Read Enciclopedia de las curiosidades: El libro de los hechos insólitos Online
Authors: Gregorio Doval
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n 1969, el escritor Norman Mailer (1923) intentó ser nominado como candidato demócrata a la alcaldía de Nueva York con una campaña basada en el eslogan «¡Basta de mierda!». Pese a encender una viva polémica, no resultó, sin embargo, elegido.
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l investigador holandés Martinus Willem Beijerinckh (1851-1931) afirmó en cierta ocasión que «un hombre de ciencia debe permanecer soltero». Fiel a ese planteamiento, llegó a despedir de su laboratorio a un colaborar que se había casado.
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n el invierno de 1740, la zarina rusa Ana Ivanovna (1693-1740) mandó construir una sala de baile con bloques de hielo, aneja al palacio de San Petersburgo. En dicha sala de baile, la zarina celebró grandes solemnidades hasta poco antes de morir.
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on ocasión de la ceremonia del bautizo conjunto del futuro rey francés Luis XIII y sus hermanas Cristina e Isabel, celebrado el 14 de septiembre de 1606, su abuela, la reina María de Medicis (1573-1642), por entonces regente, lució un vestido adornado con 32.000 perlas y 3.000 diamantes.
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egún los cronistas de la época, el Gran Mogol de la India Baher (1505-1530) solía viajar con tres palacios desmontables de madera, las piezas de cada uno de los cuales eran transportadas por 200 camellos y 50 elefantes. Además, la caravana real se componía de otros 300 camellos (100 que transportaban rupias de oro y 200 rupias de plata) y 30 elefantes cargados de joyas y armas decorativas. En total, se calcula que la comitiva real se componía de unas 100.000 personas, 40.000 de las cuales eran soldados.
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ras el incendio de Roma del año 64, Nerón se hizo construir un palacio imperial verdaderamente colosal, que se alzaba entre las colinas Velia y Esquilino. La llamada
Domus Aurea
(«Casa Dorada») estaba rodeada por un pórtico de triple columnata que se extendía una milla romana (es decir, 1.480 metros); casi todas las estancias estaban revestidas de oro, nácar, perlas y piedras preciosas (incluidas las vigas del techo, así como multitud de estatuas y obras de arte nuevas y muchas de las expoliadas en los antiguos templos griegos. El palacio contaba con magníficos vestíbulos y columnatas, bibliotecas e innumerables piscinas y baños (con piletas de plata surtidas de agua de mar o de distintas aguas minerales). Los techos de los comedores estaban formados por unas planchas móviles de marfil y oro que, durante los banquetes, se entreabrían para dejar caer pétalos de flores y perfumes variados sobre los invitados. El comedor principal estaba coronado por una cúpula que giraba día y noche en torno a su eje. El palacio se hallaba rodeado además por un lago y un parque de caza muy bien dotado de piezas (con bosques, prados y viñedos). En la plaza que se abría delante del palacio se alzaba un coloso de 35 metros de altura, que representaba a Nerón. Nerón ascendía los pisos de este palacio mediante un ascensor, construido en madera de sándalo, que era elevado, deslizándose por cuatro carriles, mediante una polea y un cable del que tiraban tres esclavos. Se cuenta que, cuando fue inaugurado, Nerón exclamó: «¡Por fin voy a poder vivir como un hombre!».
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l mejor
Drácula
de las pantallas cinematográficas, el actor Bela Lugosi, tenía por costumbre conceder entrevistas, por exigencia de la oficina de prensa de su productora, hablando desde dentro de un ataúd y vistiendo una capa roja y negra. A medida que Lugosi se fue aficionando cada vez más a los estupefacientes para dar mayor viveza a sus interpretaciones, fue interiorizando más y más su personaje cinematográfico, hasta que, ya esquizofrénico, llegó a creerse realmente el Conde Drácula. A partir de entonces, a consecuencia de esta identificación con su personaje, exigió que los rodajes se efectuasen de noche pues él, como su personaje,
odiaba
la luz. Fuera del trabajo, Lugosi vivía encerrado en su casa. Finalmente murió en 1956, totalmente enloquecido por la esquizofrenia, el alcohol y las drogas, y plenamente convencido de ser el verdadero conde Drácula.
