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Authors: David Lozano

Tags: #Terror, Fantástico, Infantil y Juvenil

El viajero (28 page)

BOOK: El viajero
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—El vampiro detectó por la calle el poder mental de mi ayudante —continuó la bruja—. Debieron de cruzarse de forma accidental. Y por eso fue a cazarlo. Lo que quería de él era información, no sangre.

—¿Así que Edouard sigue vivo? —quiso saber Dominique, intentando quedarse con la mayor cantidad de información posible.

—Sí, aunque ha sufrido varias lesiones. La verdad es que no sé si la providencial aparición de un desconocido le acabó salvando la vida o no, pero lo que está claro es que el vampiro habló con él antes de herirlo y luego se esfumó en la noche.

—¿Ese monstruo habló con él? —Dominique alucinaba, dentro de su visible desolación. Pascal, por el contrario, en lo único que podía pensar era en Michelle, y apenas lograba permanecer atento.

—Sí. Le hizo una pregunta, y esto es lo que me ha sorprendido: no fue sobre la identidad del Viajero, sino sobre la localización de la Puerta Oscura.

—O sea... —empezó Pascal.

—O sea —terminó Dominique dirigiéndose a su amigo— que el vampiro no te está buscando a ti, sino que quiere encontrar la Puerta Oscura. Entonces tú no estás en peligro, ¿no?

—Pero ¿no se suponía que ese monstruo ha secuestrado a Michelle? —Pascal se había perdido de nuevo—. ¿Por qué iba a hacerlo, si no me está buscando?

—Es que no es tan fácil —matizó, prudente, la bruja—. ¿No se os ocurre por qué esa criatura tiene interés en dar con la Puerta?

—Es que no tiene sentido —observó Pascal, a quien la intrigante información de la bruja iba despertando de su estado vencido—. Si se supone que no quiere volver a su mundo, lo que tendría que estar haciendo es alejarse todo lo posible de la Puerta, no al revés.

La vidente asintió.

—Eso sería lo lógico —comentó—. Por eso deduje que iría por ti, ya que la condición de Viajero te otorga una fuerza especial, por lo que tú supones una clara amenaza para él. Tú sí puedes destruirlo o enviarlo de nuevo a las tinieblas eternas. Pero, en realidad, los movimientos de ese vampiro son mucho más retorcidos, más calculados. Pensadlo por un momento: si logra encontrar la Puerta y la destruye, entonces sí que se garantiza su permanencia en este mundo, para él un maravilloso coto de caza.

—Ese plan no es tan perfecto —opinó Pascal, con la imagen de su amiga desaparecida en la cabeza—. Sigo quedando yo como Viajero, ¿no? Si dices que puedo destruirlo... Haré lo que sea por rescatar a Michelle.

—Y yo te ayudaré —añadió Dominique, ansioso por poder cooperar de alguna forma.

Daphne se rascó la cabeza, meditando.

—El plan será perfecto si el vampiro logra eliminar la Puerta Oscura estando tú en el Mundo de los Muertos —concluyó—. Porque entonces no podrás volver.

Por primera vez, los dos chicos vieron lo que había en juego en toda su perspectiva.

—Madre mía... —Pascal no sabía qué decir—. Pues se acabaron mis viajes al Más Allá... hasta que nos podamos enfrentar con el vampiro —su voz sonó poco convencida—. De todos modos, no pensaba moverme hasta dar con Michelle...

La Vieja Daphne negó con la cabeza, haciendo un gesto de inmensa compasión:

—Me temo que eso no va a ser posible, al menos en este mundo. Ahora es donde entra en juego el secuestro de vuestra amiga. Esto no os va a gustar.

