muchacho, Ernie Greg…

Capítulo XX

—Te he traído una taza de caldo muy concentrado, Carrie Louise —le dijo la señorita Marple—. Bébelo, por favor.

La señora Serrocold se incorporó en la gran cama de roble tallado. Se la veía menuda e infantil. Sus mejillas habían perdido su tinte sonrosado y sus ojos tenían una expresión extraña y lejana.

Obediente, tomó la sopa que le ofrecía la señorita Marple, que había tomado asiento en una silla junto a la cama.

—Primero Christian —decía Carrie Louise—, y ahora Alex y ese pobre tonto de Ernie. ¿Sabría algo en realidad…?

—No lo creo —repuso la señorita Marple—. Siempre estaba diciendo mentiras…, dándose importancia y haciendo ver que había visto o sabía algo. La tragedia es que alguien creyó sus mentiras.

Carrie Louise se estremeció y sus ojos volvieron a adquirir su expresión ausente.

—Queríamos hacer mucho por esos muchachos… Hicimos algo. Algunos han respondido maravillosamente. Varios tienen cargos de mucha responsabilidad. Otros resbalaron…, eso no puede evitarse. Las condiciones de la civilización moderna son tan complejas…, demasiado complejas para algunas naturalezas sencillas y rudimentarias. ¿Conoces el gran proyecto de Lewis? Siempre ha creído que un gran cambio es algo que ha salvado a muchos criminales en potencia. Son enviados a ultramar… y comienzan una nueva vida en un ambiente sencillo. Quiere comenzar un nuevo plan sobre esta base. Comprar un buen territorio o un grupo de islas, financiarlo durante unos años, crear una comunidad cooperativa que pueda mantenerse por sí misma… y en la que todos tengan su parte. Que esté apartada para que pueda neutralizarse la tentación de volver a las ciudades y a los malos tiempos. Claro que costará mucho dinero, y ahora no hay muchas personas filantrópicas. Queremos encontrar otro Eric. A Eric le hubiera entusiasmado.

La señorita Marple cogió una tijera y la miró con curiosidad.

—Qué tijera más rara —dijo—. Tiene dos agujeros para pasar dos dedos de un lado y uno en el otro.

Carrie Louise pareció regresar de muy lejos.

—Alex me la dio esta mañana. Dicen que va mejor para cortarse las uñas de la mano derecha. El pobre chico estaba entusiasmado. Me la hizo probar una y otra vez.

—Me figuro que recogería los pedacitos de las uñas para tirarlos cuidadosamente luego —dijo la señorita Marple.

—Sí —repuso Carrie Louise—. Pues… —Se interrumpió—. ¿Por qué dices eso?

—Pensaba en Alex. Era inteligente. Sí, vaya si lo era.

—¿Quieres decir… que por eso murió?

—Sí, creo que sí.

—Él y Ernie…, no puedo soportar el recordarlo. ¿Cuándo creen que ocurrió?

—A última hora de la tarde. Entre las seis y las siete, probablemente.

—¿Después de terminar el trabajo del día?

—Sí.

—Gina había estado allí aquella tarde… y Wally Hudd. También Esteban dijo que fue al teatro para buscar a Gina…

—Cualquiera pudo haber…

La señorita Marple tuvo que interrumpir el curso de sus pensamientos. Carrie Louise decía tranquila e inesperadamente:

—¿Qué es lo que sabes, Juana?

La señorita Marple alzó los ojos intrigada y sus miradas se encontraron como extrañadas.

—Si estuviera completamente segura… —repuso despacio.

—Creo que lo estás, Juana.

—¿Qué quieres que haga?

Carrie Louise se recostó contra las almohadas.

—En tus manos está, Juana… Haz lo que creas oportuno.

—Mañana… —la señorita Marple vacilaba—, tendré que intentarlo…, hablaré con el inspector Curry… Si me escucha…

Capítulo XXI

EL inspector Curry dijo con bastante impaciencia y malhumor:

—¿Y bien, señorita Marple?

—¿No podríamos, si quiere, ir al Gran Vestíbulo?

El inspector Curry pareció ligeramente sorprendido.

—¿Es ésa la idea que usted tiene de un sitio reservado? Seguramente aquí,… —Y miró hacia el despacho.