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uenta la tradición que, en cierta ocasión, el filósofo griego Protágoras de Abdera (485-415 a. de C.), uno de los grandes impulsores de la sofística, y su amigo y alumno Pericles (h. 500-429 a. de C.), futuro diseñador del modelo democrático ateniense y líder del periodo histórico de mayor esplendor de la ciudad, permanecieron durante un día completo debatiendo la cuestión de sobre quién recaería la responsabilidad si en un campeonato de lanzamiento de jabalina un espectador muriera al ser alcanzado por ésta: el lanzador o los organizadores de la competición, que no garantizaron la seguridad de los espectadores. No consta quién de los dos se llevó el gato al agua.
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e tiene por seguro que fue Benjamin Franklin (1706-1790) el primero en importar una bañera a los Estados Unidos en el año 1783. Incluso, mejoró su diseño y la utilizó tan a menudo que se cuenta que atendía su correspondencia y efectuaba buena parte de sus lecturas en ella.
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egún testimonios contemporáneos, el
dandy
inglés George Bryan Brummel (1778-1840), conocido como
El Bello Brummel
, empleaba unas nueve horas diarias en su acicalado personal. Entre sus más famosas costumbres estaban, al parecer, la de enviar su ropa a Francia para que allí fuese lavada y planchada, y la de suavizar sus hojas de afeitar en pergaminos arrancados de ediciones clásicas. Fue tal su derroche que dilapidó en pocos años su gran fortuna, teniendo que huir de sus acreedores y estableciéndose en Francia, donde, totalmente arruinado, murió en un asilo.
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el estadista y general ateniense Alcibíades (h. 450-404 a. de C.), sobrino de Pericles (o, según otros, nieto) y discípulo de Sócrates, cuenta la leyenda que era tan narcisista y coqueto que se negaba a tocar instrumentos de viento porque éstos deforman el rostro de los ejecutantes, y especialmente la boca; por eso, él prefería tocar la lira.
Del mismo Alcibíades se cuenta, para ejemplificar el talante de su gobierno, que, en cierta ocasión compró un magnífico perro por 60 minas o 7.000 dracmas al que, después de admirarlo toda la ciudad, ordenó que le cortaran su hermosa cola para que los ciudadanos continuaran hablando de él (y así, de paso,
olvidasen
la mala gestión de su amo). Este hecho dio lugar a la frase proverbial «El perro de Alcibíades», que se aplica para designar cualquier acto de un personaje público que pretenda desviar la atención de otros hechos más importantes.
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l estadounidense Isaac Merrit Singer (1811-1875), inventor de la máquina de coser, fue un hombre ciertamente original. En cinco matrimonios consecutivos llegó a tener veinticuatro hijos. Propietario de un hotel en la Quinta Avenida neoyorquina, salía de él todas las mañanas en una carroza de 31 asientos tirada por nueve caballos, y con una plataforma trasera preparada para transportar una pequeña orquesta.
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e cuenta que el extravagante y romántico violinista italiano Niccolò Paganini (1782-1840) estaba tan obsesionado con su calidad artística y tan pagado de sí mismo que en ocasiones tocaba con cuerdas de violín gastadas, con la esperanza de que se rompiesen en mitad de una interpretación y así él pudiese demostrar su virtuosismo en tal situación extrema. Además de sus dotes naturales (que eran de tal calibre que se corrió la voz de que eran fruto de un pacto con el diablo), su excepcional calidad técnica era fruto de un constante ejercicio que llegó a deformar tanto sus manos que, extendidas, medían cada una 45 centímetros.