La vidente se levantó de su sillón y llegó hasta la librería de madera que cubría la pared. De ella extrajo un grueso volumen de desgastadas tapas negras en cuya cubierta se distinguía una estrella roja invertida de cinco puntas, un símbolo pagano que los chicos, ignorantes en esos temas, no asociaron a lo demoníaco. Daphne abrió el libro satánico con cierta aprensión, y estuvo pasando páginas hasta localizar la que buscaba. Leyó para sí unas líneas, que confirmaron lo que estaba pensando.

—Veréis —comenzó—, hay un único rito infernal prohibido que permite enviar un cuerpo vivo a la Oscuridad Eterna, como sacrificio, como ofrenda al Mal. No hay otra posibilidad, el vampiro ha tenido que utilizar esta vía con Michelle. Solo eso cuadra con mi visión, porque ella no está muerta, pero tampoco en nuestro mundo, eso puedo percibirlo —la bruja se detuvo, reorganizando sus ideas—. El rito prohibido es tan secreto que no creo que en la actualidad haya más de dos o tres personas en el mundo que lo conozcan. De hecho, lo aconsejable es olvidarlo cuanto antes, es demasiado peligroso. Además, requiere unos ingredientes muy difíciles de conseguir. Por eso no consta, a lo largo de toda la historia, que nadie lo haya puesto en práctica. Hasta ahora.

A aquellas alturas de la conversación, Pascal no lograba mantenerse quieto en el sofá. ¿Estaba la bruja intentando decirles que se habían llevado a Michelle al infierno? La cabeza le daba vueltas.

—La única interpretación posible de mi visión es esa —terminó, solemne, Daphne—. El vampiro, como ser de la Oscuridad, conoce el rito prohibido, y gracias a sus crímenes ha conseguido el material necesario para ejecutarlo.

Crímenes. El único asesinato del vampiro que los chicos conocían era el de Delaveau, pero no cayeron en la cuenta de lo que suponía aquel plural: había más víctimas.

—¿Quieres decir...? —balbució Pascal.

—Sí —reconoció la vidente—. Mi sensación es que ha utilizado el ceremonial prohibido con Michelle. Y presiento su éxito.

—¿Está... está segura? —insistió Dominique, pálido como la cera.

—Sí —volvió ella a afirmar—. Y el vampiro cuenta con que yo os lo diga a vosotros. Lo siento, chicos. De verdad. Por eso os advertí que nos enfrentamos a un adversario muy inteligente. Con su inesperada maniobra, ha logrado pillarnos desprevenidos. Le ha resultado tan fácil que me revuelve las tripas. Ahora tiene un rehén en el Otro Mundo, para obligarte a que vuelvas a entrar en la Puerta Oscura con el objetivo de recuperarla —miró a Pascal a los ojos, compadeciéndolo por su evidente sufrimiento—. De ese modo dejarás de suponer una amenaza en la dimensión de los vivos, y te encontrarás en el lugar perfecto para que él destruya la Puerta. Si la jugada le sale bien, no solo se quedará aquí sembrando el horror, sino que se habrá librado también del Viajero. Nadie podrá detenerlo, los escasos brujos que estamos en la actualidad en el mundo no tenemos poder suficiente si el Viajero queda atrapado en el Mundo de los Muertos. Ha sido una jugada maestra, hay que asumirlo. Mi primer presagio, cuando vinculé a Michelle con tu Viaje, se ha cumplido.

—Pero... ¿cómo... cómo ha podido identificar a Michelle? —indagó Pascal, negándose a aceptar aquel nuevo giro espantoso que daba su vida—. Ella no tiene poderes como Edouard, ni sabía nada de lo mío...

La Vieja Daphne había confiado en que aquella cuestión no surgiese, para evitar más dolor en Pascal. Pero al fin el interrogante había sido formulado, y no tenía más remedio que contestar:

—Los seres de la Oscuridad detectan los poderes y algunos sentimientos especialmente fuertes. Y el amor lo es, Pascal. No sé si ella había decidido salir contigo, pero sí puedo afirmar, ante los hechos, que siente algo por ti. Si no, el vampiro no la habría localizado con tanta facilidad.