—No es eso lo que estaba pensando. Es que quiero enseñarle algo. Algo que me hizo ver Alex Restarick.

El inspector Curry, ahogando un suspiro, se puso en pie para seguir a la señorita Marple.

—¿Es que alguien ha estado hablando con usted?

—No —repuso la solterona—. No se trata de lo que se ha dicho. En realidad es cuestión de los trucos que emplean los ilusionistas. Lo hacen con unos espejos, sabe… esas cosas… no sé si me comprende.

El inspector Curry no entendía nada, y la miró preguntándose si no se habría vuelto loca.

La señorita Marple ocupó su sitio y le pidió que se pusiera a su lado.

—Quiero que imagine que esto es un escenario, inspector, tal como estaba la noche que Christian Gulbrandsen fue asesinado. Usted está aquí entre los espectadores mirando los personajes que aparecen en la escena. La señora Serrocold, yo, la señorita Strete, Gina y Esteban… y lo mismo que en un escenario, hay entradas y salidas y los actores van a sitios distintos. Sólo que cuando uno está entre el público no se sabe a dónde van en realidad. Salen en dirección a la «puerta principal» o «la cocina» y, cuando se abren las puertas, sólo se ve un trozo de tela pintada. Pero en realidad salen a las puertas laterales de la escena… o a la parte posterior donde están los carpinteros y electricistas, y otros actores aguardando su turno… salen… a un mundo distinto.

—Todavía no comprendo.

—Oh, ya sé…, parece una tontería…, pero si usted lo imagina como una representación cuyo escenario es «el Gran Vestíbulo de Stonygates…», ¿qué hay exactamente detrás de la escena…? La terraza…, ¿no es cierto…? La terraza y todas las ventanas que dan a ella. Y así fue como llevaron a cabo el engaño. Fue el truco de la «mujer cortada en dos» lo que me hizo caer en ello.

—¿La mujer cortada en dos? —Ahora estaba convencido de que la señorita Marple era un caso mental.

—Un truco muy emocionante. Debe haberlo visto alguna vez… No es sólo una muchacha…, sino dos. La cabeza de una y los pies de la otra. Y así pensé que también pudo haber sido al revés. Dos personas que en realidad sólo fueron una.

—¿Dos personas y en realidad sólo una? —El inspector Curry estaba desesperado.

—Sí. No por mucho tiempo. ¿Cuánto tardó su ayudante en cruzar el parque, entrar en la casa y regresar? Dos minutos y cuarenta y cinco segundos, ¿no fue eso? Para esto necesitaría menos. Unos dos minutos.

—¿En qué se tarda menos de dos minutos?

—En el truco del ilusionismo. El truco consistió en que sólo era una persona cuando todos creíamos que eran… dos. Aquí… en el despacho. Estamos contemplando sólo la parte del escenario. Detrás está la terraza y una serie de ventanas. Es muy fácil saltar por la ventana del despacho, habiendo dos personas en él, y correr por la terraza (los pasos que oyó Alex), entrar por la puerta lateral, matar a Gulbrandsen y volver, y durante ese tiempo la otra persona que permanece en el despacho hace las dos voces para que todos crean que allí hay dos personas. Y allí estuvieron todo el tiempo, menos durante esos minutos escasos.

El inspector Curry recobró el aliento y le habló.

—¿Quiere usted decir que fue Edgar Lawson quien corrió por la terraza para matar a Gulbrandsen y quien envenenó a la señora Serrocold?

—Pero, comprende, inspector. Nadie estuvo envenenando a la señora Serrocold. Ahí es donde empieza el engaño. Alguien lo bastante inteligente quiso aprovecharse del hecho de que los achaques de la señora Serrocold, debido a su artritismo, eran los mismos síntomas del envenenamiento por arsénico. Era el viejo truco de los ilusionistas de forzar una carta. Es muy sencillo agregar arsénico a un frasco de medicina y unas palabras a una carta escrita a máquina. Pero el verdadero motivo de la venida del señor Gulbrandsen era el más lógico… algo que hacía referencia al Trust Gulbrandsen. Dinero, en resumen. Suponga que hubiera habido un desfalco…, un desfalco en gran escala…, ¿ve usted a quién señala? A una sola persona.

—¿Lewis Serrocold? —murmuró, atónito.