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l perturbado mental Hung Hsiu-Chuang encabezó, entre 1851 y 1854, la revuelta social conocida como
Taiping
(«La Gran Paz»), dirigida contra la dinastía Ching reinante en China, y en la que perdieron la vida no menos de 20 millones de personas. Este cabecilla rebelde, entre otras extravagancias, se creía hermano de Jesucristo.
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l emperador centroafricano Bokassa encargó unos zapatos con incrustaciones de perlas a la casa fabricante
Berluti
de París, para su ceremonia de coronación celebrada el 4 de diciembre de 1977. Este modelo exclusivo costó 85.000 dólares de la época.
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l emperador romano Tiberio Claudio Druso Nerón (10 a. de C.-54) fue elevado al trono el año 41, a los 51 años, con el nombre de
Claudio I
, justo en el mismo momento en que fue hallado escondido tras unos cortinajes desde donde había sido asistido aterrado al asesinato del anterior emperador y sobrino suyo Calígula. A juzgar por el testimonio de algunos de sus contemporáneos, Claudio era cojo, extremadamente feo, jorobado y tartamudo (el propio nombre de
claudius
significa «cojo»). Sin embargo, como sus dotes de gobierno demostraron, estaba muy lejos de ser un loco o un subnormal, fama que le ha perseguido en los anales históricos. Claudio terminó con las intrigas; dictó una amnistía general; protegió a desposeídos, viudas y huérfanos; disciplinó el comercio; mejoró la seguridad ciudadana; consiguió grandes victorias militares y algunas importantes conquistas (por ejemplo, Tracia, Armenia y Mauritania); mejoró la administración; disminuyó y racionalizó los impuestos, y ordenó muchas y grandes obras públicas, además de demostrar su valía como prosista e historiador con diversas obras (entre otras una historia de los etruscos). Y todo ello sin vencer su fama de subnormal y depravado, pero defraudando profundamente a los soldados que le hicieron emperador con la esperanza de que fuera fácilmente manipulable.
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s casi un tópico ejemplarizar los exiguos hábitos de limpieza e higiene personal de Isabel
La Católica
(1451-1504) haciendo mención a la famosa anécdota de que estuvo varios años sin cambiarse de camisa. Sin embargo, a pesar de su proverbial fama, esta anécdota no es cierta, o al menos se equivoca en el personaje protagonista. En realidad, fue la infanta española Isabel Clara Eugenia de Austria (1566-1633), hija de Felipe II, que reinó en los Países Bajos, la que prometió (y cumplió) no cambiarse de camisa hasta que sus tropas pusieran fin al asedio de Ostende. El sitio duró tres años.
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n plena Revolución Francesa, Grégoire de Tours, obispo de Blois, escandalizado por el continuo saqueo de iglesias, dirigió un discurso a la Convención Republicana, en el que, a falta de palabras suficientemente expresivas con que calificar los hechos, acudió a la referencia histórica del recordado saqueo de Roma, tildando de vándalos a los protagonistas de los disturbios anticlericales. Sin embargo, pese a que el
vandalismo
es ya una figura retórica totalmente aceptada, no es muy exacta a los ojos de la historia, pues los vándalos, sin ser un pueblo especialmente civilizado, tampoco destacaron sobre otros por su ferocidad o barbarie.
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ese a la leyenda que habla de la gran revuelta organizada durante el asalto popular a la prisión parisiense con que se inició la Revolución Francesa, conocida históricamente con el nombre de
Toma de la Bastilla
y ocurrida el 14 de julio de 1789, en ella sólo se liberó de forma incruenta a los siete reclusos que había en su interior. Desde entonces, el 14 de julio se celebra, con el nombre de
Día de la Bastilla
, la Fiesta Nacional francesa, como símbolo de la caída del despotismo.
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e aplicó el nombre de
Protocolos de los Sabios de Sion
a un documento supuestamente atribuido a los judíos sionistas, y en realidad preparado por la policía rusa en 1905, aunque aparecido por primera vez a la luz pública en Londres en 1919. En 1921, Ph. Grave probó que se trataba de una obra que nada tenía que ver con los judíos, y que había sido preparado por la policía rusa con el fin de desprestigiarlos ante la opinión pública internacional. No obstante, es de alguna manera el libro sagrado del antisemitismo, al demostrar falsamente las ambiciones de poder universal de los judíos.