Pascal se echó a llorar otra vez, sin ninguna contención, sin el más mínimo recato. No le importó lo que pudieran pensar. Dominique, también conmocionado, le pasó un brazo por los hombros, procurándole un apoyo que sabía muy insuficiente ante la dimensión del desafío al que se enfrentaban. También él estaba a punto de perder la compostura. Todo era tan desmesurado, tan irreal...

CAPITULO XXIII

OCHO y media de la tarde de aquel miércoles. La noche había caído sobre París y los últimos turistas habían desaparecido de las proximidades del cementerio de Pére Lachaise. Mientras tanto, Marguerite y el forense se encontraban haciendo tiempo frente a la puerta cerrada de aquella enorme parcela de tumbas. Esperaban a que los últimos empleados de mantenimiento abandonasen el recinto para llevar a cabo su acceso clandestino, ya que lo que se proponían hacer les impedía seguir el conducto reglamentario.

Aquel sector aparecía envuelto en sombras, solo mitigadas por farolas de luz tétrica que multiplicaban los rincones oscuros. Las zonas arboladas del cementerio, por el contrario, se veían sumidas en una oscuridad total por culpa de la noche sin luna.

El forense encendió un cigarrillo.

—¿Es para disimular, o has vuelto a fumar? —preguntó Marguerite, apoyada en su coche.

—He vuelto. Será por el estrés.

—¿Cómo es posible que a un tipo acostumbrado a trabajar con cadáveres le ponga nervioso venir aquí por la noche? —quiso saber ella—. Resulta de lo más irónico, ¿no?

El forense tenía una respuesta muy fácil que justificaría aquella aparente ironía; si ella supiese lo que él sabía, habría sentido la misma inquietud. Pero la ignorancia de Marguerite la hacía imprudente. Y lo más lamentable era que aquella temeridad de la detective lo estaba arrastrando a él.

—Ya no queda nadie —observó Marcel haciendo caso omiso de las palabras de la detective, impaciente por terminar cuanto antes—. ¿Entramos ya?

Marguerite estuvo de acuerdo. Habían estudiado el terreno y sabían qué tramo de la verja quedaba menos a la vista del vecindario, así que sacaron del vehículo una escalera portátil —ninguno de los dos estaba para escalar rejas— y se dirigieron con discreción hacia el punto elegido. De todos modos, ambos llevaban la identificación policial por si alguien los sorprendía en actitud tan sospechosa.

Poco después se encontraban dentro del camposanto, barriendo la noche con los potentes haces de sus linternas. Recuperaron la escalera y la escondieron bajo unos matorrales para poder utilizarla en el momento de la salida. A continuación, se apresuraron a perderse entre los árboles, cargando cada uno en su mochila las herramientas que podían serles útiles para la inminente exhumación.

La calma en aquel fúnebre lugar era absoluta, rota solo por algún ruido que llegaba desde el exterior, proveniente de las calles próximas de la ciudad. Allí dentro, la luz blanquecina de las farolas hacía palidecer los senderos de tierra, disolviéndolos en las tinieblas conforme se alejaban del resplandor de las bombillas. Eran estrechos caminos que discurrían entre lápidas de piedra, árboles oscuros de ramas susurrantes y grandes panteones que volcaban negras sombras sobre los policías.

—Cómo cambia todo cuando se va la luz —comentó Marguerite en voz baja, soltando una risilla que su amigo y compañero no secundó—. Impresiona, ¿eh?

Siguieron caminando hacia donde se encontraba el panteón de los Gautier. En pocos minutos, llegaban al punto exacto y la construcción en forma de templo griego los recibía, mucho más solemne que durante el día.

Marguerite se aproximó hasta la puerta de entrada, dispuesta a manipular la cerradura una vez más.