—Lewis Serrocold —dijo la señorita Marple.

Capítulo XXII

Parte de la carta que Gina escribió a su tía la señora Van Rydock:

«… ya ves, querida tía Ruth, que ha sido como una pesadilla… sobre todo el final. Ya te he contado lo referente a ese extraño muchacho, Edgar Lawson. Siempre fue un cobarde… y cuando el inspector comenzó a interrogarle, perdió el control de sus nervios y salió corriendo. Saltó por la ventana y dando vuelta a la casa, bajó por la avenida, donde había un policía que le cortó el camino. Desviándose, siguió corriendo en dirección al repecho donde está el lago, saltando a una vieja y carcomida embarcación que hace años que está allí haciéndose polvo, que empujó hacia dentro. Naturalmente, fue una locura, pero ya te dije que estaba más asustado que un conejo. Entonces Lewis dio una gran voz diciendo: "Esa barca está podrida", y también corrió hacia el lago. La barquichuela se hundió y ya tenemos a Edgar chapoteando en el agua. No sabía nadar. Lewis echóse al agua y nadó hacia él. Pudo cogerle, pero los dos corrían peligro, pues estaban entre los juncos. Uno de los ayudantes del inspector quiso auxiliarlos, y fue hasta ellos con una cuerda atada a la cintura, pero también se enredó y tuvieron que sacarle tirando de la cuerda. Tía Mildred dijo: "Se ahogarán…, se ahogarán los dos…" de una manera tan tonta, y abuelita repuso: "Sí." No puedo describir la entonación que dio a esas palabras. Sólo "sí" y pareció que nos atravesaba una espada…

«—¿Te parezco tonta y exagerada? Me figuro que debo serlo. Pero nos dio esa sensación…

«Y desde luego… cuando todo terminó, los sacaron e intentaron hacerles la respiración artificial (ya no había remedio). El inspector acercóse a nosotros y le dijo a abuelita:

«—Señora, me temo que no hay esperanza.

«Y abuelita, repuso tranquilamente:

«—Gracias, inspector.

«Y luego nos miró a todos. Yo quería ayudar y no supe cómo; Jolly parecía triste y dispuesta a dirigir, como siempre; Esteban se retorcía las manos, y la señorita Marple daba la impresión de estar muy cansada, y apesadumbrada, e incluso Wally pareció trastornado. Todos la queremos y deseábamos hacer algo.

«Pero abuelita se limitó a decir: "Mildred", y tía Mildred repuso: "Madre." Y juntas caminaron hacia la casa; abuelita tan frágil, menuda, apoyándose en tía Mildred. Nunca comprendí, hasta entonces, lo mucho que se quieren. No lo demostraban, ¿sabes?, pero era así.»

Gina hizo una pausa, durante la cual chupó el extremo de su pluma. Y resumió:

«En cuanto a mí y Wally… regresaremos a los Estados Unidos en cuanto podamos…»

Capítulo XXIII

—¿Cómo lo adivinaste, Juana?

La señorita Marple se tomó unos momentos antes de contestar, mientras miraba pensativa a sus interlocutores… Carrie Louise, más delgada y frágil y, no obstante, tan entera… y el anciano, de suave sonrisa y cabellos blancos: el doctor Galbraith, obispo de Cromer.

El obispo tomó la mano de Carrie Louise.

—Ha sido un gran golpe para ti, mi pobre pequeña, y una gran pena.

—Una pena, sí, pero no un gran golpe.

—No —dijo la señorita Marple—. Eso es lo que he descubierto. Todo el mundo decía que Carrie Louise vivía en otro mundo, muy lejos de la realidad. Pero lo cierto, mi querida amiga, es que vivías en la realidad y no de ilusiones. Tú no te dejaste engañar como la mayoría de nosotros. Cuando me di cuenta de ello, comprendí que debía guiarme por lo que tú pensabas y sentías. Estabas tan segura de que nadie habría de querer envenenarte, no pudiste creerlo… y estuviste muy acertada, porque así era. Nunca pensaste que Edgar pudiera disparar contra Lewis… y también estabas en lo cierto. Él nunca hubiera causado daño a Lewis. Estabas segura de que Gina no quería a nadie más que a su esposo… y otra vez acertaste.

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