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ese a que tan terrible aparato le debe su nombre, el doctor parisino Joseph Ignace Guillotin (1738-1814) no inventó la guillotina, ni murió guillotinado, como se suele pretender. De hecho empleó gran parte de su vida en tratar de que no asociaran su apellido con dicho aparato. En su calidad de miembro de la Asamblea Nacional durante la Revolución Francesa, su única iniciativa fue proponer el 10 de octubre de 1789 la sustitución del procedimiento tradicional con que se cumplían las penas de muerte (decapitación con espada para los aristócratas y ahorcamiento para el pueblo llano) por un nuevo sistema más eficaz y, sobre todo, más igualitario, a tono con los tiempos. Dos años después, la Asamblea aprobó su propuesta y legalizó la decapitación
igualitaria
para todo tipo de condenados. Aprobada su moción, el encargo de diseñar una máquina de decapitar recayó en Antoine Louis, a la sazón secretario de la Academia de Medicina, y el de su construcción en un artesano alemán, Tobías Schmidt (que, por cierto, mejoró el diseño adjuntando una bolsa de piel para recoger las cabezas cortadas). El aparato, cuyo prototipo costó exactamente 329 francos, recibió en principio el nombre de
Louisette
o
Louison
, instalándose en la Plaza de Grève de París y actuando por primera vez el 22 de abril de 1792. La larga lista de ajusticiados la
encabezó
, por así decir, el famoso bandolero Peletier. Sin embargo, pronto surgieron cancioncillas populares que relacionaban la nueva máquina con el doctor Guillotin y, poco a poco, la máquina comenzó a ser llamada popularmente
guillotina
. Tiempo después surgió la falsa anécdota de que el propio doctor Guillotin probó la eficacia de su propuesta. Lo cierto es que quien sí fue guillotinado fue su verdadero diseñador, el doctor Louis. El doctor Guillotin fue efectivamente condenado a muerte por Robespierre pero, al sucumbir éste antes, la pena quedó en suspenso y nunca llegó a ejecutarse, yendo a morir Guillotin veintidós años después, a consecuencia de un carbunclo en el hombro. Sus herederos elevaron una petición formal al gobierno francés para que sustituyera el nombre de la guillotina por otro, pero lo único que consiguieron fue el permiso para cambiar ellos de apellido.
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egún cuenta una famosa leyenda (a lo que parece, falsa), enterado el marqués de Villafranca de que su esposa, María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo (1762-1802), duquesa de Alba, había posado desnuda para un retrato pintado por Francisco de Goya (
La Maja desnuda
), anunció que visitaría al pintor para comprobar este hecho y pedirle explicaciones, estando dispuesto a defender su honor como correspondía a un Grande de España. Pero cuando al día siguiente llegó al estudio de Goya se encontró con que éste, efectivamente, había pintado un retrato de su esposa, pero en él la duquesa estaba total y recatadamente vestida (
La Maja vestida
). De ser cierta esta anécdota, ello supondría que Goya pintó un retrato tan perfecto en solamente un día. Una hazaña ciertamente increíble.