—Está abierto —susurró sorprendida—. ¿Alguien ha estado aquí después de nosotros? Pero ¿no se supone que no quedaba nadie vivo de su familia?

«Vivo no queda nadie, pero muerto a lo mejor sí», pensó Marcel.

Este se acercó con prudencia, comprobando lo que decía la detective. En efecto, aunque la puerta permanecía cerrada, no estaba echada la llave. Un simple empujón bastó para que se abriese emitiendo un quejido.

Marguerite se disponía a entrar cuando el forense la detuvo tocándola del brazo.

—¿Vas a entrar así, sin tomar precauciones? —le susurró él—. ¿Y si, quien sea, todavía está dentro?

Aunque en el fondo Marcel tenía razón, a Marguerite todo aquello le parecía bastante absurdo. ¿Cómo iba a haber alguien allí? Lo más probable era que se hubiese roto el mecanismo de la cerradura por causas accidentales. A regañadientes, sacó su pistola de la funda y avanzó hacia el interior de la tumba con cautela. El forense, imitándola, sacó de su mochila un puñal de plata de medianas dimensiones, que Marguerite observó con perplejidad.

—Pero ¿qué coño es eso, Marcel?

El aludido se encogió de hombros con cierto rubor. La fidelidad a su tesis sobre la autoría de los crímenes, unida a su propio secreto, lo estaba colocando en situaciones cada vez más embarazosas. Harto de aquel doble juego, el forense empezó a plantearse compartir toda su información con ella.

—Ya sabes que yo no suelo llevar pistola, y algo tenía que traer por si acaso. Además —disimuló—, me puede ser útil para hacer palanca y desencajar la lápida, o para manipular el cadáver...

—Lo que hay que ver, es que estás desconocido... —ella prefirió volver a centrarse—. Venga, vamos, no perdamos más tiempo.

En el interior de la construcción, bajo la misma capa de polvo y telarañas que los recibiese la primera vez, observaron las diferentes sepulturas hasta detenerse en la que les interesaba: Luc Gautier.

Fuera, desde una construcción cercana, un jadeo frenético rompió la quietud de la noche. Y el estallido breve y seco de unos cristales rotos.

* * *

El capitán Mayer paseaba por los senderos del cementerio saludando a los compañeros y vecinos de tumba con los que se cruzaba. Llegó hasta la verja que marcaba el límite del recinto funerario y observó nostálgico el panorama de oscuridad infinita que se extendía a partir de ahí. La red de senderos luminosos se perdía en la nada. De vez en cuando, se veían siluetas de espíritus errantes, almas de personas que no fueron enterradas al morir y que, por eso, permanecían en la Tierra de la Espera vagando por los caminos de luz.

—Capitán.

Mayer se volvió. Tenía ante sí a Charles Lafayette, con gesto preocupado.

—¿Qué pasa, Charles?

—Veo que no te has enterado. Alguien, en el mundo de los vivos, ha llevado a cabo el rito prohibido.

El capitán abrió mucho los ojos.

—¿Qué has dicho?

—Han enviado a una chica viva hacia el Mal. La ceremonia se ha realizado con éxito.

—¿Quién ha tenido la osadía? —el militar no salía de su asombro—. Algo así se paga caro... se paga para siempre.

—Recuerda lo que dijo el joven Viajero. Ha tenido que ser el vampiro, es el único con conocimientos y poder suficientes para ejecutar algo así. Pero —reflexionó en voz alta— ¿para qué iba ese monstruo a hacer tal cosa? No ha atacado al Viajero, sino a una víctima inocente..., no tiene sentido.

Mayer reflexionó unos instantes antes de contestar.

—No se, Charles. Quizá se trata de un sacrificio, de una ofrenda. Si tú vivieras en la Oscuridad, ¿no querrías tener contento a tu amo?

El aludido se encogió de hombros.

—Puede ser. Aunque te recuerdo que el vampiro ya no vive allí, ahora se mueve entre los vivos.

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