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n el siglo X, Castilla era gobernada por condes dependientes del reino de León. Según una falsa leyenda castellana, el rey leonés Sancho I
El Craso
(?-967) pidió ayuda al conde castellano Fernán González (?-970) en su lucha contra una insurrección apoyada por los moros. Fernán González acudió en su auxilio y salió victorioso, pero Sancho se mostró renuente a agradecérselo. Por fin, tiempo después, le convocó y Fernán compareció a lomos de un soberbio caballo blanco y con un no menos bello azor entrenado para la cetrería en su mano. Al ver a tan espléndidos animales, el rey leonés se encaprichó de ellos y quiso comprárselos. El conde castellano aceptó a cambio de mil monedas de oro. Sancho, con graves problemas en sus arcas, estuvo de acuerdo con el precio, pero pidió suspender el pago hasta un año después. El conde castellano no puso inconveniente en ello, aunque exigió que en el contrato constase que dicha deuda se duplicaría cada día que pasase de ese plazo. Pasaron cuatro años sin que Fernán González reclamara el pago de esta deuda, pero por fin lo hizo. Sancho se vio entre la espada y la pared de satisfacer una deuda de honor atestiguada por un documento escrito y la imposibilidad de hacerlo porque la cifra se había hecho tan astronómica que no había dinero suficiente en todo el reino para atenderla. En tal situación, Fernán González pidió a cambio del perdón de la deuda la concesión de la independencia de Castilla, que el rey leonés no tuvo más remedio que aceptar. Si bien se trata de un hecho legendario, no por ello deja de ser ciertamente curioso.
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l famoso relato de la hazaña del soldado de Maratón que supuestamente corrió desde el escenario de la batalla hasta Atenas para anunciar la victoria griega es falso. Según el relato de Herodoto, un soldado llamado Fidípides fue enviado antes de la batalla (no
después
) a Esparta (no a
Atenas
) para anunciar la llegada de los persas y solicitar refuerzos; tampoco corrió 40 km (ni mucho menos los 42,195 actuales), sino 240 en dos días (lo que engrandece aun más su hazaña).
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egún un bulo surgido hacia 1956, instigado por un famoso libro publicado en 1959 por William Moore y Charles Berlitz bajo el título
El misterio de Filadelfia: proyecto invisibilidad
, sobre el que se basó una no menos famosa película, los Estados Unidos realizaron unas pruebas militares secretas en 1943 con el nombre en clave de
Experimento Filadelfia
. Según la ficción de Moore y Berlitz, el experimento consistió en la desaparición instantánea del destructor
Eldridge
de la Marina de Guerra estadounidense, con su correspondiente dotación humana, mediante un fabuloso cambio en la estructura molecular de sus componentes físicos, inducido por un intenso campo electromagnético. Mediante este sistema, según el bulo, se consiguió trasladar por unos instantes al destructor desde el Centro Naval de Filadelfia hasta el puerto Norfolk de Newport News, en Portsmouth, Virginia. Además, gran parte de la tripulación habría sufrido extraños trastornos mentales y físicos, e incluso algunos marineros habrían muerto calcinados. Diversos estudios han revelado que tal experimento no ocurrió (ni podría ocurrir nunca) y que el libro era un total y absoluto engaño tejido sobre numerosos errores, infundios y tergiversaciones, cuando no simples mentiras.
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l detonante de la llamada
Rebelión de los Bóxers
(revuelta xenófoba desatada en China en la primavera de 1900, cuyo episodio más famoso, el asalto a las legaciones extranjeras de Pekín, se vivió entre el 22 de junio y el 15 de agosto), fue la noticia, llegada desde los Estados Unidos, de que una empresa de ingeniería de Nueva York había enviado a Pekín una comisión de expertos para estudiar la demolición de la Gran Muralla, como símbolo de la apertura china al comercio y el intercambio con el mundo. La noticia, que causó un gran rechazo nacionalista en toda China, no era más que una patraña inventada por cuatro periodistas (Al Stevens, Jack Tournay, John Lewis y Hal Wilshire), representantes de los cuatros principales diarios de la ciudad de Denver que, enviados por sus respectivos jefes a realizar un reportaje sobre hoteles y estaciones de ferrocarriles, acordaron inventarse la exclusiva de la estancia de los miembros de la comisión de estudio en Denver, rumbo a la costa oeste, donde se embarcarían hacia China. Al día siguiente, los cuatro diarios publicaron a toda portada la falsa exclusiva de los planes para el derribo de la Gran Muralla y esta noticia, a través de las agencias, se distribuyó por todo el mundo, contribuyendo a exacerbar los ánimos de los ultranacionalistas chinos.